A este régimen de masones no le interesa dar satisfacción a los obreros, sino perseguir a Cristo: la revolución hecha no es más que la guerra contra los frailes y los templos.

“Mientras Castilla esté dormida, dormirá España”

miércoles, 9 de marzo de 2016

Biografía de Onésimo Redondo

¡Castilla Salva España! 


"Yo lo voy a intentar. Me llamo Onésimo Redondo, soy abogado e hijo del campo. No debemos dejarnos arrastrar por la confusión y vamos a actuar." 

 

"Los que tienden a revolcar la civilización cristiana en nombre  del pregonado dolor de los obreros y campesinos, aspiran exclusivamente a sustituir la tiranía que otros cuelgan aunque no la vean, por la suya propia. No destruirán palacios, sino que los ocuparán ellos. Seguirán corriendo automóbiles y sirviéndose de banquetes, solo que en lugar de participar del lujo las masas de la blusa azul, lo usufructará la casta dominante al amparo de un terror cobarde e hipócrita... Los intelectuales del terror armarían a sus propios amigos para tener verdugos bien pagados y sin obstáculos, instituyendo al decantado "Tribunal del pueblo" -"el pueblo", en lenguaje revolucionario, ya se sabe que es el propio partido-, legalizaría sus crímenes. Aplastando a la Iglesia se quitaría, por un lado, el serio estorbo de una acusación altiva y ejemplar y embrutecerían a las gentes para mejor dominarlas".

Onésimo Redondo: La ineptitud burguesa.


A modo de Prólogo.



Onésimo tuvo la lucidez de prever, desde su mismo principio y con notable clarividencia, cual sería el final de la II República, y en qué dirección llevaría a toda la sociedad española.  Con la determinación, exenta de dudas, de hacer cuanto estuviese en su mano para evitarlo. 

Encontró en el nacionalsindicalismo la superación de las ideologías e intereses enfrentados, en forma de partidos políticos o sindicatos políticos, y realizó una contribución fundamental en sus inicios.

Mientras le fue posible, o se lo permitieron, difundió sus ideas usando principalmente el arma del periodismo y la violencia de distribuirlo en la calle. No siendo, ni más golpista, ni más dictador, de lo que históricamente fueron el PSOE o la UGT, aunque las comparaciones sean odiosas.

Todavía hoy las mismas ideologías, e incluso las mismas siglas, que le reprimieron en vida continúan reprimiéndole 80 años después de su asesinato. Las mismas ideologías que no le perdonan su Victoria, como el Cid, después de muerto.

A diferencia de estos Talibanes Fanáticos a Onésimo el tiempo le dió la razón y se la sigue dando. 

Hipócritas son quienes le acusan de contribuir a una guerra, o al Régimen que, precisamente, nos libró de la más destructiva de las guerras: La Segunda Guerra Mundial. 

Hipócritas y fariseos, sí, quienes, en nombre de la falsa legalidad de una República autogolpista y criminal pretendían meter a España de lleno en el peor de los conflictos bélicos para salvaguardar los intereses de la Unión Soviética unos, y del Imperio Británico los otros. 

Son las mismas ideologías que, actualmente y a cambio de un "plato de lentejas", envían a nuestros soldados a morir en defensa de los intereses de los EEUU en los países más "exóticos" que uno pueda imaginarse.

Sin duda Onésimo sonreirá desde los luceros cada vez que un Talibán retire el nombre de una calle, destruya o ensucie, con el atrevimiento de su ignorancia, un monumento a su nombre 111 años después de su nacimiento.

Ese es el mayor de los homenajes.


Monumento a Onésimo Salva España




Una Introducción vital.

 

Cuando los hombres han alcanzado ya la gloria de apoyarse en la inmortalidad; cuando la claridad de sus ideas y el ardor de sus palabras se multiplicaron en favor de la mejor causa; cuando la lección de su conducta y el ejemplo de su muerte sirvieron de fuerte aldabonazo entre la juventud y de clarín seguro para un reclutamiento nacional; cuando su sangre -vertida en defensa de valores espirituales- ha regado el corazón de una generación generosa; cuando su paso por esta vida valió de buena simiente, con raíces profundas; cuando, además, todo se hizo entre la incomodidad y la persecución, entre la calumnia, la dificultad y la Incomprensión, la figura y las obras de esos hombres no pueden quedar arrinconadas. 

La Historia pide el más completo conocimiento de todo lo que se relaciona con quienes conquistaron un lugar preferente en ella y exige que haya constancia y razón del pensamiento y de la predicación de aquellas personas. En tales circunstancias se encuentra Onésimo Redondo Ortega, Caudillo de Castilla, y con la pretensión de alumbrar algo que afecte a su persona van a discurrir estas líneas, que, a la vez. llevan el deseo de conseguir alguna voluntad, de rectificar algún pensamiento, que la desgracia le tenga aún entre tinieblas, timidez o traición. La figura de Onésimo ocupa honrosamente un puesto entre la fundación de un acontecimiento histórico que trajo como consecuencia la nueva concepción española y es -nadie lo duda- uno de los pilares en que se apoya doctrinalmente el sindicalismo nacional. Onésimo, por pensamiento y acción, por capacidad y sacrificio, por conducta y abnegación, por generosidad e ilusión, por su vida y por su muerte, permanece entre nosotros como uno de los sujetos principales de la obra regeneradora que fecundizó en España la voluntad poderosa de los hechos y del cambio revolucionario. 

 El estudio, mejor aún, el análisis de la personalidad de Onésimo nos proporciona un fondo y una perspectiva, un punto de referencia para calibrar la magnitud de su empresa, nacida entre las ideas y los apetitos, entre la desordenada pasión de una sociedad en anarquía, que estancaba y hundía la vida nacional. Bien pudiera ser que, a pesar de todo nuestro afán en vivificar la tarea del genio castellano no acertásemos a reflejar bien la Individualidad magnífica de este camarada de la Falange, y forzosamente, a nuestro entusiasmo, les. faltarán detalles, vigor descriptivo, penetración y fidelidad de entendimiento, sustancia, al fin, de cuanto signifique aplicación y cauce fundamentales en la exposición biográfica de Onésimo. La lejanía y la brevedad no suelen ser buenas compañeras para el recuerdo y la explicación, y no se puede ignorar que en estas páginas se trata de sintetizar todo lo que hubo alrededor de un hombre que murió hace ya más de tres lustros y que fue el artífice de un gran movimiento hispánico en Castilla. Hasta los veintiséis años, Onésimo no entra públicamente en la vida de España.

Mas bien alto, enjuto, moreno, de mirar brillante, rápido en el obrar, perfecto tipo de romano clásico, Onésimo Redondo en aquellos momentos de desorientación y de agitada convulsión tiene un pulso firme y un pensamiento claro. Ágil de pensamiento, fácil de pluma, con una palabra tersa y limpia, rígido de costumbres, firme en el mandar, lleno de tajante sinceridad, valiente y decidido, es el hombre ideal para llenar el puesto que él mismo se asignó.

Es en aquella edad -que coincide con el borrascoso 1931- cuando se cree obligado a salir, en aras de la fe y del sentimiento nacional, aunque ello tenga que ser a costa de su estupendo horizonte profesional y de vivir entre zozobras y continuos peligros. España le reclama como reclama por entonces a tantos y tantos aislacionistas en la política; pero ¿hacia dónde encaminar la sembradura de su integridad de alma y fortaleza de espíritu? Ante la desaparición de la Monarquía, frente al júbilo apasionado de las masas obreras y campesinas, empujadas al abismo rojo, y ante la realidad de una juventud universitaria entregada al furor demoliberal, ¿qué camino tomar con urgencia y posible éxito? He aquí un punto interesante entre los muchos que nos presenta la silueta política de Onésimo, puesto que no titubeó en elegir muy pronto su campo de actividades, abriendo brecha entre las mismas juventudes universitaria y campesina, entre la misma gente que se hubo embarcado en la nave del tiempo masónico. Al fin y al cabo, si se trataba de acometer una resolución, valía la pena de introducirse entre la juventud para conseguir la transformación de España 

Pero antes hablemos un poco de sus primeros años.

EN LA RIBERA DEL DUERO 


En la ribera del Duero, entre Valladolid y Peñafiel, en Quintanilla de Abajo, nació Onésimo. Su pueblo natal no es distinto y es igual a todos los pueblos de Castilla, pero con la diferencia de verse mojado por las aguas de un río con buen nombre y mejor fama. Una bendición de río, que fertiliza los surcos de Quintanilla, y una razón quizá para que Onésimo tome cariño a los árboles y pueda comparar el secano al saber distinguir los cultivos. Quintanilla de Abajo es un pueblo cercano a Vega Sicilia -¿quién no oyó la excelencia de tal vino?- y a unos veinte kilómetros de Peñafiel, que tiene un castillo fundado por don Sancho García, con torre de treinta y cuatro metros y alguna semejanza de nave cuando le da la luz de media tarde; un pueblo nada grande, con unos cuatrocientos vecinos, casas de adobe y unas eras donde aparvar la moledura de los trillos, la mies quebrantada a fuerza de trabajar en redondo recibiendo el sol de justicia. 

Ouintanilla, que es de Abajo, se parece a Quintanilla de Arriba y a Sardón de Duero, y los cuatro, con Peñafiel, nos conducen a Roa y a Aranda, a Burgo de Osma y a Soria. Un pueblo de Castilla ya se sabe lo que es: casas sin lujo, trigo en la panera, poca gente, tierra repartida y un templo de oración con la torre bien alta, y por cima la cruz que a todos guía; clima seco, con sol abrasador durante el estío, y nueve meses de invierno. con la peor helada entre abril y mayo: campo muy abierto y anchura de corazón en los hombres; austeridad en todo, en las costumbres y en el trabajo, en el trato y en la conversación; la fe muy arraigada y el pensamiento muy español. Así es Quintanilla de Abajo -hoy Quintanilla de Onésimo-, que está a unos treinta y cinco kilómetros de Valladolid v es la tierra que vio nacer a nuestro hombre el 16 de febrero de 1905. 

Sus padres son de raíz castellana, gente labradora, sencillos, humildes y laboriosos. de firmes creencias católicas; en su hogar se rinde tributo a Dios y se conoce el valor fundamental de la familia. El rosario y los sacramentos son prácticas que se frecuentan, y el fervor de todos responde con respeto y obediencia al mando del padre, que dirige la nave por los cauces de sobriedad, cordura, amor y buena formación de conciencias. Tres hombres y tres mujeres constituyen la descendencia de don Buenaventura Redondo y doña Juana Orteqa. El matrimonio, feliz, preside la felicidad de todos los que viven amparados bajo su techo, y el tiempo se encarga de acusar la personalidad de Onésimo, quien muy pronto destaca en inteligencia y actividad, fiel al servicio de Dios y de la Patria, de la unidad y del campo, en favor del credo y del hombre, de la sinceridad y de la justicia, en servicio de una inquietud social que cree en la jerarquía de los valores y se constituye en baluarte de los débiles, que siente una rebeldía al ver a España en la pendiente de la ruina. 

Los aires de la ribera del Duero, la brisa que azota las ramas de los olmos, parece como si le limpiasen el alma y le curtiesen el cuerpo. Con un signo castellano, a las orillas de un río envía su mensaje imperial y sus aguas calientes hacia el Océano, Onésimo comienza su vida y con ella la empresa para un porvenir español. En el hogar de los padres, Onésimo recoge unos firmísimos principios religiosos, que le hacen sentirse como ejemplar cristiano; por el lugar de su nacimiento toma ese perfil castellano de lealtad constante al campo español. 

En la paramera de Castilla no existen accidentes geográficos que entorpezcan el horizonte, que salgan el paso de la vista; allí, el hombre tiene dominio de la tierra y su vista alcanza casi, podríamos decir, que hasta el infinito; en el ancho campo que él visita con frecuencia no hay recovecos, se está a la intemperie y sin baluarte de naturaleza, no es posible el engaño; se pisa firme y se pulsa el viento, pero se tiene clarísima idea del Cielo, y esto hace que el hombre se sienta siervo de Dios con orgullo. Y en ese medio ambiente, al mismo tiempo que va saturándose su niñez de las angustias y el trabajo en el campo, su inteligencia comienza a despertarse con las primeras letras.

ONESIMO, ESTUDIANTE 


Se acerca el momento de trasladarse a la ciudad. Los padres de Onésimo ven satisfechos que su hijo debe continuar los estudios iniciándose en los de Segunda Enseñanza; hablan consultándose y por fin deciden, aun a costa de sacrificios, que salga de Quintanilla para acercarse a Valladolid. Llega con la ilusión de niño, pero también con firme propósito de no desaprovechar la ocasión ni perder tiempo; tiene prisa en saber, en prepararse, y al poco tiempo se distingue entre los alumnos del Colegio de Nuestra Señora de Lourdes, regido por los Hermanos de San Juan Bautista de Lasalle. Los años transcurren, y así pasa insensiblemente de la niñez a la adolescencia con un excelente aprovechamiento de la enseñanza. La nueva vida de estudiante no empañó el signo de su personalidad, y del mismo modo que el estudio de las primeras letras fue compatible con su entrañable amor al campo, ahora cuando Onésimo reside en la ciudad, los hechos nos demuestran que en él no anidan pujos de señoritismo ni el vergonzoso espectáculo de una deserción de la tierra. Sabe bien a lo que aspira y en sus objetivos no puede haber interferencias; necesita prepararse para alcanzar la capacidad y el conocimiento, para dar la prueba de su leal condición campesina, saliendo por la verdad de una redención de la tierra y del esfuerzo de los hombres que la trabajan.

ONÉSIMO REDONDO SALAMANCA Y ALEMANIA 


Su origen humilde y la ambición de llegar pronto no le permiten disfrutar del excesivo descanso, y mucho menos vivir en la ociosidad. Buen estudiante y mejor hijo, sabe que sus dieciséis años y el titulo de Bachiller le obligan a mayores deberes, a no sacrificar económicamente a sus padres y a conseguir la posibilidad de que unos ingresos le permitan vivir por sus propios medios. Con tal intención acude a unas oposiciones del Estado, y en seguida le vemos de funcionario técnico de Hacienda en Salamanca. Ya es un pequeño hombre que ha de habérselas con la vida y con la sociedad, expuesto a las tentaciones al verse libre; mas Onésimo, aun con sus pocos años y lejos del hogar de sus padres, no tuerce su camino, y en la ciudad de fray Luis de León alterna sus deberes administrativos con estudios en la Facultad, de Derecho, hasta que obtiene la licenciatura en Leyes. Su vida discurre sencilla y ejemplar, y esto señala otra prueba más de que su idea de capacitarse persiste deliberadamente, para entregarse a fines tan elevados como ambiciosos. En la Universidad ejercita su despierta inteligencia y llega al final de los estudios con la misma rapidez que aprovechamiento. Soldado de Artillería, sus horas en Valladolid van acusando en Onésimo ese amor a Castilla, con el convencimiento de que hasta no enderezar a esa región, paridora de pueblos, España ha de continuar adormecida, sujeta a la balanza fraudulenta de los partidos de turno. Sigue estudiando, y en ocasiones ocupa la tribuna en centros de ambiente universitario. De pronto, Onésimo, con sus veintitrés años, da un salto y parte hacia Alemania. Esta salida al extranjero no es el capricho alocado de un joven con la pretensión de recrearse, ni mucho menos de vivir la bohemia. Sabemos que no dispone de bienes que disipar; como siempre, su voluntad se mueve por deseos de una mayor preparación, de adquirir nuevos conocimientos. Esa es la razón de presentársenos desde la Universidad de Mauheim como lector español. Durante el año que permanece allí enseña y aprende, alecciona y estudia, escucha y observa. Es el mismo, pero con unos años más, con una experiencia consciente y con una vocación para remediar los males de su Patria. En Alemania aprovecha los días y respira en la contemplación del campo y de los bosques, el recorrer los de Bavíera y las montañas de la Selva Negra. Piensa y admira las tierras del Rhin, llenas de poesía nibelunga y amorosamente cuidadas; bosques magníficos, que dan sombra y trabajo en las veladas invernales. Onésimo compara aquel espectáculo con el escenario que ofrecen los campos castellanos y se afirma en el inquebrantable y generoso propósito de repoblar Castilla de árboles que cobijen bajo sus copas a una España prolífica y proletaria.

 AL FRENTE DE UN SINDICATO 


Ya está de regreso, y viene poseído de adelantarse en sus aspiraciones de siempre: defender el campo. Poco tiempo para iniciar el plan, el suficiente para reunir alrededor suyo a unos cuantos hombres que viven en constante brega con la madre Naturaleza, y comienza su labor sindicalista. Como hijo del Duero, dirige su actividad a fijar en Castilla una línea de fines concretos y de gran eficacia. Ante aquel grupo Inicial de campesinos emprende una campaña de proselitismo y de gran> des esfuerzos; al fin da vida y vigor al Sindicato de Cultivadores de Remolacha de Castilla la Vieja, que pronto se constituye en una de las entidades más poderosas y mejor dirigidas. He aquí una obra que define la condición y la capacidad de un hombre, que señala el profundo ardor, tan arraigado en el corazón y en la Inteligencia, en la voluntad del Caudillo de Castilla. 

¿QUIEN ERA ONESIMO REDONDO? 


Hasta ahora solamente se ha trazado una pincelada biográfica de los primeros años, un apunte incompleto, como fuerte indicativo de sus grandes cualidades. De aquí en adelante, la paleta se verá usada con Intensidad, porque los cinco años restantes son los definitivos. De 1931 a 1936 vivió Onésimo entregado a la actividad política. Años de turbulencia y de fundación, de proselitismo y de milicia, de sacrificio y de persecución, años de clandestinidad y de encarcelamiento, de ilusión, de esfuerzo, de esperanza y anuncio de la muerte.
La creación del Sindicato Remolachero y la colegiación como abogado nos dicen ya ordenamiento de apuntalarse en Valladolid, cuartel general del futuro de sus actividades. joven, dinámico e inteligente, y entre el despacho y los frecuentes desplazamientos a pueblos, con sus veintiséis años, da comienzo a la más importante empresa que le ha conceder la Inmortalidad. 
Onésimo, para los políticos de blandenguería, acomodaticios, sin el peso de la conciencia por lo que sucedió y sin vuelo en el pensamiento para lo que se acerca, para ésos, Onésimo es un cerebro enfermizo y un loco de ambiciones inconfesables; para los otros, para quienes se ven sujetos a sectas internacionales y obedecen órdenes extrañas que hipotecan la independencia, empequeñecen el decoro nacional y fomentan la dislocación de las tierras, de los hombres y de las clases de España, Onésimo es un joven peligroso, un enemigo cierto. 
Para sus camaradas es el fundador de una doctrina salvadora, el español práctico, el ejemplar falangista, que hace de su vida estilo y norma y es la síntesis más acabada del contento y de la expresión. Para España, el monumento elevado en el pueblo de Labajos, la losa que definitivamente cubre sus restos en el cementerio de Valladolid, el calvario que se levanta entre los riscos del Guadarrama v la Laureada del escudo de aquella ciudad son las mejores razones para decir quién fue Onésimo Redondo.

Más bien alto, de complexión fuerte, de pelo rebelde, tan rebelde como las nuevas ideas que aportaba; de mirada penetrante v firme, con ojos de iluminado campesino; ágil de pensamiento, rígido de costumbres, fuerte en el mando, fácil de pluma, valiente y decidido. Este era Onésimo, el hombre ideal para despertar a Castilla de su letargo. Si fuese posible definir a los hombres por' uno solo de sus conceptos, la definición de Onésimo estaría reflejada en esta frase lapidaria: Si Castilla muere, España muere. Mientras Castilla esté dormida, dormirá España. A quien analice sinceramente a través de este pensamiento el espíritu y la ambición nacionales del jefe castellano no le será permitido atribuir a Onésimo una visión localista, estrechez mental o pedantería provinciana, sin ojos para mirar la anchura que la Unidad de la Patria exige en todo propósito grande y libérrimo. Tal intento sería vano e Inútil y bueno para ofender el sentimiento del que tuvo motivo, intuición y coraje para crear y dar aliento de alma a un movimiento de juventud.

En su amor a España no había fijado límites, y solamente por convencimiento histórico y genio español sabía que Castilla se levantaría en algún momento por la gran responsabilidad que le estaba señalada en el resurgimiento nacional. De tal manera proclamaba esta gran verdad, que por ello -sin menosprecio para ningún otro lugar de Españareiteraba la afirmación: Si Castilla muere, España muere. Mientras Castilla esté dormida, dormirá España. Convendría precisar, no obstante, el concepto de Castilla según lo entendería Onésimo. Cuando él escribía de tal modo se refería a «Castilla pura, la que no es más que Castilla, la de siempre. Aquella que puede ser una sucesión de valles tenues y páramos nivelados, cortejando al Duero por las dos vertientes. La conexión suave y hermana de varias tierras muy parecidas entre sí; Tierra de Campos, tierra de Salamanca, tierra de Medina, tierra de Burgos, de Soria, de Segovia, de Zamora, etc.; es decir, los 90.000 kilómetros de territorio central, con sus dos millones o pocos más habitantes que holgadamente la pueblan».

No por capricho circunscribía Onésimo de este modo a Castilla, porque él tenía completo conocimiento de lo castellano en España y sabía muy bien que «es condición de Castilla el ensancharse saliendo al mar por Santander y teniendo a sus hijos y sentimientos esparcidos por muchas ciudades del litoral y, lo que históricamente es de mucha mayor importancia, fundiéndose insensiblemente con Aragón, consorte perpetuo de Castilla». Onésimo hablaba de Castilla en España  

«en el sentido de contrastar su relación con el letargo de la Raza (carácter), su actividad durante la llamada decadencia y su postura cuando, sin posible aplazamiento, afirmaba él que se venía ventilando la nación española el rotundo dilema de volver a ser o resignarse a la ruina». «Obsérvese cómo en esa Castilla pura, o sea la España castellana y rural, resulta ser un hecho la Unidad admirable. Lo mismo que es sensiblemente uniforme su altitud terrenal es uno también el temperamento, una la creencia y una la tradición. Saliendo de nuestras extensiones, nadie sabe ni puede recordar diferencias entre el hombre de Soria y el de Salamanca, entre el campesino y el «charro», el burgalés o el segoviano de la tierra del Cid -continuaba diciendo Onésímo- se va sin transición notable a la de Isabel la Grande. Felipe II contempló en su niñez horizontes bien parecidos a los que profetizaba fray Luis; desde Almazán se baja a las tierras charras sin que la curiosidad de lo vario distraiga al caminante. Los mismos alimentos, idénticas labores, canciones semejantes y espíritu gemelo. Nada se encuentra en extensión y en intensidad que sea tan uno como la meseta castellana, ni en fraternidad de suelo, necesidades, creencias y filosofía colectiva. Y a esta cordial y concentrada unidad se junta la condición y también el camino de esa voluntad unitiva. Sólo Castilla quiso siempre y supo unir. Y unir a través de millares de lenguas y por encima de los mares y de las cordilleras. «Por fortuna, en lo que se llamó europeización de España, Castilla permaneció Incontaminada en su retiro. No perdió el equilibrio; pero su pudor de dos siglos es lo que explica la persistencia de los males españoles. La renuncia, la apatía pertinaz de Castilla ha sido la dolencia radicular del árbol español.»

Se ha recogido este pensamiento porque latía en su corazón generoso, afectivo e Intransigente, con el intento de perfilar una semblanza y recoger después las pruebas que desde las páginas de Libertad le acreditan el calificativo de «Caudillo de Castilla». Onésímo no se conforma con haber iniciado su etapa sindicalista, no le basta con haber despertado entre la gente labradora un espíritu de solidaridad económica y social. Presiente que lo principal de su acción ha de moverse en otro campo de actividades de mayor trascendencia y es ahora cuando debe iniciar esa empresa que libere a España de la quebradura territorial, de la disociación de sus hombres y de la hostilidad de sus clases. Esta labor política es la que pretendemos poner ante la consideración del lector; pero sirva el anticipo de que, por temperamento y sentido ideológico, no ha de ajustarse a las estrechas miras de cualquier parlamentario. En este fondo de rebelión es donde está el germen de su tarea y la base de su doctrina política. Nos hallamos ya ante la triste realidad de la segunda República española.

El régimen fraguado en las logias masónicas ha descorrido el trasfondo de sus torpes intenciones y acusa su línea antinacional y marxista. Muy pocos días fueron suficientes para que apareciese la verdad de un pensamiento desalmado en aquella provisionalidad de Gobierno que hizo posible la humeante jornada del 11 de mayo, para escarnio de la fe y para mejor ejemplo de la anarquía y de la incivilidad, en aquella provisionalidad de Gobierno que se precipitó a la legislación más desordenada y hostil, hiriendo tradiciones y sentimientos. Han transcurrido solamente dos meses y Onésimo comienza los escarceos entre la juventud con la publicación del semanario Libertad. Estamos exactamente en tal 13 de junio de 1931 cuando aquel pasquín volandero aparece como un reto y una esperanza, como un clarín de llamada y un principio de algo nuevo y renovador. Su título confunde a todos. A los unos, porque piensan que Libertad no puede titularse otra cosa que no sea vehículo de un libertinaje; a los otros, porque tras la palabra encuentran textos de una vibración desconocida, con un lenguaje seco y fiscal. ¿Es un periódico de la reacción? ¿Es una publicación izquierdista? Ni lo uno ni lo otro; Onésímo se desentiende de los dos polos y busca la Libertad de España, aunque el título desconcertante sirva para inutilizar uno de los tres mitos de la antipatria. Ahí está el valor y el acierto: enarbolar un título que penetre en los oídos de todos y envuelva una consigna fundamental para la revolución que aspira.

Libertad es de jóvenes, y a los jóvenes se consagra preferentemente. No nos importa contar o no con una mayoría borreguil ante las urnas y repudiamos el concurso de las multitudes embriagadas de desorden por las calles. Disciplina y audacia es nuestro lema. Las naciones pertenecen siempre a las minorías con fe y organización. Dándolo todo al ideal antes de comenzar, a nadie tememos. «¡Por España grande, por España verdaderamente libre, a la lucha!» En junio de 1931, dos de los tres gritos que hoy firman en el escudo de España se daban como consigna desde las páginas del naciente semanario de Onésimo. Y en ese mismo número, como anuncio de un arranque transformador, un ligero artículo, titulado «La revolución social», del cual son los siguientes párrafos:  

«Dicen los sindicalistas: La revolución política está hecha; falta la revolución social. En pugna con ellos, dicen, no obstante, lo mismo muchos socialistas y otros elementos que para halagar a las masas se aproximan, como esos feroces parlantes de hace unas noches en la plaza de toros. »Dicen los comunistas: Negamos que la revolución política esté hecha. Esta y la revolución social sólo puede hacerla el soviet. »Nosotros somos asimismo entusiastas de la revolución social. Lo queremos declarar desde el principio. Estamos conformes con que hay que resolver muchas instituciones, volcar cabeza abajo en el campo de lo social innumerables abusos. Estamos enamorados de cierta saludable violencia, por el convencimiento de que en otra forma se escurrirán siempre los explotadores y acabarán al final de cada prueba flotando sobre sus oprimidos, con el nombre trocado y la casaca siempre nueva. Hay que acabar, sí, con esos hijos y nietos de la desamortización, que no han tenido tiempo de recorrer sus inacabables fincas, mientras en el municipio donde radican otros pasan hambre... »Debemos acorralar con un genuino movimiento revolucionario todas las formas de usura, incluso esa moderna, que consiste en pagar al labrador un mínimo bastante para que no muera y siga trabajando, pero insuficiente para que sostenga los hijos que da a la Patria... Hay que redimir, en fin, al que trabaja y resolver violentamente, si es preciso, como lo será, a la burguesía, encastillada en sus numerosos fondos económicos. Pedimos, pues, la revolución social para que todo hombre apto encuentre trabajo dignamente remunerado y para que nadie se vea privado de la posibilidad cierta de elevar su condición según sus medios y para que el campo -que es España- sacuda las cadenas de la hegemonía burguesa. Pero si la revolución social es una necesidad y un grito de justicia, hay que defender ese movimiento sano y juvenil de las corrupciones traidoras que proceden de la democracia judaizante superburguesa, como de las maximas internacionales con sello marxista, que descaracterizaría la genuina revolución hispánica para hacernos siervos de Moscú. Revolución social, enérgica y urgente, a cargo de la juventud española.»

En esas líneas, con frases desgarradas y valientes, se afirma una posición que avanzada social que emana a las gentes «de orden» y confunde al griterío socialista. Originales modos de exponer un pensamiento, si se sitúa uno en aquellas lejanas fechas que 1931, apenas llegados al Poder los que pedían el desarme de la Policía y el pertrecho que sus respectivos correligionarios. Antes acusó recibo a La Conquista del Estado con palabras de bienvenida y comunidad de estilo, y a continuación lanzaba sus siguiente manera:  

«Fiemos mucho, camaradas, del valor cierto de las masas campesinas: en Castilla es axiomático que ningún hombre merece más ni puede más que cada uno desde el momento en que la lucha surge. La memoria de provocadores será, por tanto, la que nos dé el tiempo, porque a continuación del reto brota en todos los labriegos el amor propio que los pone en actividad, y desde ese momento son indomables. Sin contradicción no hay vida. Para nosotros, la pugna es la victoria. Salimos al mundo con gesto de auténtica autoridad.»

Ya busca Onésimo, desde la fundación de Libertad, que sus colaboradores universitarios sientan inclinación al campo y a sus problemas. «Castilla, desamparada» clama también el 13 de junio, y su pluma lo argumenta así:  

«No queremos unir nuestra voz a la de las plañideras castellanas, que son casi todos los hombres de levita y de casino, tenidos comúnmente por padres de la región. Estamos hartos de oír los clamores fúnebres de los importantes, llorando ver a Castilla como la región más despreciada por el Estado nodriza, por los Gobiernos defensores del presupuesto. Abominemos de esos menguados que atribuyen la decadencia de Castilla al desamparo en que Madrid nos tiene. Uno y otro hecho, que no negamos serán, cuando más, el reflejo oficial de otro más importante. Del único pecado a que los hombres jóvenes con ansias creadoras y alma realmente revolucionaria deben atender a ésta: Castilla languidece porque empieza por no existir para los mismos que la habitan.»

Con este estilo tan preciso, con esas frases tajantes y seguras, ausentes de lírica, pero con afirmaciones de puno y acusadoras, de ahora en adelante martilleará, todos los lunes, en la conciencia de la juventud, a la cual desde un principio se dirige. No puede prolongarse por más tiempo el precipicio a donde caerá la generación española, que tiene asignada una tarea con rotundas afirmaciones de valores positivos. Son hombres útiles para la acción de la antipolitica y urge rescatarlos de la política mezquina al uso, que observe las máximas atenciones; antes de que puedan contaminarse más en la ponzoña y en el odio, en la materialización y en la ausencia del sentimiento español, es preciso ganarles para que formen en las filas avanzadas que un camino nacionalmente revolucionario.

La prosa de Onésimo -como se ve y como se verá- huye del adorno y va derecho a lo que interesa; está llena de protestas, mas hay en ella una emoción española con fuerza bastante para penetrar en los ilusionados corazones de la juventud que busca la auténtica transformación de los modos y de las personas en lo que responde a la denominación política. El molde de Libertad ha roto con lo viejo y caduco y nada quiere con lo que, apareciendo como nuevo, no es sino un fraude más con ropaje demomarxista y orientación extranjerizante y masónica. España está ausente de aquel triunfo inesperado y turbio que entrega el Poder a los hombres del desgraciado Pacto de San Sebastián, y el naciente portavoz de Castilla habla duramente de grandeza y revolución nacional, de justicia y de imperio, de unidad y de lucha, de libertad, audacia y disciplina. Es un lenguaje que confunde, sugestivo y directo, valiente y que desconcierta, el de este hombre que ha fundado el semanario libertad como anuncio y pregón de un genuino movimiento de juventud y de revolución. Y hemos visto cómo en junio de 1931 emprende una captación de voluntades aireando consignas que en aquellos tiempos pocos pudiesen sospechar que constituyesen augurio de realidad cuando llegase el mes de madurar el grano, en el verano de 1936. Desde hombres útiles, corazones vírgenes, para la acción de esa antipolítica que España necesita y la juventud espera. Sabe el punto de apoyo que tiene en su periódico -aunque sea solamente un semanario-, porque  

«la prensa -escribe Onésimo- ha intervenido como actor principal en ese desastre; ella es un valor mayúsculo entre todos los que ejercen poder en el mundo político; ella es la que ha creado este cuadro de turbulencias, aunque al final de la tragedia entierre con desfachatez en sus archivos mil pruebas acusadoras de sus propias columnas. Generalmente -continúa escribiendo-, la mayoría de los periódicos no han tenido la moral que presidiera eficazmente el derecho de escribir. Gran parte de las rotativas han estado ausentes del interés nacional, sirvieron únicamente de caza para el mejor lucro de sus empresas, aunque la empresa de España quedara sometida a la infecundidad de los profesionales de la discordia».

 Por eso, por la significación de la prensa como arma poderosa, tuvo prisa en desahogar su ímpetu de eficiencia y funda Libertad con el más sincero espíritu revolucionario, que a la vez sea conciliador de su fe católica

«La verdad no puede ser discutible, y España, que es la primera verdad nacional, no puede quedar impunemente puesta a las sórdidas apetencias de escándalo de cualquier delincuente de la pluma.» «Los que a un elevado precio juegan a la Revolución sin ideal de verdad revolucionario, llevados del odio y del apetito de cuando, desprovistos de un contenido renovador, merecen una extirpación, porque su subsistencia sólo se paga con la ruina. Este es el caso de la prensa burguesa que fue revolucionaria. Burguesía ciega, prensa venal y socialismo aburguesado son el mejor caldo para el fermento comunista.»

El recuerdo de estas afirmaciones puede ser considerado como pasado de moda, pero no se olvide que en estos momentos se trata de perfilar históricamente la labor de Onésimo. El no ha fundado Libertad con la sola intención de fijar ideas sobre la altiva misión de la prensa, sino que trabaja constantemente en proyectar el único camino que él tiene concebido para la decisión futura de España. Un joven zamorano se levantó desde Madrid sobre el problema de su tiempo con el propósito ambicioso de restaurar un anhelo colectivo de expansión en el ánimo del pueblo y con una bandera desplegada nacionalmente para la conquista del proletariado, como instrumento también de grandeza española.

Y para que sus ideas recorran los ámbitos de la Patria y arrebaten la acción y el pensamiento de los más jóvenes. Ramiro Ledesma Ramos -he aquí el joven zamorano- alumbró el primer periódico del sindicalismo nacional bajo el título de La Conquista del Estado. Onésimo coincide con la comezón interna de Ramiro, con la necesidad de salir por unos postulados fundamentales que aprovechen la oportunidad histórica más ambiciosa y gigantesca y ha fundado Libertad, el gran periódico que, desde Valladolid, ampara el entusiasmo por la salud de la Patria y la transformación social.

 

LAS JUNTAS CASTELLANAS DE ACTUACION HISPANICA.


Los veintiséis años del director de Libertad, su Inteligencia, su capacidad de trabajo y su dinamismo le empujan a efectuar con la práctica lo que semanalmente proclama desde las páginas del periódico. Junto a sus pocos colaboradores perfilará un movimiento forjado en la disciplina y mantenido por la sana conducta de sus hombres. El vivero de la selección de camaradas ha de ser desde un principio la Universidad, puesto que los pueblos que la poseen están dotados de una grandeza permanente. «La Universidad -dice-, o no es tal Universidad, sino una fábrica mercantilizada de burócratas, -o está destinada a formar los hombres que constituyen la suprema garantía para la grandeza nacional. Nada significarían las fórmulas, los programas, que son en sí meras obras sin cuerpos, si no hay hombres que las practiquen y las sostengan con el mejor ejemplo de su :bondad nacional; la masa es esencialmente movible y en todas las latitudes de cada época se mueve según es conducida. La responsabilidad de los caminos de un pueblo es siempre, siempre, de los conductores» Por eso mismo él, que reunía todas las virtudes para ser un aristócrata del patriotismo, buscó en la Universidad una falange de hombres, de futuros maestros, para derivar toda la actividad constructiva de un pueblo nacía la grandeza colectiva, de hombres puestos para hacer Patria, sintiéndola con selecta caridad. Al poco tiempo de la primera salida de Libertad, este pasquín que desorientó tanto al principio, domina ya en el ambiente universitario. No hay tiempo que perder, pues esos hombres, mejor aún la voluntad de esos jóvenes y la de otros ajenos a la Universidad, hay que encontrarla debidamente para la reconquista nacional, y entonces crea las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica. En sus ordenanzas se habla de

“España como nación una e imperial, obligada por su historia y la capacidad de su cultura a ser fuerte entre los demás pueblos, dando al Estado una estructura y pureza hispana. Proclama la Junta su veneración por las grandiosas tradiciones patrias y la comunidad de raza y destino con las naciones ibéricas de ultramar». 

En el apartado que destina a Justicia Social afirma que los problemas sociales que la moderna organización del Estado presenta, y particularmente la elevación intelectual, económica y moral del proletariado, deben resolverse por la intervención del Estado, para evitar la explotación del hombre por el hombre. Rechaza la teoría de la lucha de clases. Abogan por una reconstrucción con mejora rápida de las condiciones de cultura y rendimiento de la producción agrícola, la repoblación forestal, la dignificación de la vida rural, y apunta unos últimos fines de cultura que han de desarrollarse en cuanto al orden cultural y físico, al orden social y al orden político. Respecto al pensamiento político, las evidentes pruebas de persecución exigían que las ordenanzas disimulasen el rigor de los postulados, para no tropezar con el inconveniente de la desaprobación en el Gobierno Civil. Por la primera denominación de Juntas podemos interpretar el sentido de unido que Onésimo lleva consigo.

«La unidad constituye el lema más audaz y revolucionario que enarbola el nuevo movimiento. La unidad pertenece, de una manera constante, a nuestro ideal. La unidad es nuestro signo, y dormidos o despiertos debemos pensar en restablecer la unidad de España, la unidad social de todas las clases por medio de la juventud que no tiene todavía que reprochar y lanzar a un hombre contra otro.»

En cuanto a la «actuación» de sus Juntas, él mismo exponía que estaba el punto revolucionario y la razón, por tanto, de su existencia.  

«Hay que transformar a la juventud; hay que formar con la juventud una milicia dispuesta a servir a España; hay que hacer la revolución, y para ello hay que transformar a los españoles hasta entrar en su raíces. Pero hay que hacerlo realizando en su espíritu, en el alma de los maestros, una transformación grande, honda y apartarlos de esa situación del espíritu español actual, perdido y escéptico».

Y en otra ocasión decía: «somos revolucionarios, no en el vulgar concepto marxista de dinamiteros, sino en su verdadero significado de transformación. Emprendiendo esta transformación es cuando comenzaremos a recuperar la España en ruinas que nos dejaron nuestros padres; quizá no comprendan nunca nuestra rebelión de hijos, aún cuando les digamos que vamos a ser mejores que ellos. Y tened en cuenta que para alcanzarlo será necesario infiltrar en la totalidad de nuestra juventud primero el espíritu de esa rebelión, que comienza transformándonos a nosotros mismos. Venimos a revalorizar el factor humano, la confianza en el hombre frente a la servidumbre de las fórmulas. Por eso lo importante, lo sustancial, lo salvador y lo revolucionario no son los credos, ni las palabras, ni los programas, sino los hombres. Si la te sin obras es vana, las palabras sin conducta que las confirme parecen hipocresía. Actitudes y actos convincentes, frente a la retórica y a la teoría formularia.»

Las reuniones de las Juntas se hicieron en un principio en las periferias de la ciudad. Lo imponían las circunstancias, y las circunstancias se producían en una estrecha vigilancia a los pasos de Onésimo y un cerco perseguidor de la extensión y amplitud del movimiento juvenil. A pesar de todo, la propaganda iba siendo eficiente, y, aun al aire libre, el proselitismo se manifestaba alentador con la incorporación de nuevos afiliados. Puente el Sol, Cuesta de la Marquesa, Cuevas del Tomilla y campo de San Isidro son lugares que sirvieron de escenario para el comienzo del banderín que más tarde había de cristalizarse con las J. O. N. S. de Ledesma Ramos, y a los dos años, con la Falange de José Antonio. LAS J. O. N. S. Cuando comienza el mes de octubre, Onésimo entra satisfecho en el nuevo curso. En cuatro meses su labor ha cristalizado ya en algo tangible, en algo que tiene vida y va tomando cuerpo, no sólo en Valladolid, sino por la provincia.

Libertad se ha abierto camino y su doctrina va calando en los miles de lectores con que cuenta. No importa que su aparición durante los lunes esté perseguida gubernamentalmente y que el odio marxista aceche provocador la venta del semanario. En pocos meses se ha impuesto, y el clarinazo de Libertad ha conseguido llevar tras de sí a grupos de juventud. El primer objetivo estaba cumplido y Castilla comenzaba a despertar de su letargo. La F. U. E. tiene ya muy poco que hacer en los claustros universitarios, donde el espíritu del semanario ha penetrado hasta tomar raíces multiplicadas y profundas.

 "Los que quizás en estos momentos más han ganado son los mismos que ante la lectura de este artículo le motejaron de "loco":

"NUEVA POLITICA COMO SE REALIZA HOY LA GUERRA 

Repetimos una vez más que el porvenir de España es inevitablemente un porvenir de guerra. Se aproxima una situación de violencia absoluta, porque los fermentos de lucha social y los objetivos de revolución política cruenta ganan rápidamente terreno y conquistan día tras día la adhesión de una mayoría definitiva del proletariado español. Es inútil querer aliviar la visión de este panorama, con miradas dulces a Lerroux o llamando a la Guardia civil en auxilio de nuestro miedo."

Dígase de una vez si es o no cierto que las masas obreras se dejan ganar rápidamente por alguna de las ramas marxistas, y si está claro que fatalmente van pasando del socialismo al anarquismo o comunismo, aplaudiendo más a quien mayor crueldad en la lucha pregona y mayor botín de guerra ofrece. 

Dígase si es o no cierto que hasta ahora no existe movimiento alguno que arranque eficazmente la masa obrera, por docenas de millares como sería preciso, de los cuadros de la revolución roja, cuyo avance contra la sociedad y el Estado existentes, es paralelo y aún armónico."
Varios autores: Caudillo de Castilla


Pero hay que continuar en la brecha y abrir nuevos horizontes, y es por aquellos días cuando Onésimo toma un decisivo contacto con los que desde Madrid defienden ideales semejantes, escribiendo en las columnas de Libertad lo siguiente: 

 «NUESTRO SALUDO »
Terminadas las vacaciones veraniegas, bien explicables, La Conquista del Estado sale con reforzados bríos al palenque periodístico, en el que este inteligente lealísimo colega «Nacionalsindicalista» hace grupo aparte porque sólo él enarbola netamente la única bandera de salvación nacional: la lucha marcial contra la traición y la podredumbre marxistas. »

Nos unimos a los camaradas de La Conquista del Estado en su acción de fidelidad hispana y antimarxista. Como verá el lector, honraremos a menudo las páginas de Libertad coadyuvando a la extensión del frente nacional de salvación por la difusión del pensamiento Nacionalsindicalista. Al mismo tiempo que se escribía esto se decidía una comunión más estrecha. Con cierta frecuencia Onésimo tenía que trasladarse a Madrid con asuntos del Sindicato Remolachero, y varias veces aprovechó la oportunidad para entrevistarse con Ramiro. El diálogo, naturalmente, que se entretenía en el desarrollo de la política y en el discurso por la nueva doctrina salvadora.

Desde un principio estaban de acuerdo, pero hasta el mes de noviembre no se legalizó el convenio -permítase la frase- entre Onésimo y Ramiro, entre los de Libertad y los de La Conquista del Estado. Acordaron redactar un manifiesto político, que estaba presidido por el Yugo y las Flechas, como emblema de las J. O. N. S. naciente, idea de Juan Aparicio, que recordó la ocasión de una clase de Derecho Político en Granada. Onésimo regresó entusiasmado a Valladolid.

Otro paso definitivo se había dado, otra confianza más, otro estímulo nuevo para seguir en vanguardia. Con el nacimiento de las J. O. N. S. se fundaba un movimiento de dimensión nacional con la palabra Junta a la cabeza del Sindicalismo Nacional. El resto del mes de junio ya encontraba un camino más perfilado, un quehacer más concreto y una concepción más amplia: desde aquel momento Libertad se constituía en órgano de las J. O. N. S., y los camaradas reunidos en la clandestinidad contaban con una bandera que defender y unos puntos fundamentales que propagar; estaban encuadrados en la milicia civil de las J. O. N. S. El frío de la meseta, en diciembre, tuvo como contraste el calor con que se acogía la nueva receta política para la Revolución. No es posible transcribir el manifiesto político. Basta saber que las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista nacían para ponerse al frente de los núcleos sanos de nuestro pueblo, para propagar con pulso y coraje la orden general de ¡Servicio a la Patria!, en virtud de que no existía en el panorama político fuerza alguna que garantizase la defensa de los ideales hispanos. «No nos resignamos a que perezcan sin lucha los alientos de España ni a que se den los mandos nacionales a hombres y grupos educados en el derrotismo y en la negación.»

SEIS MESES DE 1932 


La actividad de Onésimo en 1932 fue posible nada más que durante los primeros seis meses, pero en ese tiempo se multiplica para la causa que concibió y para el movimiento definido en los finales del año anterior. Durante ese medio año, la conjura demoliberal, el terror republicanosocialista, no pudo acorralar la vitalidad de las J. O. N. S. en Castilla, porque el ardor creciente tomaba proporciones de realidad peligrosa. Cierto que en las filas jonsistas solamente formaba gente de pocos años y de mucha pasión española. Los padres no podían comprender aquella «santa insensatez» de los hijos, que, a pesar de las broncas paternas, no hacían deserción de las escuadras. Tuvo que ser aprovechado el lo de agosto para emprender una persecución personal contra Onésimo, que trajo como consecuencia el destierro forzoso del jefe castellano en tierras de Portugal, pues formaba en la lista de deportados a Villa Cisneros. Pero bueno es señalar los acontecimientos y la acción de Onésimo en esos meses primeros de 1932. «No vaticinamos, sino que anhelamos y trabajamos, eso sí, porque nuestro anhelo de enero sea una realidad en diciembre», apunta en su pronóstico político para 1932, y se refiere a la constitución de las milicias regulares anticomunistas. Todo nuestro fervor por la salud de España y la emoción con que celebramos la inauguración del nuevo año pensando en ella, queremos resumirlo en esta reflexión:

«Que no salvaremos a la Nación de la barbarie soviética sin organizar una falange extensa de españoles de todas clases dispuestos a defender con sus personas la vida civilizada de España.»

Emprende el nuevo año con la misma decisión que tuvo para la publicación de Libertad, con el mismo entusiasmo que puso en la organización de sus Juntas, con idéntica ilusión que le llevó al nacimiento de las J.O.N.S. estaba comprometido en preparar la Revolución Nacional y nada puede entorpecer a sus propósitos, ni la hostilidad abierta desde el Poder, ni la presencia amenazadora del enemigo, ni las actitudes asustadizas de la reacción. El sigue en su línea, junto a sus camaradas; él continúa abriendo brecha y dando contenido al movimiento juvenil desde su semanario; pronuncia charlas con fines preparatorios, orienta a los que con él colaboran, anima a todos a permanecer en el campo de la lucha y del honor nacional. Una obsesión parece que le entretiene por aquella época: la constitución de la milicia entre los suyos, la preparación física de grupos que hagan posible la violencia frente a la violencia.  

«Hay que formar milicias civiles de España. Haciendo frente en primer término con sagacidad y legalidad, hasta donde sea posible, a la franca y solapada oposición gubernativa. Y supliendo con la energía y la rapidez de ahora el camino que los adversarios nos llevan ganado. No cabe esperar defensa de la legislación y de los usos democráticos, ni siquiera fortaleza recíproca, estando los enemigos bien armados y consentidos y pertrechados, mientras del lado opuesto no surja una ideología tan feroz por lo menos en la defensa como lo es la contraria en el ataque, equipándonos con medios de lucha que superen al enemigo.»

Desfile del partido Comunista el 1º de mayo.
Por aquellas fechas, la persecución contra las J.O.N.S. arrecia y el enemigo vigila todos los movimientos, porque entiende que la actividad de la juventud disciplinada va adquiriendo penetración, prosélitos y eficacia. Onésimo actúa revolviéndose contra el error y la violencia marxistas, y padece la multiplicación de denuncias, que cada una se traduce en un proceso, para sumar entre todos bastantes años de cárcel. Este sistema tan amenazador no inquieta para nada a quien vive completamente decidido a entronizar la doctrina jonsista.
Al fin se ha encontrado un local para residencia del periódico y domicilio del movimiento. El primer piso que sirvió para reunir a los camaradas no presenta ninguna comodidad. Pocos muebles, pero mucho espíritu hay en aquellas habitaciones de la calle Alonso Pesquera. La celebración de charlas semanales que sirven para la formación política de los camaradas, hasta que se presenta una ocasión de hacer acto de presencia con la organización de un mitin, que resulta ser el «primer mitin suspendido», a instancia de todos los partidos gubernamentales, que acudieron a solicitarlo del gobernador civil por considerarlo como «una fuerte provocación».

Liberad replicaba con estas frases:

«Celebraremos, por Dios y por España, muchos, muchos mítines. Diremos la verdad alta y claramente, sin miedo a la supuesta ferocidad de ese enjambre ficticio de partidos, juventudes, federaciones y demás timos republicanos-socialistas.»

Al poco tiempo le sorprende el intento gubernamental de quebrar arteramente la unidad española amparándose en el «hecho diferencial» de un negocio separatista convenido en el famoso Pacto de San Sebastián, y agita la conciencia con protestas y artículos que rubrican las frases de:

«Cataluña no es de Maciá, ni de la Esquerra, ni de los catalanes; Cataluña es de España. España no sería tal sin Cataluña, como no lo sería sin Castilla o sin Andalucía. Esta afirmación de inseguridad hispana es lo que importa y lo que todos debemos sostener, ofreciendo para ello nuestras vidas.»

Es la hora de la primera manifestación formal de las J. O. N. S., y los camaradas se lanzan por las calles de Valladolid con el grito de «¡Viva la unidad española!» Se suspenden las clases en la Universidad y demás centros docentes, se cierran muchos comercios, y la gente, el pueblo, se suma a los manifestantes jonsistas en un acto impresionante de españolismo, por la cantidad y por la calidad, por la ingente muchedumbre y por el espíritu que se respira.  

Los partidos del Poder están coléricos; el gobernador civil echa lumbre y ordena que la fuerza pública disuelva aquella Imponente manifestación que invade todo el centro de la ciudad. La sangre de un joven obrero -Cipriano Luis Zarzuelo-, vertida en la Plaza Mayor, fue el compromiso por la unidad española. Las informaciones llegan a Madrid, y desde allí se mira con cierto temor el alcance de la tarea que se ha impuesto, desde Valladolid, Onésimo con el Intento de fundir entre las masas el sentido nacional que les falta. Aquel 11 de mayo fue una ejemplar réplica, desde la ciudad castellana, a aquel otro anterior, incendiario, de 1931. 

«¡Muera el Estatuto catalán!» «¡España una!» «Felicitamos a la juventud -escribe-, a nuestra juventud, por la muestra heroica de españolismo sano que ha dado estos días en la calle. Ya veis, jóvenes, cuánto preocupa vuestro gesto patriótico, que inmediatamente se lanzan contra vosotros bandas de hombres armados de pistolas... Vuestro gesto es, evidentemente, noble y redentor. Es la única esperanza que queda de una España decente. No hay que retroceder ni decaer, camaradas. A las balas del Poder tiránico sabremos oponer, en unos casos, nuestra astucia; en otros, nuestro coraje, y siempre, nuestra firmeza y nuestro tesón ideal. Hasta desalojar a los opresores, hasta alcanzar para España un régimen digno, tan grande como los alientos de vuestros pechos. ¡Viva España única! ¡Viva España grande! ¡Viva España libre!»

"¡11 de abril de 1932!  En mayo de este año llega al máximum, la actividad revolucionaria de Onésimo Redondo. Magníficas arengas en el local de las J. O. N-S., habían logrado poner al rojo vivo a toda la juventud valiente y nacional con motivo del oprobioso Estatuto Catalán. 

Onésimo Redondo, sabe esgrimir todos los resortes de su palabra fácil para levantar en rebeldía a toda la juventud contra la actuación claudicante del Gobierno frente al separatismo catalán. Y con la juventud bien manejada pone en vilo y en pié a toda la ciudad castellana: una desusada nerviosidad se pudo observar en la abundante policía que vigilaba el paseo nocturno de la Acera el día 3. 

También habían hecho acto de presencia en él los socialcomunistas en tono agresivo. En presencia de esta provocativa actitud los guardias esperaban de un momento a otro la pelea. El mismo Onésimo Redondo dió un viva a España Única seguido de otro a las J. O. N-S., y esto bastó para que la Guardia de Seguridad se lanzase a despejar en rápida carga. En este momento de numerosos balcones de la Acera arrojaron cientos de manifiestos-programas de las J O N-S., y los grupos jonsistas de choque estratégicamente colocados en todas las bocacalles que a la Plaza Mayor dan, gritaron con denuedo: ¡España una! ¡España una! ¡Muera el Estatuto catalán! y acorralando a los grupos marxistas se trabó pelea a puñetazos, pedradas y palos, pelea que se extendió al Corrillo y a la Plaza del Ochavo. En Fuente Dorada y Núñez de Arce, sonaron sucesivamente, varias descargas de pistola. El resultado en definitiva fué que por la Casa de Socorro pasaron unos veinte heridos marxistas y dos de la J. O. N-S. 

Fué creciendo en los días siguientes la agitación que llegó a tener caracteres violentísimos en la Universidad y en la Normal. La juventud nacional era dueña de la calle. Las autoridades republicanosocialistas trajeron policía de Asalto de Madrid. A pesar de ello el día 10, por la noche, nuestra juventud, nuestros camaradas, sin atender a la trágica amenaza que se cernía sobre sus vidas, después de uno de los mejores discursos de Onésimo Redondo en las J. O. N-S., se dirigió al Gobierno civil en decidida manifestación contra el Estatuto, y en protesta contra los grupos de la política de Asalto. 

El Gobernador ordenó despejar a la policía, pero nuestros camaradas bien prevenidos se refugiaron, dispuestos a hacerse fuertes, en las calles oscuras que rodean el edificio del Gobierno. El día 11 el Gobernador civil había denegado el permiso para una manifestación pacífica solicitada por la J. O. N-S., para protestar esta vez. de modo oficioso contra el Estatuto catalán. Formóse sin embargo, y precisamente como señal de rebeldía de la juventud herida en su fervor patriótico, otra espontánea manifestación que al regreso del Gobierno se dirigió a la Casa Consistorial contra los concejales antipopulares. 

Las fuerzas de Asalto dispararon sobre la masa y un joven obrero, tapicero, Cipriano Luis, cayó al suelo con la cabeza perforada por un balazo. La indignación popular corrió como un reguero de pólvora por la ciudad y mal lo hubieran pasado los de la Policía de Asalto si no hubiera sido por la intervención prudente y serena de la Guardia civil. Onésimo Redondo dió por terminados aquellos días de lucha con la siguiente proclama: Felicitamos a la Juventud, A NUESTRA JUVENTUD, por la heroica muestra de españolismo sano que ha dado estos días en la calle. Ya veis, jóvenes, cuánto preocupa vuestro gesto patriótico, que inmediatamente se lanza contra vosotros bandas de hombres armados de pistolas."

Cerca de veinte procesos llegaron a pesar sobre Libertad. Las multas y recogidas policiales del semanario menudearon hasta que fue suspendido por el Gobierno en agosto de 1932.

ONESIMO, EN PORTUGAL 


Ya se ha dicho que las circunstancias adversas obligaban a Onésimo a salir de España. Portugal es su residencia forzada desde agosto de 1932 a octubre de 1933. Desde las tierras vecinas no cesa de orientar y dirigir. Es ya muy amplio el brote de las ideas germinadas; son muchos los camaradas enrolados en servicio de la nueva causa nacional. Desde allí escribe. La correspondencia es el único procedimiento posible para no desconectarse de Valladolid y de sus hombres, para que no se vea malograda una empresa que ya estaba en cauces eficientes. Desde Portugal sigue dictando consignas y ordena la publicación de su segundo semanario que venga a sustituir a Libertad, con el título de Igualdad. Con el curso nuevo -noviembre de 1933-, algunos camaradas más jóvenes que intervinieron en la redacción de Libertad crean el nuevo semanario de combate Nacional-sindicalista. 

Onésimo, desde Portugal, envía su colaboración, dirigida principalmente a fijar puntos doctrinales. La colección de aquellos artículos tiene singular trascendencia y un gran valor por constituir una síntesis teórica del Movimiento. Su publicación en este apunte sobre Onésimo es imposible, pero digamos que con el título general de «Hacia una nueva política», escribió los siguientes: El Estado Nacional. (Del siglo XVIII el 28 de junio. De Napoleón a Herriot.-España libre y sus enemigos.) La pérdida del Estado Nacional. (Los antiguos y modernos «pactos de familia».) Señales del Estado Nacional. (Una enumeración.) La restauración del Estado Nacional. (Distintivo de la nueva política.) Signos del nuevo Movimiento. (Contra los partidos políticos.) El mito sagrado de la Unidad. (El vértigo de la discordia.) Rehabilitación del patriotismo. (Primer principio unitivo.) La tradición y el pueblo. (La nueva táctica.) ¿Monarquía o República? (La rutina y la estrategia.) El Estado del porvenir. (No podemos Importar soluciones.) De nuevo sobre el Estado del porvenir. (Las fórmulas y la elección de los peores.) La conquista del Estado. (Las milicias nacionales.) El nuevo Estado. (Necesidad de un pensamiento propio.) Y otra serie titulada: No ha habido revolución social. CANDIDATO DEL PUEBLO Con la convocatoria de nuevas elecciones, en octubre de 1933, regresa Onésimo a Valladolid.

Desde tierras de Portugal desarrolló una actividad fecunda para estar unido al Movimiento político, a sus hombres y no permitir que el cansancio y el abandono se apoderase de los camaradas. Con frecuentes cartas y a través de algunas visitas. Onésimo está al corriente de todo y fomenta la acción y el entusiasmo. Por ello, las J. O. N. S. han tenido continuidad en su quehacer y el desánimo no ha quebrado las filas. Vuelve Onésimo y aprovecha la oportunidad de aquellas elecciones para emprender una agitación de los pueblos. Sacrificando su tranquilidad, se presenta como candidato entre derecha e izquierda, completamente solo, para extender la doctrina. Reúne a sus camaradas y organiza un plan de actos públicos, valiéndose a la vez de los semanarios Igualdad y Libertad, que reaparece con su regreso. El miedo de su candidatura se extiende entre las derechas y comienzan a inculparle del posible triunfo izquierdista. Un miedo, claro está, que no meditó antes, al formar la candidatura, en verse privado de la asistencia de Onésimo.

Todo estaba calculado y la exclusión del nombre de Onésimo se hizo conscientemente. Pero la generosidad de Onésimo y su amor a España era tanto, que ante el temor de contribuir quizá al triunfo de algún marxista, decidió retirar su candidatura, sin que ello significase abandono de la campaña de propaganda. El anuncio de su decisión se publicó en Igualdad, diciendo así: «Retiramos nuestra candidatura popular. Sabemos sacrificarnos una vez más. No queremos que nadie nos lo agradezca. Somos la ..única» fuerza eficazmente antimarxista y en todas las ocasiones lo demostramos.» Y siguió celebrando por los pueblos los actos de afirmación Nacionalsindicalista. Sorprendente y original campaña aquélla en la que en medio de la turbia agitación electoral un manojo de jóvenes iban hablando contra derechas e izquierdas, predicando la doctrina del porvenir.
«Derechas e izquierdas». He aquí los dos polos, y ahora más que nunca se evidencia la impresión y la vaguedad de ase absurdo encasillado político. Si por derechas se entiende espiritualidad, nosotros somos derechas, y presentamos historial de catolicismo práctico. Si por derechas se entiende táctica, diferencia del capital o burgués, reducto de ambiciones, nosotros somos izquierdas, revolución."

ONESIMO EN LA UNIDAD DE FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J. O. N. S. 


Desde octubre de 1933 actuaba en la vida pública española una organización nacida en el histórico acto del teatro de la Comedia, bajo la dirección política de José Antonio Primo de Rivera. Hombre culto, muy preparado, gran orador y con unas dotes de mando extraordinario, supo aprovechar el escaño de las Cortes para acuñar una personalidad excepcional y destacarse corno fundador de unos principios políticos sobre la base de una España auténtica, vigorosa, social y justa. Hasta octubre de 1933, su voz se desenvolvía en una lucha personal; pero desde aquella mañana quedó proclamado el nacimiento de un nuevo Movimiento, la presencia de Falange Española.

El acto de la Comedia encontró el eco natural entre la juventud nacional, no sólo por la figura de su jefe y organizador, sino por la gran calidad de sus conceptos y la fiel línea de su discurso, que ha pasado a la historia como perfil doctrinario de la auténtica revolución española. Las consecuencias no se hicieron esperar, y pronto comenzó a crecer y extenderse por toda España, a recibir adhesiones y a organizarse en provincias y pueblos la Falange Española. Este hecho sirvió para que las J. O. N. S. analizasen su realidad y sintiesen la misma preocupación e inquietud que F. E. No era lógico que existiesen dos organizaciones similares y que cada cual buscase fines idénticos por distinto camino. Si uno y otro marcaban el principio de la Unidad como fundamental, no sería difícil llegar a un entendimiento y juntos emprender la tasa común. Por otra parte, en ningún lado existía el propósito individual de ambición; por eso no tardaron mucho en iniciarse ¡as conversaciones, pare Intentar algo más que un acercamiento, y, en efecto, a mediados del mes de febrero se decidió la unidad de las dos organizaciones en una sola, que respondía con la denominación de Falange Española de las J. O. N. S.

Nosotros, en este trabajo, habremos de referirnos a lo que más directamente tiene relación con Onésimo, y desde ahora, la acción que el jefe castellano desarrolló bajo la bandera de la Falange. No hay que decir lo entusiasmado que Onésimo regresó de Madrid, después de haber asistido y deseado la unidad. No habían transcurrido tres años desde aquel día de junio, primero de Libertad, y los acontecimientos habían hecho posible esta vitalidad y anchura que respondía a Falange Española de las J. O. N. S. Un hecho que se hacía necesario festejarle solemnemente; un hito histórico de gran sentido político que pedía la más pública proclamación y el acto de mayor trascendencia.

Se eligió a Valladolid como escenario, y Onésimo regresaba henchido de satisfacción con tan honrosa misiva. Se había dado el yeso principal hacia la unidad, recibida con júbilo unánime por todos los que soñaban con la nueva España. El impulso de Falange Española de las J. O. N. S. se consiguió no sólo por lo más alto y noble, sino por la emoción más aún que por la inteligencia. Por eso era preciso encontrar un motivo de resonancia en el que pudiesen lanzarse consignas claras. Y se eligió el día 4 de marzo para el acto monstruo del teatro Calderón en Valladolid. La preparación del mitin tuvo el cuidado de organizarse con intensidad y audacia, y la propaganda prácticamente se hizo sola entre el entusiasmo de las J. O. N. S. de la provincia y el gran espíritu de los camaradas de la ciudad. Cuanto más próxima estaba la fecha, más nerviosismo se pulsaba en el enemigo y más claros aún sus propósitos.

Frente a la actividad pesimista del rumor provocativo y el terrorismo de trágicos acontecimientos, la postura arrogante y entera de los camaradas de la Falange, dispuestos a la celebración del acto como primer paso de reconquiste de la Patria. Amaneció un día lleno de sol. Las calles de la ciudad, en las primeras horas de la mañana, no recibieron más que !a presencia de universitarios y campesinos y la de camaradas de Madrid, Salamanca, Zamora, Palencia, León y Bilbao; Asturias, Santander y Burgos acudieron con representaciones. Nadie más por la ciudad. Ni la conjura del marxismo ni la prudencia del otro sector se dejaron ver antes de comenzar el acto.

El teatro Calderón, lleno, rebosante. Ni en pasillos ni en palcos podía encontrarse un lugar vacío para acomodarse. Entusiasmo y juventud, coraje y disciplina fueron las notas mejores de aquella solemnidad política. Cuatro importantes discursos, a cargo de los cuatro fundadores, que nunca más coincidieron en acto alguno: Onésimo, Ruiz de Alda, Ramiro y José Antonio. Cada uno en distinto estilo y los cuatro con sobriedad y doctrina. Aquella jornada tiene ya un arraigo en la conciencia nacional y cada año se conmemora, como rito obligado, el primer acto de Falange Española de las J. O. N. S., en el que la oratoria de José Antonio dictó la mejor y más auténtica definición de Castilla. Al abrir las puertas del teatro se inició la primera lucha con su enemigo más declarado, con la furia raja, y la sangre de un joven estudiante fue vertida en holocausto de la unidad política que allí se proclamó. Desde entonces, la Falange, y Onésimo con ella, «multiplica sus actividades incansables en el afán y en el esfuerzo por llevar a los campesinos el nuevo pensamiento y el nuevo estilo que se imponen».

Para burlar la persecución gubernativa, hace que las milicias funcionen con la apariencia de grupos deportivos, y desde entonces tiene más uso el campo de Puerta de Hierro, a orillas del Pisuerga, camino de la Rubia, donde ya se había preparado un terreno para campo de fútbol, atletismo, remo y natación. En Puerta de Hierro se practica diariamente el ejercicio físico y la instrucción militar, se celebran las reuniones más importantes y se consigue un seguro lugar donde guardar las armas. Aparte de esto, Onésimo organiza semanalmente unas marchas, calificadas oficialmente de deportivas, en las que cada domingo se congregaban los falangistas Onésimo al frente- para marchar militarmente a los pueblos cercanos, aprovechando la jornada para reunirse con los camaradas campesinos, y juntos escuchan la lección política en forma de charla. Cada lunes seguía publicándose Libertad. La Falange ya era potente y vivía permanente en contacto a través del semanario, del campo de Puerta de Hierro, de las marchas y de las charlas en el domicilio.

Pero Onésimo no paraba en manifestarse activo y junto a esto aprovechaba cualquier ocasión para acometer nuevas tareas. Así sucedió con la protesta organizada contra la política antinacional seguida por el Gobierno de la República,, proyectando una concentración de campesinos, estudiantes y obreros, en Castrillo de Duero, patria del Empecinado, donde al lado de José Antonio, en un Dos de Mayo, pretende que se alce la voz decidida de la juventud revolucionaria. Las medidas políticas de un Gobierno traidor impidieron la realización de estas ideas. «En un homenaje -escribía en Libertad- al gran guerrillero de la Independencia y un grito de rebelión contra los antinacionales y los traidores, como el 2 de mayo de 1808. »Queremos celebrar un acto campesino en un pueblo pobre y olvidado, como son la inmensa mayoría de los pueblos castellanos. »La España que produce y trabaja frente a la que explota y destroza las energías nacionales en la especulación, en la política, en la lucha de clases o partidos. »¿Oué son las J. O. N. S.? Una idea, una ilusión de libertad española y un horizonte de justicia y de imperio.»

Pero la voz de José Antonio se escuchaba con frecuencia por los camaradas de Onésimo. Valladolid era un terreno abonadísimo por la Falange y cualquier día era bueno para asegurar el éxito falangista y mucho más aun tratándose de oír la voz del Jefe Nacional. Cuatro veces Intervino José Antonio en actos de la ciudad castellana, y en todos ellos -como siempre- las grandes cualidades suyas, el tono, el estilo y el con. capto, se hicieron patentes. Aparte del histórico 4 de marzo de 1934, el Jefe Nacional de la Falange habló ante los universitarios,, en la fundación del S. E. U., por enero de 1935, en el cine Hispania. Al mes siguiente pronunció en el teatro Calderón una magnífica conferencia que él mismo tituló «España y la barbarie», que causó verdadera sensación y constituyó una pieza oratoria de certera exposición de doctrina. Y otra vez -enero de 1936- es testigo de la presencia y el discurso de José Antonio con ocasión de un acto de propaganda para presentar la candidatura «José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo», por Valladolid, candidatura que obtuvo más de seis mil votos, contando con que la mayoría falangista estaba constituida por jóvenes universitarios, campesinos y obreros. Y, además, hay que sumar a las cuatro fechas otra celebrada en Peñafiel con intervención también de José Antonio.

ONESIMO Y EL CAMPO 


En estas mismas páginas se ha repetido el gran amor que Onésimo tuvo para el campo. Desde su niñez hasta el día de su muerte, le obsesiona el bienestar de la redención campesina, le anima un decidido empeño de mejora y de transformación de los cultivos de la tierra. La llamada de la aldea no la desoyó nunca. Venía del campo, y para sus problemas fue su más leal devoción. En el campo, en la reconstrucción del suelo, estaban sus mejores deseos, su más firme tesón. Contemplaba con dolor y con lágrimas cómo el suelo de España es un suelo arrasado que ha padecido la incuria de siglos, martirizado sobre todo por la anarquía brutal y antinacional del siglo XIX. Quería remediar los males del campo, repoblar sus cerros, llenar de hombres los pueblos abandonados.  

«Hay que rehacer estos pueblos de España -son frases suyas-, aunque sea ello una obra gigantesca y heroica. Esto será probablemente el descubrimiento de nuestras modernas Américas: el descubrir a España y sacarla de la esterilidad en que se encuentra. Para esto, vale la acción de un pueblo puesto en pie. Si no hay posibilidades económicas, con la movilización gratuita y obligatoria de todas las juventudes españolas. Hay que poblar todo el suelo estéril, regar toda la superficie y vertientes que van yéndose, poco a poco, hasta el río arrancando las entrañas a esta península y convirtiendo la patria española en una especie de apéndice del África desértica y severa.»

Para conocer su verdadera vocación por el campo español, sería necesario escribir mucho. Todo un libro podría hacerse con lo que Onésimo dejó escrito en las viejas páginas de Libertad. Si esto no se hace, bien puede intentarse, al menos, una antología amplia de sus escritos y de sus discursos. Por otra parte, quien pida hechos concretos de ese cariño al campo, nada irás tiene que acercarse a Valladolid y admirar la obra emprendida desde el Sindicato Remolachero de Castilla la Vieja. Hasta 1930 puede decirse que no existía en Castilla una zona remolachera, ni mucho menos la gran extensión de magnífico regadío que él impulsó. En un ambiente de rutina, de pobreza, el labrador carecía también del sentido de personalidad, y el castellano, en general, no sabía apreciar la riqueza que en lo material y en lo espiritual encerraba Castilla. Hasta tal punto reconocía Onésimo la definitiva colaboración del campo en la empresa nacional, que, sin ellos, no podía llegarse al fin de sus ideales: «En estas tierras castellanas -decía- serán las manos rugosas y encallecidas de nuestros campesinos las que sostengan con más fuerza las conquistas del Sindicalismo Nacional.»

En una semblanza, como lo quiere este Intento biográfico, no cabe todo el anecdotario que rodeó la gran actividad de Onésimo, y por fuerza hay que saltar situaciones, ignorar hechos y correr a vuela pluma lo que se entienda como sustancial. Sin haberlo previsto, el espacio se va ocupando y aún quedan por significar etapas de una vida que siempre estuvo ocupada en el sacrificio, en la abnegación y en el entusiasmo por España. Lo que resta de 1934 a 1936, bien debe resumirse refiriéndonos a lo de siempre y repetir que Onésimo seguía pregonando en la ciudad y en el campo sus consignas de siempre. El verano de 1934 no fue perdido, porque el vacío que proporciona la llegada del estío era aprovechado por él para ordenar la futura tarea que siempre estaba dirigida al proselitismo, y en cuanto comenzó el curso la traición roja de octubre tuvo la consecuente reacción de espíritu para reforzar los cuadros jonsistas y predicar la doctrina por los pueblos. Con eso, con la publicación de Libertad y con atender al incremento que adquirían las J. O. N. S., le encontró el nuevo año, que le procuraría labor para intervenir en actos públicos, al lado de José Antonio, en Murcia, Santander, Avila, Zamora, Toro, Madrid, etc., etc. José Antonio, ya Jefe Nacional en la organización de mandos de Falange Española de las J. O. N. S., designó a Onésimo para el Consejo Nacional y miembro de la Junta Política, interviniendo en la confección de los Puntos programáticos de la Falange. 
En acto de servicio, terminó la publicación de Libertad. Durante cuatro años había sido el grito constante y permanente de la nueva juventud nacional, de los nuevos Ideales. Onésimo había triunfado en la tarea a que se comprometió en junio de 1931. Miles de camaradas, jóvenes 8ptudiantes, obreros y campesinos, se sentían identificados con el clima creado por el semanario. Claro y rudo, rector de voluntades jóvenes, fue un excelente formador de espíritus en el amor de Dios y en el amor de la Patria. Fue el hombre Ideal que arrebató a Castilla de su trágica inacción y la puso en pie de guerra. Nadie como él para recorrer de uno a otro lado, hasta el último rincón rural, agitando en sus hombres el orgullo y la necesidad nacionales, escarbando en su corazón el sentimiento generoso hacia España, de la que son ellos sus mejores fiadores. Sin miedo y la persecución, con la fe puesta en Dios, usó de la pluma y ahí están las últimas líneas de despedida al callarse Libertad, en acto de servicio:  

«Persecución gubernativa, multas, proceso, destierro obligado, todo es poco al lado de la estudiada conjura del silencio y de la batalla de difamación y ruindad desatada por esas gentes devotas y ricas a la vez. A éstos, de corazón les perdonamos cuanto daño nos han hecho, bastante menos de lo que han intentado. Sólo pedimos al Dios que tan a menudo invocan que no aprendan sus hijos la senda infeliz que en lo espiritual y patriótico Siguen sus padres. Con nuestras solas fuerzas y con sólo la protección del Cielo, un puñado do jóvenes hemos atravesado sin decaer una época difícil. Que hayamos acertado a servir a España y que la justicia, la verdad, sean nuestros deudores por la campaña terminada.» 

ENCARCELAMIENTOS Y CORRESPONDENCIA CON JOSE ANTONIO 


Tenía que ser. Adueñados del Poder los del Frente Popular, apenas pasaron las elecciones de febrero tenía que desatarse el odio marxista, y nunca mejor elegido su verdadero enemigo en la Falange porque no desconocía el valor, contenido y coraje, de este movimiento. Tras de José Antonio, y como tantos cientos de camaradas, Onésimo terminó en la cárcel. Otros queridos falangistas le acompañaron, primero en la de Valladolid, posteriormente en la de Avila. Creía el frente rojo que de esta manera apagaría el ardor y la expansión de la Falange, y no sabía que nadie puede apagar un fuego de corazones latiendo por unos ideales de espíritu y de revolución sana y patriótica. A pesar de les detenciones, la mies se multiplicaba y crecía vigorosa, porque también tenía que ser así. José Antonio procuró siempre un enlace con Onésimo. La mayoría de las veces, por conductos personales, pero, a la vez, la correspondencia se usaba en ocasiones.  

"Siento tu detención -le escribía desde la cárcel Modelo- y te acompaño en ella mentalmente con el espíritu dispuesto por la semejanza de mi situación. Creo, de acuerdo con los camaradas de la Junta Política de aquí, que debes conservar los hilos en la mano. Te aseguro que el estar en prisión no me mortifica nada personalmente, pero me inquieta por el alejamiento que, como a todos, me impone del puesto de deber en estas semanas en que creo se está decidiendo la suerte de España. Gracias a Dios, la Falange se mantiene en la calle honrosamente. Sólo ella, en medio del achica. miento general, ha elevado el decoro público de los españoles. Sin su decisión combatiente la ola comunista hubiera sido mucho más rápida. Julio, Rafael, Raimundo, Barrado, Valdés y Salazar, reunidos en esta plácida galería de presos políticos, me dan recuerdos para ti. Recíbelos con un abrazo de tu buen amigo y camarada, José Antonio.»

Y en otra le decía así: «Querido Onésimo: El artículo del Diario Regional me gustó mucho. Desde luego, sobre esa misma línea puedes mantener la polémica acerca del Estatuto sin previa aprobación, naturalmente, de cada trabajo. Lo mismo que puedes considerarte autorizado para mantener vivo el fuego del Movimiento con toda la razonable holgura de iniciativa. José Antonio.» «Querido Onésimo: Al recibir tu carta, todos los que estamos aquí cambiamos impresiones del nuevo tema del Estatuto de Castilla. Creemos que tienes razón desde el punto de vista español y desde el punto de vista castellano. El propósito del nuevo Estatuto parece inspirado por el deseo de armar una pequeña política regional en la que descuellan ciertos valores que en la nacional fracasaron. El admitir para Castilla un destino de región, con su Estatuto, su remedo de parlamento y todo lo demás, es hacerla dimitir del otro destino, lleno de gloria tradicional, de ser el núcleo de España. Es posible que tú pudieras redactar un trabajo en el que se tratase de expresar nuestro punto de vista ante la propaganda de un Estatuto castellano. Si lo haces y me lo envías, te lo agradeceré. Te abraza tu amigo y camarada, José Antonio.» Y otras más que no es posible recoger en este trabajo tan limitado.

La detención de Onésimo, como queda dicho, no entorpeció la marcha y el desarrollo de las J. O. N. S. Todos los días ingresaban en la cárcel nuevos camaradas detenidos, y a pesar de esto, la actividad era mejor y el espíritu se irradiaba por toda la provincia, con un control extraordinario. Las órdenes y consignas de Onésimo tenían cumplimiento con rapidez; la visita y el contacto con los pueblos era permanente. Así se hizo posible que en la noche del 17 de julio de 1936 una concentración estratégica de miles de camaradas tenían sitiada a la ciudad para volcarse en ella al recibir la última orden. En la madrugada del 25 de junio, Onésimo y dieciocho falangistas más fueron trasladados a la cárcel de Avila, en vista de que la actividad falangista en Valladolid se imponía al terror marxista, contestando con mayor violencia a la violencia de que el marxismo, protegido desde el Poder, presumía en las calles. Cacheos, agresiones y cárcel no eran suficientes para contener el coraje de la Falange de Castilla. contestando con represalias bien organizadas en la clandestinidad. Desde Avila, Onésimo continuaba disponiendo la acción en el Presente y la preparación para el futuro. Con los hilos del Movimiento, pronto a estallar en rebeldía, supo hacer posible una entereza ejemplar y una amplitud asombrosa en el reclutamiento. Organizó los mandos renovados inmediatamente de ser entorpecidos por las detenciones-, ordenó la constitución de las escuadras del triunfo, inyectándoles una emoción y un espíritu ejemplares.

Puede afirmarse que su gente estaba muy preparada para los acontecimientos que al fin se produjeron en las calles de la ciudad, en medio del estupor y del asombro de los marxistas, cuando en la tarde del 18 de julio se impidió que los guardias de Seguridad y de Asalto -todos ellos simpatizantes con la Falange salieran con dirección a Madrid para reforzar los efectivos del Gobierno. Desde los mismos autocares preparados para la marcha salió el grito redentor de ¡Arriba España!, y desde entonces Castilla se puso en pie de guerra, con Valladolid a la cabeza. El Ejército y la Falange, unidos, ocuparon inmediatamente en pocas horas el Gobierno Civil, la Capitanía General, el Ayuntamiento y la emisora. Valladolid se había liberado y se puso a la vanguardia de la cruzada por la revolución salvadora. 

 

ONESIMO, EN LA GUERRA 


Onésimo está ya de regreso. Algo más de tres semanas ha pasado en las celdas de la cárcel de Avila, junto con otros camaradas vallisoletanos, pero, al fin, la libertad le ha colocado al frente de la rebeldía heroica. De la prisión abulense salió en las primeras horas de la mañana del domingo 19 do julio, y nada mas verse libre su voy se ha dejado escuchar en los oídos de los camaradas que le acompañaron en el encarcelamiento. Habla dirigiéndose a todos, y parece mentira que acabe de pasar por un período de cárcel, porque en sus palabras, no hay ningún concepto de rencor, ninguna concesión a la revancha, sino que, por el contrario, le recuerda una vez más la elevada empresa que van a comenzar, dentro ya de una línea de fuego. España necesita ahora más que nunca la colaboración y el coraje, la generosidad y, acaso, el sacrificio de la misma vida; para eso estuvieron tras de las rejas carcelarias y para eso se les conserva a la hora de la liberación. No hay que decir que el entusiasmo y la emoción es colectiva y se contagia a los guardias civiles y a las pocas personas más que presencian esta escena del primer día de Cruzada. El himno resuena, y el ¡Viva España! cierra los gritos de rigor, que a lo largo de los años tantas veces surgieron de sus gargantas.

Lo primero que decide Onésimo es rendir homenaje a Dios, y militarmente encuadrados, acuden todos a la catedral de Avila para dar gracias al Altísimo, oír misa y prepararse para el tránsito de esta vida, por si llegase la ocasión de morir. Después parten en caravanas hacia Valladolid, y en el puente de Mediana, entre Mojados y Olmedo, otra escena emotiva se sucede al encontrarse con los camaradas que acudían a liberarles. Abrazos, saludos y preguntas por ambas partes, júbilo en la caravana, y al momento, el recuerdo de que España inicia jornada de lucha para encontrar su salvación. Las canciones y los himnos resuenan por todos los coches, y como es natural el contento y la explosión de los campesinos se none de manifiesto al saber que Onésimo está entre ellos v es aquel a quien escoltan los coches. Al pasar por Mojados, Brecillo y Laguna, Onésimo está ya de regreso. Al llegar a Valladolid, la noticia adquiere expansión y proporciona alegría.

De boca en boca ha corrido esta silla frase: «Ya está Onésimo aquí»; y esto, que parece ser una Información, significa el término de una inquietud y la seguridad en los ánimos: «Ya está Onésimo aquí». Su primera visita es para el general Saliquet, en la Capitanía General. Durante la conversación, el jefe castellano adquiere conocimiento de la realidad, y en seguida dispone, en su domicilio, una reunión con algunos camaradas para organizar la legión de camisas azules que invadían la ciudad, para preparar las centurias y fijar el plan de combate, para resolver el problema de alojamiento, el de los mandos, la intendencia, el transporte, la sanidad, y, en fin, todos los servicios que necesita un reclutamiento de hombres para la guerra. Alrededor de las diez de la noche acude a la emisora; unas breves palabras de un viejo camarada anuncian la presencia de Onésimo ante aquellos micrófonos, aire inmediatamente van a hacer posible que la voz de Onésimo sea escuchada por todos. La ansiedad de los oyentes parece que se corta en el ambiente de todos los hogares, y Onésimo pronunció un magnífico discurso lleno de ideas claras, vibrantes, pero presidido por la serenidad de quien sabe dominarse para transmitir la importancia de los acontecimientos, pero haciendo ver que era el resultado lógico de lo que venía aconteciendo en España por la maldad y el odio de un signo antinacional. Entre las muchas cosas que dijo está lo siguiente:  

«Los que me oís tenéis el ánimo suspenso ante el desarrollo del magnífico drama que hoy vive España. Dije el ánimo suspenso, no porque el resultado de la lucha sea dudoso, sino por la inquietud que quiere sembrar Madrid, a las árdanse todavía de lo que fue Gobierno. Fácil es percatarse del valor de los infundios de aquella emisora con considerar que es una radio al servicio del marxismo. Y la profesión más constante del marxismo es la mentira. La mentira para los marxistas es como el agua el pez. Con falsedades han vivido y han dañado. El resultado de la lucha no puede ser Incierto; es el Ejército el que la conduce y contra el Ejército nadie puede. Locura y necedad es pensar otra cosa. »Y al lado del Ejército -;anotadlo todos!, ¡anótenlo, sobre todo, los que alimenten la esperanza de resurgir, está Falange Española de las J. O. N. S. Estas camisas azules que se han ofrecido por millares albergan pechos que ya no se retirarán sino con el triunfo o con la muerte. Estamos entregados totalmente a la guerra y ya no habrá paz mientras el triunfo no sea completo. Para nosotros todo reparo y todo freno está desechado. Ya no hay parientes. Ya no hay hijos, ni esposas, ni padres; sólo está la Patria. Os invito a la reflexión, españoles, porque, sin duda, la emoción, la ansiedad y la alegría de los instantes no os han dado tiempo para las reflexiones políticas, que en la Falange son habituales y que nos acompañan con influjo de absoluta serenidad en estos momentos. Todo ha caído, todo ha sido rectificado y desdicho en el curso de los meses y años, igual derechas que Izquierdas. ¡Sólo la Falange permanece invariable! ¡Sólo las J.O.N.S., desde hace cinco años, como guiado su dedo por el de la Providencia, han señalado justamente lo que eran, han sido, son y serán las cosas de España. Sabemos exactamente lo que la Patria quiere recobrar en estos instantes, que no es menos que recobrarse a sí misma... Ahora el Ejército ha salido por España, y del brazo de Falange en la lucha civil de estos días, alumbrados al ser una España nueva en la que habrá de nuevo paz, pan y alegría familiar y cristiana... ...La Falange lleva impregnada en su doctrina la preocupación más profunda y extensa: la de redimir al proletariado. Aquí sí que suena bien este concepto y esta gran frase que sirvió para tanta política, para tanto grande: redimir al proletariado. Pero redimirle es atraerle el ser íntimo de la Patria, del que se halla ausente. España se halla trágicamente dividida en dos mitades; ocupa una de modo casi total el inmenso ejército de los que sacan su pan cotidiano del trabajo físico de sus manos, y el proletariado, en gran parte, no quiere a España ni tiene alegría de formar parte de esta ilustre nación, la más grande por su historia y por sus destinos. Devolvamos a los obreros este patrimonio espiritual que perdieron, conquistando para ellos, ante todo, la satisfacción y la seguridad del vivir diario: el pan... ¡Arriba España!»

Tras de esto, de nuevo en la brecha del mando y entregado a la labor tan agitada de aquellos días. Ordenes y consignas, disposición y capacidad, consultas y entrevistas. Aquella misma noche salieron para Benavente tres centurias de camaradas a contener a los mineros de Asturias que intentaban caer sobre Castilla. Unas pocas horas de descanso le ponen en condiciones de emprender la tarea al día siguiente. Desde la División y el Gobierno Civil supo el control de la situación de los pueblos de la provincia, y pronto resolvió acabar con los focos de resistencia que en algunos pueblos habían organizado los rojos, dominándose totalmente Tudela de Duero, entre otros lugares. Como Cuartel General, la Falange eligió la Academia de Caballería, y allí permaneció sin descanso hasta conseguir el acondicionamiento de todos y la seguridad de reinar una disciplina auténtica, fácil en sus centurias por el hábito que a lo largo de los cinco años había impuesto entre los más fieles camaradas. Desde allí dirigía todos los movimientos y despachaba con todos los mandos.

Su autoridad, su dominio, su temperamento y su preparación resplandecían en todas sus decisiones. El era el jefe, y nada estaba ausente de su gesto, de su mirada o de su palabra, porque él debía y sabía imponer la confianza y la fe en el triunfo a los demás. Y todo ello lo alternaba con las espontáneas intervenciones, con sus arengas en el cuartel, con sus proclamas, con sus discursos en cualquier lugar que las circunstancias lo exigiesen. La razón de tan acusada actividad hizo posible que, teniendo una «información.. exacta del peligro que se cernía si las tropas rojas salidas de Madrid lograban el intento de descender a la llanura, una vez conseguidas las posiciones que dominaban en la Sierra, ordenó inmediatamente la incorporación de nuevos camaradas para organizarse como fuerza de choque y oponerse al enemigo en los primeros instantes, al tiempo que disponía que otros falangistas se pusieran a las órdenes de los mandos en el Regimiento de San Quintín.

Unos y otros, formados en el patio del cuartel, escucharon la voz de Onésimo, que arengó de manera ardorosa y emocional. En aquel día quedó organizada la Bandera «Girón», que tan denodadamente recibió el bautismo de fuego en el Alto de los Leones, y tan elevada actuación guerrera conquistó para la Falange.

Onésimo no tenía reposo. La pluma, el teléfono, la palabra, la acción constante; el consejo y la orden certeros, la consigna precisa y el cuidado por que todo estuviese a tiempo; la atención a los servicios y el saber que todo lo ordenado no había dejado de cumplirse. De todo llevaba el control aquel cuadernillo de notas que siempre llevaba consigo, en el despacho, en el cuartel, en la calle y en casa; cualquier sitio era bueno desde donde mandar y en cualquier sitio preguntaba por lo hecho a quien se lo encomendaba. Una retentiva prodigiosa y una intuición para dictar lo más necesario y lo más conveniente. Solamente marchaba a casa por la noche, y aun allí continuaba el trabajo con la misma intensidad que por el día, sin olvidar los más pequeños detalles que significasen alguna eficacia para la movilización que estaba rigiendo.

Una noche, la del 21, cuando regresaba a su casa, le sorprendió una gran manifestación popular estacionada ante su casa, en aquella plaza que hoy lleva su nombre, y le obligó a salir al balcón para satisfacer los anhelos de aquellos miles de personas. Estaban congregados allí para vitorearle entusiasmados, y querían escuchar de sus labios la palabra vibrante, confortadora y doctrinaria. A pesar de su afonía -tantas arengas y discursos en tan poco tiempo eran la causa-, hubo de improvisar un discurso que, como todos los suyos, estaba signado con la expresión oportuna y el ardor patriótico de siempre. La muchedumbre, más de seis mil personas, acogieron sus últimas palabras con vítores y la emoción del himno; el eco llegó quizá hasta los rincones más apartados en aquella noche silenciosa. No descuidó Onésimo la irradiación de sus problemas, la propaganda del triunfo del Movimiento Nacional, y usó de todos los medios: prensa, radio, octavillas y una avioneta en constante vuelo para invadir a Castilla con la verdad del Movimiento. He aquí el texto de una de ellas: «A toda la tierra de Castilla y León: Valladolid, repleta de júbilo por su honrosa victoria sobre el Gobierno antinacional, saluda a las ciudades y demás poblaciones hermanas de esta región. Salimos al paso de unas necias especies lanzadas por la radio de Madrid sobre supuesto bombardeo de esta ciudad y rendición de la misma. Es increíble que todavía se juegue así con la credulidad de los pueblos. Quienes con tanta infamia mienten, dan hasta el final pruebas del desprecio que les inspira el país que tenían tiranizado. Valladolid se cree la primera ciudad de España en fe y en júbilo Nacionalsindicalista. Nuestras centurias han pacificado la provincia y se destacan animosas hacia Madrid y otras provincias castellanas. ¡Arriba España! J. O. N. S. de Valladolid, 22 de julio de 1936... Quedan solamente dos días. Nadie lo presiente, pero así ha de suceder. Aquel hombre entregado durante cinco años a crear y a extender un movimiento de juventud, no sabe que la muerte le acecha en los albores del triunfo de su revolución. Veinticuatro horas de vida, solamente, cuando la presencia suya tanto significaba en aquellos días heroicos.

No era posible que estuviese tan cercana la separación de quien tantos sacrificios tenía en su haber. Procesos, persecución, exilio, encarcelamiento, angustias. Por todo había pasado desde 1931 y todo lo había dado por bueno, con tal de que España saliese del atolladero humillante y se irguiese en el mundo siendo independiente, con grandeza de almas y libertad de espíritu; pero aún tenía que llegar el sacrificio de su vida para que su conducta alcanzase el cenit de la gloria, para que su sementera, al estar regada con su sangre, brotase con más fuerza en el corazón de los demás. Y hasta que aquella vida, que fue la vertical de Castilla, desapareciese, España le pedía nuevos desvelos que presidieron los de los demás en los días febriles, primeros de la Cruzada. Era ya la guerra, y a ella estaba consagrado en su totalidad. Consciente de su responsable misión, seguía siendo el ejemplo maravilloso de temple y de resistencia.

Las noticias del mando militar le informaban que se había coronado el Alto del León y que los camaradas de la Falange se batían con denuedo, luchaban virilmente poseídos de un gran valor, y, lo que más vale aún, poseídos de un gran valor, y, lo que más vale aún, poseídos de una fe admirable. El comportamiento de tan leales falangistas significaba el resultado eficaz de una labor penosa, pero ejemplar. Onésimo se dedicó entonces a preparar otra expedición. Universitarios y campesinos, hombres y jóvenes, se adiestraban en el manejo de las armas muy rápidamente, porque los acontecimientos se precipitaban y las informaciones aseguraban que los rojos acudían en masa al otro lado de la cresta del Alto. Al fin, en pocas horas, salió otra columna del patio de la Academia de Caballería, en las primeras horas de la madrugada. ¡Esto es la guerra!, advirtió Onésimo, y le despidió en pleno campo, asegurándole: «¡Hasta mañana, que estaré con vosotros en el Alto del León!,, Y así fue. Al día siguiente subió allí y estuvo al lado de sus combatientes. De nada sirvieron las amonestaciones ni los consejos. El lo había prometido y no podía dejar de ir, pero, además, su genio no le permitía otra cosa, pues él siempre estuvo acostumbrado a ser el primero en el riesgo, a no defraudar a sus muchachos, a no rehuir el peligro. De nada valieron las reprensiones de los camaradas al decirle que también hay lugar fuera de las trincheras, que estaba obligado, por la condición de Jefe, a resolver los problemas desde un ángulo distinto al de la vanguardia combatiente. Allí mismo, en pleno campo de guerra, abierto a las balas del enemigo, entre el fuego de fusilería, la pasión de ánimo y el entusiasmo de todos, tuvo ocasión para seguir arengando a los suyos con un ardor envidiable y una elocuencia castrense. No era preciso tanto ejemplo de heroísmo ante sus camaradas por el convencimiento que todos tenían de la valía de Onésimo. Cuando subieron en el coche hizo su despedida, otra vez salió de su corazón -que era el que hablaba- el saludo último de ¡Hasta mañana, camaradas! La última noche fue semejante a las demás en el trabajo de organización y dirigir la incorporación, adiestramiento y envío de nuevas gentes de yugo y flechas, y aún tuvo tiempo para acudir a la emisora, ya conectada con Burgos, para hablar de nuevo ante España, de manera elocuente y con pensamiento de falangista.

Ya estamos en ese 24 de julio, día de su descanso definitivo. Ha madrugado, porque el deber se lo impone, y su domicilio es un reguero de gente de la provincia. Cada uno lleva su pregunta y todos quieren recibir del jefe la orden y la consigna. Onésimo a todos orienta y dispone las cosas del modo que más conviene, y entre el ajetreo y la precipitación, aún tiene tiempo y posibilidad de escribir su última proclama en los siguientes términos: «¡A toda tierra de Castilla y León! 24 de julio de 1936. La Patria resucita; como siempre, se crearon los Imperios entre el ruido victorioso de las armas. Castilla asiste con júbilo frenético a esta explosión inesperada de grandeza y de justicia. Sentimos que el ser de España envejecida se renueva con su mejor estilo. España se hizo combatiendo y pisando a la barbarie, con Castilla como capitana. Esos puertos del Guadarrama, que se estremecen con el avance duro de los infantes y artilleros castellanos, lanzan sobre Madrid el aviso histórico de que su persecución y sus errores van a terminar. Redimiremos a Madrid de sus enemigos de dentro, y a nuestra tierra, de una pesadilla antigua. Ya no será Madrid la ciudad incomprensiva y alejada de los intereses de Castilla. Labradores castellanos: en estos días se ventila y se asegura vuestro porvenir. El Ejército y la Falange luchan por vosotros. Asistidnos con vuestro tesón y vuestra fe. ¡Arriba España! J. O. N. S. de Valladolid.»

Después se dirigió al cuartel general de Falange para seguir disponiendo soluciones, entrevistarse con los mandos y tener conocimiento de la marcha de los acontecimientos. Poco tiempo, pues quería acercarse de nuevo junto a sus camaradas del Alto del León. Una parada en el Cuartel de Caballería, y en seguida la orden de partida hacia la Sierra. Otra vez el aviso de peligro y la insinuación de que quizá no ofreciese garantía todo el camino. Mas Onésimo pensaba en la necesidad y conveniencia de presentarse ante sus combatientes y no admitía los reparos del peligro. En constante peligro había sostenido una lucha desde que apareció el primer número de Libertad hasta que abandonó las puertas de la cárcel abulense, y ahora, cuando los hechos cobraban más pujanza y adquirían una proporción bélica, no podía detenerse a considerar la medida del sacrificio, porque de la inmensidad de éste, de la realidad del servicio constante, llegaría el triunfo. ¿No morirían camaradas en el Alto del León? ¿No existía una larga lista de camaradas caídos antes de la Cruzada? ¿Y su vida, no se ofreció en aras de una España más grande, más justa, más social y más libre? ¿No había sido un constante peligro el desarrollo del sindicalismo nacional? Pues ahora estaba ya en la balanza la victoria de la Revolución Nacional y no podía escamotearse la asistencia. Adelante, pues. Hasta coronar la cima del Alto. No pudo cumplirse su deseo. Un camión de milicianos rojos le salió al paso en el pueblo segoviano de Labajos. Se trataba de una infiltración marxista por carreteras secundarias aún no controladas. No hubo tiempo para nada, porque en seguida comenzaron los disparos. Uno fue dirigido a él, obligándole a caer en tierra, quitándole la vida. Agustín Sastre, campesino de la vieja guardia, le acompañó en la muerte al igual que iba acompañándole como escolta en este último viaje por la tierra. En Labajos existe hoy un monumento levantado a la memoria de Onésimo Redondo, mártir de España y Caudillo de Castilla. La noticia traspasó los Límites de Valladolid y salió fuera de Castilla y León. En sus camaradas se manifestó el dolor y en los españoles reinó la tristeza.

No es posible describir con esta lejanía la verdadera impresión de aquellas horas inmediatas a su muerte ni las de aquella noche en vela y en rezo, ni tampoco las del día siguiente, durante el entierro. El duelo absoluto, total, presidía el ambiente de la ciudad castellana, y un silencio elocuente hablaba por todos. El cadáver de Onésimo llegó a Valladolid entre la escolta de combatientes del Alto del León; camaradas con rostros curtidos en la brega de una guerra, fatigados, con lágrimas en los ojos, pero alertas siempre para vigilar la continuidad de lo que había ordenado el jefe. Por la noche sus restos fueron trasladados al salón principal del Ayuntamiento, convertido en capilla ardiente. Desde las primeras horas de la madrugada se celebraron -cada media horamisas en sufragio de su alma, entre la vela y la guardia de camaradas. Por allí pasó todo el pueblo auténticamente hablando. Viejos y jóvenes, grandes y niños, hombres y mujeres rezaron también ante sus restos y lloraron la pérdida de un hombre tan ejemplarmente cristiano, combatiente y revolucionario. ¿Cuántos desfilaron ante su cadáver? Muchas centurias y miles de personas. Por todos los sitios el mismo dolor, la misma tristeza en los rostros y el llanto en los ojos. Miles y miles de personas presenciaron aquel lento espectáculo, y, como dato singular, rodilla en tierra la primera fila de espectador en ambos lados. Como final de entonces, un responso, un himno y un ¡Presente! 

Narciso García Sánchez: Onésimo Redondo



¡El Triunfo de Monumento a Onésimo!

 

1. Los años de formación.

 

1.1 El primer contacto con el mundo: del espacio rural al espacio urbano. Quintanilla, Valladolid y los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1905-1921).


Entre las pocas publicaciones que han sido dedicadas a Onésimo Redondo, se puede
contemplar con facilidad una escasa nota biográfica así como algún error de encuadramiento del personaje.

Pero pese a ello, cabe decir que en su totalidad estas obras suelen coincidir en cuanto a fechas y eventos que el mismo protagonizó. Todos están de acuerdo, por ejemplo, en indicar que Redondo nació en un pequeño pueblo de la ribera del Duero, Quintanilla de Abajo, un 16 de febrero de 1905. En efecto, estafecha ha de considerarse sin duda como la oficial, aunque se ha considerado oportunoseñalar aquí que en un caso – concretamente una copia del acta de nacimiento – apareceuna fecha distinta:  

«“Acta de nacimiento n. 124[”] Onésimo Redondo Ortega. En la Villa deQuintanilla de Abajo provincia de Valladolid, a las diez de la mañana del día diez y ocho de febrero de mil novecientos cinco»

Se trata con toda seguridad de un simple error de transcripción del texto original, ya que
la fecha parce escrita con prisa y poco cuidado. Hay muchos documentos que certifican
su nacimiento el día 16 de febrero, además de otra irrefutable prueba que en este caso
sería relacionada con el apego religioso familiar; pues en el calendario litúrgico, este día
corresponde a la celebración de San Onésimo. Όνήσιμος, Onēsimos, que en griego
significa “el útil”, conocido en el mundo cristiano como San Onésimo (Onésimo de
Bizancio), discípulo de San Pablo a comienzos del Iº siglo. La importancia del
elemento espiritual y el profundo respecto por el dogma católico, son otra prueba que
nos ayuda a certificar el nacimiento de Redondo en este día.

Onésimo era hijo del matrimonio de Buenaventura Redondo Iglesias y Juana Ortega
Pico, típica «familia campesina, castellana de pura cepa y de profundas raíces cristianas
que imprimirá honda huella en la personalidad del muchacho». El padre era originario
de la villa, mientras la madre era natural de Sardón de Duero.

Desde sus primeros momentos, la vida de Onésimo fue marcada por Quintanilla de Abajo, lugar que a lo largo de su crecimiento adquirirá un importante papel. Su primera formación, muy vinculada al maestro del pueblo, se amplió con el ambiente que allí respiraba, propio de
la mayoría de los pueblos castellanos: «casas sin lujo, trigo en la panera, poca gente,
tierra repartida y un templo de oración con la torre bien alta […]; campo muy abierto y
anchura de corazón en los hombres; austeridad en todo, en las costumbres y en el
trabajo y en la conversación; la fe muy arraigada y el pensamiento muy español». La
vinculación con Quintanilla fue tan fuerte que tras la muerte de Onésimo, el mismo
pueblo – ya acostumbrado a los cambios de denominación – no tardó a modificarse en
Quintanilla de Onésimo, nombre que conserva todavía en la actualidad.

El pueblo no sólo fue el primer núcleo formativo de Onésimo, sino que para el joven representó siempre un vínculo fundamental con su familia y su tierra. Dejando de un lado las amistades, algunas de ellas trascendentales para su futuro, el núcleo familiar fue un pilar fundamental en su crecimiento.

El padre, Buenaventura Redondo, provenía de una familia campesina que se había establecido en Quintanilla donde se dedicaba, además de la agricultura, al comercio de tejidos. Casado con Juana Ortega, mujer devota pero aparentemente sin mucho peso en las decisiones familiares, Buenaventura se caracterizaba por ser una figura paternal austera y cabeza de familia, «un hombre recto que imponía el orden estricto y no transigía con blanduras mal entendidas».

Sin duda, fundamental en sus primeros años, fue la presencia de los hermanos; entre
ellos, Onésimo era el quinto, ya que le superaban en edad Andrés, Víctor, Albina,
Natalia (la niña), siendo únicamente Eugenia más joven que él. Sin embargo fue con
el primero de ellos, Andrés, con quién hubo de entablar una profunda amistad y que
acabó consolidando su relación con el hermano tanto en lo privado como en lo político.
Andrés, desde muy joven asentado en Valladolid como empleado del Banco Hispano-
Americano, no sólo fue el protector del hermano menor durante sus años de formación
en la capital castellana, sino un importante apoyo durante buena parte de su vida: en la
etapa escolar y en la estancia en Alemania, en la vida profesional sindical, en la defensa
del enlace con Mercedes Sanz-Bachiller, en la formación política y desde luego en la
defensa de los valores espirituales.

Andrés no faltó ni siquiera en el momento de su muerte, en el controvertido tiroteo de julio de 1936. Aparentemente menos entrañable fue la relación con Víctor, el otro hermano varón, con el que había desde luego un fuerte vínculo afectivo y personal, pero no de interés político u ideológico. Víctor, que residió buena parte de su vida en Aranda de Duero donde trabajaba, apenas logró disfrutar de su matrimonio con una joven zamorana, María Luisa, falleciendo de septicemia en 1935.

Como hemos dicho con anterioridad, la primera fase formativa parece estar vinculada a
dos elementos que asumen un carácter fundamental en el crecimiento de Onésimo: la
escuela y el campo. Respecto a la primera, según afirma Mínguez Goyanes, «realiza sus
primeros estudios en la escuela de Quintanilla, en aquellos años regentada por don
Francisco Núñez [Muñoz]». Se puede suponer que las primeras lecturas del jovenfueron, además de las científicas, de carácter literario e histórico, disciplina ésta última
que le apasionó durante toda su vida.

Su dedicación al estudio se refleja claramente en los años de la formación vallisoletana, debido a su proclividad y aplicación hacia la gramática, la lingüística, la composición de textos e incluso algunos versos poéticos. Casi de forma prematura, el joven desarrolló ciertas habilidades que se debieron a su capacidad de observar, escuchar e interactuar con su entorno. Y al respecto cabe decir, que el campo – segundo elemento formativo – le rodeaba por completo; pues el joven Onésimo aprendió a trabajar la tierra según las modernas técnicas de cultivo que seguían entremezclándose con los viejos consejos de los campesinos. Con el tiempo desarrolló también la habilidad de crearse un espacio propio, donde poner en práctica sus conocimientos del campo, cosa que no dejaría de hacer cada vez que podía regresar a Quintanilla por alguna visita.

De todas formas, hay que imaginarse que la infancia de Onésimo fue como la de cualquier otro niño; a las horas de clase seguían las dedicadas a la familia, donde el joven colaboraba en el trabajo familiar dividido entre el hogar y los campos contiguos al pueblo. Las tardes de los calurosos veranos, según afirman sus biógrafos, pasadas a jugar entre los canales de regadío de la ribera del Duero, subiendo a los cerros del valle y por los viñedos tan típicos de la zona, cuna de un vino – tanto ayer como hoy – muy apreciado. Teniendo en cuenta la distancia entre Quintanilla y Valladolid, tan sólo 34 kilómetros, podemos suponer alguna breve excursión a la gran capital. Es probable que la ciudad más poblada de Castilla apareciera como una imponente urbe ante los ojos de un niño acostumbrado a las escasas calles de los pueblos, de la que destacaría además una modernidad y una productividad frenética totalmente ausente en el espacio rural.

En aquella época Valladolid estaba experimentando los efectos del crecimiento industrial y tecnológico que se había desarrollado a partir de finales del siglo XIX. Gran promotora de esta evolución había sido la red de ferrocarril promovida por la Compañía del Norte que no sólo conectó la ciudad con una de las líneas más importantes del país, la Madrid-Irún, sino que acabó por fomentar la creación de un taller que se configuraría como el más  amplio  y  eficiente  del  recorrido. La clase media local, definida por Celso
Almuiña – como ya hemos visto – burguesía harinera, fue la impulsora de la
conversión de la ciudad en un potencial centro industrial que a caballo del siglo XIX y
comienzos del XX albergó algunas prósperas sociedades como la Electra Popular
Vallisoletana o el Banco de España, promotor del Banco de Castilla. Éstas últimas a su
vez, fueron los organismos que financiaron obras de cierta vanguardia técnica en la
ciudad, como lo fue el transporte público local con la puesta en marcha de unos de los
primeros tranvías eléctricos de España.

Los que con antelación a Onésimo tomaron contacto con este ambiente, fueron sus
hermanos mayores Andrés y Víctor. Poco después fue el turno de un todavía
adolescente hermano que, terminados los estudios primarios en Quintanilla y tras ganar
una beca para realizar el Bachillerato en un colegio de Valladolid, se apremiaría a
cambiar el campo por un nuevo y aún desconocido espacio: la ciudad.

A comienzos de 1919, Onésimo se aproximaba a su traslado a Valladolid. El 11 de junio
de 1919 había sido admitido con una beca de estudios, para realizar los cursos de
Bachillerato en el colegio de Nuestra Señora de Lourdes, ubicado en el barrio de
Tenerías. Éste colegio había sido fundado en 1884 por voluntad de Paulina Harriet,
francesa afincada en Valladolid y esposa del importante industrial Juan Dibildos.

Desde sus comienzos, el colegio había sido destinado a los Hermanos de las Escuelas
Cristianas, congregación religiosa creada sobre la labor de San Juan Bautista de la Salle
en el siglo XVIII. Desde 1905, el cuarto director del colegio seguía siendo el H.
Joviniano Luis, recordándose su estancia en las crónicas como «la más prospera para el
Colegio […] durante su directorado se ha duplicado el personal docente, que los alumnos han subido a más de 650 y que se ha triplicado la extensión que antes poseía el
Colegio». 

Onésimo llegaba por lo tanto en uno de los más acreditados colegios locales, aunque sus primeros días coincidieron con un momento delicado. Durante el curso de 1918/1919 la enfermedad conocida como la gran gripe o ‘gripe española’ causó sensibles pérdidas tanto en Valladolid como en toda España y Europa; fue tan devastadora que aquel año llegó incluso a aplazarse el comienzo del curso, debido al fallecimiento de algunos profesores y alumnos. El curso siguiente, el de 1919/1920, comenzaba con la voluntad de olvidar los estragos de la enfermedad, por lo que:
«[Onésimo] llega con la ilusión de niño, pero también con firme propósito de no
desaprovechar la ocasión ni perder tiempo; tiene prisa en saber, en prepararse, y al
poco tiempo se distingue entre los alumnos».


La disciplina que Onésimo encontraría en su nuevo colegio bien queda reflejada por los escritos de la época; según sus autores, los alumnos «no tienen otros días de asueto que
los domingos y fiestas de precepto […]. Las vacaciones son escasas y no hay día del
año escolar en que los alumnos dejen de acudir a las clases, siquiera sea para aguardar la
hora de santa misa».

La rigurosidad de la enseñanza lasalliana, percibida por el mismo Onésimo, le obligó a ratificar algunos avisos que la escuela enviaba a los padres; a comienzos de 1920, por ejemplo, escribía el joven:  

«irán notando en las menciones semanales que siempre me falta algún punto de conducta en el boletín; es por hablar en clase, me cuesta mucho corregirme, pero…ya veremos».

Percibimos cierta aprensión en las palabras de Onésimo respecto a sus notas, pero la realidad nos indica que el joven se distinguió entre los alumnos. El hallazgo de un boletín semanal en el archivo familiar, perteneciente al curso 1920/1921 (6º y último año), nos aclara su evolución pedagógica: en todas las asignaturas de comienzo del curso–química, historia natural, arquitectura (dibujo), ética y derecho – Onésimo había aprobado con un diez (sobresaliente). Únicamente en “conducta y urbanidad” – a la que se refiere en su carta – su evaluación correspondía a un nueve; nota que sin embargo, en febrero de 1921, ya se  había  convertido  en  otro  diez.

Además de las asignaturas básicas, Onésimo profundizó el conocimiento del idioma francés, debido al origen transpirenaico de los lasalianos. Estudió también asignaturas especializadas como agricultura y técnica agrícola industrial, particularmente valoradas por la importancia de la economía agraria regional y de utilidad para su futuro profesional.

Según las crónicas, la vida en el colegio consistía, además de las clases regulares, en diferentes actividades como excursiones, concursos y visitas pastorales. Se realizaron en el bienio 1918-1920 algunas visitas que tenían como objetivo la “formación práctica” de los alumnos: lo talleres de la Compañía del Norte (ferrocarril), la fábrica de azúcar de Santa Victoria, la de cerámica de la familia Silió y otras. Emocionado por conocer su entorno escribía Onésimo: «el jueves pasado hemos ido también a ver una fábrica “La cerámica”, que es de los S.res Silió […]. Aunque no es tan bonita como la Azucarera por no tener tantas máquinas y no ser tan grande […] llama la atención por lo bien que está toda la industria».

Sus cartas nos dan la impresión de que el niño preparase con meticulosidad las excursiones, estudiando en los detalles las visitas y dejando claras sus impresiones; una actitud, la de Onésimo, que encaja con los que afirman su afán para aprender.

Escribía poco después, respecto a los exámenes de junio 1920: «Comprenderán Uds. que ahora tenemos que trabajar más que nunca y sobre todo yo que tengo una asignatura de más y no ando muy bien en ella».

Ni siquiera las pausas veraniegas, transcurridas como siempre en Quintanilla con la familia, alejaron al joven de su principal objetivo: la voluntad de plasmar su formación en la ciudad, sin todavía esconder su origen y pasión por el espacio rural. Respecto a ésta última cuestión, ya dijimos que Onésimo cuidaba de  sus  propias  plantas  en  la  huerta  del  pueblo, aunque seguía informándose sobre todo lo que ocurría respecto al campo, del que parecía un auténtico experto: «escriban diciéndome cuando sacan la remolacha y las patatas y lo que haya de particular en ésa».

En sus cartas no se perciben más detalles de la vida escolar y sobre todo respecto a su
relación con los demás alumnos; parece que Onésimo vivía un poco apartado, quizás
por dedicar la mayoría de su tiempo libre al estudio o tal vez por su timidez. De los
escasos testimonios de la época, uno de sus amigos afirma que «era inteligente y
trabajador. Buen compañero, aunque solía aislarse un poco de los demás posiblemente
por su condición de becario y de recién llegado a la ciudad. Era vivo de genio y tenía
cierta fama de exaltado en la clase»
.

En esta etapa formativa adquirieron mucha importancia el estudio y el ejercicio
religioso, aspectos que marcarían considerablemente la vida de Onésimo. La educación
según los dogmas cristianos se desenvolvía a través de la interpretación diaria de la
doctrina y su estudio, la asistencia a misa, la confesión y comunión, el rezo del rosario,
el viacrucis y las obras caritativas.

Los internos, entre ellos Onésimo, «asisten diariamente al santo sacrificio de la misa y siguen al sacerdote de varios modos: ya contestando todos a las oraciones, ya leyendo cada uno en su libro la oración que indica el recitador, ya siguiendo el propio a la misa del jueves, en la que cantan algunos motetes o cánticos religiosos».

Aparentemente este estilo educativo no le era del todo nuevo. Según la correspondencia con los padres, entendemos que los ejercicios espirituales del colegio complementaron lo que el hijo venía ya practicando desde su infancia en Quintanilla: «me acuerdo mucho del canto. “Miserere…” por las noches los viernes en la iglesia porque daba gusto verla con tanta gente[;] creo asistiré como siempre al solemne “Miserere…” del día de jueves santo por la noche en la procesión a la ermita. Cuando me escriban, denme muchos datos de las misiones y díganme si piensan llevar el santo Cristo de la Agonía a la iglesia para hacerle la novena como hace dos  años».

Acostumbrado a la vida religiosa del pueblo basada en una comunidad circunscrita a sus habitantes, destaca el impacto provocado por las grandes procesiones de Valladolid, «fuimos a las 3 y ½ a ver la entrada del Sr. Arzobispo. Le vimos dos veces, hubo una procesión enorme». Asimismo se distingue por su meticulosidad en describir la multitud de congregaciones y sociedades católicas que acompañaban el evento.

Con la llegada de la primavera de 1921, Onésimo empezó a prepararse para los exámenes finales; «me tengo que examinar de ocho asignaturas pues todavía me quedan
las dos gimnasias»
.

Los resultados de los exámenes demostraron la buena prestación que el joven había mantenido durante los años del Bachillerato, acabando sus estudios con sobresaliente en todas las asignaturas. El método educativo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas marcó – lo hemos visto – la formación del joven que a lo largo de unos pocos años, emprendió el traspaso desde la niñez a la adolescencia, familiarizándose por un lado con la frenética vida de la ciudad y por el otro manteniendo el campo como origen y núcleo central de sus pensamientos. Con dieciséis años Onésimo había finalizado su etapa escolar y se aproximaba a su porvenir; mirando al pueblo sin duda con cierta nostalgia, pero consciente de su indisoluble vinculación al espacio urbano en el que ya se había iniciado.

1.2 La oposición para auxiliar de Hacienda: el primer trabajo (1921-1923)


Una vez terminado el curso escolar, el joven entendió que su futuro no podía estar
vinculado a Quintanilla debido, con toda probabilidad, a su interés de seguir con los
estudios. Por esta razón Onésimo permaneció en la ciudad, aprovechando el domicilio de sus hermanos; éstos, Andrés y Víctor, vivían en el portal nº 1 de la calle Santa María,
lugar próximo a la céntrica calle Santiago y a pocos metros de la plaza Mayor de
Valladolid. Allí el hermano menor encontraría un lugar familiar donde vivir tras la
etapa escolar, además de poder contar con la cercanía y el apoyo de sus más directos
familiares.

El propósito de seguir con los estudios quedó patente poco después de la etapa escolar,
cuando el joven se matriculó en la Universidad de Valladolid con la intención de
estudiar la carrera de Derecho. En el medio de numerosos cambios que estaba
experimentando la Universidad local en aquella época, el joven cursó sus primeras
asignaturas durante el otoño de 1921 en la recién instituida Facultad de Filosofía y
Letras – Sección Historia, siendo ésta última parte del «curso preparatorio para los
estudios de Derecho».

Junto a la actividad universitaria, Onésimo manifestó pronto la necesidad de adquirir cuanto antes una independencia económica. Durante esta época meditó – no sabemos si por interés u obligación – la posibilidad de presentarse a las “Oposiciones a Plaza de Auxiliares del Ministerio de Hacienda”, anunciadas en el R.O. del 29 de octubre de 1921 y convocadas oficialmente el 3 de diciembre del mismo año.

Fue durante los primeros dos meses de 1922, al empezar el estudio para las oposiciones y por lo visto dejando de un lado las universitarias, cuando Onésimo reunió todos los documentos y certificados necesarios para presentar la petición de admisión, que fue registrada el 27 de febrero y que hoy representa una valiosa fuente biográfica. Tan sólo dos meses después, el 11 de abril Onésimo había sido admitido a la primera fase de la oposición, como candidato con el nº 1281. No pudiendo acudir a Madrid a recoger su papeleta necesaria para el examen, sería un amigo suyo, Julián Martínez Aguirre, el que se encargara de hacerle llegar la documentación necesaria, gracias a un justificante que Onésimo le firmó el 29 del mismo mes.

La oposición se dividía en una parte oral y otra escrita. Sabemos que a la primera
convocatoria oral, la del 13 de julio, Onésimo no acudió por no considerarse, con toda
probabilidad, todavía preparado. Sin embargo sí se presentó a la segunda y última
convocatoria, la del 27 de noviembre, terminando los exámenes con la prueba escrita
realizada el 15 de diciembre; en ambas ocasiones su examen se realizó en Madrid y
dependió de la comisión del Ejercicio nº 1921 del Tribunal.

Los resultados de las pruebas de oposición, fueron publicados en la Gaceta de Madrid nº 365, del 31 de diciembre de 1922. Su calificación final fue de 33 puntos para la prueba oral y de 51,23 puntos para la escrita, con un total de 84,23 puntos sobre 110. De alrededor de 3.000 candidatos, aprobaron tan sólo 360, quedando Onésimo entre ellos, en el puesto nº 193.
Dado el buen resultado de la oposición cabe imaginar que el nuevo año, empezaba bajo
los mejores auspicios. El día 30, siguiendo las instrucciones de la R.O. de 10 de enero
de 1923, Onésimo enviaba al Ministerio:

«la presente solicitud con relación escrita al margen y por orden de preferencia, de
las provincias a una de las cuales desea ser asignado a cubrir vacante".

Valladolid:    primera
Madrid:        segunda
Salamanca: tercera
Santander:   cuarta
Palencia:      quinta

Pocos días después, la resolución final de la comisión del Tribunal, comunicó que:  

«Don Onésimo Redondo Ortega ha sido nombrado por R.O. de esta fecha Auxiliar (nº193) […] con destino a servir el empleo de igual clase en la Tesorería de Hacienda de la provincia de Salamanca. Madrid, 12 de febrero de 1923». 

La incorporación a lasoficinas de Salamanca fue frenética. Tras recibir la comunicación del día 12, tuvo que organizar  rápidamente  su  traslado  a  la  segunda  ciudad  por  importancia  de  Castilla  la Vieja. Según las fuentes consultadas, su mudanza duró tan sólo un par de semanas ya que su primer día de trabajo fue el 1 de marzo.

De los primeros meses salamantinos no tenemos mucha información. Sabemos por las
entrevistas de Goyanes que durante buena parte de su estancia en la ciudad del Tormes
(hasta 1926), Onésimo vivió en una pensión con Eduardo Martín Alonso, viejo
conocido de Valladolid. El trabajo como técnico de Hacienda, por lo menos durante
estos primeros meses, no le dejaba mucho tiempo libre.

Para los que le conocieron, aunque apareciera joven e inexperto, «ya es un pequeño hombre que ha de habérselas con la vida y con la sociedad, expuesto a las tentaciones de verse libre». Otro aspecto en el que sus biógrafos coinciden, fue la necesidad de adquirir cierta ‘independencia’ frente a la familia; según Goyanes, parece ser que «en realidad, Redondo pretendía conseguir un trabajo para poder cursar la carrera de Derecho, sin ser especialmente gravoso a su familia. Esta es la causa de su ida a Salamanca».

Dejando de un lado – por el momento – las causas académicas, lo primero que experimentó Onésimo en su nueva ciudad de acogida fue el cambio de régimen que protagonizó el general Miguel Primo de Rivera. Sabemos que el golpe se resolvió con brevedad, quedando definitivamente vinculado el rey Alfonso XIII a los militares que apoyaron a Primo de Rivera. En Salamanca la actitud de los primeros días sería la misma que en buena parte del país, así como relata una crónica local:

«el milagro de echar abajo el régimen de la corruptela y del favoritismo se ha
realizado: háganlo unos háganlo otros, el milagro se ha hecho y de ello debemos
felicitarnos. Que surjan nuevos hombres, que sacudan su marasmo los que posean
valores morales y sociales de indiscutible competencia. […] A nosotros poco puede importarnos el modo, con tal que se salve a la patria, por la que tanta predilección
ha mostrado siempre la Divina Providencia»
.

Respecto al golpe, Onésimo pareció defender una postura de adhesión al pronunciamiento de Primo de Rivera y podría interpretarse este último aspecto como una de sus primeras argumentaciones de carácter político.

De los principios que habían animado el golpe, es probable que Onésimo compartiera especialmente la defensa de unos valores regenerativos y patrióticos, necesarios para el retorno del orden y de la autoridad gubernamental, a través del método sincrético. No obstante, el joven se quedó aparentemente alejado del mundo político, limitándose a ejercer el papel de ‘espectador’ de la dictadura. En 1923 su principal tarea seguía siendo su profesión de funcionario, aunque el interés para la carrera universitaria en Derecho y las visitas a su pueblo natal, marcaron con mayor peso esta época formativa:

«Alterna su afanoso estudio con los descansos que le permiten volver otra vez a la
tierra. […] No era el señorito que volvía a pasar días de holganza, […] era un campesino más, con la tierra y el sol metida en el alma, que volvía a su casa de adobe encalado».

La etapa salamantina – además de ser inesperada – se puede considerar como el comienzo de una nueva fase formativa. Aquí empezaría a despertar su interés por los estudios jurídicos, además de afianzar su madurez con la labor de funcionariado. No obstante, Salamanca resultó ser algo más que todo esto.


Sorprende la altura política de Monumento a Onésimo



2) La etapa universitaria y la experiencia en Alemania.


2.1 Años de formación (I): universidad, lecturas y el primer acercamiento político (1923-1927).




No cabe duda de que uno de los principales intereses de la etapa juvenil, fue el estudio del Derecho. Prueba de ello son las notas del último curso escolar, correspondientes al bienio 1920/1921, donde su calificación en “Ética y Derecho” no bajó nunca de la nota sobresaliente (10). Y por lo visto, nada más acabar los estudios de Bachillerato, el joven se interesó por la posibilidad de cursar una carrera universitaria.

Como hemos visto más arriba, en otoño de 1921 Onésimo decidió matricularse a los cursos de la Universidad de Valladolid para estudiar la licenciatura de Derecho. Debido al buen resultado de las oposiciones y a causa de su traslado a Salamanca a comienzos de 1923,  Onésimo se vio obligado a cambiar de alma mater. Y aunque en un principio no pudo asistir a las clases, aparentemente logró compaginar con habilidad el trabajo con el estudio.

Un dato curioso que caracterizó buena parte de su estancia en Salamanca, fue la
insistencia del joven en su intento de regresar a Valladolid. Aparentemente la su
insistencia por lograr el traslado se podría justificar por las exigencias de los estudios
universitarios, aunque el tono casi obsesivo de las siguientes peticiones hace pensar a que la ciudad del Tormes no era de su agrado o que su voluntad era aquella de
permanecer lo más cerca posible de la familia.

Queda documentado que a los seis días de su incorporación a las oficinas de la Tesorería de Hacienda, el día 9 de marzo Onésimo pedía su primer traslado a la ciudad del Pisuerga haciendo hincapié en su posición de ser auxiliar de 1º clase; fue, como decíamos, tan sólo el primero de otros intentos  frustrados  que  todavía  dos  años  después,  aún  le  obligaban  a  permanecer  en Salamanca.

El periodo pasado en esta ciudad no fue malgastado por el joven. La vida universitaria
entremezclada con el trabajo y los frecuentes desplazamientos por la meseta, fueron
elementos formativos adicionales a las obligaciones universitarias o laborales. Y
posiblemente, fue en esta prematura etapa cuando despertó en él una considerable
atención hacía la naturaleza de su propia tierra.

 Fiel a sus propósitos, el joven estudiante-funcionario empezó a preocuparse por el pueblo castellano, por su condición social y política, por su entorno y su economía. Castilla – al igual que otras áreas más atrasadas del país – había vivido con precariedad el modelo regeneracionista avanzado por el monarca Alfonso XIII; asimismo la recuperación de los valores patrióticos emprendida por el general Primo de Rivera aparentemente no lo convencía del todo.

Con el paso de los días, entre paseos por el campo charro y los viajes por la comarca,
Onésimo empezó una reflexión que enfocaba el papel de Castilla en el conjunto
nacional. Afirma García Sánchez: «van acusando a Onésimo ese amor a Castilla, con el convencimiento de que hasta no enderezar a esa región, paridora de pueblos, España ha de continuar adormecida, sujeta a la balanza fraudulenta de los partidos de turno».

No ha de sorprender excesivamente la aproximación de Redondo a este tipo de meditaciones. Ocupado en compaginar el estudio con las tareas laborales, no dejaría de prestar atención a algunas lecturas que podemos interpretar como una fase de formación autodidáctica. La más fundamental de todas fue su reconocida fascinación por los escritos de Marcelino Menéndez Pelayo, del que acabaría haciendo una atenta lectura, especialmente de su obra “Historia de los heterodoxos españoles”, publicado en tres volúmenes entre 1880 y 1882.

Además del eminente catedrático, sabemos que el joven leyó también al extremeño Juan Donoso Cortés que compartió con Menéndez Pelayo un pensamiento político vinculado al conservadurismo de la corriente neocatólica española de mediados del siglo XIX. Otros autores de interés, además de los clásicos castellanos y algunas lecturas de Unamuno y Ortega y Gasset, fueron buena parte del grupo de la Generación del ’98, entre los cuales prestó particular atención a Azorín, Ramiro de Maeztu, Pio Baroja y Antonio Machado.

A éste primer conjunto de autores que en buena parte contribuyeron a su formación clásica y de conciencia nacional, debemos añadir aquellos que representan los pilares de una segunda fase de lecturas reflejada por el conjunto de cuadernos que redactará entre 1932-33.

Entre ellos han de mencionarse, posiblemente desde la época escolar, las obras del filósofo e historiador italiano Benedetto Croce con su “Estética como ciencia de la expresión y lingüística general” (1912), de la que se conserva una copia original en el archivo familiar. Historia, filosofía, sociología son los temas más destacados, entre los cuales destaca la escuela francesa: Jean-Jacques Rousseau, Montesquieu, Emmanuel Sieyès, Ernest Renan, Henri de Saint-Simon y Georges Eugène Sorel, el célebre teórico del sindicalismo revolucionario.

Se mencionan asimismo otros grandes clásicos de la teoría político-económica de los siglos XVIII y XIX como Adam Smith, François Quesnay, David Ricardo e incluso Carl Marx.

Tienen un carácter aparentemente secundario las lecturas de índole religiosa, a las que Onésimo se refiere utilizando la terminología de escrituras y teología moral, haciendo del dogma católico un eje fundamental de su pensamiento.
Respecto a éstas últimas lecturas, podemos observar que su asimilación corresponde a la etapa más juvenil de Redondo, marcada por la educación religiosa recibida desde los años de la adolescencia en Quintanilla, prolongada en el Colegio de Nª Señora de Lourdes en Valladolid y acentuada en los años salamantinos por su cercanía a los jesuitas.

Asiduo lector de textos sagrados, poseía sin duda diferentes copias de la Biblia y de los Evangelios, conservándose hasta hoy un volumen del Antiguo Testamento datado en 1925. Fue sobre todo a raíz del análisis de autores como los teólogos españoles Jaime Balmes y Miguel Servet – citados frecuentemente en los apuntes privados del joven, junto a Menéndez Pelayo, a Pidal, Renan y los textos doctrinales del catolicismo francés conservador – cuando Onésimo empezó su primer acercamiento a los ambientes jesuitas salamantinos, con los que compaginó también la lectura de la revista de teología mística Vida Sobrenatural.

Como hemos visto hasta aquí, la experiencia salamantina de Redondo se caracterizó
durante este periodo por el alternarse de la vida laboral y la estudiantil. A finales de
1923, concretamente en el mes de diciembre, le fueron concedidas las vacaciones para la Navidad que, no cabe duda, dedicaría a la familia y a su pueblo natal. Con el comienzo del nuevo año, la aproximación a la política parece algo incuestionable. Debido a su estrecha vinculación a los ambientes católicos de Salamanca, podemos
afirmar con seguridad que a estas alturas Onésimo ya tenía relación con elementos de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas de la Fe (ACNdP); y según Mínguez Goyanes cabe destacar precisamente la amistad entablada con el P. Enrique Herrera Oria, hermano del presidente de la Asociación, el jesuita Ángel Herrera Oria.

Ángel Herrera Oria
Otros documentos nos testimonian que la atención de Onésimo hacia la política creció
rápidamente, sin duda como efecto de la integración de las nuevas generaciones en el
gran hervidero – usando una expresión orteguiana – de la “rebelde sociedad de masas”.

En junio de 1924 el joven escribía la que con toda probabilidad se puede considerar como su primera reflexión – entre la documentación que hemos podido consultar – sobre la actualidad política del país. Es un breve compendio sobre el directorio militar del general Miguel Primo de Rivera, donde destacan sus consideraciones respecto al impacto provocado por el cambio gubernamental:

«El pueblo español está en mejor disposición de ánimo hacia el Directorio militar  que a raíz de subir éste al poder. La tranquilidad pública que se disfruta, la  seguridad de los ciudadanos […] que mientras ellos laboran afanosos en su  quehaceres particulares, el patrimonio nacional esta (sic.) austeramente  administrado, los altos intereses de la nación son atendidos con amor; la defensa de  vidas y haciendas esta (sic.) cuidadosamente procurada; la prosperidad y el  bienestar público en todos los órdenes se persigue con buena voluntad… todo esto forma un ambiente general de ciudadanía favorable a los gobernantes».

Al finalizar el escrito Onésimo proponía su personal visión de aquellos acontecimientos, dándonos la sensación de acentuar el corte periodístico como si se tratase de un primer ensayo en la materia:

«En aquellos días y durante los primeros meses, no faltaron agoreros de este género
odioso que quiere malograr toda iniciativa loable; y antimilitaristas empedernidos y
absurdos que pronosticaban fracasos y catástrofes sin cuento y se valían de
murmuraciones y maledicencias para entibiar las esperanzas en el redentor movimiento  político  que  naturalmente  debía  adquirir  simpatías  siquiera  por  la
incontenida reacción contra los desaciertos del antiguo régimen. […] Hoy el caso
es muy distinto. Los alegatos apasionados y sin fundamento de los enemigos de la
pacífica revolución de septiembre, suenan a cosa vieja y fuera de tiempo».


Si en el trabajo Onésimo no lograba alcanzar los objetivos fijados, su principal esfuerzo durante esta etapa juvenil fue alcanzar el grado universitario, una mayor participación entre el asociacionismo católico y ejercitar su inclinación periodística.

Durante el curso 1924/1925 el Onésimo-estudiante se consagró a las asignaturas más enrevesadas, como en fue el caso del examen de “Derecho Civil español, común y foral’; mientras en octubre de 1924 asistía también a la visita de del entonces Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg, en la ciudad del Tormes.

Como afirma un testimonio de la época, José María de Areilza,  

«[Onésimo] era hombre de profunda y sincera religiosidad. Muy vinculado a la Compañía de Jesús, pero manteniendo su fe, vivida y practicada, al margen de exhibicionismos y gazmoñerías».


Acción Católica de Propagandistas.

De ésta época tenemos un escrito, fechado por Mínguez Goyanes en1924, que nos señala como Onésimo compartiese sin duda alguna la postura de los seguidores del P. Ayala, respecto a la situación del catolicismo español; y comentabasobre ello:

«Es indudable que la religiosidad de los espíritus está en decadencia. Atraviesa la
sociedad cristiana una gran crisis espiritual que a medida que transcurre el tiempo
demuestra ir en aumento. ¿No es vicio ya secular, antiguo y al mismo tiempo progresivo la indiferencia? ¿No son indiferentes la inmensa mayoría de los que en las estadísticas geográficas o eclesiásticas se cifran como católicos? Pocos de los comprendidos en esas extensas cifras quedarán como católicos que siquiera cumplan con los más salientes deberes del código cristiano. Y aún menos, muchos menos los que puedan (ser considerados) como verdaderos católicos, como cristianos prácticos, que den a los deberes religiosos la adecuada importancia; que realicen sus obras religiosas con el entusiasmo apropiado, sin ver atenuado el valor de esas obras».


Volviendo a la cuestión de la ACNdP, hasta la actualidad no se tenía una clara
percepción de la participación activa del joven en sus círculos. Sin embargo un
trascendental escrito del verano de 1925 confirma esta tesis. Se trata del borrador de una charla que él mismo define como un «examen comparativo» entre la “Confederación de Estudiantes Católicos” y la “Juventud Católica española”, expuesta en los locales de la sede salamantina.

El alistamiento entre los Propagandistas fue aparentemente rápido; en el Boletín de la Asociación correspondiente al septiembre del mismo año, Onésimo Redondo  aparece  como   «ejercitante  y  asambleísta»  entre  los  más  de  cincuenta participantes de la XII Asamblea General de la Asociación. Este encuentro se centró, según las palabras de Ángel Herrera, en  «la organización de la Asociación, que no es todavía un cuerpo perfecto, […] conocer las obras en que la Asociación interviene, […] acordar  las  conclusiones  que  mejor  conduzcan  a  su  prosperidad».

Asimismo  otro objetivo  fundamental  –  que  ensalzaría  el  trabajo  comparativo  de  Redondo  –  fue  la planificación de una estrategia de integración de Juventud Católica (JC) entre las filas de  la  Confederación:  «la  Asamblea  debe  procurar,  en  relación  a  ella,  conocer  con desapasionamiento la realidad, cual es el fin de la J.C., qué es lo que se ha hecho y qué es lo que puede hacerse».

La intervención de Onésimo, certificó cuanto expuesto en la reunión de julio, afirmando que «Salamanca se encuentra en un período preparatorio de estudio de lo que es la J.C. […], objeto constante de la actividad del Circulo del Centro de Propagandistas en el pasado curso». 

Más adelante, durante la época del lectorado en Alemania (curso de 1927/1928), el diligente intercambio epistolar que Onésimo mantendría con su hermano Andrés, nos proporciona un panorama más amplio; allí descubrimos que el joven acabaría estableciendo una estrecha amistad con todos los hermanos Herrera Oria (además deEnrique, con Luis y el influyente Ángel), sin olvidarnos del fundador del asociacionismo católico español (precursor de la ACNdP en 1908), el P. Ángel Ayala Alarco. Razón por la cual podemos entender que la afiliación de Onésimo a los Propagandistas fue gradual y que esta se consolidaría más bien entre 1925 y 1927.

Debido con toda probabilidad a la dificultad de alternar la actividad laboral con la carrera universitaria y los encuentros del círculo, en diciembre de 1925 Onésimo Redondo tomó la decisión de interrumpir una de estas actividades. Al acercarse el final de sus estudios académicos, el joven atravesaba una fase sin duda delicada de su formación juvenil, en la que sus intereses tomaron una dirección diferente a las expectativas marcadas hasta entonces. Probablemente aconsejado por sus hermanos Andrés y Víctor, ambos empleados en actividades bancarias, y consciente de su interés por el Derecho y la administración, maduró la posibilidad de presentarse a nuevas oposiciones, esta vez para un cargo más prestigioso. Sin darle más vueltas, el 22 de diciembre envío desde la Delegación de Hacienda de Salamanca un escrito en el que pedía la excedencia voluntaria, siéndole concedida el 5 de enero de 1926.

Al terminar la actividad laboral, el joven permaneció durante un tiempo en la ciudad del Tormes, donde se centró únicamente en finalizar su carrera universitaria. El 19 de abril finalizó la primera sesión de exámenes, acabando con las últimas asignaturas en el junio del mismo año. Concluidos los estudios universitarios y conseguida la licenciatura en Derecho, Onésimo dejó Salamanca; acababa de cumplir los veintiún años.

El lugar de acogida a su vuelta a Valladolid, sería la misma casa donde Onésimo había vivido con el hermano Andrés poco antes de dar comienzo a la experiencia salamantina, y concretamente el piso de la calle Santa María. Allí, el hermano mayor no sólo acogió y ofreció al más joven un espacio donde alojarse, sino que le proporcionó ayuda económica y soporte moral que unió aún más a los dos hermanos. La vuelta a casa de Andrés y no al pueblo natal, Quintanilla, se justificó por la necesidad de Onésimo de encontrar un espacio tranquilo donde dedicar toda su atención a su nuevo reto: la oposición al cuerpo de abogados del Estado. Durante el transcurso de todo el año el joven se dedicó al estudio, redactando centenares de cuartillas y hojas de apuntes sobre los temas de la oposición.

La mayor cercanía a la ribera del Duero, permitió por lo menos frecuentes visitas a la casa de los padres. En Quintanilla el joven retomaba sus antiguas pasiones por el espacio rural, destacando la avicultura y los paseos por el campo. También con el intento de seguir con sus ensayos periodísticos, Onésimo aprovechaba del pueblo para “desurbanizarse” de la ciudad; dedicó particular atención a las cuestiones que habían caracterizado su juventud, observando con interés la vida y los esfuerzos que la población rural se veía obligada a superar cada día.

Con el tiempo, empezó a comparar a los labradores llamándoles «castellanos de hierro»; hombres que salían  

«los veranos de su pueblo a segar obradas y obradas de cereales por esos valles secos de la gran llanura, […] ahí con sus cuerpos quemados por doce o catorce horas de trabajo bajo el sol. […] Son honrados, son pobres, y viven del sudor de la frente. Tienen un resto de fe demasiado sencilla, pero son un poco idólatras, un poco paganos».

Reflexiones como ésta, tan cercanas a su entorno, contrastan sin embargo con otros escritos de esta época.

Podría ser el caso de un relato sobre una visita al Monasterio de el Escorial, donde se percibe una visión más exhaustiva de Castilla, propia de su pasado imperial y poderoso, su ostentación mística, simbólica y divina de su esencia; en el texto, Redondo hace del Escorial  aquel  símbolo  donde

«la  Providencia  premió  al  rey  español,  otorgándole  en esta obra de glorificación el privilegio exclusivo de los resultados sublimes del arte: la belleza de lo perfectamente nuevo y la facultad de expresar, de una vez, a una época o a un  pueblo.  […]  Esas  mismas  cualidades  derivaron  directamente  del  pensamiento  y querer ordinarios de aquel carácter real tan personalizado: Su empresa arquitectónica en honor  de  Dios,  no  hace  excepción  en  el  común  parecido  de  los  demás  ideales  del monarca».

En el medio de esta complicada meditación, que alternaba el estudio del espacio rural y
el entorno urbano, su principal obsesión sería la preparación de la oposición. Durante todo  el  otoño  de  1926  y  buena  parte  del  invierno  1926/1927  lo  único  que  redactó Onésimo fueron centenares de cuartillas y esquemas que testimonian el largo e intenso estudio:  Código  del  Trabajo,  Actos  de  gestión  y  autoridad,  Conciliación  y  Arbitraje, Régimen  Forestal,  Jurisdicción  aguas,  Obras  Publicas,  etc.

A  finales  de  marzo  de 1927  el  aspirante  funcionario  se  presentó  en  Madrid  para  los  exámenes;  según  el informe  de  Mínguez  Goyanes  aprobó  la  primera  fase,  pero  no  logró  superar  las siguientes  pruebas.  La  vuelta  a  Valladolid  resultó  ser  desmoralizante  para  un  joven acostumbrado a lograr los objetivos que se había prefijado. Onésimo cayó bruscamente en  un  fuerte  desánimo,  enfrentándose  a  una  situación  en  ciertos  aspectos  inesperada; malgastada la oportunidad de la oposición se encontraba ahora sin trabajo, con muchas dudas  sobre  su  futuro  y  con  –  aparentemente  –  muy  poco  ánimo  de  seguir  con  este camino.

2.2 Años de formación (II): el lectorado en Mannheim y el acercamiento a la cultura alemana (1927-1928). 


El año 1927 no había empezado de la mejor forma. Tras fracasar en el intento de aprobar el examen de abogado del estado, Onésimo se encontraba nuevamente al puntode partida y en casa de su hermano Andrés. Su única ocupación en este periodo pareceser su colaboración en el centro local de los Propagandistas de Valladolid. De la mismaforma que en su etapa salamantina, Onésimo colaboró con la actividad de la delegaciónlocal de la asociación, de la que su hermano era uno de los principales exponentes.

La actividad de este periodo se centró en la obra de proselitismo del catolicismo juvenil, con especial atención al espacio rural. En la Asamblea celebrada durante la Semana Santa del mismo año, Andrés Redondo afirmaba que no sólo se habían creado asociaciones campesinas católicas «en número de diez y ocho en diferentes pueblos», sino que además en área urbana se contaba con la participación de la Congregación de los Luises y de la prensa.

En esta época los Propagandistas, además de la presidencia de Ángel Herrera Oria y del P. Ayala, contaban con destacados cuadros directivos como José María Gil Robles (miembro del Comité permanente del Consejo central de las Juventud Católicas) o el Decano del grupo de Valencia, el segoviano Juan de Contreras, mejor conocido como Marqués de Lozoya. El grupo de Valladolid fundado poco antes de 1927, contaba con un total de 15 socios, de los cuales 6 eran numerarios.

La perseverancia del trabajo de los propagandistas vallisoletanos fue sin duda un elemento estimulante para Onésimo. Además de la obra propagandista hacia el campo, como en el caso de la “Semana Social Agraria” organizada por el grupo deValladolid, el joven aprendía los fundamentos de la pragmática herreriana: catolicismo, anticomunismo, nacionalismoy la gran pasión del eclesiástico por el periodismo.

Éste último aspecto era para Herrera Oria un pilar fundamental. En la tercera sesión de la XIV Asamblea General de Loyola en la que participaron los Redondo, el prelado afirmaba que en Alemania se estaba desarrollando una red de ‘Institutos del periodismo’ que «con criterio y método positivista pretende inducir de la observación de los hechos cuál es la naturaleza del periódico, cuáles las leyes de su desarrollo interno y cuáles las de relación con otras instituciones sociales». Una aproximación al periodismo como ‘nueva ciencia’, que Herrera consideraba como un hábil instrumento para el adoctrinamiento de las masas:

«Entiendo que los propagandistas que sientan vocación al periodismo deben seguir con seria y benévola atención el curso de la nueva ciencia. En la vida social, el éxito de la acción está vinculado, generalmente, al que se anticipó en el mundo de las ideas. Los que llevan la dirección intelectual suelen abrir los nuevos cauces por donde ha decorrer más tarde la vida jurídica y la vida social. […] No debemos rezagarnos. La estrategia, hija del estudio, es insustituible por la táctica de la acción, que, en si no está ilustrada, degenera fácilmente [en] activismo. El que sabe enlazar ambos – acción y estudio – omne tulit punctum».

No es de extrañar que un joven como Onésimo estuviese interesado en el periodismo, así como lo había estado por la carrera de Derecho u otras actividades vinculadas al espacio rural. La destreza oratoria de Ángel Herrera fue sin duda una motivación para el joven, que siguió con el intento de desarrollar y mejorar su habilidad ensayística. Sin embargo, Alemania reservaba algo más de los Institutos sobre los que el presidente de los propagandistas hablaba con tanto entusiasmo.

Volviendo a comienzos del verano, la colaboración e implicación de Onésimo con los Propagandistas le acercó a una importante propuesta que no habría de rechazar. Hemos visto que aunque en esta época Onésimo estuviese familiarizado con muchos de los exponentes más importantes de la Asociación – incluyendo el mismo presidente, Ángel – era con los hermanos de éste, Luis y Enrique, con quienes el joven mantenía un contacto más intimo. De los dos, según el estudio de Goyanes, fue sin duda el segundo en presentar a Onésimo a un profesor alemán que por aquellos meses se encontraba en España en un viaje de estudios durante su gira por España, condicionada por la necesidad de preparar de la mejor forma el siguiente curso universitario, Anton Burkard viajaba desde el norte de España hacia Madrid,
 «pasando especialmente por los centros de Bilbao, Santander, Valladolid, Ávila, El Escorial, Madrid y Toledo visitados todos en el detalle».

Docente de filología románica, Burkard había sido encargado por el Senado escolar de la Handels-Hochschule de Mannheim – una escuela universitaria dedicada a la economía y el comercio – para organizar las clases de español del Instituto al año siguiente.

Aparentemente el P. Enrique estaba ejerciendo de acompañante del profesor alemán en parte de su gira y fue probablemente durante su estancia en Valladolid, cuando Burkard y Redondo se conocieron, barajando la posibilidad de que éste último fuese a Alemania para ejercer el cargo de asistente de español en las clases del profesor. Del encuentro no tenemos más detalles, pero es cierto que la relación fue positiva para ambos: Burkard había encontrado a un nativo para sus clases de español, mientras que Onésimo tenía por fin la oportunidad de experimentar algo nuevo y sin duda estimulante para su formación profesional.

A pesar del afán de lograr una rápida salida hacia Alemania, los trámites burocráticos le relegaron durante un tiempo en su pueblo natal. Durante buena parte del verano, el más joven de los hermanos Redondo se alojó en su vieja casa de Quintanilla de Abajo; allí se dedicó a las tareas laborales del campo, a la contemplación de su tierra natal y a la meditación, envuelto en un entorno de subyacente melancolía:

«He sembrado, trasplantado y mimado hortalizas y flores, recreándome con la lisura y novedad de la tierra preparada, la frescura prometedora de los riegos y los progresos de las plantaciones que variaban de color […]. He mejorado gallineros, conejeras y palomar[es] […].También he podido deleitar más ampliamente el espíritu con el poder embelesador del campo. Pero todo esto amigo, es pasar, no es obrar […] bien entiendes que todos aquellos huecos, que en estos descansos se ensanchan, me impiden felicitarme de de mi forzado veraneo y ni siquiera justificar lo que de descanso tiene».

Con el final del verano de 1927 Onésimo reanudó la actividad de los propagandistas vallisoletanos, antes de despedirse de sus más íntimos amigos. En septiembre confesaba a uno de ellos que  

«el “criadero” de una Universidad extranjera, me sirva más para mis fines y remate en (campo) de luces la vía preliminar de tinieblas que significa mi desconocimiento del idioma».

Aunque la salida hacia el destino alemán estaba prevista para la segunda quincena de septiembre, los problemas con el visado (enviado desde Barcelona) retrasaron su viaje.

Tras una breve parada en Paris el 19 de octubre, Onésimo llegó en tren a Mannheim pocos días antes del comienzo oficial de las clases. A efectos de su llegada y presentación, el Senado escolar notificó en acta su colaboración con el Instituto bajo la dirección del prof. Burkard.

«Offenlegen, vom 28. Oktober 1927” […] 
3. Mitteilung des Seminars für Sprachen vom 28. Oktober, betreffend Anstellung 
des spannischen Assistenten Onésimo Redondo Ortega».

Onésimo, tras un largo viaje, había finalmente llegado a Alemania. No es posible esclarecer cuales fueron sus primeras impresiones del entorno alemán, pero sí sabemos que sus primeros días fueron de intenso estudio del idioma. Según Goyanes, durante el otoño de 1927
  «llevaba una vida bastante tranquila […]. Vivía en la casa de un matrimonio, cuyo marido era también profesor de la Universidad. En los ratos libres que le dejaba su trabajo en la Handels-Hochschule, Onésimo se dedicaba a leer y a escribir».

No sabemos con exactitud quien hospedó al español durante los primeros meses; según las fuentes consultadas, la pareja Salomon-Paul y Elisabeth Altmann –ambos profesores del Instituto universitario de reconocido prestigio – acogían a colaboradores y mantenían «en su apartamento de la Rennershofstraße […] reuniones sobre temas de actualidad».

Aunque no podamos afirmarlo con seguridad, cabe imaginar que Onésimo, si no vivió, frecuentó las populares reuniones universitarias en casa de los Altmann. Tenemos una referencia más exacta de su ubicación en Mannheim sólo en 1928; aparentemente el español se mudó a casa de su tutor (posiblemente en un piso contiguo), ya que algunas de sus cartas coinciden con la dirección del matrimonio Burkard: Otto-Beck-Straβe nº 8. Anton Burkard era un viejo conocido de la escuela.

Desde 1916 prestaba servicio en ella como profesor de lenguas románicas, siendo especialista en italiano y francés. A comienzos de los años veinte prestaba servicio como asistente de español, para después – coincidiendo con la llegada de Onésimo – asumir el cargo de la docencia de esta asignatura. El profesor alemán había viajado a España durante el verano de 1927, precisamente con el propósito de mejorar sus conocimientos lingüísticos y socio- culturales de este país.

No es casualidad, por lo menos en algunas etapas de su largo recorrido, que fuese huésped de los jesuitas; en Mannheim existía la Jesuitenkirche Mannheim, una isla jesuítica entre las más importantes de la zona del Baden-Württemberg, surgida a finales del siglo XVIII. Burkard era un ferviente católico, por lo que es de imaginar un contacto previo con los Propagandistas ante su visita a España.

Durante esta primera etapa, como ya hemos dicho, la principal preocupación del joven sería el estudio del idioma alemány atender de la mejor forma posible las clases de español. No cabe duda de que no obstante el obstáculo lingüístico, Onésimo se esforzó en asimilar todo lo que tuviese relevancia con la cultura, la sociedad, los usos y, aspecto no menos importante, con la política alemana; lo que se podría definir como uno de sus primeros pasos hacia la formación ideológica.

El entorno en el que se encontró el joven español fue el de una Alemania todavía afectada física y emocionalmente por el primer conflicto mundial. Mejor conocida por los alemanes como der Große Krieg (la Gran Guerra) y a casi una década desde su finalización, el establecimiento del régimen de Weimar había dado comienzo a una etapa pacífica que tiempo después se definió como el periodo de la pseudo-estabilidad alemana; en 1926 Wilhelm Marx, un católico del Zentrum, había sido nombrado canciller por segunda vez dejando en su cargo de Ministro de Asuntos Exteriores al popular estadista Gustav Stresemann.

Como añade José Ramón Díez Espinosa, Alemania se estaba recuperando lentamente de su pasado bélico, abriendo paso a una nueva época que a través del régimen republicano, estaba cambiando la sociedad local: el “Estado de entretenimiento” (Reich der Unterhaltung) como se le llamaría, ofreció un amplio abanico de posibilidades que permitieron el desarrollo de una poderosa industria del ocio: «prensa, radio y, sobre todo, el cine son una muestra de la vitalidad de la industria del entretenimiento»

Mannheim no era una excepción en el panorama alemán; esta ciudad se había desarrollado volcándose en la actividad fluvial, siendo uno de los principales centros productivos de la ribera del Rin. Ubicado estratégicamente en la confluencia con el río Neckar, la ciudad se había desarrollado alrededor de una modesta concentración industria l – en competición con la extensa cuenca industrial del Niederrhein– volcada en la siderurgia y en el comercio de productos agrícolas. A partir de 1925, elsector parecía haberse recuperado rápidamente contribuyendo a generar una nueva fasede tímido bienestar financiero.

El espacio urbano contaba en aquella época con poco más de 200.000 habitantes, siendo ésta una masa aparentemente comprometida con la estabilidad social y económica. Pues según las fuentes consultadas, los Goldene Zwanziger surtieron buenos efectos en el panorama cultural: el Nationalthater organizaba espectáculos de autores como Arnold Bronnen, Friedrich Wolf, Bertold Brecht, Luigi Pirandello y Carl Zuckmayer; llegaron los primeros Kolossal de la cinematografía como Ben Hur (1926) o Metropolis (1927), mientras el Kunsthalle albergaba exposiciones de Munch, Beckmann, Kokoschka y Fuhr.

La efervescencia cultural de la época weimariana pareció ser un elemento de modernización de las actividades didácticas en la enseñanza universitaria, que seguían manteniendo aquella trascendencia adquirida durante la época anterior. En los seminarios de la Handels Hochschule «se organizaban excursiones y viajes que animaron a los estudiantes a conocer otros países y visitar las fábricas», incentivando el estudio de los idiomas considerados fundamentales para la economía y el comercio, así como la «geografía económica, la historia y la doctrina, la merceología, la tecnología, la teoría y la práctica del método comercial, la metodología de la educación empresarial, los idiomas y las humanidades en general»

Poco a poco Onésimo se veía involucrado en su tarea de lector y en el aprendizaje del idioma, aunque su rutinaria correspondencia con los familiares le mantenía atado a España. Andrés, que era el más recurrente en escribir, le informaba sobre la situación familiar, la actividad de los Propagandistas, su trabajo en el Banco Hispano, los amigos de Salamanca y Quintanilla, los proyectos futuros, etc. La buena relación entre los dos hermanos propició debates de todo tipo, incluyendo detalles muy curiosos como el de una ‘boina’ que la familia le había regalado en su partida: «hemos dicho en casa que debes hacerte una fotografía y mandárnosla. Que te la hagas con la boina. ¿La gastas a menudo? ¿Hacen comentarios sobre ella?».

Regularmente Andrés le refería las novedades Sobre los demás hermanos: Víctor, implicado en una difícil relación con una chica de Zamora, una tal María Luisa, y Eugenia a su vez anhelada por un joven del pueblo. No faltaron mensajes del padre Buenaventura para ponerle al día sobre algunas de sus actividadeso, con ocasión del veintitrés cumpleaños del hijo, enviarle una carta en la que Albina, la hermana menor, aprovechaba un poco de espacio para saludarle: «me acuerdo mucho de ti pero mas me acordaré el día 16 y que pediré para que el Señor te conceda muchas gracias espirituales y temporales».

Algunos de los escritos de Andrés reflexionaron alrededor de las incertidumbres que Onésimo tenía sobre su porvenir. La herida dejada abierta por las oposiciones del año anterior seguía siendo un peso para el joven, convencido de la necesidad de seguir estudiando también durante la experiencia alemana. Si bien Andrés en un principio le había insinuado que tomara nota de «noticias sobre temas de derecho que sean de actualidad en Alemania», fue él mismo quién más tarde le confesaría que «más bien me parece que el empeño principal que debe ocuparte ahí es estudiar textos alemanes y teorías alemanas con la previa preocupación de que no digas al volver ¡ojala me hubiera detenido más en tal cosa […]!». Lo mismo le comentaría poco después Víctor: «pásalo ahora lo mejor posible, aprende bien el alemán y cuando vengas a España, ya tendrás tiempo de orientar tu porvenir».

El debate se prologó durante buena parte de la primavera, siendo un punto muy frecuente en la correspondencia del joven y aparentemente ni siquiera las palabras de uno de sus confesores – el P. Ángel Ayala – le habían servido de mucho: «nada puedo aconsejarte sobre tu futura orientación». Andrés fue uno de los más convencidos en considerar el estudio del alemán como tarea prioritaria:

«Filgueira (sic.) me dijo que hacías mal en dejar de seguir las oposiciones a Abogado del Estado […]. Me parece que te decía el otro día que estimaba más provechoso y oportuno el que estudiases en la medida posible y no hasta que se te hiciera tedioso, el idioma alemán y textos alemanes con preferencia a lo en español que está más indicado para cuando vengas»

Una posible alternativa laboral fue introducida por el amigo y compañero de carrera en Salamanca, Agustín Íscar Alonso. En una de las cartas enviadas en noviembre de 1927, Agustín comentaba a Onésimo la existencia de cátedras vacantes en la facultad de Derecho de la universidad. Basándose en esta idea y amparado por los amigos salamantinos, Onésimo evaluó esta posibilidad aunque el hermano mayor mantuviese ciertas perplejidades: «aun entiendo este fructífero porvenir como probable, creo que no es este el ideal a tus aficiones», y añadía: «mas inclinado te veo por naturaleza a los estudios de civil – sin olvidar a – Internacional ¿no necesitas al menos dos idiomas y conocerlos muy bien?».

 Dejando de un lado las oposiciones a abogado o a cátedra, la sensación que se percibe leyendo la correspondencia entre Onésimo y los suyos, refleja una cuestión más intrínseca y, tal vez, de mayor agravio para el joven. En su momento, Onésimo había confesado al amigo Cuesta que a finales del verano de 1927, su única prioridad era aquella de emprender cuanto antes el viaje hacia Mannheim; por lo que el retraso burocrático, añadió desde el comienzo de la aventura alemana «un mes más en mi ya dolorosamente detenida carrera». Sin embargo la salida hacia el país germano fue sin duda un momento de alivio, aunque las incertidumbres y las preocupaciones no se alejaron del joven español. Como ya hemos visto, el primer periodo en Mannheim fue de intensa aproximación al idioma, aunque a los casi 5 meses de su llegada – hablando confidencialmente con Ángel Herrera – seguía manifestando su disconformidad acercadel nivel adquirido.

Aparentemente no le faltaron los estímulos para tener la cabeza ocupada, pero Onésimo vivía envuelto en una especie de consuetudinario aislamiento. Anton Burkard era un claro referente allí pero más que con él, Onésimo parecía no tener suerte en el intento de enlazar nuevas amistades. Otra persona con la que se escribía el joven, percibió la sensación de desorientación y desasosiego que originó no pocas dudas en las cartas enviadas por el vallisoletano:

"No convendría, puesto que has salido de casa, que viajes como las maletas sin aprender nada, y te confinases en un estúpido aislamiento. ¿No tienes ahí el Paradeplatz o las riberas del Neckar para salir de paseo? Así aprenderás no sólo el  alemán sino el espíritu del alemán. […] A mi me parece que no debes de querer ser más de lo que debes ser. Mientras seas joven seglar no debes aspirar a ser novicio ni viajar de ese modo recluido. Muchas cualidades buenas tienes y no te entre la vanidad pues todo es de Dios; pero conviene que las encauces, primero asegurándote tu porvenir y después Dios dirá».

Es evidente que el P. Gonzalo Herrero, otro íntimo confesor, había percibido no sólo un problema social, sino también espiritual en Onésimo; pero no era el único. En los mismos días, Andrés acudía en el intento de apaciguar las dudas del hermano, afirmando que «cada uno hará mas bien según lo que valga y tenga que seguir la ayuda del prójimo. Por eso hay que prepararse a luchar adquiriendo conocimientos, dinero y salud». Tampoco faltaron en este delicado momento las palabras de otro íntimo de Onésimo, el P. Luis Herrera Oria que le animó a buscar una salida a este estado de incertidumbre.

A partir de la primavera de 1928, el español parecía dar señales de recuperación. El primer indicio del cambio fue la participación en un viaje – no sabemos si organizado por la Handels-Hochschule o por su cuenta – hacia el sur de Alemania. Se desplazó por la región de Baviera, visitando con seguridad su principal ciudad, Munich; no faltó siquiera un traslado más al sur, concretamente a Austria, donde disfrutó de una breve excursión a su capital, Viena. El viaje pareció surtir un buen efecto y desde luego fue un alivio para el hermano quién comentaría:

«Me parece que haces bien en realizar esos viajes. Así puedes distraerte un poco de lo penoso que pienso que te será ya a estas alturas ese casi aislamiento en medio de tanta gente. Y al menos la novedad de las cosas que veas en los viajes te distraerá algo para que puedas aguardar con más respiro lo poco que te falte para venir»

Poco después, entre finales de abril y comienzos de mayo, Onésimo tendría ocasión de viajar nuevamente. Esta vez fue hacia el norte, siguiendo el curso del Rin, y concretamente a las ciudades de Bonn y Colonia. La razón principal de este viaje fue la Exposición Internacional de Prensa (Die Internationale Presse-Ausstellung) que se inauguraba en Colonia el día 12 de mayo, bajo la atenta mirada de la comunidad internacional. El promotor del viaje fue sin duda Ángel Herrera Oria; éste último había fundado en 1926 la Escuela de Periodismo en Madrid, bajo la dirección de El

Debate, órgano político de la ACNdP. Teniendo en consideración la pasión que Onésimo tenía por el periodismo, Ángel Herrera invitó al joven a viajar a Colonia para visitar la primera exposición dedicada expresamente a la prensa. El viaje se aprovechó también para poner en contacto a Onésimo con un conocido del director de “El Debate”, el Dr. Josef Froberger. Éste era un exponente político del Zentrum alemán, además de ser el director del principal periódico local, el Kölnische Volkszeitung.  A parte de su adhesión al círculo católico alemán, el Dr. Froberger era un conocido exponente de la política local; en la inmediata posguerra había teorizado la constitución de la “República Renana”, basándose en el principio wilsoniano de autodeterminación y asimilando la ‘Renania’ como una entidad autónoma, decretada a través de «la continuidad unitaria del Reich, reforzando su ideal nacional […], pero sin la obligación mantenerse atados a la autoridad prusiana».

 Desconocemos si el encuentro se produjo para hablar, además de asuntos periodísticos, también de política pero es indudable que la cercanía a influyentes políticos del Zentrum acabó por fascinar al joven español.

La cuestión periodística fue sin duda un elemento muy importante durante la estancia alemana. Onésimo se había iniciado a la lectura de órganos de prensa a través de El Debate, diario del que no ni siquiera se separó en Alemaniay que proporcionó material didáctico para las clases del Prof. Burkard. Andrés le recordaba, haciendo referencia al periódico Diario Regional de Valladolid, que «si de algún asunto puedes mandar algo al periódico, hazlo, que esto está pobre». Cada ocasión era buena, como después de la visita de su hermano a la Exposición de Colonia: «Estaba esperando estos días que mandaras alguna croniquilla para el periódico […] no hubiera dejado de tener lectores una breve reseña de la exposición de prensa por la excepcional importancia que esta tiene».

Diario Regional S.A. había nacido en 1926 por voluntad de, usando las palabras de Pablo Pérez, unas «fuerzas vivas del catolicismo militante» de Valladolid y su Estatuto se basaba en el mismo de El Debate, órgano con el que era política e ideológicamente afín. En 1928 el diario se encontraba sin embargo con problemas financieros y «a punto de desaparecer de la escena vallisoletana»; Andrés se preocupaba de contribuir con dinero al comité “pro acciones Diario Regional”, mientras Onésimo habría de dedicarse más a rellenar sus espacios, dando un primer tímido paso hacia el periodismo. Le comentaba el P. Ayala: «tus trabajos en coleccionar recortes te harán el bien de llamarte la atención sobre puntos interesantes de la acción católica, aparte del provecho más directo que podrían proporcionarte, si al fin te orientas en el sentido del periodismo». Tan sólo dos meses después, Diario Regional estaba a salvo, aunque quedaba mucho por hacer.

Paralelamente al asunto periodístico, en las cartas de Andrés hay continuas referencias a los Propagandistas. Los movimientos de la asociación eran supervisados con atención por el hermano mayor que procuraba no dejar oculto ningún detalle. Onésimo descubrió así que con la salida del P. Enrique Herrera Oria «acaso definitivamente a Madrid […], estamos los propagandistas [de Valladolid] sin dirección», exhortando sin embargo a seguir adelante con las tareas encomendadas al reducido grupo local, como en el caso del ‘archivo periodístico’.

A comienzos de abril se celebró en Salamanca la “IIº Asamblea regional castellano-leonesa”, en la que Andrés participó en calidad de secretario del grupo de Valladolid. Como ya había hecho otras veces, el hermano mayor relató las charlas mantenidas con algunos de los participantes: el P. Luis Herrera, el amigo Cuesta, el P. Ángel Ayala y el presidente, el P. Ángel Herrera particularmente interesado en tener noticias de Onésimo y sus propósitos para el nuevo curso. A consecuencia de la reunión de Salamanca, Andrés comentó al hermano su deseo de participar en el retiro espiritual de los Propagandistas, previsto entre finales de julio y agosto en la ciudad francesa de Grenoble.

Aunque la cuantiosa correspondencia puede interpretarse como una obligada dependencia de Onésimo con la actualidad de su país de origen, el español acabó por mezclarse entre la sociedad alemana, siguiendo los ya citados consejos del P. Ángel Ayala y del P. Gonzalo Herrero. La principal preocupación del joven era la preparación didáctica de los “seminarios de español” en la Escuela Superior de Comercio (Handels-Hochschule), aunque parece lógico que el español acabaría presenciando el ferviente momento político de la Alemania de Weimar.

Con las Reichstagswahl (elecciones al Parlamento) de mayo 1928, el Onésimo pudo observar como evolucionaba la concurrida campaña electoral en Mannheim que, aunque destacó casos de enfrentamientos callejeros, reflejaba un clima de hostilidad muy común al régimen weimariano. Los escrutinios destacaron la gran fuerza de la SPD (socialistas) aunque el KPD (comunistas), el DNVP (nacionalistas) y el Zentrum– el primero a nivel ciudadano, los otros dos a nivel regional – se mantenían vivos; aparentemente débil y aún lejano del poder político era el NSDAP del aún ‘desconocido Adolf Hitler que, a través de su representante local, Robert Wagner, había logrado un efímero resultado.

Las elecciones de 1928 quizás no fueron un momento de grandes cambios políticos para la República de Weimar, pero sin duda representaron el comienzo de la radicalización ideológica del país. En su entorno más próximo, la Escuela Superior de Comercio, podríamos por lo tanto decir que Onésimo Redondo experimentó de alguna forma la ‘entrada de la política’ en las aulas. Por tradición, «estas agrupaciones procedían de una filiación cristiana o laica, pero no tardaron en constituirse otras, relacionadas con la realidad política de aquellos años»; de facto, la implantación de una ‘radicalización fascista estudiantil’ – aunque en su fase embrional – se produjo también en Mannheim:

«no se puede ocultar que los estudiantes filo-nazistas escasearon, aunque en la Institución prevalecieron unas posiciones intermedias donde la República no gozaba de muchos apoyos y fue defendida sólo con argumentos formales».

Fue durante el Sommer-Semester (2º semestre) de 1928 cuando se constituyó el primer núcleo del National-Sozialisticher Deutscher Studentenbund (NSDStB), siendo oficializado y reconocido entre las corporaciones estudiantiles en el siguiente año académico. La presencia de una delegación del partido nazi en Mannheim existía desde 1921, aunque no llegó a tener una cierta relevancia por lo menos hasta finales de los años veinte. Desde 1925 lideraba la facción local un amigo personal de Hitler, Robert Wagner, que habría de protagonizar el viraje autoritario y violento del nacionalsocialismo local; entre 1927 y 1928, ha de suponerse que el mismo Onésimo fue testigo personal de los enfrentamientos callejeros que oponían al proletariado socialista y comunista ante el conjunto de la Derecha radical.

Aunque algunos estudiosos han sugerido – aportando escasa documentación – que Onésimo pasó por un proceso de “nazificación” durante su etapa alemana, otros – en su mayoría testigos de la época – lo han negado rotundamente o han defendido una postura de mediación y observación acerca de este movimiento.

Es posible que para profundizar su conocimiento de la política alemana, Onésimo estuviese interesado en conversar con otro becario español, Antonio Bermúdez Cañete, asentado en Munich desde 1925. Éste último era un conocido propagandista cordobés que habría de ser un estrecho colaborador de “El Debate”, en calidad de especialista de economía y política alemana e inglesa. Aunque solicitó información a Ángel Herrera para poder entrevistarse con él, éste le contestó que «Bermúdez no está en Alemania; se encuentra actualmente en Inglaterra».

La conversación nunca llegó así a producirse, aunque no cabe la menor duda de que Onésimo no le perdió de vista. Serían los futuros artículos de Bermúdez, corresponsal de El Debate en Alemania desde 1931, en informar a Onésimo sobre el rápido avance del nacionalsocialismo alemán al que tanto se interesó durante su etapa de agitador político.

Con el aproximarse del final del curso, Onésimo aprovechó la ocasión para realizar algunos nuevos desplazamientos por Alemania. Viajó nuevamente hacia el norte, concretamente a la ciudad de Duisburg, para después visitar también Bochum y Dortmund. Particular atención prestó a su paso por los periféricos pueblos de Harpen y Lütgendortmund, donde quedó impresionado no sólo por la magnitud de la superficie dedicada a las infraestructuras industriales, sino también por el intenso tráfico y la productividad de aquella zona. Sin embargo, el último viaje habría de ser el de sunregreso a España.

Aunque Andrés tenía planeado viajar a Grenoble con los Propagandistas, es de imaginar que la larga separación del hermano pudo con sus vacaciones, prefiriendo por ello quedar con él. Para confirmar esta tesis, parece que Andrés fuera a Alemania en coche y que el encuentro se produjo en Friburgo; allí Onésimo tenía algún contacto en Universidad Internacional Católica, gracias a la mediación de Ángel Herrera Oria. Otro indicio de este encuentro proviene del amigo Agustín Íscar Alonso, que a comienzos de mayo de 1928, escribiendo desde Italia, le comentaba: «Viaje a Freiburg. […] No me decido a sacrificar al placer de la reunión amistosa, las instrucciones y emociones de la visita a la Ciudad eterna [Roma]. Conocer a Italia primero y luego pensar en Alemania. ¿Aplazamos, pues, nuestra entrevista para Agosto, cuando yo también regrese a España?».

Aunque no sea posible reconstruir con precisión el desarrollo de los últimos meses de la estancia de Redondo en Mannheim, la correspondencia que seguirá manteniendo durante los años sucesivos con conocidos del lugar nos demuestra que el español fue capaz de ampliar su red de contactos.

Poco antes de la despedida, el final del curso le reservó una última agradable sorpresa. El 6 de julio se celebró el vigésimo aniversario de la fundación de la Handels-Hochschule, asistiendo en ella todo el cuerpo docente de la escuela; durante la gala, el Rector Walther Tuckermann no se olvidó de aquellos que habían contribuido a «profundizar el conocimiento de las clases de idiomas, como en el caso del español y del inglés, llevado a cabo por los jóvenes [lectores] nativos». Fue un pequeño homenaje a la labor de asistencia llevada a cabo por Onésimo y por su compañero de inglés, que así se despedían oficialmente de la Escuela.

Sin embargo, la fructífera colaboración de Onésimo con la Handels-Hochschule y especialmente con el Prof. Burkard, no terminó aquí. Durante aquel año académico el profesor había pedido al vallisoletano su específica colaboración para realizar una obra dedicada al estudio social, histórico, político y económico de España; al respecto, el joven español se preocupó de coleccionar múltiples recortes de periódicos (sobre todo de El Debate, muchos de los cuales habían sido utilizados en las clases) y empezó a escribir breves ensayos sobre diferentes temas socio-políticos del país ibérico.

La vuelta a su tierra de origen, obligó al joven a prolongar su colaboración durante buena parte del año 1928, aunque fue tan solo al siguiente, cuando el texto titulado “Fisonomía de la España moderna”, salió a la venta como manual académico (en idioma español) en Alemania.

Esta larga colaboración no ha de extrañar, ya que por lo visto el profesor alemán quedó muy satisfecho de la labor desarrollada durante sus clases, destacando su agrado en la memoria final anual: «Am Ende des Sommer-Semesters schied der Assistent für Spanisch, Herr Redondo-Ortega, wie vorgesehen, aus der Hochschule aus. Seine Aufgabe erfüllte er gewissenhaft und zufriedenstellend».

Entre finales de julio y comienzos de agosto, Onésimo quedó por fin con su hermano Andrés y posiblemente con el amigo Agustín Alonso para emprender el viaje de vuelta hacia España. Según Mínguez Goyanes, recorrieron Centroeuropa – con toda probabilidad pasando por el norte de Alemania y Francia – antes de concluir la ruta, ya a mediados de agosto, en su añorada Valladolid.

Onésimo regresa a España impresionado por la República de Weimar. Los alemanes,condenados a increíbles reparaciones de guerra, se afanan en trabajar y salir adelante, liberándose de este modo de las pesadas cadenas impuestas en la Paz de Versalles. El sindicalismo alemán, la organizacióndel trabajo… Onésimo vuelve fascinado y con hambre de justicia social.


Monumento a Onésimo asusta a Rajoy




3) De abogado a sindicalista agrario.


3.1 Años de formación (III): entre la profesión jurídica y el interés para el método sindical (1928-1930).



Al volver de Alemania el joven reencontraba por fin su tierra natal, aunque esto significara volver a confrontarse con una difícil realidad. Su vida había cambiado mucho desde su salida hacia la ciudad de Mannheim, pero al volver atrás se daba también cuenta de que en España – y más concretamente en Castilla – las cosas seguían iguales que siempre.

Atrás quedaba una experiencia que pese a sus difíciles comienzos, los primeros solitarios meses de adaptación a la cultura y al idioma alemán, se había luego desarrollado a la sombra de una expectante vida social y política. Allí Onésimo había dejado de un lado sus preocupaciones, recorriendo buena parte de la ribera del Rin, visitando importantes ciudades del norte y sur de Alemania o profundizado su conocimiento político mirando al ejemplar partido del Zentrum. Al volver a España, por primera vez después de casi un año, se encontraba frente a un país donde la dictadura del general Primo de Rivera seguía aparentemente inalterada y donde el estancamiento económico (además de la incógnita política) empezaba a indicar evidentes problemas organizativos.

Pero había algo que con más fuerza pesaba sobre al joven y que correspondía, más que al régimen, a la necesidad de enfrentarse nuevamente ante su futuro social y laboral. Si la oposición a abogado del Estado ya no se contemplaba como una prioridad, a la luz del intercambio epistolar mantenido con Andrés y Agustín Alonso aún así se consideraba el ejercicio profesional como una – quizás la única – posibilidad cara al porvenir.

Según su amigo Agustín la cuestión más importante era seguir en esta línea, por lo que le comentó que «no te separes de tu Dº. [Derecho] Civil y bien sea prácticamente – A. [Abogado] del Estado, bufete – o científicamente – Cátedra – o de ambos modos al tiempo – Sánchez Román, el Prof. de Madrid tiene excelente bufete –, sigue dedicándote a él».

Antes de tomar cualquier decisión, Onésimo volvió a entremezclarse con su Valladolid y falto de recursos económicos, no le quedó otro remedio que aceptar la propuesta de su hermano Andrés trasladándose nuevamente al piso contiguo a la céntrica calle Santiago.

Su primera tarea en la ciudad del Pisuerga fue la de organizar la visita de Anton Burkard, por entonces todo un amigo, en su nueva gira por España. El profesor alemán se encontraba, al poco tiempo de haberse despedido de Onésimo, en el norte del país –concretamente en Santander – para reanudar los cursos de formación lingüístico-cultural empezados el año anterior. Según comentaba al amigo vallisoletano, su paso por Valladolid estaba previsto para comienzos de septiembre, momento en el que además el profesor alemán pretendía aprovechar el tiempo para ultimar las correcciones del ensayo en el que Redondo había colaborado.

En el encuentro se habló precisamente de estas revisiones, pero asimismo el vallisoletano aprovechó la oportunidad para presentar alprofesor a su amigo Lázaro Ercilla Ortega, hermano de Jesús, un viejo amigo ycompañero detrás de los bancos del Lourdes. Y Lázaro, que le causó una buenaimpresión, acabaría – gracias a Redondo – siendo invitado a Mannheim dondeempezaría poco tiempo después su práctica como lector de español para el curso1928/1929.

Con la llegada del otoño, Onésimo pareció tomar una decisión definitiva sobre su próximo futuro laboral. Aparentemente, apoyándose en su hermano recién ascendido adirector de la sucursal del Banco Hispano-Americano en Salamanca, empezó a ejercer como asesor jurídico para caucas civiles y privadas. Siguiendo los consejos de quienes le habían sugerido instalar un bufete de abogados (y sin duda gracias a la financiación del hermano), empezó a gestionar asuntos administrativos, civiles y de Hacienda, tal y cómo lo demuestran las prácticas llevado a cabo por el amigo Agapito Guerra o en el asesoramiento familiar sobre una compraventa de tierras.

Pese a los afortunados inicios, la actividad laboral se vio algo alterada cuando Onésimo fue encuadrado en el 32º Regimiento de Infantería de San Quintín (Valladolid), por cumplir con la edad reglamentaria para cumplir con el servicio militar. Es probable que su permanencia en el ejército empezara en octubre, prolongándose esta hasta el verano del año siguiente. Lo curioso es que de alguna forma el joven abogado logró compaginar el trabajo con el servicio militar; pues, como refirió su hermana Eugenia,  

«tenía muy poco espíritu militar, e incluso no era muy disciplinado. Alguna vez llegó a escaparse del cuartel para atender labores del sindicato remolachero, lo cual le costaría varias estancias en el calabozo del regimiento».

Una declaración irrefutable, ya que en el archivo familiar se han encontrado no pocas prácticas jurídicas llevada a cabo precisamente durante aquellos meses.

De esta época destaca también la estrecha relación que Onésimo seguía manteniendo con Alemania. Entre otoño de 1928 y comienzos de 1929, el joven se escribía con frecuencia –además que con Burkard – con otros dos conocidos: el P. Ulrich Siebermann y Herman Meyer. Con el primero, un fraile de Mannheim, Onésimo mantuvo una correspondencia íntima y destacadamente espiritual; Siebermann se interesaba tanto por la devoción y rectitud religiosa del español, como por sus tareas laborales y no dudaba en confesarle – quizás por su interés en volver a aquel país –sobre la difícil situación de una Alemania que aún arrastraba el problema de la derrota social, además de su profunda crisis económica y moral. Al respecto, le comentaba:

«Die Geschäftslage in Deutschland wird immer Kritischen, wie hat wird immer grosser. Der verlorene Krieg macht sich jetzt erst richtig gellend. – Ihr habt wieder eine kleine Kirche in Euren Ländchen gehabt!? Wir geht es ihr gesundheitlich? Vergiss mir ja das Beben nicht! Ob ich mal nach Spanien komme?».

Con Meyer la conversación era más sobria. Se centraba en la cultura española, ya que éste era alumno de la Württembergische Kunstgewerbeschule (Escuela de Artes y Oficios) de Stuttgart. Además, el alemán destacaba si interés por la Exposición Universal de Barcelona de 1929, a la que pensaba asistir para presentar sus creaciones artísticas hechas de cristal. El intercambio entre los dos se prolongó durante muchos meses y se realizó no sólo a través del envío de material (prensa y revistas) publicado en Alemania, sino también se caracterizó por los largos debates sobre la literatura española y, sobre todo, en cuanto a la situación política (internacional) de aquel momento.

Mientras Onésimo mantenía viva esta correspondencia, un importante cambio que marcó definitivamente su futuro fue el traslado a un nuevo domicilio a lo largo de la primavera de 1929. Redondo dejó su viejo piso de la calle Santa María por otro en un edificio de la entonces llamada Avenida de Alfonso XIII – en la actualidad Acera de Recoletos – contiguo a la plaza Zorrilla. Allí, Onésimo fue introducido al representante de la familia Alonso-Pimentel, Millán Alonso Lasheras, probablemente por su hermano Andrés, ya que éste era un reconocido empresario y abogado local, además de ser un viejo conocido de la familia Redondo.

Poco tiempo después, fue el mismo Millán Alonso quién introdujo a Onésimo en el mundo sindical, acercándole al recién constituido “Sindicato de Agricultores de Remolacha de Castilla la Vieja”. Éste no era un sindicato ex-novo, sino una reorganización del viejo sindicato azucarero vallisoletano que, en abril de 1929, se había transformado en una agrupación de carácter regional.

El comienzo de la actividad sindical fue posible gracias a la antigua amistad entre Millán Alonso y Filemón Álvaro Prieto, sucesor y presidente del renovado sindicato. Probablemente a efectos de la mediación del primero y también gracias a la formación académica de Onésimo, éste no tuvo dificultad en contraer un empleo en la federación, asumiendo el cargo de secretario asesor del sindicato.

El abogado llegaba a la agrupación en un momento crucial. La idea de base promovida por Millán Alonso y por el presidente Filemón Álvaro, trataba de potenciar el asociacionismo agrario azucarero, con el propósito de crear una grande asociación de los productores de remolacha de la región; el fin era hacer de Castilla el núcleo azucarero más importante de España, aunque para ello hacían falta socios e infraestructuras.

Tal y cómo se le exponía en la sede del sindicato, el primer trabajo de Onésimo correspondería precisamente en conseguir estos objetivos; empezaba así una nueva aventura y su definitiva aproximación al mundo sindical.

«Sus primeros pasos, al incorporarse a él [sindicato], fueron de propaganda y captación. Su labor fue recorrer los pueblos de Castilla, explicando las ventajas que podían derivarse de la unión […]. Después, fue la construcción de acequias para irrigación y adquisición de terrenos para la edificación de una nueva fábrica azucarera que rompiera el monopolio».


3.2 El adelanto político: entre el ‘Sindicato Remolachero’ y el ‘partido de los agricultores’. Hacia un primer núcleo doctrinal (1930-1931).


Durante los primeros meses es probable que el trabajo administrativo fuera muy intenso. Onésimo se vio ocupado en la redacción del Estatuto del sindicato, reorganizado por completo respecto al anterior, en el que se marcaron de forma especial los derechos de los campesinos asociados y las retribuciones que habría de repartirse a través de los beneficios inducidos por el asociacionismo.

Él mismo se encargó de redactar algunos párrafos del nuevo
estatuto en el que se prestaba especial atención a la repartición de los beneficios de la venta, la mejoría de
los cultivos, la organización de cursos de enseñanza técnica agraria, etc. El Estatuto se publicó en 1930
con  el  nombre:  «Reglamento  del  Sindicato  de  Cultivadores  de  Castilla  la  Vieja».

El abogado se implicó enormemente en su nueva labor sindical. Además de dedicarse a los Estatutos, recurrió a muchos de los pueblos de las provincias de Valladolid, Palencia y Burgos con el objetivo de captar nuevos socios; no dudó ni siquiera en utilizar sus contactos para mejorar la situación del sindicato, escribiendo sobre la posibilidad de adquirir – directamente desde Alemania y a un buen precio – maquinaria agrícola.

 En una carta de julio de 1929 le contestaba su amigo Meyer: «En  Stuttgart  no  existe  una  fábrica especializada en  maquinarias  agrícolas, pero puedo ir la próxima semana, un día, a un pequeño pueblo donde  quizás  encuentre  lo  adecuado»

En cierto sentido, podríamos decir que a través de esta nueva actividad laboral, caracterizada por el frecuente contacto con la realidad del agrarismo castellano y la responsabilidad adquirida con su cargo, Onésimo se sumergió en una larga y significativa reflexión que afectaría mucho a su porvenir.

El abogado concibió, desde un punto de vista conceptual, una relación entre el entorno agrario – algo que no era nuevo para él – y el elemento sindical, llegando a concebir el mundo político con ojos distinto.  Este  proceso  evolutivo  del  pensamiento  de  Onésimo  tuvo  sus  bases,  no  cabe  duda,  en  dos  núcleos formativos  del  joven:  por  un  lado  en  la  formación “propagandista”,  basada  en  la  educación  y  la contemplación cristiana del mundo, mientras por el otro en la influencia de la actividad sindical que le llevó  hacia  la  asimilación  del aspecto  “socializante”  del  sindicalismo,  con  sus  especial  vinculación  al mundo agrario.

Se trataba de una especie de lenta pero gradual metamorfosis en la que Onésimo fue considerado, además de un «reorganizador del sindicato de arriba a abajo», todo un referente de la futura idea sindical y nacionalista:

«Todavía no era un sindicalista y crea, como principal obra constructiva, un Sindicato potente. Esta posición, que le permite una ideológica concepción desde el punto de vista económico, ha de ser trasladada más tarde al terreno político».

"Debemos acorralar con un genuino movimiento revolucionario todas las formas de usura, incluso esa moderna que consiste en pagar al labrador por sus productos un mínimo bastante para que no muera y siga trabajando, pero insuficiente para que sostenga decorosamente a los hijos que da a la patria y condenado a no mudar nunca de suerte. El campo debe echarse encima de los acaparadores que hacen grandes fortunas con solo estudiar sobre la mesa del café el modo de tiranizar a los productores con la especulación"

Al finalizar el año, Onésimo se encontraba absorto en el trabajo de redacción del nuevo Estatuto del sindicato que, aunque de allí a poco finalizado, fue luego objeto de numerosas revisiones que él mismo realizó. Por entonces, reanudó también los viajes en representación del sindicato como en el caso de su participación al «Mitin Remolachero organizado por la Unión Regional de Remolacheros de Álava y Miranda de Ebro» en octubre o su presencia en la «Asamblea de remolacheros» organizada por la Unión Regional de Remolacheros en noviembre, siendo el primero en hablar entre los representantes locales.

Finalmente, a comienzos de 1930, el Estatuto estaba listo para su presentación a la asamblea del sindicato, quedando aprobado el 8 de febrero. El “Sindicato de Cultivadores de Remolacha de Castilla la Vieja” – más comúnmente conocido como Sindicato Remolachero – se había convertido definitivamente en una realidad.

Dejando de un lado el sindicato, cabe decir que la amistad entre Onésimo y los Alonso-Pimentel fue fructífera también respecto a otra cuestión. Una joven, Mercedes Sanz-Bachiller Izquierdo, visitaba muy frecuentemente a esta familia debido a su amistad con la hija del matrimonio, Sara Alonso Pimentel. Las dos se habían conocido años antes por haber sido compañeras de clase en el Colegio de las Francesas, aunque Mercedes vivía en el como interna ya que sus padres habían fallecido tiempo antes. Mercedes era una chica tímida y reservada, que acababa de regresar de París donde había cursado parte de su año escolar; pasaba muchas horas en la casa vallisoletana de los Alonso-Pimentel, ya que para ella Sara era prácticamente como una hermana y Millán y su esposa Carmen casi unos padres.

Mercedes había nacido en 1911 en Madrid, aunque su familia era originaria de Montemayor de Pililla (provincia de Valladolid). Los padres se habían separado durante su infancia por lo que ella vivió buena parte de su juventud con la madre en Montemayor. Al fallecer ésta última en 1925, Mercedes siguió en el Colegio  Francés  también  después  de  la  estancia  de Paris,  visitando  por  largo  periodos  a  la  abuela  en Montemayor. 

Con la excusa de las frecuentes visitas de Onésimo a Millán Alonso por cuestiones relacionadas con el sindicato y por vivir en la vivienda de al lado, el joven no tardó en fijarse en la desconocida amiga de Sara. A comienzos de junio de 1930, concretamente el día 11 según recuerda Mercedes, vio por primera vez a Onésimo en el ascensor del edificio, mientras subía acompañada por Millán Alonso. Al día siguiente, invitado por los Alonso-Pimentel, Onésimo conoció a la chica, empezando un breve noviazgo que acabaría, al año siguiente, en matrimonio.

No obstante, el verano de 1930 fue un auténtico calvario para Onésimo. Alternando su vida profesional con la privada, tuvo que conciliar los numerosos viajes a cargo del sindicato, la relación a distancia con Mercedes, los asuntos familiares, el problema de los escasos ingresos y también, su cada vez más evidente pasión por la política. Como secretario del sindicato remolachero, Onésimo tomó parte en una comisión encabezada por Millán Alonso que tenía el objetivo de encontrar fondos para erigir la primera fábrica azucarera “sindical” de la región, habiéndose por ello comprado un lote de terreno edificable en Venta de Baños.

Según los planes del joven, la buena gestión de todo el asunto con la Ebro-Compañía de Azúcares y Alcoholes de Zaragoza, no afectaría más a las antecedentes incomprensiones que se habían producido entre el sindicato y la misma; pues el mismo representante de la Ebro-Compañía le comentaba que  «a nosotros no nos sirve de satisfacción que el Sindicato sufra perjuicios, al contrario, veríamos con agrado que se desenvolviera sin agitaciones y que su vida tuviese el auge que todos nosotros le deseamos sinceramente. No he de hacerle á usted otras consideraciones que las que á la fábrica atañe, po.e [por que] no puedo ni debo pisar terreno que aquel que no esté vedado para mí».

Sin embargo, Onésimo seguía convencido de la viabilidad del proyecto. No era sólo una cuestión del sindicato, sino que este afectaba también a su vida privada; tras una nueva reunión en Burgos comentaba: «he venido hoy con la seguridad, puede decirse que total, de que la fábrica se hace. Ya solo puede estorbarlo algún suceso raro e improbable, del todo imprevisto. Y, además, depende, como ha estado dependiendo todo esto, de una parte grandísima, decisiva, de mí. […] Es fácil por tanto que nos casemos este año».

Durante el mes de julio, Onésimo viajó con frecuencia a Burgos, San Sebastián y Madrid. Aunque los acuerdos para la edificación de la fábrica fueron empeorando, el secretario seguía al frente del sindicato decidido a hacer todo lo posible para solventar la situación.

«No te puedo decir hoy que las cosas estén mejor. Las mayores probabilidades son de que la fábrica se hará, pero hay dificultades y algún desengaño respecto a la posición y derechos del Sindicato: La monta de esto depende mucho también de cómo vayan las cosas aun hecho la fábrica: por eso mi puesto seguirá siendo la lucha»

No desistió ni siquiera con los planes para la boda, aunque el mayor agravio seguía siendo el económico debido a los gastos del enlace y al alojamiento; escribía al respecto en agosto: «Parece que sí se irá haciendo ambiente en casa para que lo nuestro sea en noviembre al final. Como el 30 es el primer domingo de Adviento ese día se cierran las velaciones». A fin de cuentas, lo que más le importaba era que tanto su hermano Andrés como Millán Alonso, estaban por la labor de su casamiento:

«Hoy hemos estado en casa de D.Millán. Íbamos Luis, mi hermano y yo. D.Millán
se agregó en Sardón y nos fuimos a visitar varias fincas. En casa de D.Millán se habló (¿cómo no?) de nosotros. Cada vez se va dando por más cercana nuestra
boda».

Cabe destacar que el hermano mayor parecía ser el más optimista, ya que Onésimo – sin descanso – comentaba a Mercedes lo que «dice Andrés: Víctor en Septiembre, la Eugenia en Octubre y Onésimo en Noviembre… y él dice a la gente que es porque “quiere echarme de casa”. Pero no es así».

Respecto a la obra del sindicato y tras unas aún dudosas reuniones en San Sebastián en agosto, el asunto de la fábrica se resolvió por fin en octubre. De vuelta al País Vasco a mediados del mes, Onésimo era conciente que sólo a través de una buena gestión iba a ser posible pactar una buena financiación para la construcción de la fábrica; y esta vez, no cabía ningún margen de error: «vamos a San Sebastián sobre el asunto. Es muy posible que sea la última reunión. Ponte a rezar». Finalmente, el encuentro con los inversores del proyecto fue satisfactorio y al día siguiente Onésimo confirmaba su agrado por correo:

«Ya está firmada la construcción de la Fábrica. Supongo en tu poder una carta que te escribí en el tren echándola en Burgos. Iba camino de San Sebastián y te decía que sería ya la gestión definitiva. Lo ha sido, en efecto, y favorable. El día 26 me parece que se pone la primera piedra, y tendremos un banquetillo en Palencia».

Pocos días después, el joven sindicalista presenció en Palencia la ceremonia de la colocación de la primera piedra, consciente de que, en buena medida, el mérito de esta obra era también suyo.

Además de las enrevesadas gestiones a las que le obligaba el sindicato, sabemos que durante esta época Onésimo no dejó de interesarse por otras actividades complementarias. Mantuvo viva la colaboración – aunque de forma más esporádica – con la ACNdP, intentando aprovechar los viajes con el sindicato y conciliándolos con las asambleas católicas. El 7 de octubre escribía desde Zaragoza donde se estaban celebrando los Congreso Catequístico Nacional y el de las Juventudes católicas al que participó.

 «Esta  ciudad  tiene  mucho,  mucho  de  gran  capital.  Yo  estuve  hace  dos  años  y  la  encuentro mejoradísima en tan poco tiempo. Mañana empiezan los actos del Congreso de Juventudes católicas a que vengo. Se está celebrando también el III Congreso Catequístico Nacional y hay aquí una inundación de sacerdotes. […] He venido una parte del viaje con el Sr. Arzobispo [de Valladolid, Remigio Gandásegui] que viajaba en el mismo coche. Volveré el 10 o el 11. No puedo quedarme aquí el día 12».

Si su interés por la política había surgido a través de la moral e ideario de los Propagandistas, no cabe duda de que Alemania significó un antes y un después para su formación. A raíz de un mayor contacto con la política activa de aquel país, Onésimo empezó a sentir – influenciado sin duda por el Zentrum y espectador del excepcional desarrollo de las agrupaciones radicales – curiosidad por estas grandes ideologías políticas. En parte este aprendizaje fue autodidacta, ya que su base jurídica conciliaba con su percepción “social” de la sociedad, al igual de lo que le comentaban algunos viejos conocidos:

«Con interes veo que Ud. ha fundado un syndicat [sindicato] para ayudar a los paisanos y supongo por eso que Ud. piensa muy social como yo. […] Conoce Ud. las obras del americano Jack London? Aquí se trata principalmente de problemas sociales pero escrito muy razonable y sobre todo con inteligencia. Yo encuentro muy interesante de realizar personalmente buenas ideas que sirven a los hombres. [...] Ahora en cuanto a los carteles para las elecciones le enviaré lo más pronto que me sea posible lo deseado, pero no soy cierto si puedo darle satisfacción completa como [con] estos grandes carteles en colores son hecho en las imprentas en Berlin (sobre todo los de las comunistas). Sin embargo espero que decir de punto objetivo que les Plakate de las comunistas son los mejores. Se ve muchas fotos (fotograbade) en las carteles. Por ejemplo: Un paíseano [paisano] con su mujer en el campo donde esta la recolección. El Hombre lleva encima de su cabeza un marto (martillo?) y la mujer una Sinchel (para cortar el trigo) y estos dos instrumentos se cruzan y este es el emblema deles [de los] Sowjets».

Su cada vez más explícito interés por la política empezó a ser desde estos estimulantes años una prioridad, caracterizando el resto de su vida hasta su prematura muerte. Su condición de sindicalista y de pensador independiente, le llevó a aproximarse brevemente al recién nacido Partido Nacional Agrario (PNA). Fundado en mayo de 1930 por Francisco Rodríguez Roldán en Valladolid, este grupo revindicaba  «la incautación del trigo extranjero, a fin de descongestionar el mercado; la ampliación del crédito agrícola a los labradores con toda clase de productos del campo; la prohibición de todo tributo sobre los vinos del país por parte de las entidades provinciales o municipales y, al tiempo, el inicio de la negociación de tratados favorecedores de la exportación de los vinos españoles; y, finalmente, la creación de un Banco Nacional Agrario y de un Montepío para labradores».

Según Pilar Calvo, la crisis del sector triguero y del campo en general, afectó considerablemente a la política local castellana, como para exigir un replanteamiento de la representación política.

Frente a la amenaza de desaparición de la Dictadura y de su ‘sociedad de orden’, fueron precisamente las federaciones agrarias las que cobraron mayor fuerza; «de ahí el radicalismo del campo, que estalla en Palencia y Valladolid en masivas manifestaciones de directivos, agricultores y alcaldes a primeros de junio de 1930».

A finales de octubre, en previsión del gran mitin del PNA en Valladolid, Onésimo colaboró con los agraristas para dar máxima difusión al evento, hecho que le mantendría ocupado durante un tiempo: «Mañana tengo que ir a seis pueblos del partido de [Medina de] Rioseco, y así ocuparé la semana que entra varios días».

Tras  los  días  de propaganda, Onésimo volvió a Valladolid escribiendo a Mercedes que ya había hecho el trabajo para los  agraristas. Curioso es la aparente implicación de Mercedes en la obra agraria, aunque más que política – hecho  muy  poco  probable  –  viene  más  bien  por  la  ayuda  financiera  que  la  joven  pudo  proporcionar  a Onésimo y al PNA; en una carta sin fechar, seguramente escrita entre el 20 y 27 de octubre, afirmaba el abogado:  «Ayer  hice  el  último  viaje  por  el  Partido  agrario.  […]  Pobrecilla:  has  hecho  tú  más  por  el Partido  agrario  que  yo.  Tú  lo  pagas  todo».

Se sentía atraído por esta mezcla de activismo político y sindicalismo agrario, hecho que sin duda le indujo a organizar un ideario cada vez más cercano a las necesidades del campo.

En unos apuntes que considero son de mediados de 1930, el ejemplo al que mira Onésimo es una vez más  al  caso  del  sindicalismo  católico  alemán.  Estudiando  los  beneficios  de  la  práctica  intensiva  en  la agricultura,  Onésimo  se  apoderó,  con  toda  probabilidad,  de  un  texto  del  economista  y  político conservador  alemán  Georg  Schiele  (Intensive  oder  extensive  deutsche  Landwirtschaft?,  Naumburg, 1924);  traduciendo  algunos  párrafos  del  mismo:  «Intensive  oder  extensive  Landwirtschaft?-  La  vida moderna exige la intensiva: el cultivo extensivo solo alimenta a los pueblos poco densos y de vida mísera. Sobre todo, las exigencias del Estado-Fisco y Tutor, obligan a una intensiva explotación del suelo, porque  las numerosas cargas contributivas solicitan una producción alta, que las soporte».

El domingo 27 de octubre a las 11 de la mañana, se celebró en la Plaza de Toros de Valladolid la multitudinaria asamblea que reunió, según la crónica de la época, más de 10.000 agricultores.  Roldán, frente al éxito de su iniciativa, afirmó que «España está pendiente de vosotros; aprestaos para salvar el campo, pero sin consentir intromisiones ni oligarquías. Nuestro lema debe ser solamente: Agrarismo y españolismo».

Una proclama que, no cabe duda, captó la atención de aquel joven sindicalista interesado en hacer de la política, el emblema de su futura campaña ética y social:

«Ahora hablaré de ese “materialismo” que en mí crees sorprender. Te aseguro que muchas veces te verás obligada a reprenderme por excesivo idealismo. Miro con valentía natural, no lo dudes, las dificultades de orden material que me amanecen siempre que me encuentro seguro de asistir con mi conducta a un ideal digno».

Pese a las numerosas tareas profesionales y políticas, la principal preocupación de Onésimo por estas fechas seguía siendo la boda con Mercedes. Si a comienzos de verano de 1930 el agobio era más bien por cuestiones económicas:

«Tengo que decirte que de las 3.900 pts. que veías de saldo favorable en mi cuenta, mejor miradas las cosas hay que rebajar por lo menos de  1.500 porque sencillamente  he gastado  más de los que pensaba (unas  5.000  pts.  este  año,  de  7.500  que  hasta  ahora  he ganado).  Entre  mi  padres,  Víctor,  y  gastos  de aquí… ¡Fíjate! Cierto es que según ese cálculo varios de los muebles del despacho me pertenecen porque los he pagado yo. Y los libros».

 Más adelante las cosas fueron mejorando quedando todavía patente la dificultad de poder establecer una fecha concreta para el enlace.

 En un documento de noviembre de 1930, tenemos una clara panorámica de los ahorros de Onésimo. Entre  ellos  fueron  anotados  los  gastos  para  la  boda  (total  de  500  pesetas)  y  sus  ingresos:  los  gastos anticipados de la Sociedad “Ebro” (958 pts.), 5 meses de honorario (2500 pts.), Honorario del Sindicato no percibido aún (196 pts.); se anota también una cantidad recibida por el PNA, debido a gastos por el partido (121,60 pts.). 

La esperanza de que la boda fuese en noviembre perduró hasta finales del verano pero, debido al retraso de los asuntos sindicales, Onésimo tuvo que acabar por justificarse afirmando que «tengo cada vez más esperanzas de que nuestras cosas se arreglen para que en Noviembre sea. Por ahora diremos “que en diciembre” – Pero tienes que venir a vivir a Valladolid en Octubre».

Por lo visto, entre los familiares había opiniones distintas. Andrés era el más favorable a la unión, así como Víctor y posiblemente algunas de las hermanas que habían conocido personalmente a Mercedes en Sardón de Duero. Buenaventura Redondo y Juana Ortega, los padres, parecieron sin embargo vacilar tras recibir una nota escrita por mano del hijo. Una vez solucionada la cuestión de la fábrica del sindicato, Onésimo se entregó por completo a la boda.

Siguiendo los consejos de Enrique Herrera el joven empezó a buscar un hogar donde mudarse con Mercedes una vez casados, así como calcular los gastos previstos para el matrimonio. Tras unas semanas dedicadas exclusivamente a los gastos, a los frecuentes cambios de fecha y a la resolución de problemas de todo tipo, la cuestión del matrimonio parecía ser imposible a realizar. Aunque la fecha se había trasladado oficialmente al 27 dediciembre, no se descartaba finalmente trasladarla al año siguiente. En el medio de las dificultades, el abogado no podía hacer otra cosa que exhortarse a sí mismo y a su futuramujer:

«Mi deber es casarme. Ahora no hay más que mirarlo con serenidad, con alegría, con cierto frío atrevimiento que me gusta a mí poner en las empresas donde siendo impulsado por el deber y el amor o bien por la necesidad, tengo que medirme con la realidad o la sospecha de dificultades al parecer superiores a las propias fuerzas».

Fue al recibir una nueva carta del padre cuando el joven desistió en su afán y se dejó convencer para celebrar la boda con más calma y más adelante. Sólo a comienzos del nuevo año, 1931, la situación iba a mejorar; Mercedes se trasladó desde el pueblo a Valladolid y durante el mes de enero pudieron organizar conjuntamente y al detalle la boda.

Onésimo encontró un piso contiguo al donde vivía (que era también domicilio del hermano Andrés), en la Avenida Alfonso XIII. Tras la muerte del comerciante de harinas José María Zuazagoitia, conocido a través de Jesús Carlon, se acordó con el propietario de la vivienda, para poderse trasladar allí. Según la posibilidad de convertir  las oficinas de Zuazagoitia en vivienda, se firmó el contrato el 31 de enero de 1931,  mudándose  definitivamente  la  pareja tras  el  enlace  de  febrero.  Cfr.,  Juicio  verbal  civil  de  César Mantilla con Onésimo Redondo, AHPVA, Juzgado de Paz y Municipales, Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Valladolid, caja 2973, nº 216. Hay una referencia a la muerte de Zuazagoitia en las
cartas que se intercambiaron Onésimo y Mercedes durante el verano: «He estado en Palencia con D. Jesús Carlón y su señora me ha comentado todo lo que han hablado de ti y de mí con Mari Zuazagoitia y con otra no sé qué amiga tuya de la calle Mantilla. […] Ha muerto el abuelo de Mari, el Sr. Zuazagoitia, que era  cuñado  de  Jesús  Carlón»

Según la documentación del Registro Civil de Valladolid, se casaron frente al Juez municipal el día 11 de febrero mientras el matrimonio se celebró en la Capilla del Palacio Arzobispal el día después, con la presencia de familiares y testigos: Jesús de la Fuente y Millán Alonso Lasheras para Mercedes, Agustín Íscar y Luis Martín Alonso para Onésimo. En un primer momento la pareja se trasladó a Madrid con la intención de emprender el viaje de boda a Andalucía, repitiendo – más o menos – la ruta que su hermano Víctor había hecho tras su boda.

Todo parecía haberse por fin arreglado aunque a los pocos días de emprender la ruta, Onésimo y Mercedes tuvieron queregresar urgentemente a Valladolid; Buenaventura Redondo, el padre de Onésimo, se encontraba en serios apuros judiciales y el hijo era el único – en calidad de su posiciónde abogado – en grado de poderle ayudar. No se lo pensó dos veces y en cuestión de días regresó para defenderle en la causa.

Según Mercedes:

"En esos días los fabricantes de azúcar abusaban de los agricultores y pagaban la remolacha a muy bajo precio. Onésimo creó un sindicato que reunía a todos los agricultores (de Valencia, Zamora, Valladolid, Segovia...) y se pusieron de acuerdo para no sembrar en todo un año. El equivalente a una huelga. Eso puso a las fábricas en una situación difícil. Al final llegaron a un acuerdo y se empezó a pagar más del doble de lo que se estaba pagando anteriormente por la tonelada de remolacha."


Señoras pobres aparentemente excitadas.



4) La primera etapa política


4.1 Onésimo, activista político y periodista autodidacta (I): Acción Nacional, el semanario “Libertad” y la fundación de las JCAH, (1931).


4.1.1. En la espiral política de Acción Nacional


A comienzos de 1931 y con veintiséis años recién cumplidos, Onésimo Redondo había dejado a un lado las preocupaciones sobre su porvenir. En los últimos meses había consolidado su puesto de secretario de un sindicato en continuo crecimiento, en parte gracias a la buena gestión para poner en marcha la fábrica de Venta de Baños. Y también, cuando podía, ejercía como abogado en un pequeño despacho de la ciudad, además de estar felizmente casado con Mercedes.

Como dicho con anterioridad, poco antes de la boda, la pareja había encontrado un piso en alquiler en la Avenida Alfonso XIII (Recoletos), concretamente en el edificio Mantilla, portal nº 1, planta primera, derecha. Era la coronación de una estabilidad que por fin parecía haberlo arreglado todo, aunque los eventos políticos de aquella primavera no tardarían en provocar un nuevo cambio en la vida de la joven pareja.

El país se encontraba en un estado políticamente convulso y económicamente agotado; en un año, Dámaso Berenguer no había logrado aglutinar a las distintas fuerzas que todavía permanecían fieles a la monarquía y al Gobierno, ni había mejorado la situación económica. En un intento que podríamos definir desesperado, Alfonso XIII había destituido al general de la Dictablanda, para sustituirle por otro militar: el almirante Juan Bautista Aznar. Este último, bajo el estricto control del rey, creó una agrupación monárquica que tenía el objetivo de fortalecer la imagen del rey, a través de la experiencia de liberales y conservadores como el conde de Romanones, Gabriel Maura Gamazo y Manuel García Prieto.

Frente a lo que quedaba de la Unión Patriótica de Primo de Rivera y de la monarquía de Alfonso XIII, existía un conjunto de fuerzas políticas que amenazaba – cada vez con más fuerza – con el cambio de régimen. En agosto de 1930 se había firmado el “Pacto de San Sebastián” que reunía a la mayoría de las fuerzas republicanas, las cuales no tardarían luego en denominarse Comité Nacional Revolucionario.

Ante esta situación, el almirante Aznar se vio obligado a dar comienzo a un gradual proceso de transición hacia el reconocimiento de las garantías constitucionales, rectificando incluso unas elecciones municipales previstas para el día 12 de abril. Entre finales de marzo y comienzos de abril empezó una campaña electoral que confirmó dos grandes bloques opuestos: los filo-monárquicos y los pro-republicanos.

A diferencia que en otras regiones – lo subraya Concepción Marcos del Olmo – los comicios castellanos, tanto como los de finales del siglo XIX como los de comienzos del XX, se habían caracterizado por sus reducidos niveles de competitividad electoral, habiendo sido sólo los de 1923 realmente reñidos. Todo esto, bajo el control de un inalterado caciquismo que seguía adueñándose de las áreas rurales, «aprovechándose de un sistema de dominación que sólo era posible en el contexto de un país de gran propiedad agraria, donde el poder del cacique era sobre todo el del terrateniente y sus agentes sobre el campesinado empobrecido».

Otro panorama se percibía en los núcleos urbanos – como en el caso de Valladolid – donde se respiraba más preocupación, un alto grado de conflictividad social y a la vez «mayores posibilidades de ideologización merced al relativo desarrollo de organizaciones políticas y grupos de presión en general».

Redondo se vio rápidamente embrollado en este controvertido contexto electoral. Siguiendo las directrices de los Propagandistas y desde la segunda mitad de 1930, había contribuido al fortalecimiento de «estas organizaciones enraizadas en el tradicional conservadurismo de Castilla la Vieja – como el PNA de Roldán – las únicas que parecían contar con un apoyo popular diferenciado […] de los ideales republicanos».

Es evidente por tanto que Onésimo, en la defensa de esta postura que mucho – según Ángel Herrera – tenía que ver con el sentido espiritual de la política, tomase parte a la Campaña de Orientación Social que se regía sobre los principios de «Religión, Monarquía, Orden, Autoridad, Familia, Enseñanza, Propiedad y Reformas sociales».

En Valladolid los jóvenes monárquicos – entre ellos, un Onésimo que provenía de las filas de ACNdP – protagonizaron la escena pública con la distribución de propaganda a favor de las candidaturas monárquicas, vinculada a la Derecha Regional. Otra importante actividad que desempeñó el joven, según el testimonio de Carlos Sanz Alonso, fue el de realizar unas charlas en la Casa Social Católica de la ciudad y en un local de la calle Ruiz Hernández, habilitado por los jesuitas como biblioteca y lugar de reuniones. También visitó algunos de los pueblos limítrofes para actos de propaganda. Poco tiempo después, una vez celebradas las elecciones, presentó un elenco de los gastos que había tenido por el «reparto de propaganda y candidaturas a domicilio» a favor de la agrupación electoral católico-monárquica, amontando el total a 176,05 pesetas.

Los resultados de las elecciones del 12 de abril de 1931, resaltaron de inmediato la victoria del republicanismo en las capitales de provincia y de la monarquía en el entorno rural; un empate que sin embargo favoreció a los primeros. Concretamente en Valladolid – donde la jornada electoral se caracterizó por el orden y la diligencia – «de las urnas salía un nuevo Ayuntamiento formado por 16 republicanos, 11 liberales, 10 socialistas, 3 centristas, 3 conservadores y uno de derecha regional». 



Una República instaurada tras una victoria electoral monárquica
Se suele decir que la Segunda República se proclamó tras una victoria electoral republicana. Nada más lejos. En las Elecciones Municipales del 12 de abril de 1931, los republicanos obtuvieron 5.775 concejalías frente a las 22.150 conseguidas por los monárquicos. El número de concejales monárquicos casi cuadruplicaba al de concejales republicanos.

Sin embargo, el voto republicano se concentró en las ciudades, obteniendo la victoria en la mayor parte de las capitales de provincia, lo que sembró la euforia entre los partidarios de la caída de la monarquía y sembró el desánimo en la Corte de Alfonso XIII, que dos días después de los comicios partía hacia Cartagena y de allí hacia el exilio para evitar que un conflicto entre monárquicos y republicanos acabase en un baño de sangre: “quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil”, afirmaba el monarca en una carta publicada el 17 de abril por el diario Abc.

Acto de 8-3-1936. Lo más sorprendente es que cuando las mujeres pudiero votar ¡ganó la derecha de la CEDA!

Una Constitución aprobada sin referéndum y sin voto femenino
La Constitución de la Segunda República fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes Constituyentes, elegidas el 28 de junio de ese año en unas elecciones en las que sólo pudieron votar los hombres (el voto femenino no fue aprobado hasta el 1 de octubre) y que dieron lugar a un parlamento con una insignificante presencia de la derecha. Para colmo de defectos, no se convocó ningún referéndum para aprobar esa Constitución. Las Cortes republicanas negaron al pueblo español su derecho a decidir sobre esa Carta Magna.

La ciudad del Pisuerga, pese a la propaganda monárquica, había demostrado ser «el núcleo más poblado e industrializado del entorno Castellano-Leonés lo que, “a priori”, significa unas mayores posibilidades de arraigo para la propaganda antidinástica». El 14 de abril, frente a la aplastante victoria del conjunto republicano, se celebraba en toda España la proclamación de la IIº República; a las once y veinte de aquel día, en la Casa Consistorial de Valladolid, se constituyó el nuevo pleno que celebró una «sesión extraordinaria […] después de proclamarse la República española en la ciudad».

Con el fin de disminuir la derrota, el bloque conservador no tardó en reunirse bajo la protección de El Debate, quién de inmediato reconoció la legalidad republicana sin todavía renunciar a la continuidad de su lucha política. En los días siguientes se concentraron en Madrid algunos líderes de la ACNdP; y fue allí, de forma casi ininterrumpida, que entre el 16 y el 26 de abril los integrantes de la agrupación convinieron en la necesidad de dar un giro a sus propósitos. Como hubo de decir su Presidente, «urge una acción política anticomunista. Se constituye Acción Nacional».

Según José Ramón Montero, no cabe duda que la paternidad de AN fue casi exclusivamente de Ángel Herrera y Gil Robles (entonces subdirector de El Debate), ya que el líder de los Propagandistas se veía avalado por una «prioritaria legitimación, de la que carecían (aunque no le faltaran en absoluto) otros directores de la opinión derechista en España».

En Valladolid las cosas se desarrollaron de forma distinta. Los Propagandistas seguían siendo un grupo diminuto y tras la proclamación republicana, acogida en la ciudad con entusiasmo, el movimiento obrero había parcialmente ocupado las calles. En el Diario Regional – órgano del catolicismo local – se hacía un balance de la situación, mientras un más crítico Antonio Royo Villanova afirmaba desde las páginas de El Norte de Castilla que frente a la buena organización socialista, los centros electorales habían sido «muy descuidados por los demás partidos. La principal causa de la derrota ha sido la notoria división de los albistas».

Según se iba reorganizando la derecha política, Onésimo procuró permanecer en primera línea respecto a las directrices que provenían de Madrid. El 25 de mayo el Gobierno Civil aprobó la inscripción de Acción Nacional, sección de Valladolid (ANVa), participando Onésimo en ella como co-fundador.

La reflexión de Ángel Herrera durante el retiro espiritual (16-26 abril), había tenido el objetivo no sólo de crear los cimientos de AN como conjunción política (aún manteniendo la vocación espiritual de la ACNdP), sino vincular definitivamente lo político y lo religioso. Las nuevas elecciones a las Cortes Constituyentes de la República (28 de junio), eran la ocasión para reorganizar el conjunto católico y prepararlo a un buen arranque en el nuevo régimen; y por ello la cúpula de AN – con Ángel Herrera a la cabeza – imponía la movilización de todos sus afiliados:  

«En estos momentos, todos los propagandistas deben considerarse como movilizados. De la actuación de estos dos meses, depende la vida de España en cinco años y la consecuencia de esa vida en dos generaciones».

Al respecto el grupo de ANVa actuó durante todo el mes de junio en Valladolid y provincia; Onésimo Redondo – encargado del comité electoral del partido – intervino el día 5 en Villanubla al lado del amigo (también sindicalista agrario) Tomás Bulnes y el día 6 con Luciano de la Calzada en Geria y Simancas; finalmente acudió también a un acto en Laguna de Duero el día 9.

Una vez más los católicos no lograron los objetivos marcados, tanto a nivel regional como nacional. El fracaso hizo entender a Herrera que «un objetivo así no se improvisa en unas semanas» y que por lo tanto «se veía necesario crear una plataforma de diputados para sucesivas legislaturas».

Sin embargo a estas alturas, Onésimo Redondo y algunos de sus íntimos de Valladolid, habían entendido que AN ya no era aquel partido anticomunista y antirrepublicano que se habían imaginado. En un país cada vez más politizado, la lucha ideológica se convertía en algo necesario y, al respecto, Onésimo estaba dispuesto a arriesgarlo todo, contemplando para su actuación incluso un viraje más "radical".

4.1.2. Los orígenes del jonsismo castellano: la creación de Libertad y las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica (JCAH).


Son aparentemente muchos los indicios que caracterizaron el comienzo de un activismo político autónomo en Onésimo Redondo, aunque la razón de su definitiva desvinculación de AN se podría entender a causa de su particular disconformidad con Ángel Herrera. Es probable que el vallisoletano quedara desencantado con la actitud del líder de AN, debido en parte a la pésima gestión de los hechos de mayo – los conocidos como quema de conventos – por lo cuales Herrera sería luego acusado de excesivo pragmatismo en la defensa de los valores espirituales.

En el intento de aglutinar las fuerzas católicas de toda España, AN se estaba vinculando cada vez con más fuerza hacia los cometidos del Vaticano – en concreto provenientes del nuncio Tedeschini – para dar cabida a una  

«división del trabajo defensivo, por lo cual el periódico de Ángel Herrera impulsaría el movimiento católico-social y orientaría a los católicos, con su propio criterio, en las materias más controvertidas del momento; y, en caso de duda o extrema dificultad, HERRERA y TEDESCHINI irían a la par, recabando […] las líneas de acción convenientes, cuando fuere necesario y atendida la gravedad del caso».

Sobre este propósito la reacción de Onésimo fue prácticamente inmediata. Hasta entonces el abogado había sido «un hombre de criterio muy abierto, partidario de la separación de La Iglesia y El Estado y de la fecunda colaboración entre ambas potestades, previa tajante diferenciación de las mismas». Pero el viraje político protagonizado por el dúo Herrera-Tedeschini, siguiendo en parte el ejemplo del Zentrum alemán, no le convencía.


Onésimo estaba convencido de que la lucha contra el radicalismo izquierdista y contra la administración anticlerical del Gobierno, exigía la imposición de una conducta diferente y más decidida; esto chocaba con la inactividad de una Iglesia que, por lo menos en su vertiente política, no iba a cambiar por lo cuales Herrera sería luego acusado de excesivo pragmatismo en la defensa de los valores espirituales.

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«No había pasado ni un mes para la joven República, cuando se produjo la “quema de conventos”.

Madrid, Valencia, Alicante, Murcia, además de numerosas ciudades andaluzas como Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga o Se villa, y algunos pueblos del sur peninsular, vieron cómo en el espacio de cuatro días más de cien establecimientos religiosos fueron incendiados. En Madrid, los jesuitas fueron los más atacados»
(GONZÁLEZ GULLÓN, José Luis, «Los jesuitas en Madrid durante la Segunda República»),










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En el primer número de Libertad, Redondo confirmaba su discrepancia con AN:

«no está LIBERTAD identificada con Acción Nacional, pues entendemos que su finalidad transitoria dista mucho de cumplir plenamente las necesidades de defensa que Castilla necesita»; cfr., «Los propagandistas jóvenes y sus enemigos»,
Libertad, nº 1, 13 de junio de 1931.

«No quiero emplear palabras duras que por desgracia no glosarían de ser justas. Diré sólo que el Clero no está a la altura de su misión y su época, no está capacitado intelectual ni espiritualmente para que la cura de almas pueda decirse atendida […]. Ahora vamos a la ruina de fe y costumbres: Aspiramos a la conservación, a la perpetuación de esta fe y la moral cristiana en la sociedad: Hoy no está garantizada».

Mientras tanto el efecto provocado por el 14 de abril seguía caracterizando la reacción de la opinión pública española. Un proceso de valoración protagonizado por la prensa nacional que seguía, aún meses después, valorizando el proceso de formación del nuevo régimen. Al respecto, si bien unos recibían a la República como un hecho favorable para la mejoría económico-social del país, otros no opinaban lo mismo y, como hemos visto en el caso de El Debate, no renunciaban a criticarlo abiertamente. Como en muchas otras ciudades de España, el día 15 se prolongaron las celebraciones en Valladolid y se aguardó con interés el asentamiento del nuevo Ayuntamiento.

Aunque en un principio la prensa no le dio mucha importancia, durante la mañana de aquel mismo día corrió la voz de que algunos miembros del Gobierno Provisional de la República iban a parar brevemente en la estación de Valladolid en su viaje por ferrocarril hacia Madrid. Rápidamente buena parte de la ciudadanía se amontonó en la estación de la ciudad donde se preveía la llegada del tren a las 15:30 horas, aunque el primer convoy que entró en la estación no era el de los delegados republicanos, sino un tren que provenía desde sur.

Exactamente a la misma hora del mismo día y en dirección contraria, viajaba parte de la familia real – concretamente la reina Victoria Eugenia de Battenberg y sus hijos – dirección al exilio. El tren había salido de Madrid con cierto retraso, por lo que su llegada a la estación de Valladolid fue tan sólo pocos minutos antes de la entrada del convoy republicano.

En unos segundos, «la situación era explosiva ya que los más ardientes republicanos se iban a encontrar frente al símbolo viviente de la Monarquía. No los verían, puesto que las cortinillas del vagón real estaban echadas; pero se encontraban allí, detenidos en esa estación, literalmente tomada por las masas y expuestos a la reacción popular».

Entre la minoría de los monárquicos que se había concentrado en la estación previamente a la masa republicana, estaba también Onésimo Redondo. Presenció el supuesto «respetuoso silencio, que se mantuvo todo el tiempo que el convoy permaneció en la estación», aunque al entrar el otro tren, tuvo que contemplar el respaldo popular a los republicanos.

Según un joven testigo de aquel momento, Javier Martínez de Bedoya, el desorientado conjunto de nostálgicos dejó la estación en el pleno de las celebraciones, decidiendo reunirse en la cercana Casa Social Católica para una charla espontánea sobre la situación. Tras un animado debate inicial, tomó la palabra – siempre según el testigo de Bedoya – «un joven subido en una silla que nos miraba intensamente». Se trataba del mismo Onésimo quién, animado por algunos de sus compañeros de AN, decidió pronunciar allí un breve e improvisado discurso.

«Evidentemente que todos nosotros […], nos sentimos confusos y no somos pocos quienes no sabemos con certeza por qué hemos ido hoy a la estación. En todo caso, a los castellanos, nos gusta ser leales a todo cuanto el tiempo ha ido elaborando […]. La Monarquía era una de estas cosas lentamente elaboradas. Las masas urbanas, desarraigadas de los valores que la tierra conserva y alimenta, han echado por la borda a la Monarquía. […] ¿Se os ocurre algo práctico en relación con estas nuevas responsabilidades?».

El abogado y sindicalista, debido a su postura de intransigencia frente al silencio de su agrupación, orientó sus palabras hacia la necesidad de una rápida reacción; por ello decía que aunque  

«nadie tenemos claras las ideas en estos momentos, pero los castellanos, una vez más, deberemos dar el ejemplo de unirnos para que las fuerzas extranacionales no borren el perfil de España».

Una actitud que, en su arenga final, acabaría siendo una premonición de su definitiva iniciación a la política activa:  

«Dentro o fuera de esta Casa habrá que organizar algo que nos permita emplear bien las libertades políticas a favor del los valores hispánicos. A mí se me ocurre que debemos comenzar por sacar a la calle un semanario moderno en torno del cual comencemos a unirnos. Yo lo voy a intentar. Me llamo Onésimo Redondo, soy abogado e hijo del campo. No debemos dejarnos arrastrar por la confusión y vamos a actuar».

Como hemos visto, la ruptura definitiva con AN estaba al caer. Si bien la derecha vallisoletana amparaba la defensa de la unidad popular frente al peligro revolucionario, siguiendo así las directrices de Herrera Oria, otros acabarían matizando más detenidamente esta postura, pidiendo mayor unidad ideológica frente a la amenaza comunista.

A finales de junio, la postura de Onésimo quedó sellada con una rotunda declaración de rechazo de cualquier mediación revolucionaria. Esta primera denuncia del supuesto espejismo marxista, se convertiría en una componente esencial de la doctrina de Redondo:

«Si la revolución social es una necesidad y un grito de justicia, hay que defender ese movimiento sano y juvenil de las corrupciones traidoras que proceden de la democracia judaizante superburguesa (sic.), como de las máquinas internacionales con sello marxista, que descaracterizarían la genuina revolución hispánica para hacernos siervos de Moscú». Cfr., «La revolución social»,
Libertad, nº 2, 20 de junio de 1931.

"Revolución  social, enérgica, urgente, a cargo de la juventud española, eso sí.
Pero con estas condiciones:

1º. Que no sirva para sustituir la hegemonía burguesa por la tiranía de una clase o sindicato. Es un crimen de lesa patria agitar la nación para mudar el despotismo.

2º Que intervenga eficazmente el campo, porque sin la voz de la agricultura todo movimiento colectivo es una agresión al verdadero pueblo.

3º Que presida esa obra de justicia social un superior anhelo hispánico, una idea nacional de unidad, como la garantía de que la gran españa sigue una ruta de encumbramienton y no es víctima de los tenebrosos proyectos que las fuerzas ocultas internacionales incuban para hundir a las naciones en la miseria consecuente con la lucha de clases."

El Dr. Albiñana y su Partido Nacionalista Español.

Ante al crecimiento del accidentalismo – así lo define Preston – de la derecha conservadora, Redondo optó por una actuación más directa y sobre todo activa. Mientras contemplaba la formación del primer núcleo del que iba a ser su semanario de lucha, es probable que el joven mirase también a otros modelos políticos que se distinguían por su proximidad ideológica: por un lado el experimentado Partido Nacionalista Español (PNE) de José María Albiñana, mientras por el otro, el minúsculo pero muy activo grupo de La Conquista del Estado, surgido en Madrid poco antes de la proclamación republicana.

Este último, liderado por un excéntrico joven – Ramiro Ledesma Ramos – de formación humanística y en estrecho contacto con la corte literaria del filósofo José Ortega y Gasset, había plasmado su línea de actuación antes de la llegada del nuevo régimen, haciéndose el portavoz de una juventud regeneradora y sobre todo antisistema

Un año antes, en respuesta al director de el “Heraldo de Madrid”, Ramiro Ledesma había matizado la interpretación de éste sobre los jóvenes y la vida literaria, declarando su línea de actuación – necesaria y juvenil según él – como una ‘alternativa política’:

«Es bien triste que en estos momentos en que llueven por las planas de los periódicos opiniones juveniles y se espera como nunca que la generación recién llegada aclare la bruma política nacional sean desvirtuados y falsificados unos propósitos rotundamente nuevos lanzados por un grupo de jóvenes. […] No somos fascistas. Esta fácil etiqueta con que se nos quiere presentar en la vida pública es totalmente arbitraria. […] Vamos contra la vieja España con propósitos superadores. Nuestra posición teórica véase y estúdiense en los libros del maestro José Ortega y Gasset, donde se hallará casi íntegra».

Cfr., «Un pleito entre escritores. Las migajas politicoliterarias del banquete en Pombo a Giménez Caballero. Ledesma Ramos y sus amigos no son fascistas», en AA.VV., Ramiro Ledesma Ramos. Obras completas, Vol. II, Madrid-Barcelona, Fundación Ramiro L. Ramos, 2004, p. 244.

Frente a la aparición del Estado moderno y a la implantación de la sociedad de masas que tan profundamente había influido a la intelectualidad española de comienzos del siglo XX, nacía así una nueva corriente en abierta disconformidad con los valores tradicionales y defensora del progresismo juvenil. Como había afirmado poco antes el maestro Ortega en su

“La rebelión de las masas”: «éste [el Estado] es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado, es decir, la anulación de la espontaneidad histórica, que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos».

Por lo tanto, la emancipación juvenil en el mundo contemporáneo –fundamental en los proyectos de Onésimo Redondo y Ledesma Ramos – fue uno de los pilares que más repercusión causó en la formación de los dos núcleos políticos. Según sus planes, la juventud se sumaba al proceso revolucionario que en España se había inaugurado tras la desaparición del primorriverismo; para Ledesma, el objetivo era uno solo: el poder.

«Aquí en España se puso en marcha la Revolución para instaurar una República. Muy pocos ingenuos habrá que estimen el que ésta pueda ella sola constituir un objetivo revolucionario en el siglo XX. Debe, pues, seguir adelante la Revolución hasta que se descubran y triunfen los nuevos mitos políticos y sociales que el pueblo español requiere y necesita para desenvolver su futuro».


A finales de mayo, Onésimo veía cada vez con más escepticismo la sumisión a aquel orden social tan defendido por Herrera, por lo que su relación con AN acabó por convertirse en una simple colaboración: simplemente la actitud del partido «desanimó pronto al joven Redondo, deseoso de una oposición radical a la República».

A comienzos de junio, aprovechando su amistad con elementos del partido y del sindicato, estructuró la primera redacción del semanario, acompañándole en ello Jesús y Francisco Ercilla, Emilio Gutiérrez Palma, Narciso García Sánchez, Luciano de la Calzada y Mariano Sebastián Herrador. Aprovechando la convocatoria para las elecciones constituyentes prevista por el 28 de junio, Onésimo empezó una frenética obra de redacción en la que buscaba la composición de un medio informativo capaz de captar el interés de la opinión pública local.

El lunes 13 de junio de 1931, a lo largo de la tarde se vendieron por la calle las primeras copias de un semanario donde lo más destacado – según algunos – era el nombre y su letra más que el contenido. Con toda probabilidad, los primeros números se publicaron gracias a la mediación de la familia Martín Alonso, mientras que el nombre fue idea del mismo Onésimo:

«como yo le preguntase el motivo de haber llamado a su periódico Libertad, me replicó con cierta sorna que había que ir arrebatando a la izquierda las palabras mayores de su propaganda, analizando su contenido y volviendo a llenarlas con sustancia distinta a la de los demagogos al uso».

Libertad de Valladolid – ese era su nombre oficial – se presentaba como un órgano de lucha y de combate para la defensa de los valores hispánicos, resaltando por ello los principios de orden, justicia y libertad bajo la efigie de la juventud revolucionaria:

«Somos hombres de acción que saben lo que quieren y están dispuestos a conseguirlo. Sobre toda las virtudes amamos la eficiencia y el dinamismo, pues estamos seguros que en ellos está la única interpretación del sentido actual de la vida. No somos ni pensamos con ningún partido político, más bien somos la antipolítica».

Libertad nacía con el claro propósito de ser un instrumento de lucha; como afirmaba García Sánchez,  «Libertad es de jóvenes y a los jóvenes se consagra preferentemente […] Disciplina y audacia es nuestro lema. Las naciones pertenecen siempre a las minorías con fe y organización. Dándolo todo al ideal antes de comenzar, a nadie tememos». Característica del semanario fueron los contenidos que llamaban a la participación espontánea, un formato sencillo y algunas ilustraciones sobre los políticos del momento; el poco dinero disponible estaba lógicamente reservado para su supervivencia. Los talleres Afrodisio Aguado fueron los encargados de imprimir un semanario que por lo tanto miraba más hacia la solidez de la composición doctrinal –con el claro objetivo de hacer proselitismo – frente a su veste gráfica o a la calidad misma de la propaganda.

Aunque la desvinculación de AN se había definitivamente consumado, Onésimo siguió colaborando con este partido por lo menos hasta finales de 1931. Según recuerda Martínez de Bedoya, al conocer a Redondo en noviembre, éste le recibió en el los locales de AN; aunque revisaba allí los artículos para su Libertad, no tardó en aclararle cuál era la situación de la redacción: «no somos órgano de Acción Nacional, ni de nadie. Todos sabemos, sin embargo, ayudarnos frente a la revolución marxista. Pero yo entiendo que hay que crear nuevas derechas como trámite previo a cualquier otra finalidad […] El momento es muy grave y la clase política muy vieja».

Los datos que se conservan de este primer núcleo de lucha que se constituyó entorno a Onésimo son muy fragmentarios, por lo que resulta muy complicado hacer un balance de la actividad de Libertad en sus primeros momentos. Aunque algunos afirman que su popularidad logró crecer muy rápidamente, lo más probable es que el semanario quedara en un plano muy inferior respecto a la notoriedad de órganos locales como El Norte de Castilla o Diario Regional.

Lo que se percibe desde los primeros artículos, es que la línea de conducta – próxima a la actitud del grupo madrileño de La Conquista del Estado – fue aquella de aglutinar a la juventud para formar un sólido bloque de pensamiento independiente y afín a la causa anticomunista. Como afirma Bedoya en un recopilatorio de 1937, en Libertad «todo el instrumental político, todo el léxico después tan peculiar en el movimiento nacional de juventud, todas las consignas, están ya presentes en los primeros números».

Siguiendo el ejemplo de Ledesma Ramos que manifestaba la independencia ideológica de su grupo y de sus integrantes, Onésimo reconducía también su lucha a la juventud haciendo de ella el elemento redentor para el porvenir nacional: «En esta hora, la actuación corresponde a los jóvenes por derecho propio, ya que la política de hoy es, ante todo, una milicia cívica».

Lo que es cierto es que en la víspera de su presentación, Libertad estaba al tanto de los números de La Conquista del Estado salidos entre marzo y junio de aquel año. El semanario madrileño había sido sin duda un ejemplo, aunque en el primer número del grupo vallisoletano, se reprochaba algo que marcaría el perfil doctrinal de Onésimo durante toda su trayectoria política: «Nos parece bien el ardor combativo y el anhelo hispánico de La Conquista del Estado. Pero echamos de menos la actividad antisemita que ese movimiento precisa para ser eficaz y certero. No nos cansaremos de repetírselo».


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Antisemitismo o Antisionismo


El antisemitismo de Onésimo, con dos apellidos de posible origen judío (Redondo y Ortega al igual que Ledesma Ramos y Rivera o uno de los apellidos del autor de este blog), es más bien Anti-Sionismo y solo se comprende por la obsesión ocasionada por la lectura de "Los Protocolos de los Sabios de Sión", así como por el rechazo generalizado a la usura en los préstamos, los insultos del Talmud o por asociación con la masonería internacional. Todo esto formaba parte del mundo católico de su época con masas de desposeídos por la usura de bancos y prestamistas a menudo judíos. (Sin embargo Ramiro Ledesma Ramos no comulgaba con la actitud antisemita ya que se sabe que admiraba a intelectuales y científicos judios).


Los Protocolos de los Sabios de Sión. 

 

Para entender el mensaje anti-sionista y anti-masónico de Onésimo es imprescindible conocer Los Protocolos.

Los Protocolos de los Sabios de Sión se editaron en Rusia en el año 1901.  Onésimo era traductor de la primera edición española de Los Protocolos, ya que en 1932 publicó en el semanarioLibertad una versión abreviada en veintiuna entregas, de la traducción francesa de Roger Lambelin publicada el año anterior en París por Grasset. Onésimo conocía completamente el origen histórico de Los Protocolos. No dudaba de su autenticidad y los relacionaba con las actividades de las logias masónicas:

 "Y algunas investigaciones , conseguidas por el mismo director Jonin, de la Revista de las Sociedades Secretas, permiten saber que Joel no solo fue periodista, masón y judío, sino revolucionario activo, aunque de los que sben vivir  del mismo gobierno que combaten, como ha conocido tantos la España anterior a 1931. Con todas estas investigaciones , promovidas por la ligera y quizás interesada campaña del corresponsal del Times en Constantinopla, se ha llegado a una conclusión, pues:  que los  "Protocolos" o "pautas" de los sabios de Sión no solo no son un plagio del "Dialogo", amañado por los "Goyn", por los "cristianos" interesados en calumniar a Israel, sino que tienen incluso un predecesor de la misma raza y docttrina que Achad Ha-Am. Es decir , que el probable autor  de los "Protocolos" seguía ya una dirección doctrinal marcada de antiguo por los suyos y expresada, en parte, públicamente por uno de ellos: por Mser Joel, nacido el 19 de julio de 1831, en lions-le-Saulnier, en la Jura, y muerto por suicidio en 1878"
Onésimo Redondo.

Es decir, afirmaba que, al contrario de lo que se expone en los falsos documentales del canal discovery, los protocolos existieron desde antiguo en poder de las organizaciones secretas que hoy dominan los resortes electorales del poder establecido en los principales países, y constituyeron la fuente de inspiración de algunas obras, escritas por masones, con anterioridad al descubrimiento de los Protocolos por las autoridades zaristas rusas, que los divulgaron.

En conclusión no se trataría de un asunto judío ni semita sino más bien sionista o masónico

 Aún hoy, los predicadores de la teoría de la conspiración, defienden la autenticidad de Los protocolos y creen haber encontrado pruebas irrefutables (sin que el autor del blog se interese por ninguna de las dos versiones).

El Holocausto Judío NO es necesariamente una consecuencia de los Protocolos.

A diferencia de lo que se afirma en los medios y documentales televisivos Hitler recibió influencias vitales y de los libelos católicos Austriacos. Estos libelos fueron difundidos por las masas católicas que perdieron sus casa y posesiones a manos de usureros y prestamistas que cobraban altos intereses.

Santiago Carrillo y La Pasionaria.


A los judíos, en general, Paracuellos siempre les importó una higa y continúa sin importarles. A pesar de que, con casi total seguridad, numerosas víctimas de ascendencia judía están allí enterradas.

Si les hubiese importado habrían encontrado en Paracuellos un origen, próximo en el tiempo, de la idea de los hornos crematorios: 

"El asunto de los crematorios tuvo como protagonista durante la guerra civil española a Stanislav Alekseyevich Vaupshasov. Condecorado con cuatro órdenes de Lenin, dos órdenes de la Gran guerra patria y un gran listado de medallas, Vaupshasov... A inicios de los años treinta ya era un experto en asesinatos de la NKVD...

Stanislav Alekseyevich Vaupshasov
General Alexander Orlov
 
El enlace español fue un comunista llamado José Castelo Pacheco, más conocido como José, Panso y Teodor...La construcción de hornos crematorios para deshacerse de los cadáveres de los asesinados fue conocido cuando Vasili Mitrokhin, un alto funcionario del KGB, decidió pasarse a occidente a través del Reino Unido. Mitrokhin proporcionó abundante información sobre el tema y, casi de pasada, sobre algunos de los aspectos más siniestros de la guerra civil española, protagonizados esencialmente por agentes soviéticos como Orlov o Berzin."
Cesar Vidal: Paracuellos-Katyn.

Posiblemente los planes comunistas fueran conocidos por los servicios secretos alemanes y posteriormente imitados por los nacional-socialistas.


Por si alguno todavía se pregunta ¿Que tienen que ver los 12.000 civiles y prisioneros asesinados en la Provincia de Madrid (entre 12.000 y 17.000) con que los Protocolos de los Sabios de Sión no sean la razón del Holocausto judío?

Pues resulta obvio que los dirigentes de la República y en particular Santiago Carrillo junto con cientos o miles de implicados bajo sus órdenes NO estaban motivados por la lectura de dichos Protocolos y son un ejemplo de genocidio proporcionalmente superior al holocausto, si comparamos el volumen de población de la Provincia de Madrid en esa época con el de toda Europa. Dicho genocidio se llevó a cabo contra un sector concreto de la sociedad: los católicos.

Cuando aún estaban convencidos de que podían ganar, comenzaron a diseñar los Hornos Crematorios en Paracuellos del Jarama con vistas a la represión que preparaban tras la posible victoria republicana.

Lo peor del genocidio de Paracuellos no es lo que pasó, sino lo que estaban preparando a escala industrial.

Además, es bien conocido que Hitler siempre culpó a la comunidad judía de la derrota de Alemania en la 1ª Guerra Mundial.




Paracuellos y otros genocidios de civiles y prisioneros.



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Paralelamente a los primeros números del semanario, las elecciones a Cortes Constituyentes primero (28 junio) y la presentación del anteproyecto de Constitución después (14 julio), precipitaron los eventos. La victoria republicano-socialista había descompuesto a un Onésimo que reaccionó animadamente a los resultados con un polémico escrito:

«Queremos llamar enérgicamente a la atención de nuestros jóvenes, sobre la tiranía socialista que pretende ahogar la libertad del verdadero pueblo. Allí donde las urnas no han dado pleno triunfo a las ansias de dominio de la minoría que domina a los obreros y quiere sojuzgar a las provincias, se ha recurrido a la algarada y a las amenazas de opresión. […] Todo ello muestra que las elecciones no han podido realizarse con una libertad que la coacción de las masas socialista hizo imposible».

La capacidad de preveer un enfrentamiento que no se limitara a la sola pluma, adelantó en parte la idea de formar una milicia voluntaria – cuestión que Onésimo había sugerido poco antes – necesaria para los fines revolucionarios. Según lo expuesto, aparece por tanto verídico el testimonio de Jesús Ercilla Ortega, que coloca el nacimiento de esta agrupación a mediados de julio de 1931. Acordes con sus memorias, fueron los cuatro hermanos – los Redondo, Onésimo y Andrés, y los Ercilla, Jesús y Francisco – los fundadores de las “Juntas Castellanas de Actuación Hispánica” (JCAH), primer núcleo del jonsismo vallisoletano.

Desde sus comienzos, el grupo de Valladolid estuvon vinculado a su tierra, aunque no faltó en sus orígenes la afinidad con Madrid. El adelanto de Onésimo en la creación de un grupo de acción juvenil fue bien recibido por Ramiro y los suyos. Como afirma Juan Aparicio, secretario del grupo, «fué una jornada magna cuando recibimos la misiva de Valladolid anunciando que se nos leía y que iban a fundar allí las Juntas».

Podríamos por tanto afirmar que, desde el comienzo de la actividad de las JCAH, el contacto con los madrileños fue estable y se convirtió – pese a algunas diferencias doctrinales – en una amistad aparentemente prolífica. No se podía decir lo mismo de otros grupos, como en el caso de los albiñanistas o el efímero “Frente Español”, que poco hicieron para aproximarse a los madrileños o a los vallisoletanos.

Además, en aquellos mismos días – quizás otro detonante para la movilización de la juventud vallisoletana – se produjo la detención de Ramiro Ledesma Ramos en la capital. Su protesta en contra del viaje de Macià a Madrid para presentar el Estatuto de Cataluña, provocó la indignación de Libertad que así comentó la noticia:  

«ya conocemos de sobra la facilidad con que este liberal régimen oprime a los enemigos contra los cuales se atreve. Ledesma Ramos ha comenzado recientemente su ardorosa campaña de hispanismo […]. Nuestra expresión de simpatía al adalid de hispanismo, y heraldo de la nueva espiritualidad regeneradora».

Ha de imaginarse que las primeras charlas de las JCAH fueron en el domicilio de Onésimo, aunque parece que durante el verano hubo encuentros en lugares más apartados como «la Cuesta de la Maruquesa, Fuente el Sol o las cuevas de El Tomillo» y tal vez una buhardilla en la plaza Santa Ana, en pleno centro ciudad. Según algunos testigos, junto a los cuatro fundadores, se reunieron unas treintenas de personas, a las que se fueron añadiendo jóvenes de distintas procedencias; de todas formas, es probable que esta cifra nunca lograra superar las cincuenta unidades. No se trataba ni siquiera de afiliados, debido a que las JCAH nunca llegaron a constituirse como partido.

Aunque en agosto se habían elaborado unas ordenanzas que tenían el objetivo de ser reconocidas legalmente, finalmente no fueron admitidas por la Dirección General de Seguridad del Gobierno Civil de Valladolid; de ellas nos queda únicamente un fragmento que fue publicado en la obra póstuma de Onésimo.

"Como los grupos aumentaban, Onésimo Redondo escribió a máquina, y se repartieron entre los jóvenes extremistas afectos, las ordenanzas de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, que constaban de 16 artículos; decían de este modo: 

Art. 1.° Se constituye en.... la JUNTA CASTELLANA DE ACTUACION HISPANICA. 

Art. 2.° Son principios fundamentales de actuación: 

NACION 1.°) La afirmación de España como nación una e imperial obligada por su historia, y la capacidad de su cultura, a ser fuerte entre los demás pueblos, dando al Estado una estructura y pureza hispana. Proclama la Junta su veneración por las grandiosas tradiciones patrias y la comunidad de raza y destino con las naciones ibéricas de ultramar. 

JUSTICIA SOCIAL 2.°) Los problemas sociales que la moderna organización del Estado presenta, y particularmente la elevación intelectual, económica y moral del proletariado, deben resolverse por la intervención sistemática del Estado, para evitar la explotación del hombre por el hombre. Rechaza la Junta la teoría de la lucha de clases. Todos los elementos que intervienen naturalmente en la producción, deben vivir en una armonía presidida por la justicia. Se declara la preferencia de la organización sindical corporativa protegida y regulada por el Estado, como sistema obligado de relación entre el trabajo y el capital y de uno y otro con los intereses nacionales de la producción. Se proscribe la intervención de organismos internacionales extraños al Gobierno de la Nación, como impulsores o directores del movimiento obrero español. 

REGION 3.°) La reconstrucción de las provincias de Castilla y León. Se entiende por reconstrucción: la mejora rápida de las condiciones de cultura y rendimiento de la producción agrícola; la repoblación de los terrenos yermos o roturados en los que sea posible la repoblación forestal; y la dignificación de la vida rural, para el fortalecimiento autonómico de los Municipios, la urbanización de las aldeas y villas, y la creación de instituciones de beneficencia y cultura. 

Art. 3.° Fines de Cultura: 

a) En el orden cultural Promover y practicar estudios e informaciones para la defensa de las ideas e intereses que constituyen los principios de la Junta. También cuidará de proporcionar a sus miembros educación ciudadana y cultura física para ser útiles a la Nación en servicio de los mismos principios. 

b) En el orden social: Actuar mediante la propaganda y la creación de instituciones adecuadas, para que el trabajador español encamine sus actividades solidarias con independencia de las organizaciones de disciplina internacional. 

c) En el orden político: Intervenir, ya como partido, ya como organización impulsora, en movimientos de propaganda, actuación política y petición ante los poderes públicos, con la inspiración marcada por los aludidos principios del artículo 2.° 

Art. 4.º Esta Junta se dirigirá por un triunvirato. 

Desde luego el pensamiento político quedaba bastante velado por estar escrito con la intención de que las ordenanzas fueran aprobadas por los gobernadores civiles, cosa que no pudo conseguir. Ante la persecución gubernativa y ante la clandestinidad a que se nos sometía, Onésimo Redondo comenzó a reunirse con los primeros grupos que formaban la junta Castellana de Valladolid en sitios poco frecuentados, donde les explicaba los puntos iniciales y les exponía las ambiciones de la nueva España." 
Varios autores: Caudillo de Castilla.


Probablemente fue también a causa de la censura gubernamental, la razón por la que en Libertad no aparecieron artículos con explícita referencia a las JCAH. Como ya se ha señalado, el periódico no gozaba de una buena fama en la ciudad y la necesidad de preservar el pequeño grupo, fue fundamental para la sobrevivencia de todo el organigrama político organizado por Onésimo.

Lo que en la actualidad se sigue interpretando como el manifiesto fundacional de las JCAH, es el artículo «Castilla salva a España» publicado en el número 9, correspondiente al día 10 de agosto. Este podría interpretarse como un compendio de los puntos fundamentales que si por un lado iban a estructurar la línea doctrinal del grupo vallisoletano, por el otro eran la génesis del pensamiento nacionalsindicalista que habría de desarrollarse con el nacimiento de las Juntas de Ofensiva nacionales. Teniendo a la región castellana como amparo referencial, Onésimo planteó las bases de su revolución a través del orden social, el respeto de las tradiciones y la glorificación del espíritu patriótico. Frente a una política que él consideraba como arcaica y corrupta, se exigía la inmediata actuación para la salvación del país:

«Sea éste el grito de la nueva revolución ¡¡Castellanos!! ¿No veis a España en la pendiente de su ruina? La política, ese arte infame de odiar con pasión al que sustenta opuestas opiniones y de escalar el mando triturando al adversario con el pretexto de salvar a la Nación, ha acechado siempre la vida de España, ha paralizado sus energías y está a punto hoy de dar fin de la Patria. Nunca como en esta hora se agravaron todos los males nacionales […]. Esto explica que por todas partes, al son de grandes voces de libertad y justicia, se respire disolución y muerte: la autoridad se mide difícilmente con la insurrección; las regiones escupen contra el Estado el insulto de la tiranía; el signo monetario representa la quiebra de un régimen recién ensayado; las actividades productoras se retraen, el patriotismo aparece excluido en la opinión pública y los peores instintos han encontrado su época…».
(Discurso plenamente actual)

La declaración venía siendo una especie de respuesta indirecta al régimen republicano, que tenía como objetivo el hablar

«de España como nación una e imperial, obligada por la historia y la capacidad de su cultura a ser fuerte entre los demás pueblos, dando al Estado una estructura y pureza hispana».

En ello, preceptos como raza (carácter y cultura de un pueblo), tradición (histórica) y Estado (nuevo) fueron instrumentos para la defensa de la unidad, haciendo de Castilla y su población el núcleo patriótico de redención nacional; una premonición, en su parte final, de la conducta que había de prosperar entre sus discípulos:

«Salga de Castilla la voz de la sensatez racial que se imponga sobre el magno desconcierto del momento: use su fuerza unificadora para establecer la justicia y el orden en la nueva España». 

"Si Castilla muere, España muere. Mientras Castilla esté dormida, dormirá España."

(«Castilla pura, la que no es más que Castilla, la de siempre. Aquella que puede ser una sucesión de valles tenues y páramos nivelados, cortejando al Duero por las dos vertientes. La conexión suave y hermana de varias tierras muy parecidas entre sí; Tierra de Campos, tierra de Salamanca, tierra de Medina, tierra de Burgos, de Soria, de Segovia, de Zamora, etc.; es decir, los 90.000 kilómetros de territorio central, con sus dos millones o pocos más habitantes que holgadamente la pueblan»).

"Por eso creemos que Castilla, la única región que nada pide a España. , porque es la que verdaderamente siente la responsabilidad del vivir hispánico, se verá obligada a tomar las armas. Pero no contra los catalanes, que eso sería una funesta desorientación, sino contra los políticos de acá y de allá que hacen posible el crimen histórico; no contra los pobres votantes de un sufragio universal que nos llevará a la ruina, sino contra los que han preparado ese sufragio y a su sombra despedazan España."

Las intenciones del grupo, o por lo menos las de su líder, pretendían demostrar la debacle del país, envuelto en aquel momento en una crisis espiritual, económica y organizativa sin precedentes. El manifiesto era por lo tanto el punto de partida de una actuación de base hispánica que teniendo a Castilla en su frente, enunciaba un programa de reconstrucción nacional. No cabe duda, así como lo reflejaba la afirmación:  

«la instauración plena del régimen socialista parlamentario hace posible la flotación de lo más bajos fondos, el encubrimiento de las ideas y los hombres más insensatos»,

de que el principal enemigo de la juventud iba a ser el contrapuesto frente ideológico marxista.

«Hoy el problema es la incorporación del proletariado al mando del Estado: la demanda irrenunciable de poder que los obreros de todos los países tienen presentada y mantenida en la calle. La nación que acierte a dar satisfacción a esta demanda, conservando, no obstante, las funciones de las otras clases sociales, se habrá salvado del comunismo. La que no, caerá en el soviet ruso o en el soviet de tipo nacional, pero caerá, sin duda, en manos del proletariado (dictadura marxista del proletariado): éste es el camino de España». 

"La Reforma Agraria y nuestro ideario:
Trabajamos por suscitar un movimiento de genuino contenido hispánico y atemperado a las corrientes juveniles que poseen en Europa la clave del porvenir. Nuestrasb campañas se inspiran en estas directrices
1º Afirmación de la pura nacionalidad hispana y de las posibilidades imperiales de la raza.
2º Revolución social para sustituir el caduco edificio liberal-burgués por las nuevas formas de un corporativismo de amplitud nacional.
3º Eliminación de las mentiras parlamento-democráticas y del materialismo judío-marxista como fundamento de la civilización.
Para nuestro concepto de revolución social, no aniquiladora, sino creadora y eminentemente positiva, la entrega de la tierra, a los campesinos es un postulado irrenunciable.
Para cancelar el liberalismo histórico, para terminar con los privilegios feudales y para arrojar de la nación al esquilmo marxista somos partidarios de la reforma agraria.
Por Justicia Social. Es hora de derrivar los privilegios feudales aún subsistentes. No puede admitirse que millares y aún millones  de campesinos vivan una  existencia servil" 

"preferimos la dinámica productiva de los particulares a la del Estado.", "Pero atribuimos  al Estado la misión superior de garantizar el bienestar de las clases trabajadoras, demoliendo revolucionariamente los privilegios hereditarios de la holganza".

Denunciando el engaño y  la contradicción de las promesas socialistas

"Entiéndase que esto no nos asimila, ni mucho menos, a ninguno de los grados del marxismo encargados ilógicamente de predicar el reparto. Es curioso pero nada inexplicable que todas las ramas del socialismo acudan al campo prometiendo tierra a los obreros. ¿Pues no habíamos dicho que socialismo es colectivismo? ¡Es que nació Marx para predicar como vosotros la propiedad privada?"

(Al ser el marxismo totalmente estatalizador y  eliminar la propiedad privada resulta engañoso en sus promesas de "repartir" o entregar "terrenos en propiedad" a los obreros y campesinos pobres).

 "La revolución hispánica, que no ha comenzado, que es urgente, que es necesaria para la salvación de todos, tiene que correr a cargo de una promoción juvenil inflamada de anhelo de engrandecer a España, dispuesta a morir por restituir la Nación a su honor ancestral.

Nuestra revolución, que incorporará de verdad al mando del Estado los anhelos de grandeza y los viejos hábitos de justicia cristiana impresos en la fibra de la raza, será impulsada por la doble palanca de TRADICION y RENOVACION.


Tradición, para seguir el surco imperial de nuestra Historia.
 

Renovación, para emancipar socialmente a todos los trabajadores, abrazando un radicalismo que imponga rápidamente la justicia en el uso de la riqueza. Y  renovación también para estructurar el armazón político de España sin servil sujeción a los mandatos de las Internacionales marxistas y para derogar el inhábil sistema parlamentario francés, que va a consumar las fatídicas etapas del, desgobierno."

Una de las primeras actuaciones del grupo vallisoletano fue con ocasión de la visita de Lerroux a Valladolid, el 23 de agosto. Aunque el ministro pareciera un “regular patriota y regular hombre”, con claros deseos de consolidación del régimen republicano –inspirados, como hubo de señalar, en los principios democráticos franceses – acabó por ser presentado a los lectores de Libertad como otro representante del espíritu masónico del Gobierno. Asunto, éste último, que entendido como fundamento de crispación republicana, produciría en Onésimo la percepción del concepto de deshispanización del país, o como hubo de comentar más adelante:

«observo que todas las revoluciones, y más la del 1931, no hacen otra cosa que seguir esas huellas de incendiar y saquear: es una manifestación de la perfecta concordancia que hay ante la francesada y las revoluciones masónicas. Todo son invasiones. Se trata de destruir a España. […] “Deshispanización”… Eso: deshispanizar a España».
(Situación similar a la actual)

Al día siguiente, apareció en Libertad otro artículo que pretendía desterrar las responsabilidades de la quema de conventos del mayo pasado y en el que se incitaba a represaliar violentamente a sus instigadores:

«Por eso proponemos que, en la defensa, se dirijan los tiros a la cabeza de los verdaderos responsables, de esos tipos se fundan, con dinero judío, - ¡y quién sabe si del mismo Estado español! esas publicaciones: entre ellos se encuentra la famosa vieja que tenemos ministro de Bellas Artes.= He aquí por tanto, una pequeña lista de esos ilustres salvajes:= Marcelino Domingo=Eduardo Zamacois=Luis de Tapia=José Francés.=¡Cuando se tomará España justicia de los traidores!...».

La acusación directa al ministro Domingo le causó una denuncia por injurias contra la autoridad pública, llevándose el juicio hasta el Tribunal Supremo. Durante los siguientes meses, el abogado y sindicalista Redondo se convirtió en un interlocutor incómodo para las autoridades, además de ser señalado por los ambientes izquierdistas como un nuevo enemigo a quién combatir.

En la acusación abierta por el juzgado de Valladolid («Juzgado de Instrucción del Distrito de la Plaza de esta Capital, número 273 del sumario y 755 del rollo, del año 1.931, seguida contra Onésimo Redondo Ortega por delito de Desacato al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública [M. Domingo]»), la resolución dictó que

«se condena al procesado Onésimo Redondo Ortega, como autor de un delito de injurias a la Autoridad, con la concurrencia de una circunstancia agravante y otra atenuante, a la pena de dos meses y un día de arresto a mayor, accesorias y costa»,

 decisión firmada el 29 de junio de 1932. El día 13 de julio Redondo envió una carta al Tribunal Supremo de Madrid con la que pedía el recurso de casación, hecho que le fue concedido y al que se envió la documentación correspondiente. En ella, Onésimo se hizo representar por el Procurador Eduardo Morales Díaz, que sería el autor de la acta de defensa del mismo, en la que se buscó demostrar la falsa acusación del Tribunal de Valladolid. Concretamente, el 11 de agosto, escribía Morales: «PRIMERO.- Ninguna argumentación mas fuerte puede hacerse contra dicha sentencia en el sentido en que yo la impugno, que leer el artículo arriba montado: En él se castiga a los que hallándose un ministro de la corona o una autoridad en el ejercicio de sus funciones o con ocasión de estas, les calumniaren, injuriaren, o insultaren…”. […] / SEGUNDO.- No cabe de afirmar tan de ligero como lo hace la sentencia recurrida, que se menosprecie y ofende a D. Marcelino Domingo en su persona y “en su condición de Ministro”. Para llegar la Audiencia a ese resultado ha considerado y ha subrayado expresiones y frases que unas aludían al Sr. Domingo y otras no; ha interpretado el sentido de todas como injurioso gravemente, y las ha concentrado en el carácter ministerial del aludido personaje: todo ello es evidentemente contrario al principio de doctrina penal que manda sean interpretados los hechos y las leyes en la forma más beneficiosa para el reo […] Decir que en mayo [1931] presidió el Gobierno provisional los actos de vandalismo, no es injuriar al Ministro de Instrucción Pública. […] / TERCERO.- Quedan solo como expresiones supuestamente constitutivas del delito de injurias y recogidas como tales en la sentencia, la de llamar “famosa vieja” al Sr. Domingo y la de “ilustres salvajes” aplicada a cuatro escritores, entre ellos el mentado».

Sin embargo, debido a la implicación de Redondo en la Sanjurjada y su destierro en Portugal, la resolución fue retrasándose y se dictó solamente en enero de 1933.



4.2 Onésimo, activista político y periodista autodidacta (II): el acercamiento a Ramiro Ledesma Ramos y la fundación de las JONS (1931-1932).


4.2.1 La actitud del jonsismo entre 1931 y 1932


Durante el verano de 1931, la actividad de las JCAH se organizó en la elaboración de una propaganda que, en su mayor medida – según observamos en Libertad – tuvo la prioridad de captar nuevos adeptos. Probablemente fue durante el mismo agosto o a comienzos de septiembre, cuando Ledesma Ramos hizo su primera visita al grupo de Valladolid tras las demostraciones de mutuas simpatías que se habían manifestado en los respectivos semanarios. Parece ser que la razón del contacto fue un primer sondeo sobre la posibilidad de llevar a cabo una aproximación real entre las dos agrupaciones.

Como comentó Ledesma, la idea de una colaboración activa entre los dos grupos surgió desde Madrid, centro que ya se había apoderado del futuro nombre:

«El grupo de Valladolid, que entró en relación con los fundadores jonsistas, estaba dirigido por Onésimo Redondo. Este camarada ha sido realmente quien dio a la sección de Valladolid todo su carácter, y quien logró hacer pronto de ella un núcleo de entusiasmo y actividad. Pero esa primera etapa jonsista de Valladolid está llena de desviaciones obligadas, si se tiene en cuenta que Onésimo tuvo por primeros a muchachos todos ellos “luises”, y el mismo estaba formado en la escuela de Ángel Herrera, y en política sana y razonable que éste y El Debate representan».

Una vez más, es Aparicio el que nos desvela el viaje de Ramiro por Castilla la Vieja: «Durante el verano, montado en su motocicleta, recorrió Ramiro las comarcas de España, donde había apuntado la simpatía: Valladolid, Palencia, Burgos...». Cfr., APARICIO, Juan, Aniversario de La Conquista del Estado, ob. cit., p. 45.

Aunque Ramiro presumiera de la paternidad del movimiento jonsista, como recuerda Ellwood, el zamorano hubo de buscar rápidamente aliados para solventar problemas económicos; tras una singular propuesta a los anarcosindicalistas madrileños en julio y los contactos con Julio Ruiz de Alda para la creación de un “Movimiento Nacional”, finalmente la decisión recayó en las JCAH vallisoletanas.

Ramiro Ledesma Ramos
Desde un punto de vista doctrinal, podría parecer lógico que Ledesma mirase a la unificación con el grupo de Valladolid, pero no se puede decir que fuera su única elección. Como demuestra Gallego, durante el verano, el líder del grupo madrileño había hecho lo posible para garantizar nuevos fondos para La Conquista del Estado; sin embargo, el apoyo de viejos conocidos como José María de Areilza, Lequerica, Sangróniz o Careaga no había sido suficiente para sacar adelante una publicación que aparentemente, tampoco interesaba al embajador de Mussolini en Madrid. Onésimo representaba por tanto la solución más viable y sobre todo más conveniente para los madrileños, razón por la cual el interés hacia la unión fue aumentando.

Desde la mitad del mes de septiembre, se llevaron a cabo las consultas definitivas para la fusión de los dos grupos, hecho que se realizó durante el curso de las siguientes semanas, gracias también a la intermediación de Jesús Ercilla.

Onésimo le habló a Ramiro de una Castilla creyente, dinámica e hidráulica, una Castilla de regadío, frente a una Castilla de secano, paradigma menor de las dos Españas que debían formar, integrándose, el agua y la sequía, nuestra sola España, Una, Grande y Libre. Onésimo de ascendencia labriega, abogado, era un castellano elocuente, cuyos ojos se llenaban con todas las luces del misticismo religioso y cuyos ademanes eran lo mas opuesto a la compostura del lider social -cristiano. Era muy audaz, porque sentía confianza en Dios y en si mismo, en su personalidad letrada y campesina.

Se puede interpretar un artículo del 21 de septiembre, que nos adelanta la óptica unionista del grupo de Valladolid; frente a lo que se consideraba como el fracaso republicano, origen de los males que afligían al país, Redondo afirmaba la:

«gloriosa independencia del genio hispano que aplaste con un acto de verdad revolucionario el morbo marxista, causa de nuestros mayores males: la rebeldía antinacional, el hambre. Esta es la senda de la salvación, ésta es verdadera ruta de triunfo, pero viril ruta política heroica que debe comenzar por la conquista de la calle, por la imposición de la libertad igual de todos, cueste lo que cueste, frente al despótico privilegio de la barbarie marxista». 

"¿Que por qué nosotros somos antiburgueses? Pues sencillamente porque al régimen burgués le consideramos incapaz de evitar esa vecina hecatombe.
Ni supo durante la monarquía instaurar una justicia social que quitase todo pretexto revolucionario a los salvajes expendedores de la mercancía moscovita, ni acertará ahora a conjurar la invasión creciente."

Nacieron, en noviembre, las J. O. N. S (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas), mediante un acuerdo sólido y definitivo, sin reservas ni reticencias, que se plasmó en un Manifiesto conjunto. El emblema de las nuevas Juntas seria el yugo y las flechas simbolizando los anagramas de Ysabel y Fernando, los Reyes Católicos de la Historia de España, fue una iniciativa del Secretario de La Conquista del Estado Juan Aparicio. El encabezamiento del nuevo grupo por fusión solidaria, la palabra Juntas fue una sugerencia oriunda del mas rancio abolengo castellano, a propuesta de Onésimo.

El Manifiesto de las J. O. N. S. dice en síntesis:

POR QUE NACEN LAS JUNTAS
La tremenda angustia de advertir como cada día cae nuestra Patria en un nuevo peligro, aceptando la ruta desleal que le ofrecen partidos políticos antinacionales, nos obliga hoy a hacer un llamamiento a los españoles vigorosos, a todos los que deseen colaborar de un modo eficaz en la tarea concretísima de organizar un frente de guerra contra los traidores.
Las “Juntas de Ofensiva Nacional -Sindicalista” nacen precisamente en virtud de esa sospecha nuestra de que no existe en el panorama político fuerza alguna que garantice la defensa heróica de los ideales hispánicos. No nos resignamos a que perezcan sin lucha los alientos de España, ni a que se adueñen de los mandos nacionales hombres y grupos educados en el derrotismo y en la negación. Ahora bien, nuestro compromiso de entablar batalla violenta con las organizaciones enemigas, no limitará nuestra acción a hazañas destructoras, sino que tambien aspiramos a ofrecer un manojo completo de soluciones a las dificultades de todo orden que impiden en esta hora la prosperidad del pais.
¿DONDE ESTA EL ENEMIGO?
Tal es el incremento que han tenido en nuestrta Patria las propagandas traidoras, que no se requiere mucho esfuerzo para dar con él. Si bien la ola marxista es la que amenaza con mas agresividad oponerse a la grandeza española, serán también considerados por las Juntas como enemigos todos aquellos que obstaculicen en España, por egoismo de partido o fidelidad a ideales bobos y fracasados del siglo XIX, la propagación del Nuevo Estado, imperial, justo y enérgico, que el nacional -sindicalismo concibe. Las Juntas denunciaran también como enemigos de la Patria a todos los que en el trance dificil por el que atraviesa el país se permitan obstaculizar el avance de las organizaciones nacionales. Nunca más justificados que ahora los posibles excesos en que éstas incurran, a la vista de los crímenes y las deslealtades con que no vacila en herir la sagrada unidad de España.
LA ACTUACION DE LAS JUNTAS
A las Juntas de Ofensiva Nacional -Sindicalista se le ofrecen, Claro, varias tácticas para luchar contra sus poderosos enemigos. Desde luego, rechazan la táctica electoral y parlamentaria, sin que esto quiera decir que no la utilicen de un modo ocasional. Son más adecuados y eficaces a sus propósitos los métodos de acción directa, y puesto que acusan al Estado de no vigilar con suficiente intensidad las maniobras de los enemigos de la Patria, subsanarán con sus propios medios las deficiencias que adviertan. No se olvide que nuestro nacionalsindicalismo acepta con alegría la realidad revolucionaria, . . De otra parte el hecho de que las Juntas se denominen de “Ofensiva”, señala con claridad nuestro caracter revolucionario, es decir, que nos reservamos la aspiración de subvenir el actual régimen económico y político e implantar un Estado de eficacia española. . . . Hay castigos, como los que merecen los separatistas, los anarquizantes y todos los afiliados a los partidos antinacionales, cuya ejecución no debe ser encomendada a mercenarios, sino al pueblo mismo, a grupos decididos y generosos que aseguren con su acción la integra salvaguardia de la Patria. La accion directa que las Juntas proclaman con su método predilecto de lucha, no ha de entenderse como una practica exclusiva de la violencia. Mas bien como una táctica que prescinde del actual Estado liberal -burgués, como protesta contra la inercia de éste frente a las audacias de los grupos antinacionales.
¿QUIENES DEBEN FORMAR PARTE DE LAS J. O. N. S. ?
Naturalmente, las Juntas que estamos organizando no son incompatibles con la República. . . Los partidarios del nacionalsindicalismo pueden, por tanto, reclutarse entre todos los españoles que acepten sin discusión la necesidad de lograr a costa de todos los sacrificios el inmediato resurgimiento de España. Toda la juventud española que haya logrado evadirse del señoritismo demoliberal, con sus pequeños permisos y salidas al putrefacto jardín marxista, y sienta vibrar con pasión la necesidad de reintegrarse al culto de la Patria. Todos los que comprendan la urgencia de encararse con la pavorosa tristeza del pesimismo español, señalando metas de gloria al descanso secular de nuestra raza. Todos los que adviertan el crugir de las estructuras sociales hoy vigentes y deseen colaborar a un regimen económico antiliberal, la unión empresarial, en que la producción y en general la regulación toda de la riqueza, emprenda las rutas de eficacia nacional que el Estado, y solo él, indique como favorables a los intereses del pueblo. Todos los que posean sensibilidad histórica suficiente para percibir la continuidad sagrada de los grandiosos valores hispánicos y se apresten a defender su vigencia hasta la muerte. Todos los que sufran el asco y la repugnancia de ver cerca de sí la ola triunfal del marxismo, inundando groseramente los recintos de nuestra cultura. Todos los que logren situarse en nuestro siglo, liberados del liberalismo fracasado de nuestros abuelos. Todos los que sientan en sus venas sangre insureccional, rebelde, contra los traidores, generosa para una acción decisiva contra los que obstaculicen nuestra marcha.  

¿QUE PRETENDE EL NACIONALSINDICALISMO?
. . . El motor primero de nuestro batallar politico es, efectivamente, el ansia sobrehumana de revalorizar e hispanizar hasta el rincón mas oculto de la Patria. Asistimos hoy a la ruina demoliberal, al fracaso de las instituciones parlamentarias, a la catástrofe de un sistema económico que tiene sus raices en el liberalismo político. Estas verdades notorias, esto sólo un cerebro imbecil no percibe, influyen naturalmente en la concepción política y económica que nos ha servido para edificar el programa de nuestro nacionalsindicalismo. . . . El Estado Nacionalsindicalista se propone resolver el problema social a base de intervenciones reguladoras, de Estado, en las economías privadas. Su radicalismo en este aspecto depende de la meta que señalen la eficacia económica y las necesidades del pueblo. Por tanto, sin entregar a la barbarie de una negación mostrenca los valores patrioticos, culturales y religiosos, que es lo que pretende el socialismo, el comunismo y el anarquismo, conseguirá mejor que ellos la eficacia social que todos persiguen. ¡Vivan las Juntas de Ofensiva Nacional -Sindicalista!
El día 30 de noviembre, tras el acuerdo unánime alcanzado, se presentaron para su aprobación los Estatutos de las J. O. N. S. en la Dirección General de Seguridad, quedando formado el primer Triunvirato Central por Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma y Francisco Jimenez, que posteriormente sería sustituido por Antonio Bermudez Cañete. Onésimo habia alzado la bandera roja y negra en las tierras castellanas, encendiendo lumbres de esperanza, en las heladas de aquel diciembre de 1931. 


Las J. O. N. S. habían nacido. El 4 de enero de 1932 ya escribe en Libertad: “No salvaremos a la Nación de la barbarie soviética sin organizar una FALANGE extensa de españoles de todas clases dispuestos a defender con sus personas la vida civilizada de España”. Ya desde el primer momento el Jonsismo se presentará como un movimiento de juventudes y serán principalmente los jóvenes a quienes vaya dirigido su mensaje. 

En el Título III de los Estatutos de las JONS se especifica: Podrán solicitar su ingreso en las J. O. N. S. todos los españoles mayores de 16 años y menores de 50. Los no comprendidos entre estas edades podrán colaborar en los fines de las J. O. N. S. en calidad de simpatizantes”. Libertad de Valladolid permanecería como el único órgano de expresión del nacionalsindicalismo, donde las ideas antiliberales y contrarias al marxismo se exponen con toda crudeza y virtualidad. En economía se acepta la propiedad privada y se proclama la superación de la lucha de clases por medio de un Estado Corporativo, cuyo eje sería el sindicalismo vertical. La Justicia social es la piedra angular del movimiento. El nacionalsindicalismo es un movimiento joven, resuelto, sin timideces frente a las adversidades. Es una muchachada ejemplar y revolucionaria que con sus nulos medios, pero con un tesón inigualable planta cara en las circunstancias mas extremas. 

Su actuación principal se concentra en las universidades, enrtre los estudiantes de grado medio y superior, donde las algaradas se repiten y se suceden en campus y facultades y especialmente en Valladolid, donde, en enero de 1932, el Rectorado decidió el cierre de la Universidad desde el dia 14 al 19, una semana lectiva, por el asalto que se perpetró en el local de las organizaciones de izquierdas, el F. U. Y. de la calle Montero Calvo como respuesta inmediata y contundente de los Jonsistas a ataques y agresiones precedentes. 

La organización y estructura de las JONS era sencilla y eficaz: 
A) Los GRUPOS compuestos por diez militantes del partido y a su frente un Secretario o Jefe de Grupo.
B) Las JUNTAS formadas por diez grupos, y a su frente un Triunvirato de Junta.
C) Los CONSEJOS LOCALES, los forman los triunviros de todas las Juntas de la localidad, y a su frente hay un Triunvirato politico local. De los Consejos Locales saldrán representantes para los Consejos Comarcales y de estos para el Consejo Ncional.
D) El TRIUNVIRATO EJECUTIVO CENTRAL, está al frente del Consejo Nacional, y es de un modo permanente la suprema autoridad del Partido;las órdenes, normas o comunicados que emanen de él serán obedecidos en el seno de los Grupos, Juntas, Consejos y Triunviratos como algo decisivo y perfecto. 

Se organizan los primeros grupos de choque, adiestrando en la violencia justiciera a la juventud. A este fin se les somete a un entrenamiento físico casi diario y les proporciona algunas, aunque pocas, armas de fuego. Las primeras pistolas se compran a precios fabulosos y son precisamente elementos destacados de la C. N. T. , los que venden a las J. O. N. S. las armas que su partido les proporcionó gratuitamente. Utilizan un himno de combate que entonan, como canción de marcha y poesía política, a la que llaman por los simples nombres de pila de los Reyes Católicos: Isabel y Fernando, alegre y marcial que se compone de las siguientes estrofas: “¡En pie, camaradas, y siempre adelante! cantemos el himno de la juventud; el himno que canta la España gigante que sacude el yugo de la esclavitud. De Isabel y Fernando el espíritu impera. Moriremos besando la sagrada bandiera Nuestra España gloriosa nuevamente ha de ser la Nación poderosa que jamás dejó de vencer El sol de justicia de una nueva era radiante amanece en nuestra nación. Ya ondea en el viento la pura bandera que ha de ser el signo de la redención. Con el brazo extendido y la frenre elevada trabajemos unidos en la empresa sagrada. La bandera sigamos, que nos lleve a triunfar, y, sobre ella, juremos, NO PARAR HASTA CONQUISTAR. 

Sin embargo este sentimiento de ardor patriótico pretendía esconder, como hemos visto, las razones de la unificación. El 3 de octubre La Conquista del Estado – que salía a la calle después de dos meses de silencio – manifestó por primera vez la creación de una nueva agrupación. A semejanza de las responsabilidades enunciadas por Onésimo en Valladolid, Ramiro hablaba de ‘ruina nacional’, en la que cabía sin duda la lucha antimarxista del primero, aunque éste último no renunciaba a desvincular el nuevo movimiento del los «núcleos más afectos a la Iglesia» y de una monarquía perjudicada por «el virus extranjerizante, antiespañol, que caracteriza a la dinastía borbónica».

Aunque sobre este tema la discrepancia fuera evidente, la situación política del momento obligaba a la intervención, cuestión que ambos aceptaron como necesaria:

«Sólo resta, pues, la formación heroica de Juntas de ofensiva nacional que, apelando a la violencia, destruyan por acción directa del pueblo los gérmenes disolventes. […] La salud de la Patria exige, pues, el aniquilamiento de los partidos de orientación marxista, incapacitados para intervenir en la forja de los destinos nacionales. Nuestra actual promesa, nuestro compromiso de juramento para garantizar un inmediaton resurgimientos de la Patria, consiste en la afirmación de que no retrocederemos ante ningún sacrificio».

Y la práctica de actuación común, la revolución: «la táctica a que responderán las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (J.O.N.S.), que estamos organizando, se basan en la aceptación de la realidad revolucionaria. Queremos ser realizadores de una segunda etapa revolucionaria». 


El liderazgo de Ramiro Ledesma en la fundación de las JONS era algo indiscutible, pero su presunta debilidad económica, le obligó a aceptar un triunvirato que compartió con Onésimo Redondo y Francisco Giménez, éste último al poco tiempo sustituido por un viejo conocido de Onésimo, Antonio Bermúdez Cañete. A los pocos días de presentarse oficialmente las JONS en Madrid, fue el turno de Valladolid. En su editorial del nº 18, Onésimo daba a conocer a sus lectores la creación del frente nacional-sindicalista:

«“La Conquista del Estado” sale con reforzados bríos al palenque periodístico, en el que este inteligente y lealísimo colega “nacional-sindicalista” hace grupo aparte porque sólo él enarbola la única bandera de la salvación nacional: la lucha marcial contra la traición y la podredumbre marxista. Nos unimos a los camaradas de “La Conquista” en su acción de fidelidad hispana y antimarxista».

Una más exhaustiva explicación del significado y programa de las JONS fue presentado por Ledesma el 10 de octubre; fiel a su idiosincrasia, el zamorano ensalzaba la violencia frente al enemigo, manifestaba la realidad revolucionaria del grupo, denunciaba el Estado liberal-burgués y, desde luego, centraba su acción directa hacia un proselitismo juvenil que aceptase el sacrificio como fin necesario para el resurgimiento de España.

El fin último de las JONS era por tanto alcanzar un “Estado nacional-sindicalista” que implicaba la resolución integral del problema social, político y económico del país. Para obtener semejante resultado, dos eran los preceptos básicos que desempeñarían el modus vivendi de la nueva agrupación: la aceptación, sin renunciar a la acción directa de la “ocasional”  táctica electoral y parlamentaria – el antipartido – y la apuesta por el principio fundamental de defensa del Estado hispánico – la unidad –.

Desde un punto de vista metodológico se concordaba la aplicación de estos puntos fundamentales en la doctrina nacionalsindicalista, aunque su fundamento procedía de visiones distintas. Ramiro Ledesma había llegado a formarse a través de la lectura y la interpretación de la producción intelectual alemana de comienzos del siglo XX (Heiddeger y Schimtt entre otros), además de respaldar las reflexiones orteguianas que precisamente habían sido el cimiento de su acercamiento político, es decir la estimación de valores como el rechazo de la sociedad moderna, la desconfianza en el progreso o la falta de renovación tras la crisis del sistema liberal. Asimismo la condición “unitaria e hispánica” de su antipartido maduró durante la experiencia de La Conquista del Estado, en la que había sido determinante – una vez más – la aportación del maestro Ortega y Gasset. Por otro lado, Onésimo se había formado en los preceptos de la filosofía escolástica que tenía como su principal referente a Marcelino Menéndez Pelayo y diferentes autores de la generación del ‘98.

Su concepto de unidad política – lo habría de matizar más adelante – provenía precisamente de estos autores y materializaba a la perfección su inquietud sobre el porvenir del país: En su análisis del pensamiento ledesmista, el historiador italiano Luciano Casali afirma que si las lecturas alemanas representaron ser el sustrato ideológico de Ramiro al entender la via tedesca como el recorrido hacia la vía “nazi-bolchevique”, existía la posibilidad de prevenir esta dualidad en el caso español interpretando funcionalmente el desarrollo de la relación entre nacionalismo y socialismo. El enlace con España fue sellado por un Ortega y Gasset que en su España invertebrada y en La rebelión de las masas, hablaba de una “vuelta al pasado” que, según se interprete, iba a ser la clave para la superación de la crisis de decadencia moral e identitaria (con claros efectos para la economía) que sufría el país. Y era precisamente allí donde entraban en juego las corrientes ideológicas que marcarían el futuro de la nación, tal y cómo lo interpretaría el mismo Ledesma.
Cfr., CASALI, Luciano, Società di massa, giovani, rivoluzione, ob. cit., pp.46-47 y 56-58.

El filósofo, que había publicado España invertebrada en 1921, había evidenciado el presagio del problema de la unidad nacional, respecto a los derechos de autodeterminación pactados en los 14 puntos de Woodrow Wilson en 1919 y reinterpretándolos para el caso ibérico. Como afirmaba en su obra, «para la mayor parte de la gente, el “nacionalismo” catalán y vasco es un movimiento artificioso que, extraído de la nada, sin causas ni motivos profundos, empieza de pronto unos cuantos años hace. Según esta manera de pensar, Cataluña y Vasconia no eran antes de ese movimiento unidades sociales distintas de Castilla o Andalucía. Era España una masa homogénea, sin discontinuidades cualitativas, sin confines interiores de unas partes con otras».
Cfr., ORTEGA Y GASSET, José, España Invertebrada, Madrid, Alianza, 1983, pp. 32-39.

De los contemporáneos de Onésimo, fue sin duda Ramiro de Maeztu el que con más fuerza incidió en la formación política del vallisoletano, aportando no pocas reflexiones entorno a sus escritos en Acción Española (La Hispanidad) y tras la publicación de su Defensa de la Hispanidad (1934).

«La UNIDAD. Este viejo tema de la dura historia de España. Es como la pesadilla de la raza, la enorme tarea que Dios ha echado sobre los hombros de nuestro pueblo. O este trabajo inmenso nos rinde y pulveriza o España se sublima dando cima a su deber. […] La particularidad de nuestro destino está en las dificultades que la naturaleza puso para conseguir la UNIDAD política y espiritual. Bien dice M. Pelayo en su conocidísimo epílogo de los heterodoxos. Pues bien. Por eso es tan inmensa nuestra Historia, pletórica en glorias, por ningún pueblo logradas: que siendo tan difícil la UNIDAD interna, obra dolorosa y atroz de muchos siglos de lucha, nos atrevimos sin embargo a rebasar las fronteras y los mares para extender por doquiera la unidad de fe, y la unidad de esperanza. De una esperanza, o confianza que es como siente Maeztu siguiendo al eminente P. Arintero la clave eterna de ese imperio de raza y espíritu que se llama HISPANIDAD. […] UNA SUBLIME ASPIRACIÓN DE UNIDAD UNIVERSAL MOVÍA NUESTRA ALMA Y NUESTRA MANO. Porque el espíritu, y la ciencia, incluso el arte, latían al compás de las lejanas armas. Ningún otro pueblo se atrevió con empresa tan excesiva y ninguno fue llamado para tan noble sacrificio.

Consecuencia, EL DESGASTE
                           LA CONJURA internacional
                           LA POLÉMICA interior […]
INTERIOR: Pueblo amargado y escéptico – Intelectuales traidores… Azaña…
Separatismo = Castelanes… La vieja España muere».

Frente a la petición de mayor unión, que provenía de las voces del radicalismo jonsista y que se otorgaba el título de conductor de la nueva política, el leit motiv del dúo Ledesma-Redondo coincidió en la urgencia de una firme oposición al separatismo catalán que según las JONS, era el «germen gravísimo contra la integridad de España». La necesidad de unificar la actuación política y asimismo dar el salto hacia la acción directa, fue fundamental para la creación – lo venía confirmado Onésimo en la víspera de la unificación – de un frente anti-separatista y anti-marxista.

En susprimeros momentos la actitud de los jonsistas fue aquella de consolidar los aspectos sociales y sindicales de su programa, aunque particular importancia adquirió, como acabamos de ver, la cuestión catalana. El germen separatista, como se utilizó en el vocabulario jonsista, se había transformado en un asunto de carácter nacional que estaba reflejando la fuerte debilidad del Gobierno.

La estrategia de Francesc Macià, máximo representante de la Generalitat catalana, se basó en la interpretación del discurso integralista de Jiménez de Asúa, que otorgaba a Cataluña – bajo el amparo constitucional – el derecho de proclamar su autonomía en el marco de una ‘federación nacional’. Aunque la República no integró en su Constitución el sistema federal que había considerado basándose en el ejemplo de Weimar, fue la cuestión catalana – y posteriormente la vasca y la gallega – la que estimuló los principales debates políticos de la segunda mitad de 1931, siendo finalmente aprobado en septiembre de 1932.

Aunque minoritarias y necesitadas económicamente, a finales de 1931 las JONS se habían convertido en algo real. Aprovechando su dicotomía de partido-antipartido, se habían lanzado oficialmente a la calle mirando con confianza los tiempos venideros. Su vocación juvenil y la firme defensa del espíritu nacional, hicieron del grupo uno de los principales portavoces de la misión regeneradora que habría de imponerse entre la derecha radical al año siguiente. Aunque el pronóstico para 1932 iba a ser el de continuidad, «no vaticinamos, sino que anhelamos, y trabajaremos, eso sí, porque nuestro anhelo de enero sea una realidad en diciembre», la aprobación del texto constitucional (9 de diciembre), dejó claro a los jonsistas que su lucha no se limitaría a las estructuras puramente políticas, sino al propio orden republicano, exigiendo que «no se confunda la República con España». En su definitiva ruptura con un régimen con el que poco había comulgado, comentaba Onésimo:

«Frente a esa conjura del nuevo caciquismo, nutrido de una demagogia remozada, que es otra sangría abierta en el cuerpo infeliz de la Patria –colapsado por la borrachera demoliberal de siglo y medio de sandeces progresistas–, opondremos nuestra consigna ESPAÑA SOBRE TODO, que es grito de guerra y anhelo popular de resurgimiento. “España sobre todo” es precisamente la voz nacional que ha de ligar en el entusiasmo cientos de miles de voluntades jóvenes, dispuestas a libertar a España de la esclavitud de tanto mito constitucional, republicanista y responsabilista, cuyo fin único es alimentar a los partidos a costa de la Nación».

Sin embargo, frente a los proclamas de las dos principales voces del jonsismo, el agravamiento de la cuestión económica – objeto preferente de las sanciones estatales–obligó al cierre definitivo de La Conquista del Estado, convirtiendo al semanario de Valladolid en el portavoz de la nueva organización.

Por lo visto ya no eran tan significativas las diferencias internas, ni resultaba excesivamente fundamental persistir en el debate sobre si actuar a través de una disciplina (de origen religioso) tan cercana a Redondo o de una filosofía pseudo-irracional de Ledesma, que nunca aceptaría el papel católico más allá de su función confesional.

Las JONS basaron su conducta en cinco puntos fundamentales:

«la unidad de España; el respeto a la tradición religiosa; la apelación a la juventud (la afiliación estaba limitada a los menores de cuarenta y cinco años); el antimarxismo y la revolución socioeconómica mediante la sindicación obligatoria, el control público de la riqueza y la “dignificación plena de los trabajadores». 

"No olvidemos con cuanta facilidad esas propagandas de apropiación gratuita prenden y fanatizan las mentes de los hambrientos, y por añadidura traicionados obreros y campesinos. Y no deje de meditarse el poder narcótico de las lecturas materialistas, sensuales, exaltadas y hasta románticas que como nuevos libros de caballerías entumecen y trastornan el cerebro de la gente indocta, sobre todo de los jóvenes desprovistos de ideales nobles".

El propósito de Onésimo, que ya no era el único pero que sí se mantenía con fuerza y rigor en su Valladolid, era compartido por muchos de aquellos que se iniciaron en las JONS, pese al atractivo ideológico de Ramiro Ledesma. Respecto a esta última cuestión, ha de tenerse en consideración que si la historiografía ha definido como indiscutible la superioridad de Ledesma en el liderazgo de las JONS, es posible que Onésimo no confiase del todo en la actitud de su correligionario; tal vez, podría ser que este último cediera ante las presiones – así lo afirman algunos testimonios entrevistados por Mínguez Goyanes – provocadas por forzar la unión con el grupo de Madrid, hecho que queda probado por la inexistencia del término JONS en Libertad hasta bien entrado 1932.

La única nota dolorosa en este periodo lleno de fermento político fue la muerte del primogénito de Onésimo y Mercedes. El día 13 de noviembre, al encontrarse en Plasencia por una reunión del Sindicato, Onésimo no llegó a tiempo para acompañar a su mujer en un parto que ni siquiera contó con la ayuda del ginecólogo ausente también de Valladolid. Mercedes dio a la luz sola y posiblemente por esta razón, el niño murió al nacer.

Dejado de un lado el luto familiar, hecho que sin duda afectó notablemente a la pareja, la unificación con los madrileños – tras la aprobación de los estatutos en diciembre –no significó la sumisión definitiva de un grupo a otro. Redondo seguía siendo el “adalid” de la causa jonsista vallisoletana, además de director del órgano de propaganda Libertad. Y mientras Ledesma se veía envuelto en la lucha por la supervivencia de su grupo en Madrid, Onésimo actuaba sin demasiados obstáculos en Valladolid, llevando a cabo una campaña de proselitismo periodístico por la región castellana.

La idea, con toda probabilidad, se basó en la experiencia de las publicaciones de la ACNdP que bien conocía y que, de alguna forma, habían visto aumentar sus adhesiones.

Entre finales de 1931 y comienzos de 1932, el vallisoletano elaboró de su propia mano, un listado de “posibles corresponsales” que, según lo que se ha podido entender, tenían el objetivo no solo de ampliar la redacción de Libertad, sino crear una especie de cabeceras de propaganda con el fin de crear nuevos núcleos jonsistas. No es casual que Onésimo tomara en consideración precisamente las cuencas mineras de León y el norte de Palencia, las grandes áreas agrícolas del valle del Duero y del Pisuerga o las comarcas periféricas como El Bierzo para hacer campañas proselitistas.

Esta nueva fase de difusión del “credo” jonsista fue asimismo apoyada por nuevas directrices políticas, que precisaban – siguiendo los puntos propagandísticos de las JONS – la creación de una red de milicias. Por un lado “milicias regulares anticomunistas”:  

«no salvaremos la nación de la barbarie soviética sin organizar una falange extensa de españoles de toda clase dispuestos a defender con sus personas lavida civilizada de España», por el otro “milicias civiles” «haciendo frente, en primer término, con sagacidad y legalidad […] a la franca o solapada oposición gubernativa».

Pese a la difusión doctrinal y a la formación de legiones, quedaba claro que  

«lo principal es la propaganda. Si para 1932 propugnamos la creación de las milicias, dicho se está que mucho más queremos y esperamos de la creación y difusión de periódicos y folletos que preparen el ambiente»

En efecto, junto a los primeros comentarios del nuevo año – que causaron la séptima querella contra la redacción –dedicados a los sucesos de Castilblanco y Arnedo, las principales directrices de enero y febrero mantuvieron como principal tema de debate el anticomunismo, la denuncia de la República y la cuestión agraria. Todos ellos tuvieron cierto protagonismo entre las páginas de Libertad, aunque cabe destacar que en esta época se intensificó sobre todo la cuestión sionista con la aparición, el 22 de febrero, del primer ensayo de la serie “Los Protocolos de los Sabios de Sion”. Si bien el encargado para su análisis fuera Bedoya, ante su renuncia fue el mismo Onésimo quién se tomó la responsabilidad de su publicación, presentado públicamente esta obra en un acto oficial en la sede vallisoletana de las JONS.

Se puede considerar que la formulación del pensamiento de Redondo, por lo menos en su vertiente más anticonformista, tuvo su segunda fase de plasmación – sucesiva a la etapa inicial de junio de 1931 – con la aparición en sus publicaciones de una obsesiva presencia de la conjura antinacional. Ya hemos introducido la cuestión judía, relacionada por Onésimo con las sociedades secretas, como génesis del complot, pero es necesario matizar algún otro detalle fundamental para explicar la aportación doctrinal del vallisoletano al jonsismo.

En un inédito que se puede ubicar entre marzo y abril de 1932, Onésimo trazaba la guía de su implicación contra los enemigos de España, en la que definía el desarrollo de lo que entendía como esclavitud moderna:

«No sabemos si la divertida y vana sociedad burguesa que se dejó vencer ante las mentirosas sugestiones de la revolución masónica del año 31, penetrará su invalidez ovina hasta el grado que la casta marxista supone lanzar su manifiesto. Ningún pueblo puede tenerse por esclavo más envilecido que aquel que sirve de ingnete [ingente] a un tirano puerco y veleidoso, como el socialismo español. […].Vinieron en nombre de la emancipación del país y hoy le declaran siervo suyo obligado a soportar todo género de violencias y crímenes. Exigen responsabilidades a una dictadura que fue leal y benéfica, sin otros traidores que los socialistas adheridos a ella, al mismo tiempo ejercen la Dictadura del enchufe, de los monopolios inmorales, del crimen en las calles, y del acoso a la conciencia cristiana del país. Ha acertado el desdichado pueblo español a sacar de su seno y entregar su suerte a los partidos más desprovistos de toda ética; a grupos del hampa que poseen la misma moralidad de los que matan por la espalda en busca de la cartera. El país ha sido víctima del atraco traidor de los marxistas. No tememos que la pobre y decadente sociedad burguesa acepte temblando el yugo de los miserables. […]».

Aunque no fuera publicado, este artículo pretendía ser un nuevo llamamiento para la juventud española, una aspiración a su rebelión frente a las imposiciones gubernamentales y la incitación al uso pragmático de la violencia en el caso de ser esta necesaria. Como hemos señalado antes, Onésimo a diferencia de Ramiro, insistió en que la única forma de luchar frente a los enemigos del país sería a través de la unión de las Derechas nacionales y patrióticas.

Durante la primavera de 1932 volvió a la carga con esta cuestión, que en parte recuperaba la óptica de los Propagandistas: una agrupación derechista fiel a los valores cristianos y patrióticos, amparada por las JONS. Convencido de semejante postura, Bedoya contribuyó a la realización de una propaganda centrada en la cuestión nacional-patriótica para la formación de un frente único, siendo todavía el diligente Redondo el autor de la nueva política de inspiración jonsista:  

«¿Hubiera desarrollado la intensidad ya conocida, se habrían encaramado en las crestas de la victoria y hasta les sería posible su propia subsistencia sin la extensión tremenda que proviene de su variedad? Lo importante, repetimos, es movilizar extensa e intensamente a nuevas masas con nueva política. El tiempo se encargará de hacer más fuerte al que más valga. La unión será mucho más fácil entre organismos robustos que entre seres entecos. Y más veces por combinación, otras por absorción, la “unión de las derechas” material o formal será un hecho no solo fácil sino ineludible. Hagamos primero derechas. Esto puede ser rápido, queriendo. Y rápida será también, después, la unión».

Según el grupo vallisoletano, la unión podía realizarse a través de un nacionalismo depurado de las ambiciones periféricas (catalanismo, vasquismo, galleguismo); un nacionalismo de afecto a la Patria  

«dedicado a restaurar esa idea, o si se quiere, la idea misma en sí, para poner en movimiento el pueblo. […] Nosotros queremos llevar al convencimiento de nuestros lectores castellanos y particularmente clavar en los cerebros de los jóvenes que acompañan la actividad hispánica de LIBERTAD, estas verdades escuetas, ya repetidas –aunque difusamente– en el semanario:
A) que trabajan contra la prosperidad de España y el bienestar del pueblo fuerzas traidoras cuyo desenlace final es el comunismo, encadenadas entre sí a partir de la masonería llamada democracia que hoy gobierna.
B) que sólo se puede hacer frente a los traidores, y truncar sus planes de barbarización y expolio, con un levantamiento nacionalista».

En su plan para la realización de una nueva política, Redondo contemplaba el nacionalismo en sus múltiples facetas: le desvinculaba de la monarquía o de la república, le alejaba de ser confesional sin todavía considerarlo antirreligioso, y sobre todo hacía de él una cuestión “de vida o muerte”: 

«España está dominada por fuerzas extrañas, por españoles traidores que sirven de ejecutores a los planes concebidos fuera de la nación en contra nuestra, y este problema de restauración patriótica importa más que el de restauración monárquica y que el de consolidación republicana»
(Plenamente actual al día de hoy)




La intensificación de la actividad antirrepublicana empezó a dar sus frutos en cuanto a la persecución contra el grupo jonsista vallisoletano. A efecto de las manifestaciones que se celebraron en toda España tras los citados sucesos de Castilblanco y Arnedo, en enero las JONS intentaron organizar su primer mitin presentándose oficialmente como organización nacionalsindicalista. Durante la preparación del evento, hubo fuertes tensiones entre los jonsistas y la FUE (Federación Universitaria Escolar) de Valladolid, protagonizando disturbios en la Universidad el día 14 de enero. La intervención de la autoridad civil, que poco tardó en expresarse, denegó la posibilidad de celebrar el mitin de las JONS “En defensa de España” previsto el día 17, en el teatro Pradera.  

A ninguno de los miembros del Triunvirato – Ledesma, Redondo y Bermúdez – le fue permitido hablar. 

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"Es el enemigo marxista el que valora en todo su volumen, la figura magnífica y revolucionaria de Onésimo, y procura atajarla por el error y la violencia. gtfue se crece ante el peligro, y en espléndida tensión es cada día más nítido su pensamiento, más aguda su palabra y más decidida su actuación subversiva. "Nuestra misión es -exclama- la de reconquistar España para el goce de la independencia espiritual y aun material de que la ficción revolucionaria de la masonería nos ha privado, preparando al mismo tiempo a la juventud para realizar una verdadera revolución con la transformación sindical como contenido de justicia social y el culto a la España civilizadora e imperial como anhelo unitivo de amplitud nacional". El ambiente amenazador del marxismo cada vez más exasperado y criminal, se cierne cada momento en torno a los primeros camaradas de la J. O. N-S. Por esto mismo Onésimo Redondo anhela la ocasión favorable y el oportuno momento de desplegar en acción contundente a nuestros grupos de choque, pequeños, pero rápidos, duros y decisivos

De la Plaza de Santa Ana, donde "Libertad" tenía alquiladas algunas habitaciones para Administración, y que servían muy bien de lugar clandestino de reunión, las J. O. N-S se trasladan por estos días a un pequeño pisito, cuya puerta se esconde al fondo de un amplio patio de viejo palacio, en la calle Alonso Pesquera. 

Las cuatro habitaciones reducidas tienen un no sé qué ambiente misterioso que impresiona y atrae a los camaradas de las primeras reuniones. Junto a la puerta de entrada, en la pared, hay un ventanillo enrejado tras el cual se establece, pistola en mano, la primera guardia, atenta y vigilante, emocionada y sugestiva, del naciente movimiento revolucionario de la juventud nacional. En la habitación del fondo una mesa de cocina recubierta con amplios y bastos faldones, detrás de la cual, en la pared, preside la primera bandera roja y negra con flechas y yugo. 

Allí, cada noche, uno a uno, acuden los primeros camaradas; allí se perfilan los grupos y todas las noches Onésimo Redondo arenga pleno de patetismo a los camaradas iluminados y heroicos; mientras habla, una ráfaga de locura ideal agita los corazones de los muchachos. Él, habla de combate y sacrificio, disciplina y revolución, de justicia y de Patria, y también habla de muerte. Por aquellos días, en Arnedo, el marxismo había asesinado a varios guardias civiles. En Valladolid se formó una manifestación popular de desagravio a la Guardia civil. 

La primera ocasión se presentaba a la J. O. N-S. Onésimo Redondo salió él mismo al frente de los grupos de choque a incorporarse a la manifestación. A las once y media se puso ésta en marcha desde la Plaza Mayor y ya en ella unos doscientos revoltosos social-comunistas intentaron perturbar la manifestación con voces y actos de hostilidad a la retaguardia de la misma, que se repitieron en la Plaza de la Rinconada. Una parte de nuestros camaradas se volvió enérgicamente hacia ellos poniendo en dispersión a los perturbadores, algunos de los cuales resultaron apaleados. 

Desde el cuartel de la Guardia civil, donde se vitoreó a los jefes y oficiales y números de la misma que formados en el jardinillo recibían el homenaje, siguió la manifestación hacia el Gobierno. En la Plaza de San Pablo los marxistas se habían rehecho y reanudaron sus mueras y agresiones. Velozmente se destacaron doscientos jóvenes camaradas que consiguieron poner en fuga a los contrarios. 

En la calle de León, a vergajazos, se arrinconó a varios comunistas, a los que se ocuparon pistolas. La lucha en pequeños grupos se extendió por diversas calles. Al día siguiente "Libertad", a grandes titulares comentaba con alborozo: 

"Buen comienzo. Se lucha victoriosamente contra la gentuza. Bonito episodio de liberación anti-marxista". Onésimo Redondo, alegre y sonriente, comentaba aquella noche en el pequeño local jonsista de Alonso Pesquera el primer éxito combativo de aquella mañana; los muchachos, ante las palabras vibrantes de felicitación del Jefe, se sentían orgullosos y comenzaban a gustar del placer de todo lo difícil. 

En esa misma reunión Onésimo Redondo, animado y seguro, anunciaba el primer mitin del movimiento, bajo el lema EN DEFENSA DE ESPAÑA organizado por "Libertad". El mitin se había de realizar en el teatro Pradera. Y ante el anuncio de los camaradas que por la mañana habían luchado junto a Onésimo tan eficazmente, sintieron la seguridad de un porvenir próximo en el que masas inmensas caminarían jubilosas bajo la bandera roja y negra de la revolución nacional.  Pero aquel mitin fué, también, "el primer mitin suspendido", a instancia de todos los partidos gobernantes que fueron al Gobierno civil a decir que lo consideraban "como una provocación. "Libertad" contestó airada e hizo una buena campaíia de agitación en torno de la suspensión Por cierto que terminaba proféticamente su protesta diciendo: "Celebraremos, por Dios y por España, muchos, muchos mítines. Diremos la verdad altamente y claramente, sin miedo a la supuesta ferocidad de esa enjambre ficticia de Partidos, Juventudes, Federaciones, Acciones y demás timos republicanomarxistas. Desgraciadamente la ofensiva revolucionaria que iba comenzando a desatarse en Castilla merced a la enorme labor de Onésimo Redondo, cuyas palabras y cuyas hojas de propaganda llegaban a todos los pueblos, se veía entorpecida por la falta de medios materiales."

"Las izquierdas en cambio se dieron cuenta rápidamente de todas las calidades que ofrecía la figura de Onésimo Redondo y le opusieron, tenaces, cuantos obstáculos pudieron. A finales de febrero Casares Quiroga impuso a "Libertad" una multa de mil pesetas que para el reducido presupuesto del periódico era sumamente gravosa. "Libertad" abrió una suscripción para cubrir la multa pues si no el periódico debía ser suspendida. No hubo ningún rico desprendido que diera en aquellos días de cobardía y de miedo quinientas pesetas. Como decía el mismo periódico. "la mayor parte de los donantes eran de condición modesta y se ha llenado la suscripción no con "pocos muchos" sino con "muchos pocos", es decir una verdadera suscripción popular, como lo es el periódico". 

Por marzo se dedicó a la excitación violenta en la Universidad, y terminó el mes con la tristemente célebre F. U. E. bien machacada. En abril, ante la conmemoración próxima de la República, Onésimo Redondo escribe preciso y genial como siempre, desafiando las iras de las hordas republicanomarxistas, un artículo cuyo final es éste: Llega la hora de las fiestas republicanas, que pretenderán correr a toda España ese regocijo artificial producido ahora en varias poblaciones para que el señor Alcalá Zamora las vea alegres. La prensa servil y los diputados bien servidos sienten, desde luego, la gloria del acontecimiento, y se esforzarán en persuadirnos de que somos felices". "La farsa especuladora no puede estar más a la vista, en toda la alegría hipócrita de los gremios que .explotan al país desde el mando. Y la deserción gubernamental ante el peligro rojo, o mejor dicho su colaboración amable y siniestra, es lo que más subleva al patriota así traicionado." "Insistimos en nuestra afirmación reiterada de que el Gobierno hace a sabiendas el juego a los enemigos de España, porque odia cordialmente la civilización española, y es su misión más querida destruirla. De ahí, que cuide tanto de perseguir todo brote de espiritualidad, usando de medios dictatoriales en el grado que sus fuerzas se lo permiten, mientras que con el mayor esmero consiente y abre ancho campo a toda labor disolvente y a todos los agentes del embrutecimiento popular que laboran con el papel impreso o la palabra".


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Este podría considerarse como el primer enfrentamiento entre el Gobierno Civil local y los jonsistas, que acabaron por denunciar el tratamiento recibido a través de su prensa. Su condición de ‘víctimas del sistema’  fue justificada a través de un discurso antigubernamental, en el que los «caciques oportunistas y traidores de toda laya, que en el retablo político hacen juego por conveniencia a los pistoleros insolentes del anarco-marxismo, ésos son tenidos por “buenos republicanos”».

La acción de las JONS locales encontraron la crítica de los ambientes más tradicionalistas, que pedían moderación respecto al clima conflictivo que se venía respirando en la ciudad del Pisuerga en los últimos meses. Sin embargo los mismos lectores de Libertad pedían:

«el mundo está lleno de vivos que todo lo amasan con mítines y monsergas y luego no se ocupan de mas y la juventud española se cansa de injusticias que se vienen cometiendo a diario que es verdadero se entere Libertad, por que se oyen muchas cosas que pueden averiguar. […] Y que nos perdone haberle molestado porque conviene a la satisfacción de la juventud de la que formamos parte. Preguntar a los labradores de verdad y nada de ateneos. Por si conviene lo dice en secreto un joven y callado suscritos viejo de LIBETRAD».

Los efectos de estas críticas se materializaron en una continua lucha que, si bien en su forma periodística, alimentó una profunda crítica de la autoridad gubernamental. El Gobierno Civil llamó a la atención a Redondo y no tardó en tomar medidas contra los jonsistas. El director de Libertad fue denunciado en distintas ocasiones durante los meses de abril y mayo, apareciendo una primera vez frente al juez Constancio Herrero por la publicación del artículo “Los especuladores de la calumnia” y una segunda vez cuando se intentó además clausurar el semanario, lográndose tan solo incautar los ejemplares sancionados. Una situación que se repetiría numerosas veces durante los siguientes meses.


4. 2. 2. La utopía del frente único y la acción inmediata como única solución: hacia el golpe de Sanjurjo.



Como hemos visto, la actitud de la propaganda jonsista buscó durante los primeros meses de 1932 y pase a la asiduidad de las persecuciones gubernamentales, dirigir sus esfuerzos en una campaña que fomentara el pensamiento nacional, la unidad política y la creación de un frente antimarxista. En ello, tal y como vemos en este comunicado, la unidad y la disciplina eran considerados elementos fundamentales para lograr buenos resultados:

« INSTRUCCIONES: La Junta con su Jefe y con su secretario tiene que reunirse por lo menos una vez por semana. ¿En dónde? En la calle, en el café, en la Universidad, en el taller, en nuestro local, es indiferente. Donde convenga y en donde acuerden los mismos afiliados.

DE LA ACTUACIÓN DE LA JUNTA

En todas las reuniones:

1º. – Se tendrá un cambio de impresiones sobre la situación del momento.

2º. – Se examinará si cada afiliado ha cumplido con las órdenes de carácter general ó especial que haya recibido.

3º. – Por mediación del jefe de junta conocerán todos los afiliados a la Junta los  comunicados que haya, y recibirán las órdenes é instrucciones necesarias.

4º. – Cada afiliado expondrá con relación a los problemas planteados su opinión[…]

5º. – Cada afiliado debe dar cuenta de noticias de carácter social, peligros para personas ó actividades de otros partidos políticos en la Universidad, en la Fábrica ósimplemente en su barrio. De esta manera la dirección superior del movimientotendrá una constante relación de hechos y realidades que la orientarán en susresoluciones. […]

6º. – Se estudiará en común la manera de hacer la propaganda de nuestra ideología y los procedimientos a seguir para atraer nuevos elementos.

7º. – En las dos primeras reuniones de cada mes los afiliados harán efectivos el pago de su cuota al jefe de Junta.

8º. – La Junta no podrá tomar acuerdos sobre actuaciones directas en la calle o en defensa ni ataque de partidos y locales, ni podrá recibir órdenes sobre ello porqué esta materia corresponde exclusivamente a la milicia y a su jefe.

9º. – No se podrán discutir las órdenes superiores. En cada reunión se fijará el día hora y lugar ha de celebrarse la siguiente reunión».

Uno de los casos para poner en práctica este compendio de reglamentos, tuvo lugar a raíz de la presentación del proyecto del Estatuto de Cataluña. En la misma víspera de su presentación como anteproyecto, Redondo observaba la necesidad de una rápida intervención de los suyos en este nuevo frente de lucha. Junto con Ramiro, el vallisoletano se entregó por completo a la iniciativa, originando la publicación de nuevos y numerosos artículos relacionados con el asunto, así como explicó en su “síntesis del problema catalán”:

«el pensamiento de autodeterminación y el presunto derecho de los catalanes a disponer de Cataluña es una ilusión artificiosa, un problema provocado voluntariamente y una infidelidad punible a la primaria condición de españoles que a todos nos acoge. […] Salvado el dogma de la integridad hispana, aceptamos que Cataluña tiene derechos históricos a una singular autonomía. Reconocemos el “hecho diferencial”. […] Lo que no debe admitirse es la perentoriedad indomable con que se quiere por parte de Cataluña emplazar a España para que decida sin demora sobre todo lo incluido en el Estatuto. […] Es vergonzoso, además de ridículo, que en asunto tan grave, ligado nada menos que a la subsistencia de España como Nación, se pretenda imponer a todos los españoles».

Esta vez, dada la importancia del asunto, los jonsistas vallisoletanos fueron admitidos –con las debidas precauciones – en el coro de las protestas, siendo la postura de Libertad compartida y en parte respaldada, por aquellos que hasta entonces no habían simpatizado mucho con el grupo de Onésimo. Fue probablemente éste uno de los pocos episodios en el que el semanario jonsista fue incluido en la lucha anti-autonomista compartida por los demás actores del panorama periodístico y político castellano Frente a otros, el líder jonsista contribuyó a la denuncia de la “soberanía catalanista” – utilizando así la terminología de Diario Regional o de El Debate –, aportando argumentos que pretendían demostrar la incongruencia de las peticiones separatistas, frente a preceptos como la unidad nacional:

«Si Cataluña dentro de su autonomía, ama a España, viva enhorabuena con sus fueros y recréese con su lengua. Pero si Cataluña reniega a España, hay que reconquistarla y someterla a la ley común de todos los españoles».
(Plenamente actual) 

Interrumpido en su cruzada por la necesidad de asistir a una causa privada contra su persona en los juzgados locales, Redondo mantuvo la atención en el fermento popular generado por la cuestión catalana. El líder jonsista tenía la intención de seguir adelante con su voluntad de aglutinar a las fuerzas políticas de derechas, entendiendo que había llegado el momento propicio para la constitución del tan vaticinado “frente único”. De la misma forma, también un entregado Ledesma Ramos se manifestó con palabras de respaldo a la causa:

«sólo es posible la victoria, la prepotencia de la Patria frente a los ideales traidores, consiguiendo imponer con firmeza una solidaridad nacional en torno a los más hondos afanes del pueblo; esto era concebible únicamente en el “confiar en el alma de la raza, entregándose con furia a la tarea de sacrificarlo todo en aras del resurgimiento de la Patria”».

Si hasta entonces las JONS de Valladolid habían tenido que luchar con la autoridad por las denuncias particulares a Libertad, el 11 de mayo el enfrentamiento fue, por primera vez, físico. Con ocasión de una concentración no autorizada y convocada en la capital castellana contra al Estatut, la Guardia de Asalto causó, en el intento de disolver a los manifestantes, un muerto. Para la autoridad, el pretexto para obstaculizar el avance de las JONS fue el de identificarlas como directas responsables de los hechos, clausurando su sede y pidiendo el cese de Libertad. El duro golpe infligido por la autoridad no derribó sin embargo a un Onésimo que, en el siguiente número, comentaría al respecto:

«El gesto rebelde e ideal de la juventud vallisoletana en la calle durante los últimos días, es una muestra contundente de esa repulsa con que España responde al látigo humillante y a la hipocresía “liberal” de sus déspotas. […] Felicitamos a la juventud, a nuestra juventud, por la heroica muestra de españolismo sano que ha quedado estos días en la calle. […] Vuestro gesto es, evidentemente, notable y redentor. Es la única esperanza que nos queda de una España decente».

Nuevos disturbios con la autoridad se desarrollaron a finales de mes, esta vez en la Escuela de Magisterio de la Universidad de Valladolid, siendo probablemente protagonistas de ellos algunos alumnos y afiliados de las JONS. Sin embargo, las continuas denuncias y la enemistad con la autoridad y otros sectores de la política local, acabaron por marcar un periodo poco afortunado. La responsabilidad de su liderazgo en los episodios de tensión social, alimentó no pocas críticas contra su persona exponiéndole a amenazas y críticas, o el uso – bastante común en la época – de apodos despectivos como sportmant. Incluso el amigo y diputado a Cortes, José María Gil Robles, en carta al hermano Andrés, advirtió de la situación en la que Onésimo se hallaba por entonces:

«Mi querido amigo: 
Te escribo a ti porque no me atrevo a dirigir la carta a Onésimo. Ya te explicaré el motivo. Anteayer estuve hablando con Casares [Quiroga] de los sucesos de Valladolid para pedirle que pusiera fin al confinamiento de Semprún y conocer sus intenciones respecto a tu hermano. Me dijo que estaba esperando pruebas que le habían ofrecido respecto de la intervención de Onésimo en los pasados disturbios y que me podía asegurar que había enormes deseos de parte de los elementos de la izquierda de Valladolid de que se tomara una medida enérgica contra tu hermano. Como comprenderás, procuré desvanecer esta impresión e incluso poner de relieve lo injustificado de cualquier medida que contra él se tomara y creo que algún efecto hicieron mis palabras a Casares. De todas suertes, me parece conveniente que tu hermano tenga un poco de prudencia durante estos días hasta que pase totalmente el recuerdo de lo ocurrido. Recibe un abrazo de tu buen amigo.
firma: J.Mª Gil Robles».

A principios de junio el trabajo de las JONS seguía desarrollándose en distintos frentes haciendo del proselitismo uno de sus principales instrumentos de adhesión juvenil; pues

«en las filas jonsistas solamente formaba gente de pocos años y de mucha pasión española». Pase a la participación activa en la crítica al Estatuto de Cataluña, Onésimo era consciente que todavía el radicalismo jonsista representaba una parte demasiado marginal del conjunto derechista. Convencido de la necesidad de buscar nuevos apoyos y operando de forma autónoma respecto a Ramiro, el vallisoletano recuperó algunos viejos contactos de la época de la militancia monárquica.

"Sobre España Inmortal, solo Dios"
 Como indica Gil Pecharromán, el difícil momento que atravesaba Acción Nacional – dividida cada vez más entre monárquicos y republicanos – empujó al jefe vallisoletano hacia el intento de enlazar su partido con otra componente radical de la derecha, personificada en la figura de José María Albiñana. Onésimo ya había contemplado con interés al PNE y no dudó – a comienzos de junio – ir a conocer personalmente a su líder, entonces confinado en las Hurdes. Cuando se produjo el encuentro, Albiñana llevaba ya dos meses de cautiverio, debido a su alejamiento impuesto por las autoridades a causa de su participación en un acto conspiratorio.

La visita fue encubierta en Libertad como un recorrido por las tierras más desconocidas de las comarcas fronterizas de Castilla la Vieja, aunque no se ocultó del todo el encuentro con Albiñana. La intención era precisamente aquella de denunciar la pésima situación de cautiverio del líder del PNE, confinado en una tierra de gente amable, pero rodeada de laderas inhóspitas, sin comunicación ni servicios higiénicos mínimos, tal como la presentaría Luis Buñuel en su “Las Hurdes, tierra sin pan”, rodada el mismo año. No se cita en Libertad ninguna referencia directa sobre la entrevista entre José María Albiñana y Onésimo Redondo, aunque se percibe una cierta afinidad entre los dos. Sin embargo, parece cierta la conclusión de Pecharromán cuando éste afirma que ambos «simpatizaron en lo personal, pero no se entendieron políticamente»; de facto, no se produjo ningún acercamiento concreto – que conozcamos – entre el PNE y las JONS.

No tenemos constancia si en el encuentro de las Hurdes se habló también de un posible plan antirrepublicano, ya que al poco tiempo de producirse la visita, Onésimo quedaría oficialmente vinculado a la intentona golpista de Sanjurjo. Sin embargo, es cierto que a estas alturas Onésimo se relacionaba con los ambientes insurreccionales y cabe imaginar que tenía el respaldo de buena parte de las JONS.

Por su parte, Ignacio Martín Jiménez, ha demostrado que el grado de tensión política en Valladolid en junio de 1932 era particularmente alto; y mientras tanto los jonsistas locales, conscientes de esta circunstancia y afectados por las incautaciones gubernamentales, lograron hacerse con un nuevo local situado en un bajo de la calle Alonso Pesquera, además de un terreno contiguo conocido como la “ribera de los ingleses”.

Volviendo a la cuestión del golpe, la futura Sanjurjada, el testimonio de José Rojo Nondedeu, vecino de Medina del Campo y guía de Onésimo por las Hurdes, pone de evidencia que durante el encuentro con Albiñana sí hubo tiempo para debatir la realización de una sublevación contra la República.

Mientras la conspiración tomaba forma, los jonsistas vallisoletanos protagonizaron nuevos actos en defensa de la unidad nacional. Debido a la aprobación del Estatuto de Cataluña, frente a la cual Onésimo publicó unos polémicos artículos, la opinión pública de Valladolid se movilizó organizando nuevas manifestaciones de rechazo al autonomismo catalán. Aunque Onésimo era un claro referente de la derecha radical, el gran protagonista de la protesta anticatalana fue Antonio Royo Villanova. El diputado que tomó las riendas de la supuesta inconstitucionalidad del Estatut, fue señalado por el principal órgano de Valladolid como

 «un caso excepcional, tanto de resistencia física como de cultura jurídica y de capacidad cerebral. […] La minoría catalanista, exasperada por la oratoria de Royo Villanova, […] ha interrumpido al prestigioso maestro, […] llamándole «burro». […] El maestro Royo continúa sonriente, porque sabe que ese insulto no le alcanza, pues rebota contra quien lo prefiere».

Más contundente fue el discurso patriótico de los jonsistas, que elevaron al vallisoletano de adopción como el «paladín y símbolo» de la lucha antiseparatista, pidiendo la realización de un homenaje que se realizó poco días después. A este acto, organizado por las JONS, respondieron los otros dos principales periódicos locales, haciendo publicidad al evento; el ‘frente único’ – por lo menos en su vertiente antiseparatista –empezaba a tomar forma.

Convencido de la discreta popularidad que su grupo estaba adquiriendo durante esta etapa, Redondo no olvidó su compromiso con los ambientes subversivos pese también al rígido control policial al que era sometido. Desde las páginas de Libertad, tal vez persuadido por el favorable momento, no desalentó sus deseos de renovación nacional que ahora más que nunca recobraban fuerza:  

«Es la revelación confesa de nuestras alegaciones, hechas por la otra parte contendiente, a saber: se han acabado los regímenes llamados liberales y que el porvenir está, fatalmente, en un Estado de dictadura. […] Liquide la Nación las mentiras del sufragio y el Parlamento, y elíjase una dictadura de caballeros y no de traidores; de gente española, fiel al pueblo, y no de rufianes sin pudor. […]. Esta dictadura no puede ser otra que la antimarxista; la que limpie el purulento cuerpo de la política de la roña masónica y abra una nueva Edad, aboliendo definitivamente las farsas constitucionales y la degradación social».

La maquinación de una sublevación contra el Estado fue con toda probabilidad la última solución escogida por Onésimo. Aunque insistimos en su participación en el golpe –más o menos activamente – lo cierto es que hasta el final, o sea hasta aquel 10 de agosto de 1932, Redondo creyó en la solución del frente único. Sin duda, aunque secundario en cuanto a las causas, la situación fue influida también por las elecciones alemanas, donde el nacionalsocialismo estaba cada vez más cerca del poder. Al respecto el jefe vallisoletano ostentaba – ya lo hemos visto – un apasionado conocimiento social y político del país teutónico, llegando a definir la situación alemana era una clara señal de alarma también para el futuro de España:  

«se ha consolidado, por desgracia para Alemania, la equivalencia de dos bloques irreductibles: el gran partido de Hitler, con sus catorce millones de votos, ya conseguidos en abril, y el frente marxista, de elementos hermanos, aunque desunidos –socialismo y comunismo–, con un conjunto de votantes casi idéntico».

La solución al dilema alemán, la eterna lucha entre derechas e izquierdas que con tanto cometido Onésimo buscaba equiparar al caso español, demostraba la necesidad de un compromiso firme: un ‘frente único’ liderado por «el triunfo neto, dictatorial, fascista, del nacional-socialismo» como garantía de paz social, asistido «para evitar el caos, para librar Alemania de la guerra civil» del Centro católico. Una unión, por tanto, de las dos fuerzas políticas más pendientes – según Redondo – de las necesidades del país, la exaltación del espíritu nacional y de la salvaguardia de la civilización cristiana:

«En el fondo más aguerrido de la lucha de ideas, se ventila, por tanto, una formidable guerra de la Europa cristiana contra la Europa del paganismo marxista. Triste y espantoso es contemplar que en esta pugna religiosa el proletariado, el mundo amenazador de los que nada tienen, se pronuncia contra el cristianismo. […] La reflexión es triste. Las consecuencias muy serias. En España el proletariado no está con la Iglesia. En Europa el proletariado no está con el Cristianismo». 

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(Nótese la ingenuidad de considerar a Hitler como ¡abanderado del cristianismo! como consecuencia de la habilidad publicitaria del nacional-socialismo hacia el electorado católico basándose en la tradición del romanticismo alemán.

Hay que recordar que, en esa época, el nacional-socialismo era un partido político socialista libre de toda sospecha y sus dirigentes bien recibidos por muchos, incluso en Inglaterra, que inicialmente alcanzó el poder con el apoyo del partido católico de Alemania por razones meramente estratégicas. Pocos prestaron atención a los cimientos absolutamente racistas de esta ideología incompatibles con el catolicismo que, con el tiempo,  derivaron en el mismo paganismo, en estado puro, que Onésimo Redondo pretendía combatir. Por cierto la religión oficial de Alemania fue la protestante luterana durante el nacional-socialismo. José Antonio Primo de Rivera no se dejó engañar).

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Sin embargo, en víspera de la sublevación, los ambientes golpistas tenían ya establecido su plan de actuación. En la mañana del 10 de agosto, estalló el golpe bajo el mando del general José Sanjurjo Sacanell principalmente en Sevilla y Madrid, además de otras localidades; lo cierto es que desde sus comienzos, la sanjurjada se convirtió en un rotundo fracaso. En Valladolid las autoridades – bien informadas sobre el desarrollo del golpe – intervinieron rápidamente en contra de supuestos colaboradores, identificando entre ellos el director de Diario Regional, Felipe Salazar Urrizola y el de Libertad, Onésimo Redondo. El jefe jonsista, que aparentemente «deambulaba por las calles de Valladolid en actitud expectante», fue avisado del fracaso del golpe e informado por un policía que su nombre aparecía en la lista de conspiradores locales; el día 12, con toda probabilidad, ya había dejado la ciudad tal y como confirmaban los periódicos.

Refugiado en casa de amigos, supo del registro realizado por el inspector Francisco Hermida, que redactó en su informe: «por estar ausente el citado D. Onésimo, se da lectura del mandamiento a su hermano Andrés Redondo Ortega, Director del Banco Hispano Americano […]. Se practicó dicha diligencia que dio por resultado el hallazgo de una carta precedente de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, de aviso y firmada por A. [Ramiro] Ledesma». Este ulterior hallazgo, comprometía definitivamente Onésimo con el grupo conspiratorio (Ledesma había sido detenido en Madrid), por lo que de inmediato el vallisoletano fue acusado de participar activamente en el golpe.

Sin protección y con poco margen de actuación, Onésimo abandonó el país dirigiéndose hacia Zamora y de allí a la frontera portuguesa. Redondo paró primero en la pequeña localidad de Curia (en la que se quedaría hasta la llegada de Mercedes hasta octubre de 1932) y, gracias a la ayuda recibida por los jesuitas, se instaló después en Oporto y finalmente, en 1933, en Praia das Rosas. Tanto Libertad como Diario Regional fueron clausurados y su publicación prohibida


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El primero resucitaría con el nuevo nombre de Igualdad (manteniendo todavía el mismo formato), mientras el segundo recobró vida tan sólo en septiembre, centrando su discurso en el tentativo de denunciar la actitud gubernamental; «decíase (sic.) que era debida a las campañas tendenciosas hechas contra el régimen. No podemos menos de rechazar tal imputación, porque leal y honradamente hemos demostrado acatamiento y sumisión al Poder hoy constituido en España, siguiendo en ello la enseñanza y el ejemplo de la Iglesia Católica. Con Monarquía o con República, estamos en el mismo puesto, del que jamás hemos descendido para subirnos a la trasera de ninguna carroza triunfal, ni para colocarnos al sol que más calienta. No todos pueden decir esto», cfr., «Otra vez en nuestro puesto», Diario Regional, 2 septiembre 1932.

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En resumen, la Sanjurjada tanto en Valladolid como en el resto de las ciudades sublevadas, fracasó por un conjunto de factores entre los cuales tuvo un enorme peso la incertidumbre. Como afirma Gabriel Cardona, «la política española no había, todavía, alcanzado el grado de crispación de1936. Gran parte de la derecha confiaba todavía en cauces políticos; en aquel momento se estaban reforzando las formaciones parlamentarias católicas y no creía inevitable el enfrentamiento armado. Los grandes terratenientes tenían una sensación de peligro ante el anuncio de la reforma agraria. Pero la gran masa conservadora y católica, aunque viera con simpatía la sanjurjada, no deseaba correr un riesgo personal».

Monumento a Onésimo encuentra su lugar.



5) El exilio portugués y la segunda etapa política 

 

5.1 El exilio portugués como nueva fase de formación política: el nacimiento de “Igualdad” (1932-1933).


5.1.1. Reorganización y coordinación desde el destierro.



Un policia pone en antecedentes a Onésimo de su inminente detención para su posterior confinamiento en Africa. El aviso le llega a tiempo de buscar refugio en la finca de unos buenos amigos en el monte Torozos, los Martin Alonso, fuera de la ciudad de Valladolid. Desde allí se dirige a Puebla de Sanabria desde donde simulan asistir a una romería popular que se iba a celebrar en Braganza -Portugal – y a la que acudían muchos lugareños, como era tradicional, por lo que la vigilancia en las fronteras se relajaba y, conducido en automovil por los camaradas Eduardo Martin Alonso y Francisco Prada, por el paso fronterizo salmantino de Fuentes de Oñoro, cruza la frontera portuguesa y se resguarda en el país vecino.

Al cruzar la raya de la frontera sus compañeros regresan de nuevo. Onésimo inicia el camino del exilio. Dirige sus primeros pasos a una localidad balneario, En dirección sur hacia la de Coimbra a Lisboa, llamada Curia, una de las estaciones termales más famosas de Portugal, con abundancia de aguas sulfatadas cálcicas. Ciudad triste en la temporada baja, deshabitada, melancólica, con un gran parque que circunda al balneario donde los árboles impiden que penetren los rayos solares incluso en la época estival.

Se dirigió a este lugar, recóndito y solitario en invierno, por albergar a muchos de los jesuitas que fueron expulsados de España cuando se decretó , en 1932, la expulsión de la Compañía de Jesús y que allí habían encontrado acomodo, en aquellos inmensas instalaciones hoteleras donde, en la soledad y en silencio, se dedicaban al estudio.

El líder vallisoletano necesitó dos semanas para reorganizarse, debido a la gran confusión provocada por los sucesos; según las anotaciones del mismo Redondo, es a partir del 26 de agosto cuando reanudó el contacto con los suyos. Los primeros escritos enviados desde Portugal – alrededor de cuatro cartas al día – fueron para sus hermanos Andrés y Víctor, aunque no tardaría en escribir a sus padres en Quintanilla. Siguieron los del Sindicato Remolachero (respectivamente: Tomás García, Millán Lasheras y José María Hueso), además a quienes le ayudaban también con los asuntos jurídicos (Antonio Carretero y Tomás Bulnes) y finalmente, con más discreción, a los jonsistas Bedoya, Girón de Velasco, Jesús Ercilla y Luis Sanz, y a otras influyentes amistades como Luciano de la Calzada y Gil Robles

La importancia de mantener el contacto fue fundamental por distintas razones pero sobre todo, como afirmó el jonsista García Sánchez, la correspondencia era «el único remedio para no desconectarse de Valladolid y de sus hombres». Al poco tiempo den llegar a Curia, Onésimo entendió que era necesario actuar con rapidez para reorganizar todos los cargos que había dejado en España; por un lado solucionar su situación respecto a la actividad profesional y la vida privada, por el otro recobrar la relación con los colaboradores de las JONS de Valladolid. Respecto a éstas últimas mantenía una gran inquietud, ya que la intervención gubernamental había clausurado tanto el semanario como la organización, cuestión que hacía necesario reestructurar cuanto antes el grupo y sobre todo restablecer un órgano de prensa activo en la calle.

En el intento de resurgir Libertad, silenciado desde el 8 de agosto en su número 61, Redondo activó una red de contactos entre los cuales se dirigió a importantes políticos como Salvador de Madariaga al que no ocultó la situación, pidiéndole dinero para el semanario. Poco después ya a comienzos de septiembre, fue el turno del amigo Gil Robles, al que comentó: «Abogo por los [jonsistas] de Valladolid. Incluyo carta para Royo [Villanova]».

Mientras tanto, Onésimo escribía a los suyos con asiduidad mezclando a menudo las cuestiones del partido con las del sindicato remolachero, hecho que testimonia que en las dos agrupaciones participaban en algunos casos las mismas personas. Desde el día 8 recobró el contacto también con el otro dirigente, Ramiro Ledesma, recordándole con premura que le escribiera y gestionara la cuestión de los presos jonsistas tras su excarcelación. Por su parte, Onésimo ratificaba su intención de mantener el mando de las JONS de Valladolid, convencido de que volvería pronto del exilio y amparado por su hermano Andrés al que tramitaba los asuntos más trascendentales.

Como demuestra la correspondencia, éste no sólo informaba al exiliado sobre la situación en la que había quedado Libertad, sino que se encargó de la reorganización del grupo y demostraba ser aún aquel íntimo confesor en el que tanto había confiado Onésimo durante su juventud.

La correspondencia con el Sindicato Remolachero fue la otra gran tarea a la que se dedicó Redondo. El vallisoletano era consciente de la importancia de seguir en contacto con el grupo, ya que – como hemos visto – por entonces estaba convencido de su inminente regreso a Valladolid.

El suyo era principalmente un trabajo administrativo, por lo que no le era difícil mantenerse informado a través de Tomás García y Carretero. Sin embargo la razón más importante de su interés por el sindicato era sin duda la cuestión financiera; en este momento, aislado en Portugal, el vallisoletano dependía únicamente de los ingresos que recibía de ello, por lo que sentía la necesidad de no perder esta oportunidad y seguir colaborando desde allí.

Respecto al plano profesional, después de haber pasado algunas semanas del fracasado golpe y tras la pública acusación de haber participado en ello, no faltaron muestras de apoyo hacia su causa. Entre la correspondencia recibida destacan los ánimos de los que le escribieron en el intento de apelarse a la honradez de su gesto o la justificación de su acto como un ejemplo de firme patriotismo. Podría ser el caso de un viejo amigo remolachero, José María Hueso, quién fue uno de los primeros en escribirle.

Pese a los apoyos, su nombre seguía figurando entre los directamente relacionados con el golpe, por lo que la esperanza de solucionar su posición jurídica en poco tiempo fue desvaneciéndose según pasaban las semanas. Pese a ello, Redondo no dejaba de informarse sobre cuanto ocurría al otro lado de la frontera, enviando continuos consejos y pautas de actuación a sus jonsistas; aunque es posible que a finales de septiembre entendiera que su regreso era cada vez más improbable, por lo que empezó a plantearse seriamente cómo hacer que su mujer Mercedes pudiese reunirse con él en Portugal.

Un último intento de predecir su más inmediato futuro, se desarrolló a través de unos importantes contactos que mantenía en Madrid y que le sirvieron para obtener información valiosa sobre su condición de fugitivo. Uno de ellos era Ángel Herrera quién demostró preocupación inmediata por la suerte de Onésimo aunque, llegó a comentar a Andrés – y cabe imaginar provocando cierto estupor –, que la única solución posible era la entrega espontánea del hermano a la autoridad frente al peligro de ver perjudicada su actuación:

«Mi querido amigo: Recibí tu amables líneas del día 29 [de septiembre] pasado. Para favorecer en lo posible a Onésimo, no se me ocurre que pudiéramos hacer otra cosa sino llevarle a Lisboa y que allí fuera nuestro corresponsal; pero preveo que sin relaciones en aquella ciudad y sin conocer el portugués, no podrá servirnos sino lo que le proporciona nuestro corresponsal actual; y en tal supuesto, no habríamos conseguido nada práctico. […]
¿No sería lo mejor que Onésimo volviera a España? Dos o tres meses de cárcel […] no destruyen su porvenir. Pero una temporada indefinida, larga, tal vez de años en el extranjero, puede ser su ruina. Es claro que yo hablo con la hipótesis de que sea inocente, como creo firmemente que lo sea».

Frente a esta declaración, Andrés y otros amigos parecían más cautos y ciertamente contrarios a su regreso. La situación sobre el porvenir de Onésimo parecía pender de un hilo. No se confiaba en la autoridad y además el jefe vallisoletano no tenía suficientes amistades que pudiesen interceder a su favor. Con la llegada de una carta proveniente
del despacho madrileño de José María Gil Robles, la cuestión quedó definitivamente sellada. El día 5 de octubre, tras consultarse con otros altos cargos del Parlamento republicano, escribía con ansiedad:

«Sr. D. Andrés Redondo Mi querido amigo: Me fué imposible, bien lo sabes, estar siquiera un día en Valladolid durante las Ferias. Había otros asuntos de más urgencia y por eso, bien a pesar mío, hube de aplazar la visita. […] En el caso de tu hermano [Onésimo], insisto en que no debe venir a España, porque en el momento mismo de regresar sería objeto de medidas gubernativas. Espero que pasen estas circunstancias y más adelante hablaré al Ministro, pero este es un punto muy delicado porque bien sabes que tu hermano es mirado con mucha prevención en los Centros oficiales.Te envía un abrazo tu buen amigo
[José María Gil Robles]».

Ni siquiera el intento de Andrés de hablar directamente con el Gobernador Civil de Valladolid, el alicantino José Guardiola Ortíz, dio resultados concretos; era evidente que por estas alturas, Onésimo sabía que sólo le quedaba organizarse para una larga permanencia en el destierro. Las malas noticias que provenían de España no le impidieron mantenerse política y profesionalmente activo a través de la correspondencia, aunque su principal preocupación en aquellos días – como se comentaba con antelación – sería el traslado de su mujer a Portugal. Mercedes Sanz viajaba embarazada y Onésimo quería que el parto se produjese bajo cualquier pretexto a su lado; por ello, y no sin sacrificios, la pareja logró que Mercedes llegara a Curia justo a tiempo antes de dar a la luz.

Debido a la continúa escasez de dinero y la necesidad de encontrar un lugar más adecuado para su actividad y la tranquilidad de su mujer, Redondo logró hacerse con un piso en Oporto, en la céntrica Rua Firmesa, nº . Allí seguiría con su correspondencia, recibiendo continuamente el apoyo y la ayuda financiera de amigos y conocidos, como en el caso del fundador de la FAE, Lázaro Domingo:

«Mi querido amigo: Recibí tus cartas y tarjetas […]. A [Salvador] Madariaga, no he podido verle así es, que ese asunto de Libertad, no se ha resuelto. Procuraré estar al tanto de su llegada para acometerle en la cuestión económica. Desconozco tu situación financiera esa, pero espero podrás dar clase en Curia o por lo menos así se lo he indicado al Sr. Encinas pues creo que es una fórmula que en to[tu] exilio serviría para aminorarte el quebranto económico. Aparte procuraré ver si puedes hacerme alguna traducción, ya del alemás[n] o ya del francés […] pues necesito hablar con tigo sobre asuntos muy interesantes que se han planteado en los últimos días y “es ist unmöglich zur Brief dieses Sachen erklären”.
Saluda a tu mujer, y tu recibe un fuerte abrazo de Lázaro [Domingo]».

En Oporto, por lo menos al principio, la situación no mejoró mucho. Onésimo apenas tenía dinero para seguir adelante y se vio obligado a pedir ayuda económica a su hermano. Una de sus principales preocupaciones seguía siendo la de su colaboración con el Sindicato Remolachero y al respecto su posición de exiliado político no le ayudaba a mejorar la situación. Cómo si todo esto fuera poco, llegó incluso a lamentar que Andrés no estuviese gestionando adecuadamente la delicada situación en la que se encontraban las JONS.

En cuanto a la primera cuestión, al fin encontró en Tomás Bulnes una persona de absoluta confianza dentro del sindicato, por lo que señaló al mismo Presidente – Filemón Álvaro – que éste iba a sustituirle durante su forzada ausencia, haciéndose cargo de todas las gestiones necesarias; y tiempo después, Bulnes confesaría que en realidad siempre fue el mismo Onésimo el que gestionó todo los trámites a través de una incesante correspondencia con él.

En segundo lugar, Onésimo tomó la iniciativa también respecto al jonsismo local, con la intención de enmendar la cuestión del órgano de prensa que aun no había vuelto a salir a la calle desde agosto. Lo logró durante el mes de noviembre cuando, gracias a la insistencia de sus peticiones, consiguió que Javier Martínez de Bedoya y Juan Misol Matilla empezasen a organizar el semanario y solucionar definitivamente el problema de su largo silencio. Una vez más, la determinación acabó por dar la razón a Onésimo: no pasaron más que unos pocos días para que también este asunto se solventara con el comienzo de una nueva publicación que con el tiempo dio mucho de qué hablar.


 5.1.2. La creación de Igualdad, nuevo órgano de las JONS.


Al poco tiempo de trasladarse a Oporto, concretamente el 13 de noviembre, Onésimo disfrutó durante algunos días del nacimiento de su primera hija, María de las Mercedes Redondo y Sanz Bachiller. Como no podía ser de otra manera, el acontecimiento cautivó por completo la atención del padre que durante unos días tan sólo se ocupó de su hija.

Para coronar el buen momento y tras los difíciles comienzos en tierras lusas, Bedoya y Misol comunicaron a Onésimo que por fin de daría comienzo a la publicación de un nuevo semanario en Valladolid y Madrid. Fue en concreto el lunes 14 de noviembre por la tarde cuando se empezó a divulgar el nuevo órgano de combate de las JONS que tomaba el nombre de Igualdad. Misol cubría en ello el cargo de director, mientras Bedoya coordinaba la edición de cada número, siguiendo al detalle las recomendaciones que Onésimo escribía asiduamente desde Portugal.

La decisión de publicar un órgano alternativo a Libertad había sido tomada entre Redondo y Bedoya, conscientes de que la suma total de las multas que afligían al periódico era inalcanzable para sus reducidas financias. Además, después de haber esperado más de dos meses para recibir algún tipo de ayuda económica de conocidos monárquicos, Onésimo se había convencido de que era mejor actuar por propia iniciativa, ante el peligro de perder adeptos. Lo mismo pensaba Enrique Compte Azcuaga, viejo amigo del grupo de La Conquista del Estado e íntimo de Onésimo, quien además aconsejó a Onésimo tener cuidado con la situación política del partido:

«Mucho lamento que no puedes volver a Valladolid, esto nos causa una gran  perdida en nuestras filas y también a ti en tus negocios y vidas particulares, espero que el asunto se arreglar[á] algún día no lejano y podremos verte de nuevo con las mismas ganas y arrestos para luchar. […] Ramiro está afanado con la cuestion del periodico no se que sacará en limpio, por ahora promesas….pero con eso no se puede vivir ni hacer nada, y de los elementos monarquizantes nada, lo único que se puede hacer es despreciarlos; se portan con todos de manera bastante indecente, todo lo que no sea Dn [Don] Alfonso es letra muerta».

La necesidad de llevar adelante un nuevo semanario parecía ser una decisión unánime en el entorno jonsista. Desde los primeros números puestos bajo la dirección de Bedoya y Misol, la red de colaboradores fue expandiéndose hasta alcanzar la misma dimensión que el viejo semanario. Entre los más asiduos, casi todos acólitos de Onésimo desde las JCAH: Emilio Gutiérrez Palma, Félix Santiago Marquina, Víctor Gómez Ayllón, Narciso García Sánchez, Marino Dávila Yagüe, Luis Benito Alonso, Eduardo Franco Cereceda, José Villanueva de la Rosa y el caricaturista ITO.

Los primeros resultados en la salida de Igualdad parecieron ser buenos y las noticias que provenían desde Valladolid prometían un futuro más prometedor de lo esperado. Tomás Bulnes, incluso más que Bedoya, se convirtió en el personaje clave para el sostenimiento de Onésimo durante el exilio: coordinó sus asuntos legales así como se hizo cargo del Sindicato Remolachero, sin ocultar su afinidad por Igualdad.

Gracias a estos apoyos y con la aparente mejoría del problema financiero, Onésimo podía dedicarse íntegramente a su pasión doctrinal avanzando en la que podríamos interpretar como una nueva fase de desarrollo ideológico y de conducta moral. Durante los últimos meses de 1932, el vallisoletano pudo dedicarse a la frecuente visita de las bibliotecas locales, actividad que mantuvo también con la llegada del nuevo año. Allí el español analizaba, reproducía y seleccionaba artículos de periódicos, panfletos, revistas y publicaciones de todo tipo, terminando a menudo este minucioso trabajo en su propio domicilio y contando con la ayuda de Mercedes.

En este período a caballo entre 1932 y 1933, Onésimo se afanó por ampliar sus conocimientos en el ámbito político, económico, social y cultural, aproximando estas lecturas a su obstinada búsqueda de información sobre temas relacionados con la masonería, el sionismo (Protocolos), episodios de la historia universal y española, teología y cristianismo, “leyenda negra española” y “gran estafa”, etc. Dicho de otra forma, Redondo intentaba robustecer su formación, con el objetivo añadido de consolidar su aportación doctrinal y hacer de ella – o por lo menos entre el grupo de Valladolid – un núcleo ideológico vivo en el seno del nacionalsindicalismo.

Es asimismo probable que Onésimo utilizara buena parte de sus apuntes para la redacción de artículos que regularmente enviaba a Igualda o al “Centro de Estudios” de las JONS, sin olvidar que la serie “Hacia una nueva política: el Estado Nacional” corresponde precisamente a este periodo. Tras una profunda labor de catalogación del material hallado, hemos constatado que el jefe jonsista llegó a escribir más de veinte cuadernos y centenares de folletos que se entremezclaron con la correspondencia y la actividad profesional. 

Aunque como afirma Goyanes la vida en Oporto no fue fácil, Onésimo se esforzó para mantener a su familia sin por ello desaprovechar un momento para ocuparse de sus actividades políticas. Como se ha dicho con anterioridad, Igualdad era en aquel momento el centro de su atención; el 19 de noviembre envió a Bedoya algunas recomendaciones sobre la publicación del semanario y, junto con ello, su primer borrador de la serie de artículos que habría de publicar bajo el título: “Hacia una nueva política”.

La organización del nuevo órgano de prensa de las JONS mantenía un formato muy parecido al anterior; los contenidos reflejaban una continuidad con Libertad, especialmente en la propaganda ideológica nacionalsindicalista y en la crítica a la República, mientras que algunos cambios gráficos hacían de este órgano una publicación más sobria y en parte más desapercibida

«Mantenía la organización en tres páginas (seis caras) que le configuraban así como Onésimo había deseado, mientras que el título era modificado desde una gráfica distorsionada, de líneas frenéticas y casi vanguardistas (“Libertad”), a una línea compacta, sobria y caracterizada por un hipnótico color rojo (“Igualdad”). En la parte de arriba y a la izquierda de la primera página aparecía en cada número un editorial (no firmado) que introducía entre la primera y segunda página los artículos de carácter socio-político y propagandístico (elogiando pues la idea nacional-sindicalista de las JONS); luego se daba espacio a noticias de última hora, deportivas, publicidad y, al final junto con otros artículos, el ‘pensamiento de la juventud nacional’. De este último espacio se encargaba el mismo director honorífico, Redondo, que lo utilizó para difundir parte de su pensamiento político». Cfr., TOMASONI, Matteo, «Alcune considerazioni su “Igualdad”, il settimanale delle JON-S castigliane (1932-1933)», Spagna Contemporanea, nº 42 (2012), pp. 82-83.

La aportación de Onésimo, a excepción de la serie “El Estado Nacional”, pretendía enfocar múltiples aspectos del fracaso que la República suponía para España. Un borrador de sus apuntes utilizado con toda probabilidad para Igualdad, refleja a la perfección esta condición de lucha que las JONS tenían que conservar:

«¿Adhesionistas? No: ¿cómo vamos a serlo de una política creada ante todo para destruir? Nosotros no podemos acatar la anarquía ni colaborar en ningún grado con las convulsiones que trituran el bienestar del pueblo. Ni colaboradores, ni adhesionistas, ni amigos en ningún grado o momento de los gestores del Estado constitucional. Porque el Estado constitucional es el que tenemos presente, no la República. Conviene insistir en esta afirmación, muy seria y muy meditada que ya hemos enunciado: la República no existe, no hay régimen propiamente republicano aunque ese nombre lleve y con esa careta se encubra»

A pesar del afán de Redondo por la lectura y el estudio de textos y artículos políticos de su país, su interés también se extendió a Portugal y su opinión pública; pues este era un país tan vecino como desconocido para el vallisoletano.

En ocasión del aniversario de la independencia del país luso (1º de diciembre de 1640) Onésimo escribió un artículo que pretendía demostrar, más que el temor a la Castilla imperial que había dominado aquella tierra siglos atrás, la frustración de los portugueses tras veintidós años de República. Onésimo, que en esta época firmaba con el seudónimo de Alonso Campos, comentaba al respecto:  

«“Nosotros los portugueses, liberados hace casi trescientos años de la dominación castellana, asistimos con curiosidad –que no puede ser, evidentemente, desinteresada– al renacimiento de las naciones peninsulares y a la desmembración de una España que si no constituía una amenaza para Portugal era por no resultar fácil modificar la política internacional europea…”. Contempla el lector español el infeliz desvarío de unas gentes que no saben disimular su fruición ante lo que parece la descomposición de España. Sin duda quieren verla reducida –aunque otra cosa digan– al bajo nivel en que hoy vemos a Portugal, veintidós años después de ser implantada aquí la República masónica».

El interés por el país vecino se materializó alrededor de una cuestión fundamental que en esta época empezaría a ser para Onésimo un eje fundamental de su pensamiento: la tesis sobre el iberismo – que profundizaremos más adelante – y el acercamiento entre España y Portugal, fueron introducidos por el jefe jonsista a partir de aquel otoño de 1932 y se desarrollaron en un largo debate que mucho influyó en su pensamiento una vez regresado a España:

«Hablamos a Portugal ¿Qué tienen que ver los pueblos con las separaciones hostiles trabajadas, con las hegemonías hirientes y aun opresoras discurridas y practicadas por las clases políticas en diversas épocas? Las luchas fraticidas de separación y lo mismo que el orgullo centralista, son asuntos más políticos que no populares. Son encuentros de los apetitos de mando vinculados en algunas minorías o personas, que sólo han servido para fomentar el rencor y la incomprensión entre los pueblos hermanos de la Península. Vivamos en paz y también en amor y confianza. Cumpla cada cual – cada pueblo, cada nación – su historia y olviden las gentes los apetitos de las minorías que [u]ngen antipatías y odios: no nos envanezcamos de nuestras discordias del pasado, y estrechemos el destino espiritual de dos naciones nacidas para ser grandes armonizando sus impulsos(16-12-32)».

El vallisoletano no tardó en darse cuenta de que también en Portugal el ambiente político estaba alterando la tranquilidad de aquellos años; un ministro, Antonio de Oliveira Salazar, lideraba la corriente constitucionalista que en abril de 1933 permitiría el desarrollo de un régimen autoritario promotor del Estado Novo.

«En su política de renovación nacional, Salazar consideraba que era imprescindible modificar la manera de pensar y de ser de la sociedad portuguesa recuperando su verdadera esencia, basada en una fuerte socialización de carácter tradicionalista a través de las estructuras corporativas del Estado Novo y en un modelo de integración social sometido al molde ideológico del régimen, que debía ocuparse de la educación pública siguiendo las ideas de la nueva constitución». Cfr., PENA RODRÍGUEZ, Alberto,
«Tudo pela Nação, nada contra a Nação. Salazar, La creación Del Secretariado de Propaganda Nacional y la censura», Hispania, vol. LXXII, nº 240 (2012), p. 179.

Y mientras estos hechos tomaban forma, Redondo descubrió que no era el único en navegar contracorriente. Aquel autor también era otro gran admirador de su maestro Marcelino Méndez Pelayo, habiéndose formado a través de los escritos del “despertador de la conciencia nacional”. Además consideró fundamental que el portugués hubiese formulado la hipótesis de un nuevo nacionalismo portugués, vinculado a una peninsular aliança con España, teoría que le impresionó enormemente. Pero por lo visto el nombre de António Sardinha no era nuevo para la intelectualidad española; célebres habían sido sus discursos en el exilio de Madrid (1921), donde el portugués había conocido al Marques de Figueroa, Gabriel Maura Gamazo, Fernando Gallego de Chaves Calleja (Marqués de Quintanar y Conde de Santibáñez del Río) además de Ramiro de Maeztu, entre otros. Fueron especialmente estos últimos dos, los que dierona a conocer la obra de Sardinha en España, haciendo de ella un ensayo fundamental así como lo había sido el artículo “O Pan-Hispanismo” (1922) en el que Sardinha daba prueba de su interpretación peninsularista frente a un desacreditado iberismo:

«“Na opinião geral, – escrevia ha já bastantes anos o general Rodrigues de Quijano –, só Espanha e Portugal pelos seus precedentes e índole especial deraça, podem chegar a ser o verdadeiro laço de união entre Europa, a America e a Africa…” Em sucintas palavras, se condensa todo o futuro das duas pátrias peninsulares, se olhando para a frente com coragem e iniciativa, nos resolveremos a executar tão belo programa de acção, para o qual, antes de tudo se estabelece como primeiro passo, a necessária aproximação de Portugal a Espanha. Assim, o desacreditado ‘iberismo’, de evidente marca maçônica e revolucionaria, será vencido pelo ‘peninsularmismo’ cujas raízes na geografia e na historia, exigem logo de entrada, como condição prévia, que a tolerância política e econômica dos dois Estados da Península seja integralmente respeitada».

La tesis del portugués pareció convencer a Redondo, que entre sus apuntes marcó con convicción cuanto aprendía de la lectura del Aliança, como en el caso del prólogo de la edición de 1925 firmada por Gamazo:

«Los dos pueblos peninsulares venían padeciendo, desde fines del siglo XVIII el mimetismo degradante que en toda la escala biológica caracterizó siempre a los seres más débiles y no los preservó casi nunca de la definitiva destrucción. Sobrevino hace ya tiempo la reacción contra tan monstruoso absurdo. Pensadores excelsos, cuyos nombres venerándoos, guarda piadosa nuestra memoria, persuadieron a las nuevas generaciones hispano-portuguesas de que el remedio de los males que padecíamos no se había de hallar en recetarios exóticos, sino en las sabias elecciones de la propia tradición”. (G. Maura Gamazo, prologo A. Sardinha)».

El estudio de esta supuesta aproximación hispano-lusa en la historia, ampliada a través de la lectura de las obras de Oliveira Martins que había comentado que «o problema hispanista é, primariamente, um problema de cultura» y complementada con la serie de artículos de Maeztu sobre la Hispanidad, fue utilizado para explicar la fricción histórica existente entre los dos países y la consecuente entrada de Portugal en la órbita anglosajona.

Dejando a un lado – de momento – el peninsularismo en su aspecto más teórico, observamos como esta corriente filosófico-cultural empezó a cuajar con firmeza desde los años Veinte entre la política portuguesa. Tan sólo una década después, utilizando como base los escritos de Sardinha y adaptándolos a las exigencias del momento, otro portugués llamó la atención de Onésimo de forma especial. Se trataba de un periodista y sindicalista – tenía casi diez años más que Redondo – conocido como Francisco Rolão Preto, un descontento del “Integralismo Lusitano” que durante el curso de 1932 había fundado el Movimiento Nacional-Sindicalista (MNS), máximo representante de la extrema derecha portuguesa. No ha de extrañar que el líder jonsista siguiera con interés al grupo local del MNS, que ya presumía por entonces de ser el portavoz del nacionalismo portugués y defensor de los valores patrióticos

Francisco Rolão Preto


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Francisco Rolão Preto
Entre los apuntes de Redondo, hemos encontrado un artículo sobre el nacionalismo portugués en el que se ensalza a Preto como líder del nacional-sindicalismo portugués y figura clave:

«nos cometemos o imperdoável pecado de ter, num movimento ardente de nossa mocidade, esta ânsia revolucionaria da Ordem. E dizem, num desconhecimento total de nossas ideais, que tomos buscar a Mussolini, a Hitler ou a qualquer outro “condottiere”, de multidões, a inspiração tutelar das doutrinas que defendemos. Agora que o movimento nacional-sindicalista, mais que um simples enunciado esquemático de teorias, é já uma realidade viva e palpável na paisagem política nacional [...]. Já em 1920 quando Mussolini sonhava um indefinido socialismo, vagamente informado do espírito de Garibaldi, e Hitler era um pobre destroço da guerra, o dr. Rolão Preto publicava as bases econômicas e sociais do nacional-Sindicalismo». (Trad. «hemos cometido el pecado imperdonable de tener, frente a nuestro movimiento de ardor juvenil, el impulso revolucionario de la Orden. Y dicen que, en total ignorancia de nuestras ideas, buscamos un Mussolini, un Hitler o cualquier otro “condottiere”, multitudinario, de inspiración y tutor de las doctrinas que defendemos. Ahora que el movimiento nacional-sindicalista, más que un simple enunciado de teorías, es ya una realidad viva y palpable en el horizonte de la política nacional […]. Ya en 1920 cuando Mussolini soñaba con un impreciso socialismo, vagamente integrado por el espíritu de Garibaldi, y Hitler era un pobre reducto de la guerra, el Dr. Rolão Preto publicaba las bases económicas y sociales del nacional-sindicalismo»). Cfr., Nacionalismo Portugués [recorte artículo de Abilio Pinto de Lemos], APMR, caja 1, cuadernos_B, nº 4.

Onésimo conservó un artículo del acto inaugural; Nacional-Sindicalismo. Inaugurou-se ontem o Secretariado do Porto, APMR, caja 1, cuadernos_B, nº 4. MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista, ob. cit., p. 31.


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A finales de año y con ocasión de la inauguración de la sede del MNS en Oporto, es probable que Redondo aprovechase la oportunidad de conocer en persona al mismo Rolão Preto, ya que éste había viajado desde Lisboa para presenciar el acto. No obstante, pese a las fuentes consultadas, no se ha podido sin embargo certificar este encuentro.

No parece que en este momento Redondo optara por estrechar un vínculo directo entre los nacional-sindicalistas portugueses y los jonsistas españoles, pero no dejó de seguir el desarrollo de este movimiento durante su estancia en Portugal. A finales de 1932 por lo menos podía sentirse satisfecho de haber mejorado su situación y gracias también a nuevos estímulos adquiridos en el país luso, Onésimo pudo reorganizar su agenda dirigiendo un sin fin de cartas hacia Valladolid y Madrid. Se puso en contacto con la revista Acción Española prolongó la serie de artículos políticos para Igualdad, se comunicó con sus adeptos, pidió información sobre su situación jurídica y, junto con Ramiro, estudió el plan de actuación para el nuevo año. Todo estaba preparado para dar comienzo a nueva etapa del jonsismo.


5.1.3. Nuevo año, nuevos retos. La lucha política desde el exilio.



Por segunda vez en su vida, Onésimo empezaba el año en un país extranjero pero, a diferencia de su estancia en Alemania, esta vez se encontraba forzado en un exilio en Portugal. Aguardaba muchos proyectos para 1933 y no cabe duda de que su principal objetivo seguía siendo la vuelta a su tierra natal junto con su familia; pues si la política le había metido en este aprieto, ahora más que nunca tenía que ser la misma política la que tenía que sacarle de él.

Una primera novedad para el vallisoletano fue la resolución de una denuncia de 1931 contra su persona y por lo visto, la causa remontaba a una acusación procedente directamente desde el despacho del ministro Marcelino Domingo. El resultado de la sentencia, pese a la multa infligida, redimía Onésimo de mayores cargos y de algunos meses de cárcel pero, al no tener vinculación directa con la Sanjurjada, no le absolvía de su exilio.

El acta de resolución del Tribunal Supremo de Madrid, dictaminaba lo siguiente:

«CONSIDERANDO: que dichas frases injuriosas y en lo que afectan a D. Marcelino Domingo, se hallan dirijidas (sic.) a este como Ministro que era a la sazón y no simplemente como periodista, pues así lo revelena [relevan] la alusión que se hace del Gobierno provisional, del que se dice presidió los vandalismos cometidos en la quema de conventos y del que formaba parte el Señor Domingo […]. / = FALLAMOS: que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación por infracción de la ley, interpuesto a nombre de Onésimo Redondo Ortega, a quién condenamos en las costes y al pago, si mejorase de fortuna de ciento veinticinco pesetas por razón de depósito no constituido. Comuníquese esta resolución a la Audiencia de Valladolid a los efectos oportunos. […] F.do: Felix Ruz Cara, Enrique Robles, Vicente

La necesidad de prolongar la correspondencia, único método para coordinar sus actividades, le ayudó a considerar cuáles iban a ser las directrices para el nuevo año. Poco a poco también entre las JONS de Valladolid se recuperaba cierta confianza para el nuevo año, aunque todo se desarrollaba muy despacio. Al menos, Onésimo tenía la sensación – y esto le demostraban las cartas que recibía – de que no era el único en pensar de esta forma;

«Sr. D. Onésimo Redondo Mi querido amigo: Mi cordial felicitación para el año nuevo, que le sea próspero en toda clase de bienes, y que los patriotas, mejores, y que purifican hoy su patriotismo en tierras extranjeras, consigan pronto, en los meses de este año, sino imponer las ideas salvadoras, sí, almenos (sic.) hacerse respetar y arrollar todas las ideas disolventes. El Sindicalismo nacional creo ha de tomar un gran impulso este año».

El escenario en el que el jonsismo se encontraba no parecía dar sin embargo muchas garantías, ni impulsos para su afirmación entre los grupos políticos. Por entonces no tenía aún ningún soporte financiero y social:  

«Por una parte, las clases medias que podrían haber proporcionado esta base […] preferían poner sus esperanzas en los partidos conservadores moderados que, al menos hasta entonces, estaban dispuestos a acceder al poder por la vía del sistema parlamentario. Por otra parte, a las clases trabajadoras no había modo de convencerlas para que abandonasen masivamente su afiliación socialista o anarcosindicalista, tal y como pretendían y necesitaban los nacionalsindicalistas».

El episodio que había tenido lugar en aquellos días, el de Casas Viejas, había demostrado que el sistema republicano tenía muchos fallos y que era urgente cultivar una nueva estrategia de intervención entre la opinión pública.





Ramiro
De forma diferente, Ledesma Ramos percibía 1933 como un año decisivo para el fascismo español, en el que la expansión de una doctrina nacional y patriótica iba a acabar definitivamente con la democracia de partidos en España y en Europa; la “actualidad antidemocrática” como la ha definido Ferrán Gallego, hizo percibir a Ramiro que «la primogenitura de esa llamada a la novedad política fascista procedía de su estrecho círculo de colaboradores desde los tiempos de La Conquista del Estado. […] La afirmación de la propia diferencia y la disposición a establecer ámbitos de compromiso».

Si bien Ledesma se estaba organizando para no faltar al pronunciamiento que iba a producirse a lo largo del mes de marzo, Onésimo parecía no estar conforme con la actitud de su amigo. Consciente de que las JONS no gozaban de buena consideración en el panorama nacional.


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Respecto a esta cuestión hay que observar que Ramiro estaba de acuerdo con Onésimo; tras la aparición oficial del MNS portugués a finales de 1932 ( se desarrolló en el Portugal de los años 1930, simultáneamente al nacionalsindicalismo español de las JONS en 1931) – tachado como imitador del fascismo mussoliniano por cimentarse en el corporativismo católico y exibir signos externos parecidos– y frente a su rápida notoriedad, Ledesma sintió la necesidad de demostrar que el “nacionalsindicalismo” era un movimiento ideológico ‘nuevo’, surgido en España en 1931. La referencia, lógicamente, era a su grupo fundacional:  

Nacionalsindicalismo portugués.
«Ciertamente el doctor Rolao (sic.) Preto, fundador y jefe de ese fascismo portugués, se inspira en normas doctrinales ya trazadas en su país por los “integralistas”  lusitanos (monárquicos corporativistas anteriores al fascismo). Pero su tónica es la del fascismo italiano. […]  
Y la denominación de su partido, el hallazgo del Sindicato –sindicalismo nacional– como eje funcional y económico del Estado moderno, pertenece a las JONS españolas antes mencionadas»
Cfr., «Precisiones. El Nacional-Sindicalismo», La Nación, 13 de enero de 1933.

No se debería descartar la aparición simultánea de de ambas ideologías.

 
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Redondo pensó que por lo menos era necesario consolidar cuanto antes su feudo de Valladolid. Sabemos que en esta ciudad existía un compacto núcleo socialista, sobre todo en el entorno ferroviario, aunque comunistas y anarcosindicalistas eran todavía una masa muy exigua. Contrario al uso de doctrinas consideradas extranjerizantes, Redondo enfocaba el problema de su país en la educación social y en la política de sus vecinos, tal y cómo anotaba en sus apuntes:

«Toda[s] las opiniones sobre la mejor manera de gobernar a España, se reagrupan concretamente en dos tendencias: la de los que quieren autoridad y la de los que quieren libertad.Autocracia y Democracia. […] Las dos formas para España son igualmente buenas e igualmente morales. El problema verdadero no es el de la forma, ni es el de las leyes sino el de la evocación del pueblo español. Pero entiéndase bien esto de la educación política del pueblo: es esencial variar el concepto corriente de la educación política cuando de España hablamos. No se trata de “hacerle apto para vivir la democracia”, como dice la trasnochada literatura liberal, sino de infundirle la confianza política a que hace mucho tiempo renunció terminantemente. Si sucede, como viene aconteciendo con raras excepciones desde hace más de 3 siglos, un fracaso político a cada cambio de este orden que en la gobernación del país se procede, habremos infligido un nuevo escalabro a la educación política del pueblo: es lo mismo que este daño, se canse con la espada anticrática (sic.) o con la corrupción democrática […].No es la democracia santa y la dictadura ilegítima ni al contrario esta representa la salud y aquella la ruina. Lo que hay es buenos o malos gobiernos: honradez, aciertos, […] o corrupción, ineptitud, injusticia. Todo es posible con la democracia y todo con la autocracia igualmente. La clave de la buena y estable gobernación está en esto: que el pueblo tenga confianza en los que mandan y estos correspondan a la confianza con la honradez, la aptitud y la justicia. Si esto es fácil de aceptar no es tan fácil de conseguirlo. Porque para llegar a lo segundo, que es necesario para infundir en el pueblo la confianza que salva, no basta descansar en promesas. Y como lo que se llaman formas o regímenes no otra cosa son que promesas, palabras – e igualmente las leyes que muchas veces se dan pero no se cumplen o se cumplen mal – siéguese que de las formas de gobierno y de las leyes en sí no puede derivar la justicia, el acierto y la honradez que es lo que el pueblo requiere y de cuyos efectos la confianza nace, las instituciones se estabilizan y la constitución real se consigue. Ninguna ley sobra: la forma no da vida al agente: el espíritu es el que da la vida».

Las cercanas elecciones municipales previstas para abril de 1933, podían ser la ocasión para distinguir a su grupo del asociacionismo derechista (Comité de Derechas) que se iba perfilando entre los partidos conservadores de la provincia de Valladolid

La técnica electoral tenía que ser organizada de forma minuciosa y sobre todo detallada; y de esta forma lo intentaba explicar a sus colaboradores:

«Preparad ardientemente la elección empezando desde ahora por lo siguiente:

1º) Por hacer en el periódico [Igualdad] alguna campaña municipalista de doble manera: 

A) persiguiendo sin tregua ni descanso el caciquismo municipal y al mismo tiempo el provincial. Di a los del periódico que observen, olfateen, inquieran y den forma a noticias y a casos del Ayuntamiento. 

B) Haciendo algunos artículos de estudio, sobre los presupuestos y obras en curso y los de años anteriores. Esto debía realizarlo uno fijamente (por ej. Misol, o Rivero). También deben publicar alguna interviú con personas relevantes por su competencia en algunas materias municipales. Así Moliner, Illera, quizá, y el Sr. Lozano el de la Cámara de la Propiedad. A vosotros se os ocurrirá alguno más.

2º) Llevando a cabo las elecciones municipalistas. Buscad quién sepa y quiera explicarlas. No consintáis que quede este asunto exclusivamente en manos de uno que no lo mueva. Cuando sean las lecciones, debe hacerse publicidad de ellas en el semanario. (Deben recibir lecciones de interventores más individuos de los que reciban las demás).

3º) Pensad en la conveniencia de combatir con la actual minoría monárquica al mismo tiempo que el caciquismo de la mayoría. A los monárquicos por inactivos, incompetentes y tímidos (con las debidas excepciones).

4º) Haced mucho alar de presentar candidatos. Y defended el que sea gente nueva, joven, y del pueblo.

A los afines debéis tratarlos con la máxima cortesía y mimo, pero mostrándoos con los hechos muy firmes. = No discutáis mucho en las reuniones. SABED CALLAR. Haced que solo ellos pequen de habladores. […] (Marcha JON-S)
Importante por encima de todo es que la cobranza de las JON-S se haga con regularidad. Y debéis procurar que se hagan socios nuevos. = A ver cuando abrís un domicilio cualquiera.
Eso del compromiso o adhesión ya debíais haberlo hecho. Que te lo redacte Bedoya.
Un abrazo, Onésimo Redondo
Procurar colocar Manifiestos JON-S».

De forma algo inesperada, durante los primeros meses de 1933, irrumpió en los planes del vallisoletano la propuesta de colaboración de un grupo afincado en Madrid, que tenía entre sus participantes al mismo Ramiro Ledesma. Junto a él, destacaban Ernesto Giménez Caballero, Rafael Sánchez Mazas y el líder de la Unión Monárquica Nacional (UNM), José Antonio Primo de Rivera.

Rafael Sánchez Mazas.

Sánchez Mazas había vivido en estrecho contacto con el fascismo italiano y había escrito para ABC, como enviado especial a Roma, sobre el ascenso al poder de Mussolini. La perspectiva del periodista madrileño fue por tanto aquella de establecer unas bases de conducta del caso español; estableció  

«la identificación entre falangismo y fascismo, lo que no le impide defender a capa y espada la españolidad de aquél. Como es bien sabido, una de las acusaciones que los falangistas (como antes los jonsistas) recibían desde la derecha era la de no ser más que una mera imitación de movimientos extranjeros, como el fascismo italiano o el nazismo, y que, precisamente por ese carácter imitador, difícilmente podrían arraigar en España».
Cfr., MORENTE, Francisco, «Rafael Sánchez Mazas y la esencia católica del fascismo español»,

 Estos intelectuales de derechas compartían cierto entusiasmo por la proclamación de Adolf Hitler como Canciller en Alemania (ocurrida el 30 de enero), interpretando este evento como la gran victoria del método fascista. No cabe duda que muchos de ellos tenían la voluntad de imitar a éste caudillo, plasmando también en España un fascismo (que tenía que ser marcadamente hispánico) para que este entrara en la órbita de un “fascismo genérico” en rápida difusión por Europa. Entre los integrantes de este grupo, Ledesma representaba sin embargo una excepción; el zamorano conocía en profundidad el movimiento hitleriano (lo que se conocía en esa época):  lo había estudiado, había ensalzado sus cualidades y técnicas organizativas pero – lo señala Tomás Borrás – acabó por adherirse al pronunciamiento fascista no tanto por la proyección del líder nazi en España, sino por cuestiones meramente doctrinales.

Según Ramiro, Hitler era sobre todo un “socialista militarmente organizado”, por lo que su victoria se debía más bien a su importancia como líder carismático y a la capacidad de imponer una idea basada en un nacionalismo impulsivo.

Redondo parecía tener una óptica diferente al hablar – y mezclar – fascismo y nacionalsocialismo. Sobre éste último, a los pocos días de aquel 30 de enero, publicó en Igualdad un artículo en el que ensalzaba la genialidad de líder nazi; no tanto por su ímpetu revolucionario, sino por su organización y meticulosidad en la conquista delpoder:

«Hitler, el exigente y ciego caudillo (a decir de los periodistas de tantos países), flota vencedor una vez más […] Y es que Hitler tenía razón y no sus críticos, como la viene teniendo desde el día en que se creó su partido. Mil veces la fe, el tesón y –¿poqué se ha de negar?– el talento genial del Führer han desmentido las universales previsiones adversas de los enterados […]. El nacionalsocialismo, como escribe últimamente uno de sus principales jefes, “no es simplemente el partido más fuerte del imperio, sino la realización de la Alemania nacional, la corporeidad de una fe resuelta en el porvenir y la única fuerza existente para la superación de la lucha de clases y la derrota del explotador capitalismo financiero”». 

Diferente era la opinión respecto a la ideología fascista, considerada fundamental por sus bases doctrinales (sobre todo en cuanto al control de las masas y del trabajo), pero lejos de representar una condición ideológica consolidada y aplicable a un caso específico. Lo interesante de aquella doctrina era que su síntesis había proporcionado una nueva moral cívica (así la definió), que basaba la estructuración de la sociedad en la nueva relación Estado-Pueblo-Trabajo; una tesis sobre la que merecía la pena reflexionar:

«Lo que el fascismo cree haber comprend[ido] exper[imentando la] guerra y postg[uerra] …dos criter[ios] cardin[ales]:
1º/ necesidad de que Estado asegure exist[encia] [de la] civil[ización].
2º/ nec[esidad] de dar a Est[ado] un contenido social para reconciliar la Patria con el trabajo. 
El pueblo es para el fascis[mo] [una] serie infinita de gener[acciones] que se suceden en el tiempo como la corr[iente] de un río y por esto las gen[eraciones]  pasadas reviv[en] en lo más remotos descend[entes]. Estado es con[secuencia] de la identidad nac[ional] a través del tiempo. El trabajo es la compleja total[idad] de las activ[idades] humanas, no solamente de aq[uellos] que tienen por final[idad] [la] prod[ucción] siquiera material sino de las que se ref[ieren] a afirmar super[ación] de la pers[ona] humana: (intelig[encia], semntim[iento], ciencia, arte). Estado es cond[ición] indisp[ensable] para obtener un result[ado] unit[ario] de todas las activ[idades] indiv[iduales] (si se dif[erencia] del liberal[ismo] por la noción del pueblo, otro tanto del social[ismo] por la noción del trabajo). …Pero sobre todo antibolchevique y si rechaza alg[unos] conceptos carácter[ísticos] de lib[eralismo] y soc[ialismo] también es verd[ad] que acepta algún concep[to] de esas doct[rinas] reconve[rtidas] esenc[ialmente] al valor de una civil[ización] moderna, europea, occ[idental]. Del liberalismo el principio de la voluntad general como fund[amento] de la sob[eranía] del Es[tado] y del soc[ialismo] el principio del trabajo en cuanto hace de éste título de ciudad[anía] del indiv[iduo]. …luego – concluyo yo – ni acepta la voluntad general del liberalismo, ni elprincipio del trabajo del socialismo. Eso no es doctrina, es dialéctica (me parece así muy bien). Una moral cívica q[ue] p[ara] los q[ue] no sean creyentes, aparezca indep[endiente] tanto del d[erecho] del indiv[iduo] como del príncip[io] teológico, basado sobre una noción mística y trascendí[ental] de Estado-Pueblo y el Estado-Trabajo».

Pero el jonsismo tenía en estos momentos otras exigencias; en aquellos días de frenesí ideológico, una de las prioridades de Onésimo fue mantener la coordinación de sus fieles y evitar así discrepancias doctrinales. Sabía que de la aportación epistolar dependía el porvenir de su grupo y se consagraba continuamente a ella para mejorar la propaganda y el proselitismo, con el claro objetivo de ganar fuerza e independencia.

La minuciosidad de Redondo llegó a tal punto que, precisamente en el intento de marcar una doctrina que tuviera en cuenta las exigencias del pueblo, tuvo que esforzarse para mostrar su versatilidad sin perder por ella sus principios

El borrador de una carta enviada a Juan Misol, señala a la perfección esta amonestación de Onésimo hacia quien tomase la iniciativa saliéndose de los esquemas:

«¿Cómo se le ha podido ocurrir a alguien de Igualdad blasfemar de esa manera contra el Pueblo? ¿Para eso llevamos dos años revindicando el valor de esa palabra? ¿Para eso escribo yo los artículos que llamáis doctrinales una semana y otra? Pues de cualquiera de ellos se puede sacar una doctrina opuesta a las ligeras y ofensivas conclusiones de ese suelto. ¡Precisamente de lo que el [futuro?] representa para nosotros el pueblo se hablaba en e artículo del 30 de Enero! El pueblo no es una bestia, camarada articulista, ni es algo inexistente ni se puede decir de el (sic.) – DEL PUEBLO ESPAÑOL – que solo obedece al látigo y al mendrugo. Aunque no se le deja halagar, nunca diremos que no creemos en él. No creeremos en el pueblo de los marxistas que con frecuencia es una turba minoritaria de escandalosos. Pero en el pueblo español, en el gran Pueblo ¿como no hemos de creer? ¡Si él es el objeto de nuestra actividad y el que debe inspirar nuestras luchas! ¡Si el verdadero pueblo equivale a la Patria! […] Este suelto es un alegato serio en manos de nuestros adversarios, contra nosotros, en lo futuro».
 Cfr., Carta a Misol 14/2 contra artículo ¿Democracia? ¿Dónde?, APMR, caja 1, cuadernos_B, nº 9. Redondo se refiere en su crítica al artículo: «¿Democracia? ¿Dónde?», Igualdad, nº 13, 6 de febrero de 1933.




Ni siquiera la salida a la calle del primer y único número de El Fascio. Haz Hispano el 16 de marzo accedió a las peticiones de colaborar con un hecho que definía como “mero extranjerismo”:

«Lamentaba que nos mezclemos con El Fascio, porque musité una enemiga que era prudente no echar sobre nosotros (enemiga oficial). Y porque yo desde el principio no estuve conforme con este extranjerismo. Ya lo sabéis si leéis mis artículos. Y porque entiendo que no conviene atacar tan de frente empezando por el nombre. Si vuelve a salir, que no le vendan los nuestros, como teníais pensado…».

Onésimo se demostró contrario a las teorías marcadas por Gecé, ya que éste había escrito de su peño y letra que el fascismo «no es una doctrina privativa de los italianos o de los alemanes, sino de la Europa romana»; un fascismo universalista, que solicitaba también la adhesión del grupo ibérico.

Sin embargo, los "fascistas" españoles no estaban aún preparados; la creación de Delgado Barreto, El Fascio, llegó a publicarse tan sólo una vez, el primer número, que fue censurado de inmediato por las autoridades. La venta del periódico no llegó siquiera a producirse y sólo se pudieron difundir algunas copias de forma clandestina. 

Lo que se consideró un fracaso para el "fascismo español" fue sin embargo el comienzo de una fructífera amistad ya que la prohibición de El Fascio, «no dejó de suponer un cierto éxito al posibilitar el acercamiento entre personas interesadas al fenómeno fascista y de éstas con representantes de la derecha radical con disponibilidad de medios para financiar nuevos proyectos». Ramiro Ledesma Ramos, José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruíz de Alda, serían una demostración de ello.

A comienzos de 1933, los jonsistas vallisoletanos se aproximaban a los «trescientos o cuatrocientos» afiliados, pero para Onésimo esto significaba aún poco. Si bien la adhesión de Ledesma al grupo de El Fascio había provocado algunas fricciones entre Madrid y Valladolid, el líder vallisoletano consideraba esta cuestión como personal y que afrontaría en la inminente visita de Ramiro a Oporto. Lo que había que impulsar de forma urgente, era la labor propagandística; por un lado organizar mítines y charlas públicas y por el otro aumentar el número de afiliados. Más tarde, ya tras el regreso de Onésimo en otoño, ninguno de los dos objetivos se había logrado. Había además un valor añadido; pese a dirigir las JONS de Valladolid desde el exilio, Onésimo no parecía estar satisfecho con la labor de sus colaboradores: faltaba organización, disciplina, mando y también el nuevo órgano de prensa Igualdad no parecía estar al alcance de las viejas publicaciones. Escribía por entonces a Luis Sanz:

«Debes hacer una compilación de lo que podemos llamar documentos reglamentarios. Ej.: 1º/ Manifiesto, 2º/ Reglamento central, 3º/ Reglamento para los locales, 4º/ Las Ordenanzas de organización que hicimos con [¿?] (*) – 5º/ Las pequeñas ordenanzas de grupos de acción que hice yo ahí ya va para un año. 6º/ Las otras ordenanzas de grupos, de Girón. 7º/ Las BASES para las milicias, que yo he mandado y el modelo de cuaderno. 8º/ Unas normas que creo os mandará en estos días L. Ramos. Estás debéis darlas aplicación en todo lo que ya no esté atendido ahí. Tú verás. Tales documentos, conviene tenerlos unidos y encarpetados, para las reuniones de triunvirato, para las ponencias, etc. Mejor sería varios ejemplares en sendas carpetas. Y siempre en casa, y en manos de gente de confianza». Asimismo, dos meses después de tomar la decisión de competir en las elecciones municipales, comentaba respecto a la pésima situación del jonsismo local:

«Estoy avergonzado de que en todos nuestros dos años de trabajo no hayamos conseguido irradiar nuestro trabajo fuera de Valladolid. Deberíamos tener ya fundadas JONS, y relacionadas con Valladolid, en toda Castilla. ¿Para eso tenemos tantos reglamentos, manifiestos, o (sic.) ordenanzas? – No obréis ya más como de forma interina, hasta que yo regrese. Determinaos en avanzar y conquistar. ¡Todo es posible dividiéndose el trabajo! Y, también, avanzando siempre sobre lo ya hecho y discurrido. […] ¡Hacedme caso!.... Yo ya os he mandado muchas normas. ¿Y Elías Iglesias? Escríbeme, cameradamente que es lo que trabaja y vale, ¿No es el C. [Centro] de Propaganda? Atended mucho a este servicio: que os ayude Antonio del Sindicato. (Elecciones) Ponme al corriente. ¿Qué hace Luis? ¿Y los planes recaudatorios? Aún no os habéis puesto – mejor dicho, el C. [Centro] de Propaganda – en relación con A. [Amigos] de M. Pelayo (Santander) y A. [Acción] Española?».

La vía a seguir o más bien el método, era precisamente el mismo que Hitler había logrado en Alemania. No se trataba de exaltar el líder alemán, ni mucho menos copiar la doctrina nazi; la táctica que se pretendía desarrollar era ganarse la confianza de los electores castellanos a través del postulado «Cristianismo frente a comunismo; civilización contra barbarie»

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Se percibe en Onésimo la interpretación erróneamente idealizada de la lucha hitleriana como un ejemplo de lucha por la civilización; en ella, el líder jonsista explicó a sus lectores que la civilización occidental debía ser salvada del avance del comunismo ruso. Decía al respecto que «Hitler es la cruz swástica contra la hoz, como Carlos V, el sucesor de Carlomagno, era la Cruz de Cristo contra la media luna». Y proyectando éste modelo a la España cristiana, añadía: «También España, el ápice brillante y depurado de Occidente, […] sufre la amenaza humillante de la hoz; también aquí enarbolaremos la Cruz para redimir a un pueblo explotado primero y engañado después, que desciende hasta perder la fe en todo, hasta entregarse a la desesperación y al crimen como ideal». Cfr., «El despertar de Alemania. Exaltación contra la barbarie», Igualdad, nº 19, 20 de marzo de 1933.

En el enésimo reclamo al grupo local, Redondo exigía la máxima concentración para la oportunidad que representaban estas elecciones y las futuras, sin olvidar la lucha contra el enemigo de la civilización:

«en Palencia y Burgos deberíamos aspirar también a tener candidatos. Sería una cosa definitiva ir unos 4 jóvenes al Congreso, con nuestra idea y nuestros métodos: poniéndose a trabajarlo desde ahora, a pesar de todas las tiranías, creo posible conseguir un resultado así: Pero habrá que crear otras dos JON-S una en Palencia y otra en Burgos: fundar una hojita no jonsista si no conviene pero juvenil y antimarxista, y extenderse poco a poco pero muy tantemente (sic.) por los pueblos (de una manera muy pacífica, pero alistando jóvenes, enseñándoles nuestro ideario y ordenanzas y enseñándoles gimnasia también): Esto es posible ¡A ELLO! Ya ves que te escribo todo esto con alientos, después de saber la salvajada del domingo y lunes, que no se ha vendido Igualdad y que han quedado dueños de la calle. Nuestro triunfo no puede menos de exigir perseverancia, y además es nuestro deber: cerrar los ojos y seguir trabajando, mientras podamos mover un dedo meñique. Vosotros veréis las lecciones que merecen sacarse de lo de estos días (mejor organización, ir juntos por la calle,…) – Ahí mando una carta para el herido o los heridos. ¡Ah! Haced lo
posible porque Girón no desaparezca de la ciudad ni de la vista del público. Que procure precauciones, pero que no se vaya. No hagáis caso del todo al comisario: Nos conviene plegarnos en lo necesario, pero no en la forma que ellos elijan. Y preparad con calma, tiempo y tino una represalia buena, atroz (pero muy, muy disimulada); aunque se tarde 3, 4 o 6 meses en realizarla no importa. Mi consigna de ahora es otra: ir ya hacia los pueblos y hacia las capitales próximas. Usando de mucha discreción con las ordenanzas y documentos no impresos. Es indispensable, claro, que nos arreglen la cuestión económica. Moveros en esto aunque sea a ciegas., haced multitud de diligencias (repartiendo el trabajo) y Dios proveerá. Lo espero. Os aconsejo que restrinjáis todo lo posible, con pretextos opuestos para quedar bien, la conexión con las derechas de dentro y fuera de Valladolid: porque no tienen ellas el más mínimo arte y discreción y habilidad moderna».

Finalmente el 5 de abril Ramiro Ledesma viajó a Oporto para celebrar una reunión privada con Onésimo. Según Sánchez Diana, la discusión entre los dos tocó numerosos puntos, llegándose al acuerdo para la publicación en Madrid de una nueva revista que utilizaría el mismo nombre de la organización: Jons. Ésta no saldría hasta el mes de mayo pero mientras tanto Onésimo había dado el visto bueno para su publicación, anteponiendo así a los reproches que le hacía a Ledesma sobre la necesidad de ganar una mayor proyección del jonsismo. Su implicación con este proyecto no pasaría desapercibida por algunos nuevos colaboradores, como en el caso de José María de Areilza, que mucho se lo agradeció. Respecto a lo que se comentó en la reunión de abril sobre la cuestión de la adhesión de Ledesma a El Fascio, es cierto que este hecho no pasó inadvertido, aunque – como dicho anteriormente – acabó por ser omitido; aún así, poco tiempo después, algunos amigos confirmaron los temores del vallisoletano, dando su versión del “daño indeleble” que Ledesma había provocado en el seno de la agrupación.

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Un colaborador leonés de Redondo, Pedro García de Hoyos, comentaba respecto a la creación en Astorga de un periódico afín a las JONS: «Supongo que tu consejo de que el periódico no huela a fascio obedecerá a fines estratégicos y no será por escrúpulos ideológicos, pues el reciente brote fascista que tanto pánico sembró entre los huestes republicano-socialistas estaba fundado a base de las Jons, como verías en el semanario EL FASCIO, en cuya cabeza destacaba el emblema de vuestra agrupación y en el que se veía tomaba una participación directa Ledesma Ramos, tu compañero de triunvirato». Cfr., Carta

de Pedro García de Hoyos a Onésimo (11-04-1933), APMR, caja 2, carpeta 2, sobre 43.

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Uno de los que había participado con entusiasmo en la aventura de El Fascio – José Antonio Primo de Rivera – quién había además defendido con fuerza la causa fascista del semanario fracasado, escribió también a Onésimo. Es probable que los dos debatieran sobre la cuestión del fascismo, así como lo hizo el marqués de Estella con su amigo Julián Pemartín, pero a mediados de abril había también otras prioridades. El día 19, un involucrado José Antonio escribía sobre la revista Jons, que presentaba todavía ciertos problemas organizativos:

«he tratado el asunto del periódico [Jons], ocho días he estado en este asunto, pero no hay posibilidad de encontrar una persona que se haga cargo del puesto de Director. […] Salas me dijo estar preparando unas oposiciones; me recomendó a Bravo– redactor jefe de la Gaceta Regional del cual son los artículos que te mando – y tampoco aceptó el puesto por ser incompatible con el que en la actualidad ocupa. Por consiguiente, el motivo de no salir el periódico es por falta de un hombre».

El primer número de la revista, pese a las complicaciones, salió en mayo de 1933 y al final el cargo de director lo asumió el mismo Ramiro Ledesma Ramos. En este momento, considerado prolífico para el jonsismo, había que movilizar a las masas e impulsar de la mejor forma posible la doctrina nacionalsindicalista:

 «“JONS” será justamente el laboratorio que proporcione al partido la teoría revolucionaria que necesita. No hará, pues, un camarada nuestro un gesto más leve, la acción más sencilla, sin que sirva con rotundidad lógica a una teoría revolucionaria, a unos perfiles implacables, que constituyen nuestra fe misma de españoles, nuestro sacrificio, nuestra entrega a la España nuestra».

También un Redondo aún involucrado en el triunvirato, hacía referencia a la causa la cuestión del Kultur-Kampf interpretado como parte integrante de la lucha política moderna, en la que el jonsismo asumía la defensa de la civilización frente al avance de la barbarie:

«Ante la universalidad de la política triplemente “cultural”, progresista y popular, las J.O.N.S. no adoptan una postura contraria: Nos incorporamos con entusiasmo a la corriente del Progreso. También nosotros, en nombre del pueblo y para el pueblo, interpretamos la civilización, ofrecemos la Cultura».

Las elecciones municipales demostraron que en Castilla la Vieja – así como en buena parte de otras regiones – la victoria iba a ser de las organizaciones de la oposición. Aunque las JONS no aprovecharon la ocasión, su actividad se sumó a la propaganda en contra de las ideologías de izquierda en la provincia de Valladolid. Probablemente fue Juan Misol el autor del artículo que encabezaba el nº 24 de Igualdad y que comentaba al respecto:  

« Teniendo en cuenta esta manifestación clara del pueblo de la provincia de Valladolid que rechaza al marxismo, las JON-S animan una vez más a todos sus afiliados y simpatizantes a seguir luchando, fuera ya del campo electoral, para exterminar los focos que quedan de la infección marxista».

En el triunfo electoral de la unión dejaba sin embargo patente el  síntoma de un problema organizativo. Por un lado quedó el bloque de las JONS vallisoletana que cada vez más huérfana de su líder, se acorraló detrás de Igualdad. Por el otro un Ledesma Ramos que mantuvo su autonomía periodística centrándose en la revista JONS y que, excepto a las escasas colaboraciones de Onésimo (tres artículos), reunía a un grupo estrictamente madrileño y fiel al zamorano.

Recordó uno de sus colaboradores, Juan Aparicio:
«Al Café del Norte concurrían Ramiro Ledesma, Enrique Compte, Jesús Ercilla, Lorenzo Puértolas, Emiliano Aguado, Tomás Bolívar, José María Castroviejo y yo —todos, asiduamente— y de vez en cuando Santiago Montero Díaz, camino de Santiago de Compostela, a su vuelta de Alemania; Eugenio Montes, [...]. Cada dos o tres semanas llegaban los enlaces de las provincias y quienes aprovechaban las rebajas ferroviarias de San Isidro para estrechar la mano de Ledesma».
Cfr., APARICIO, Juan, JONS. Antología de textos, Madrid, Ed. Nacional, 1939, p.

Y finalmente, durante la primavera de 1933, Primo de Rivera reunió a su alrededor el que iba a ser el núcleo fundacional de Falange; junto con Ruiz de Alda y con la implicación del Catedrático de Derecho Civil de Granada, Alfonso García Valdecasas – ya fundador del Frente Español –, se creó el Movimiento Español Sindicalista-Fascismo Español (MES-FE). Redondo, todavía alejado de Valladolid, se veía imposibilitado a hacer algo más. Su situación financiera no había mejorado mucho en los últimos meses y los únicos extras con los que podía contar eran de algunas traducciones que se le habían encargado. No obstante, se mantenía política y periodísticamente activo, recibiendo algunas visitas en tierra lusa y conociendo la historia y la cultura del país que le acogía.

Mientras tanto, también Igualdad empezó a sufrir una serie de ataques departe de la autoridad civil, viéndose poco después fichada y denunciada casi toda la redacción; el día 8 mayo Javier Martínez de Bedoya recibía una notificación por injurias del Juzgado de Instrucción del Distrito de la Plaza de Valladolid. Según los demandantes

«en el semanario ‘IGUALDAD’ numero 25, correspondiente al día de hoy, se inserta en la primera plana, un artículo titulado ‘CONTRA EL PUEBLO’, en el que se vierten conceptos ofensivos e injuriosos para el Jefe del Gobierno».

Por suerte para Bedoya, el proceso se resolvió con su absolución, ya que no se logró demostrar la difamación hecha hacia el Presidente Manuel Azaña. El semanario pasó todavía otros momentosdifíciles poco tiempo después; el 27 de junio llegó una nueva denuncia enviada al director Juan Misol, mientras nuevas acusaciones se sucedieron en los números 33 (3 de julio), 37 (31 de julio) y 43 (11 de septiembre) respectivamente. Si las querellas no eran una novedad – Libertad había sido denunciado siete veces entre 1931 y 1932 – lo que sin duda preocupó mayormente a Onésimo fueron los problemas internos. Nos da constancia de ello una carta escrita por un joven jonsista universitario, Eduardo G., que con una sinceridad sorprendente exponía al líder las principales dificultades de las JONS y, sin darle demasiadas vueltas, pretendía reflejar la situación de grave descoordinación existente. El joven, haciendo referencia al proselitismo universitario, preguntaba si

«el hecho concreto de la huelga parada y de los incidentes en la Universidad, ¿estaba motivado por algo anterior? (además de que la Universidad sea anti-nacional, […]); no; solo queríamos resarcirnos de alguna manera de la derrota sufrida en la calle días antes, y esto sigue siempre táctica equivocadísima: porque habría sido admirable lo siguiente: 
1) estudiar como todos los días, 
2) manifestarnos después, y fuera de la Universidad (o sea en la calle, o sea donde los hechos se produjeron) contra los atropellos a nuestros sentimientos. Mientras tanto, me parece bien, también, trabajar las cuestiones universitarias, conocer a fondo la Universidad, para quitar el monopolio “de hecho” a la F.U.E. – mejor preparada en este aspecto que nosotros – cuando se abran a nosotros las puertas de la representación en claustro».
 Y añadía: «En cuanto a táctica ofensiva, bien es cierto que no puede reducirse a dar palos impulsivamente, sin  calcular primero los efectos: Vd. sabe mejor que yo, qué desdichadamente interpretan algunos la táctica ofensora, qué imprudentemente la esgrimen».

El reproche de este colaborador iba dirigido hacia los problemas reales de las JONS, dejando de un lado la cuestión meramente ideológica. En su opinión no se trataba sólo de una cuestión doctrinal, sino de disciplina y método. La confusión, según el testimonio de Bedoya, se debía también a la práctica de una propaganda desorganizada. Por ejemplo, en ocasión de un mitin de la Unión de Derechas en la plaza de Toros de Valladolid – y con la presencia de Ledesma Ramos al mando de las JONS en la capital castellana – el reparto de las “hojas volanderas” de las JONS se iba a producir a la vez que las del MES de Primo de Rivera, estorbando la propaganda planeada días antes. Sin embargo, no hubo tiempo de discutirlo, pues el mitin quedaría suspenso por la autoridad civil.

Pese al esfuerzo para la creación de nuevos grupos y la consolidación de algunos ya existentes, quedaba claro que el jonsismo se encontraba estancado y marcaba ahora resultados muy diferentes a los esperados a comienzos del año. Lo mismo percibía Eloy Soriano Díaz, un colaborador de Badajoz, que comentando a Onésimo la noticia de la inminente publicación de un semanario jonsista allí, La Hora Nuestra, lamentaba también la escasa atención que el grupo de Valladolid le había dedicado. La falta de motivación, la descoordinación y las inquietudes sobre el porvenir de la organización aumentó la confusión de sus jóvenes integrantes, haciendo cada vez más determinante la ausencia del líder. Mientras tanto, la oposición aprovechó el momento para difamar a las JONS de Valladolid, que fueron valoradas como una mera expresión del fascismo español:

«(28 abril 1933) La J.O.N.S. de Valladolid y su peligro.
Nos llegan cartas de Valladolid pidiéndonos que demos la voz de alarma ante los desmanes, protegidos hasta ahora por una impunidad inexplicable, de los elementos fascistoides que se agrupan en torno a J.O.N.S. Es ya demasiado y requiere no solamente atención de las autoridades, sino también el de todos los elementos liberales del país. La J.O.N.S. organización estudiantil, amamantada a los pechos de la Compañía de Jesús, es en la actualidad la vanguardia fascista, que se alza provocadora y arrogante, haciendo gala de su majeza. Son y representan sus afiliados el fascismo. A diario hablan y alardean de las altas cotidianas en sus filas. Publican un semanario y reparten hojas provocativas. Ya han llegado a irrumpir en los mítines de la democracia, interrumpiéndolos a gritos, y vitoreando a Hitler y Mussolini en las calles. Mientras, a la vista del atraco que supone todo intento fascista, se ha producido ardorosa y vigilante la conciencia liberal de España, sólo en Valladolid se ha tolerado a esa muchachada de la J.O.N.S. que perturbe la tranquilidad de un pueblo y que pueda hacer una propaganda activa de esa estúpida organización. Pero no es eso sólo. La J.O.N.S. ha irrumpido en la vida universitaria, y las clases de la Universidad han sido clausuradas. Se ha paralizado la vida académica».

Frente a los ataques a su grupo, Redondo hizo lo único que en aquel momento podía hacer: responder a través de su órgano de lucha. Se apelaba al “fraude” que el régimen republicano representaba por España, afirmando que

 «Se aparentaba y largamente se ofrecía un Estado republicano, fiel, pacífico, liberal y español y se forjaba clandestinamente lo que hoy padecemos: una dictadura hipócrita, a las órdenes de fuerzas extrañas al sentimiento popular, contrarias a sus dolientes anhelos y enemigas juradas de los intereses nacionales: masonería, separatismo, marxismo. Es el Estado antinacional».

Y una vez más, aludía al principio revolucionario de la “reconquista”:

«Prescindiendo de la mera forma, de lo que se llama cuestión de régimen, la juventud nacional debe arribar a la conquista total del Estado español. […] Que no se alcanzará con la simple creación de un nuevo partido, ni con la concordia externa entre los existentes, sino por la irrupción en la vida pública de una juventud revolucionada, en sus ideas y costumbres políticas y, como revolucionada, REVOLUCIONARIA a su vez»

Redondo trató de volver a mantener un vínculo directo con Ledesma que, a comienzos de junio – intuyendo las dificultades del gobierno de Azaña –, empujaba al jonsismo en su consolidación revolucionaria y doctrinal. Como afirmó el zamorano, «lo que las JONS pretenden es exactamente una revolución nacional […]. Metro a metro avanzarán nuestras conquistas, logrando soldados populares para la acción revolucionaria del Partido». Reconquista y revolución, dos términos y un único fin, así como los entendía Onésimo:

«No hay nada que defender: todo está perdido. Lo que se impone es reconquistar: nuestro movimiento no será de defensa, sino de ataque. Porque no se trata de guardar las fronteras de nuestro suelo ideal, sino limpiarla de enemigos. El “conservador” se limita a salvar lo que puede, capitula con los invasores, se rinde a sus condiciones en parte o en todo. Nosotros no: sino que damos el grito de guerra contra los invasores y la guerra es implacable».

Como se venía haciendo desde el mes de marzo, también los jonsistas protagonizaron no pocas demostraciones – más en Madrid que en Valladolid – de acción directa, tomando al pie de letra las consignas de sus líderes. Tal actitud se había fortalecido tras la breve pero intensa experiencia de El Fascio, considerándose la práctica violenta del fascismo como un modelo aparentemente válido; a su parecer, Ledesma aprobaba la táctica de los squadristas, manifestando que «Vivimos hoy bajo la franca aceptación y justificación de la violencia política». Ahora más que nunca la acción promovida por La Conquista del Estado y Libertad meses atrás, con sus milicias y tropas de asalto, necesitaba la aparición de un «partido militarizado, que aspiraba a la conquista del Estado y a su transformación en instrumento de dominio totalitario, según premisas estrictas basadas en los modelos bolchevique y fascista». 

"En abril, aprovechando las circunstancias políticas que lo permitían, se intensificó la propaganda del movimiento por toda España. Onésimo Redondo se lanzó también por los pueblos de Castilla consiguiendo despertar muchas conciencias juveniles para la nueva España y levantar contra sí el encono de los viejos  enemigos de la Patria. En Zamora, después de haber hablado Rosario Pereda, Bravo y Mateo, fué suspendido el mitin por el Delegado gubernativo cuando iba a hablar Onésimo Redondo. En Toro pronunció uno de los discursos más exactos y profundos, en torno al problema agrario, de cuantos le hemos oído. Esta propaganda había de culminar en el grandioso acto que el día 19 de mayo tuvo lugar en el Cine Madrid, de la capital de España. A este acto asistieron muchos camaradas de Valladolid, que se trasladaron en autobuses. El total de las personas que oyeron a Onésimo Redondo, a Fernández Cuesta y a José Antonio Primo de Rivera, ascendió a doce mil, de los cuales más de la mitad vestían camisa azul, cosa verdaderamente inaudita y difícil en aquellos días. Doce mil hombres reunidos sin esfuerzo, sin dinero, sin propaganda siquiera, plenos de entusiasmo, poseídos de una increíble unanimidad y de una disciplina entera, dispuestos a todo, significaba ya la certeza del desencadenamiento próximo de la revolución nacional."

La evidente radicalización de la política española contribuyó a acelerar la primera crisis política de la República (no olvidemos los sucesos de Casas Viejas), produjo la dimisión de Azaña el día 8 de junio. De inmediato Alcalá-Zamora reiteró el cargo al líder de Acción Republicana y pidió la formación de un nuevo Gobierno que, en medio de las críticas, volvió al trabajo el 12 de junio. En ello, Redondo reafirmó su crítica a una República que consideraba como una dictadura del poder constitucional, quizás con la intención de publicar cuanto antes algo al respecto. En su lectura diaria de la prensa española, anotaba:

 «Confesión [de la] dictadura contra el pueblo. / “El Sol” y otros ministeriales llegan a decir que donde estarían Reforma Agraria, Ley Congregaciones, etc. de haberse resuelto con disolución de Cortes. ¿Qué es esto?... Franqueza, al menos no falta. La confesión de que el país hubiera impuesto la rectificación de su obra. Y de que están contra [la] voluntad [del] país. Pero otras veces niegan que el pueblo les expulse; afirman su arraigo: ej: “triunfo” elecciones 23 abril… y en otros lugares de esos mismos periódicos en los mismosdías…»;

asimismo transcribía las palabras de Calvo Sotelo, que desde Acción Española:

 «El tendero creyó que iba a ser una república de tenderos; elintelectual de intelectuales; el pescador de pescadores y el ladrón de ladrones… (¿quién acertó?). El régimen les importa un bledo. Lo que quieren es repartirse el botín delPoder. […] Es fisiología pura. Y ni esto hacen los elegidos del pueblo ¿qué queréis que haga el pueblo?...».

Los partidos de la oposición, bien lo atestiguan las palabras de Calvo Sotelo, se unieron en un coro de protestas contra la nueva presidencia de Azaña, tomando participación en ello también las JONS. Consciente de la importancia del momento, desde Oporto, Onésimo anotaba el eslogan de la protesta y dirigía sin demora a sus acólitos en este improvisado frente de oposición; un intento, podríamos decir, que intentaba también revigorizar la actividad de Igualdad.

En los cuadernos de apuntes, aparecían con frecuencia notas sobre la ordenación de Igualdad, un ejemplo de ello correspondiente a este periodo:

«1º/ Hay que ver Estatuto propuesto y Estatuto aprobado – Y, si lo merece, comparar. / 2º/ Campaña contra el hambre. La política del hambre es la de los socialistas (paro forzoso, desorden). Hay que hacer la campaña a base de hechos: proporcionarse variedad y actualidad informándose: hacer archivos de ‘hechos’ obreros. Ver periódicos de Barcelona p. [por] ej. y alguno de Sevilla, etc. en las provincias. Y tomar todas las informaciones que salgan en “El Debate”. / Sigue 2º/ “Combatiremos a sindicalistas y comunistas no por revolucionarios, sino por cómplices. Son cómplices del gobierno que fomenta el hambre”. Contribuyen indefectiblemente a sostenerle: le salvan de todos los conflictos; llevan a la masa obrera a agitaciones estériles, para justificar los enormes ingresos de las organizaciones obreras. “Desgastan el poder revolucionario de las masas” para entregarlas impotentes en manos del Gobierno, armado hasta los dientes contra los que piden pan”. ¡ABAJO LA REACCIÓN ROJA!... / 3º/ En el periódico hay que poner “cartas de los pueblos”. El semanario marxista las finje [finge]. Debe tomar datos de cualquier forma, y hace[r] un articulillo en la redacción – con la malicia consiguiente – “ firmado por un “Fulano de tal, un tío del pueblo respectivo”».
 Cfr., Periódico [Igualdad], APMR, caja 1, cuadernos_B, nº 3.

A pesar del esfuerzo, el jonsismo destacó una vez más por sus síntomas de incapacidad coordinadora entre los grupos que le componían. El 28 de junio, en medio de la enésima campaña de desprestigio del Gobierno, alarmantes noticias provenían respecto a lo que ocurría en el seno de las JONS:

«Querido One[simo]: […] Para que veas hasta donde llega el recelo por Madrid figúrate que ni un comentario siquiera de la revista [Igualdad] publican, ya que un suelto que publicaron fué porque yo lo metí. […] He pensado que como no podemos, o no sabemos, hacer propaganda de jons, dicho está, que los muchachos de 16 y 17, y aún 19 años no nos oyen. […] No se (sic.) hasta que punto ciertas actividades de elementos muy jons nos perjudicaran en lo futuro, sobre todo por el contacto que tienen con la A.P. [Acción Popular]. Hoy por la mañana que he tenido una discusión con [Luciano de la] Calzada he notado esto, decía que había hablado con Luis, en otra ocasión, sobre que como ellos trabajan el campo activamente que nos ocupemos de la ciudad, y que no debíamos de ir al campo. Creyendo que con ello perjudicábamos la buena causa. Yo ya no sé cual es la buena causa. […] Es pena que aún solo haya aquí gente que, unos tienen que colocarse por oposición, los otros conservar lo obtenido que son los garbanzos, y que fuera de uno o dos los demás sean pequeños, y pequeños de autoridad. Y poco, nada, formados. Tú y solo tú. ¡Pero! De Madrid nada sé. Ni puedo saber porque aun cuando quedó en venir Ramiro [Ledesma] aun no lo ha hecho y no he tenido noticias. […] Te felicito porque, no se como tienes tanta paciencia y sobre todo no dejas a un lado tus peligros para venir a levantarnos. Ánimo que creo habrá amnistía. Un abrazo, Mariano [Escudero]».

En efecto, la creación de la ‘Confederación Española de Derechas Autónomas’ (CEDA) bajo propuesta de Acción Popular (AP) ya por entonces liderada por José María Gil Robles, representaría un nuevo obstáculo – así lo entendían los colaboradores de Onésimo – para el desarrollo del jonsismo. Y el asunto no pareció mejorar ni siquiera en las siguientes semanas. A mediados de julio, nuevas y demoledoras noticias llegaban a Oporto; aparentemente, Juan Misol había encabezado junto con Luis Benito Alonso una protesta periodística que – sin haber consultado con Redondo – pretendía alejarse y contrastar algunas insinuaciones provenientes desde Madrid. El mismo Escudero, consciente de la delicada relación entre Onésimo y Ramiro, se apresuró para comentar a su jefe:

«he visto con sorpresa y rabia, esta aumentada, por no poder ir a ver ipso facto a Misol y decirle cuatro cosas sino bien dichas al menos sentidas. En el número 34 no salió el artículo a que aludo, que es el de Benito Alonso […] Se conoce que “el Misol” al saber de la causa, ha querido dar pruebas de su también evidente cabeza dura y no ha encontrado otra cosa mejor que colocarle. Yo creo que este artículo de doctrina no ha debido atreverse a colocarlo al menos sin antes pasarle por tu censura como quería y así me indicó tu hermano. […] Me figuro que a Ramiro le sabrá peor que un tiro. Y sí el ya me hablaba de prohibir el periódico volver a mencionar JONS ahora no creo que sea nada fácil el contenerle. […] [Con Misol] hablamos en imprenta de Ramiro y también de ti, y él decía que no podemos admitir imposiciones de nadie, que ni vamos a tener jefecillos que era los que combatíamos. Y yo le contesté que entonces recordaba un afiliado de la A.P.[…]».

Cuestión que era ratificada poco tiempo después (posiblemente por el mismo Escudero) con otra carta, que no hacía otra cosa que echar más leña al fuego:

«Anoche encontré en el tren en que yo venía de un viajecillo a Jesús Ercilla, que me contó algunas cosas y me prometió tenerme al corriente de lo que hubiese respecto a Ledesma, Ruis de Alda (sic.) y los otros que siguen en Santoña. En este momento recuerdo una frase de esta mañana de Misol y me está haciendo reír, pues debe de estar dedicado hace algún tiempo a separar a la gente (a nosotros pocos) de los de Madrid, pues muy serio al decirle yo que no podía consultar con Ledesma sobre ese mitin, me dice [que] Esos son figurones que tienen que caer, limitándome yo a contrastarle, que Ledesma (según creo) es el amo de las Jons ahora por lo menos, pues tiene registrado […] a su nombre o sea el partido y sin escrúpulos y en su perfecto derecho podría desautorizar toda nuestra actuación. Contesté con un gruñido, que se emplea en algunos casos y dice ‘bueno’».

Respecto a los supuestos recelos internos de las JONS y la petición de explicaciones, Ledesma no tardaría en replicar. La falta de cohesión interna, las diferencias doctrinales y la incapacidad de establecer un control más estricto entre los integrantes del partido, convenció al zamorano a dictaminar una purga en la propia agrupación. Aunque no sabemos si por ello llegó a entrevistarse realmente con Redondo y Ruíz de Alda, a través de una carta firmada por el Triunvirato Ejecutivo Central, Ledesma  

«dirigió a todas las Juntas locales instrucciones para indicar necesaria depuración de los elementos dudosos, y abriendo la posibilidad de dos niveles de militancia, según el grado de compromiso que se pudiese ofrecer en la lucha abierta contra la izquierda».

 No hacía falta darle más vueltas para percibir que esta imposición crearía algunos problemas a largo plazo.

La razón del viraje autoritario de los ledesmistas, que como hemos visto desató cierta incomprensión entre los seguidores de Redondo, tenía un fin muy preciso. Entre otras cosas, el intento de Ramiro era hacer de las JONS un compacto núcleo que tuviera cuanto antes una sólida representación nacional. Por ello era preciso acabar con la condición de grupo local (o de límites regionales) que tanto había defendido Redondo; ya no valían los principios de “Castilla en España” sino que, tras haberse despertado de su letargo, la Nación pedía valores modernos y soluciones inmediatas

Lo que se reprochaba a Redondo era su interpretación ‘castellano-céntrica’ de España; él mismo, en la revista Jons había afirmado: «Castilla sí, y no Madrid. Esto es de importancia esencial. Ni Madrid, que es el núcleo consumidor y deletéreo del cuerpo peninsular, ni la periferia que en sí siempre es disociativa, protestante, inigualitaria. Por imperar Madrid en España hemos llegado a una nación madrileña en vez de castellana: y decir «madrileño»-sin injuria, con el dolor de un convencimiento indeseable pero ineludible es decir imprevisión, alegre superficialidad, arrepentimiento mañanero y calaverada cotidiana». Cfr.,
«Castilla en España», Jons, nº 2, junio de 1933.

Tal y cómo se había hecho en Italia para afianzar el régimen de Mussolini, también en Jons empezaron a introducirse ejemplos como los escritos del historiador Gioacchino Volpe, iniciando

«la práctica de traducciones de textos italianos que trataban de lograr tres objetivos: compensar la precariedad teórica de los cuadros del partido, salvo en el caso de Ledesma y las colaboraciones nacionales de Areilza y – a partir de noviembre – Giménez Caballero, presentar la publicación como la más relacionada con la experiencia fascista dominante en Europa, y, por último, compensar las posiciones más conservadoras recurriendo a plumas del exterior que no pudieran verse como una desautorización directa de lo expresado por los dirigentes del partido como el propio Redondo».

El verano de 1933 se convirtió para Onésimo en un largo periodo de meditación, dejando su actividad periodística parcialmente suspendida. El 24 de julio apareció en Igualdad el que sería su último artículo del verano, correspondiente a la segunda entrega de la serie titulada

«No ha habido revolución social», que no logró terminar. La rúbrica dedicada al “Pensamiento de la Juventud Nacional”, normalmente firmada por el jefe jonsista, fue ocupada por una alternancia de reflexiones de P. Espinosa Velasco, Luis Benito Alonso, Marino Dávila Yagüe, José Villanueva de la Rosa y un colaborador de la jons gallega, E. Nolla. Debido también a la ausencia de Bedoya, el semanario quedó en manos de un reducido grupo que poco – o muy poco – hizo para mejorar la imagen del mismo tras las denuncias y la mala reputación que se había ganado.

Mientras tanto otros informaban a Onésimo del escenario en el que se encontraba la JONS vallisoletana, subrayando su absoluta disconformidad con aquel entorno. Sería probablemente a causa de esta intricada situación, además de su larga ausencia de España – ya más de un año – cuando el vallisoletano empezó a meditar sobre la posibilidad de regresar a su tierra natal.

A comienzos de septiembre, poco antes de la segunda crisis del Gobierno Azaña, Onésimo volvía a su actividad periodística firmando un artículo que pretendía vislumbrar, de forma definitiva, su opinión sobre la relación entre fascismo y jonsismo. Su intervención en Jons se convirtió en una aclaración necesaria, dando a entender cuál iba a ser su trayectoria política – permaneciendo en el seno del partido – poco antes de su vuelta. No se trataba de la enésima reflexión ideológica, sino de una clara manifestación de discrepancia con el viraje fascistizante que la derecha radical española había emprendido, fijándose en el modelo italiano:

«Los pueblo no soportan más la era de las discordias y buscan impacientes un régimen de “unidad”. Entendemos que hay dos caminos, dos sólo, para salir de la baraúnda improrrogable de las contiendas políticas. [...] Protestamos de los llamados “fascistas españoles” que quieren adoptar el fascismo como una“fórmula” nueva. No. Sería la muerte. 

Y, además, no sería “fascismo”, porque esto, la regeneración italiana que plugo a sus caudillos bautizar con ese nombre, no es nada fuera del sentido práctico de unos hombres –principalmente de un Hombre– que ha sabido moralizar a un pueblo [...]. Cuando se habla de crear un “movimiento fascista, un partido fascista, un Estado fascista”, se confunde lo accidental con lo sustancial; se toma la manga por el brazo, comenzando por la táctica de conquista del Estado. No sería Mussolini quien es, ni existiría su obra histórica, si hubiese aprendido la manera de llegar a ser Duce de los italianos en una cartilla fascista. Cada política tiene sus momentos, cada pueblo, sus problemas, y cada nación engendra espontáneamente a sus salvadores auténticos".

Redondo marcaba así lo que él consideraba como una imposible comunión ideológica entre fascismo y jonsismo; al respecto, no dudaba en estimar al primero como un movimiento necesario y vanguardista, pieza fundamental de la civilización cristiana occidental por su ideología renovadora, pero entendía al segundo – movimiento que representaba – como el verdadero sentimiento regenerador, fuente del “ser” hispánico y pilar del sentimiento revolucionario español:

«Las J.O.N.S. saben estimar al fascismo en lo que vale, están atentas a sus experiencias y admiran su postura de vanguardia en la regeneración del mundo; pero evitarán a España la desgracia de incurrir en un nuevo mimetismo [...]. Lo que hayamos de beber en fuentes viejas lo elevaremos de nuestro imperial subsuelo histórico, pletórico de las ideas más generosas y los ejemplos más sanos. Si Mussolini tiende la mano –con más audacia que exclusivo derecho– a la Roma imperial y a la Roma católica, nosotros clavaremos nuestras raíces en el imperio hispano-atlántico, en la Hispanidad, que no cede a la antigüedad romana en poder expansivo por medio de una lengua, una creencia fundamental común y –singularmente– una comunidad de desventuras y anhelos que ha de conducir fatalmente a la regeneración simultánea. [...] He aquí las voces de nuestra revolución. Por el fascismo formulista no debe morir un solo joven español; por la resurrección de las Españas debemos aprestarnos a morir todos».

El periodo de crisis política que vivía la República entre el verano y el otoño de 1933, favoreció la planificación del regreso de Onésimo a Valladolid. Tras la nueva dimisión de Azaña y el precario gabinete de Alejandro Lerroux, los radicales republicanos siguieron en el poder a través de la efímera presidencia de Diego Martínez Barrio.

Escribía al respecto Onésimo a Tomás Bulnes: «supongo que habrás visto que a Lerroux “ya se lo llevó la trampa”: la trampa española y “a trampa” portuguesa. No lo creí tan próximo. Ni juzgué que Azaña y demás elementos de la consabida gentuza, fuesen tan miserables ¡Qué república, hijo! Es evidente que o suben a la Convención, o el país les deshace dentro de pocas semanas».
Cfr., Carta de Onésimo a Villalobos (04-10-1933), APMR, caja 2, carpeta 2, sobre 56.

Palomares Ibáñez afirma que Onésimo Redondo regresó el día 16 de octubre. «Se presenta en el Juzgado y pasa a la cárcel, consiguiendo cuatro días después la libertad provisional solicitada» Cfr.,
PALOMARES IBÁÑEZ, Jesús María, La Segunda República en Valladolid, ob. cit., p. 101.

 La Redacción de Igualdad protestó por la persecución a la que fue sometido su líder, pidiendo una amnistía para los presos políticos de la oposición; véase: «Amnistía y Amnistía», Igualdad, nº 48, 16 de octubre de 1933. Sería sólo a lo largo de 1934 cuando Redondo logró resolver todas las prácticas y denuncias que pesaban sobre su persona.
MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, ob. cit., p. 151.

En medio de este caos gubernamental, el exiliado aprovechó la ocasión para cruzar ilegalmente la frontera y regresar a España convencido de obtener la amnistía.

Aunque el plan preveía su regreso entre el 9 y 10 de octubre, sería el día 16 cuando Onésimo, Mercedes y la pequeña María de las Mercedes, reaparecieron en Quintanilla de Abajo para inmediatamente después trasladarse a la capital de Castilla la Vieja.

Como era previsible, durante los primeros días en Valladolid el jefe jonsista fue detenido por su implicación en los sucesos del año anterior, pero su pena duró tan sólo unos pocos días; con la disolución de las Cortes y la convocación a nuevas elecciones generales, consiguió la libertad vigilada. Empezaba una nueva etapa para Onésimo, por fin de regreso a su ciudad y con las elecciones generales al horizonte: un objetivo que no había que dejarse escapar.

5.2 La vuelta a España: de “candidato del pueblo” al acercamiento a José Antonio Primo de Rivera y el nacimiento de FE de las JONS (1933-1934).


5.2.1. Onésimo Redondo ante su candidatura: las elecciones de noviembre de 1933.



A su vuelta de Portugal, el objetivo de Onésimo no podía ser otro que la recuperación de la estabilidad en su Valladolid. Durante el transcurso de su exilio no había perdido su puesto como secretario del Sindicato Remolachero, con el que había seguido colaborando gracias a la intermediación de Tomás Bulnes; sin embargo, tras su regreso, ya no poseía ni un despacho de abogado ni un lugar donde vivir. Gracias a la ayuda familiar logró solventar rápidamente esta situación y a los pocos días de resolver su problema con la ley, se trasladó desde el viejo piso de la Avenida de la República (Acera de Recoletos) a un apartamento próximo al Teatro Calderón, concretamente en el nº 1 de plaza de la Libertad. En este mismo lugar, domicilió también su despacho de abogado.

Al recobrar la normalidad en ciudad del Pisuerga, el líder jonsista se interesó de inmediato por su agrupación consciente de la complicada labor que tenía por delante. Como había comentado a Bulnes, poco antes de su regreso, la prioridad era el restablecimiento del orden y de la disciplina:  

«No pienses en Igualdad porque le han estado haciendo horriblemente. Yo dejé de escribir en él; Ahora dicen que se  enmiendan: veremos».

Pese a las recriminaciones, el líder necesitaba cuanto antes un órgano de prensa donde volver a hacer propaganda, así como él la entendía; además las elecciones generales estaban previstas para el 19 de noviembre y había poco tiempo de actuación. La revista Jons, en la que Onésimo no publicaba desde aquel polémico artículo titulado «Decadencia de las fórmulas», no era el mejor lugar donde dirigirse por lo que, rectificando cuanto había dicho poco antes, tuvo que decidirse por escribir en Igualdad que por lo tanto sobrevivió hasta las elecciones.

Su candidatura a las elecciones generales, se basó especialmente en dos apartados dedicados a la cuestión agraria. No era una casualidad que el vallisoletano eligiese profundizar un tema como este, ya que en las precedentes elecciones el Partido Agrario – con Royo Villanova a la cabeza – había logrado numerosos votos en un provincia tradicionalmente agraria como Valladolid; además, precisamente por ser sindicalista agrario, Onésimo contaba con una cierta cantidad de votos que estaba seguro se habían mantenido pese a su larga ausencia.

Redondo apelaba a la necesidad de una firme intervención del mundo agrario en la política a través de estas palabras, con las que concluía su primer artículo:  

«El anti-partido. Habrá que intervenir la política directamente, labradores, sí. Habrá que invadir lo político; pero no para fundar otro partido más, sino para acabar con los partidos. Otro día nos ocuparemos del modo y el camino para esa revolucionaria transformación, inevitable y urgente si se quiere dar cima victoriosa al españolismo y entrañablemente nacional movimiento agrario que hoy parece estar al borde – y está bastante lejos aún – de conseguirlo todo».

En la primera parte de la candidatura se establecía el principal objetivo de la táctica electoral del vallisoletano: unificar los votos agrarios con aquellos de los adherentes y simpatizantes del movimiento jonsista, así como él mismo hubo de enunciar;

«La Agricultura es la Patria por la tierra y por el pan. La revolución de la Juventud nacional es la Patria por la idea y el Imperio».

La propaganda del vallisoletano se desarrolló en un clima de evidente tensión social que, además de las áreas urbanas, afectaba desde hace unos meses también al entorno rural. Dos años después de las primeras elecciones, el panorama político había cambiado notablemente; por un lado se manifestaba un sistema de partidos cada vez más bipolar, mientras por el otro se expandía una feroz campaña de “anti-azañismo” que pretendía desprestigiar la labor del primer bienio social-reformista. La culpabilidad de Azaña, que también Redondo compartía, bien fue sintetizada por el jonsista con estas  palabras:

«Se dice que Azaña tiene el mérito de la claridad ¿y el de las contradicciones? ¿Qué claridad puede haber donde un día se afirma claramente lo contrario de lo que claramente se afirmó un día o un mes atrás?».

Onésimo sabía que la tensión provocada por las inminentes elecciones, sería una buena oportunidad para difundir la óptica jonsista, haciendo hincapié en la pésima imagen que la República – según él – había dado de sí misma durante estos últimos meses  

«he aquí un momento que temo, de verdad, cualquier cosa a pasar de que su fuerza no es la que vocean. Había que arrastrarlos. Porque ahora que Cuba, por culpa de la masonería, el marxismo y la usura yanqui está dando al mundo un espectáculo de vergüenza insuperable para la Raza [y] quieren provocar análogos crímenes en España. Pero de ese modo habría arrastrados, victimas, sangre: y también vergüenza para el país. De la ética y el pudor patriótico de los adversarios – incluso el pobre Lerroux – se prevalen para imponerse y arruinarnos. Lo que no cabe ya negar ni desconocer es que un régimen de exclusión para ellos se impone con urgencia. No caben términos medios… Y hagamos punto en la valerosa tarea de salvar a España […]».

Aunque meses atrás había enunciado un plan de actuación que reunía principios nacionalsindicalistas y exigencias del campo, formulando una crítica a la “política de partidos” su actitud parecía haber cambiado. La aparición de la CEDA en el escenario político nacional, representaba la vuelta – esta vez organizada y disciplinada – de las Derechas españolas, aparentemente capitaneadas por el brazo político del catolicismo español.

En un primer momento Onésimo buscó el contacto con los ambientes de la CEDA, decidido a presentar su candidatura a través del importante apoyo del grupo de Gil Robles. Sin embargo, los acuerdos no llegaron a ningún resultado concreto y el líder jonsista prefirió presentarse como independiente. La reaparición de Libertad, semanario en el que Onésimo se identificaba con más fuerza, fue utilizado para dar máxima difusión a su candidatura, mientras Igualdad se utilizó como otro órgano de propaganda.

"Ni derechas ni izquierdas Candidato del Pueblo Noviembre 1933 
Unos y otros, izquierdas y derechas se movilizaron con saña contra Onésimo Redondo. Pero si de las izquierdas cabía esperarlo todo ante aquellas elecciones que debían ser las que consolidaran el régimen republicanomarxista, de las derechas, en cambio, necesitadas de afirmar una ruta intransigentemente nacional podía haberse esperado otra actitud muy distinta con respecto a Onésimo Redondo y a todo lo que él significaba. Sin embargo, no bien supieron los elementos derechistas el regreso de Onésimo Redondo del destierro, conscientes, al fin, de su valer y de la popularidad que por sus campañas periodísticas y orales y por sus hechos decididos y revolucionarios tenía entre las masas, comenzaron a urdir la espesa trama que impidiera que el nombre juvenil y prometedor del auténtico caudillo figurase en la candidatura antimarxista. Para ello, prescindiendo de la fuerza propia que la personalidad de cada candidato podía ejercitar sobre los sectores, se atuvieron en las reuniones preelectorales al número de afiliados que en el fichero de cada partido figuraban como inscritos y con este argumento, como primer elemento polémico, fácil y sencillamente eliminaron a Onésimo Redondo. Olvidado en aquella hora todo lo que había hecho Onésimo Redondo por los agricultores castellanos creando un poderoso Sindicato de productores que les había reportado beneficios económicos incontables, y dejando a un lado, también, toda su magnífica acción política contra el marxismo en tiempos de cobardía general."
Varios autores: Caudillo de Castilla.

Convencido de tener el apoyo incondicional de la juventud nacional el vallisoletano se lanzó a un resuelto plan de proselitismo agrario, enunciando su manifiesto electoral a pocos días de las elecciones; y no faltó en el preámbulo una dura crítica a la unión de derechas que había desestimado su candidatura:

«A mis paisanos y electores. A la juventud nacional de Valladolid:
Circunstancias para mí poco previstas y hechos que, si no tienen nada de nuevo en las costumbres electoras, tan viejas como desacreditadas, sí tienen algo extraordinario por el grado en que han llegado a consumarse, obligan la Juventud nacional de Valladolid, y a mí como cabeza más visible de su eficaz actuación antimarxista y españolista, a luchar en las próximas elecciones en forma individual. […] Bien sabemos que hoy parece a todos feliz la candidatura llamada de unión de derechas. Pero también sabemos que no se explica que yo venga a aumentar la debilidad de esa candidatura con lo que se estima equivocadamente una voluntaria disidencia. No es disidencia ni es gesto libre. Es la imposición penosa de las circunstancias política que arrojará mis hombros, ya bastante castigados por la persecución, el peso irresistible de una responsabilidad, que para nadie deseo […]. Sea lo que sea de la lucha electoral, nosotros, por la salud del movimiento regenerador que tenemos entre manos y ha de conquistar toda Castilla, no podemos alejarnos ni ahora ni nunca de la lucha significada y entusiasta. Ni nos faltan masas, ni nos faltan hombres, ni nos falta doctrina».

Los puntos clave de su manifiesto se caracterizaron por:

I) “Defensa de la Agricultura”, en el que hablaba de la política arancelaria, las características de los cultivos, las ventajas de la sindicación, la política social agraria y las polémicas Ley de Términos y Reforma Agraria.

II) “Programa Social”, basado en la implantación de un nuevo régimen de justicia social, igualitarismo, fin de la especulación político-financiera y de la proletarización de la clase media.

III) “Principios inmutables”, o en otras palabras, los valores nacionalsindicalistas de modernidad y tradicionalismo, unidad nacional,

7: principios patrióticos, anti-constitucionalismo, además de vertientes ideológicas “redondianas” vinculadas a la religión y enseñanza. Pese a la divulgación de una propaganda que le definía como “candidato del pueblo”, los escasos resultados y las desalentadoras impresiones que recogió en las horas previas a las elecciones, acabaron por sentenciar su candidatura, retirándose la misma poco antes del comienzo de los comicios. Mientras tanto, llegada la hora de la verdad, la derecha política logró hacerse con la mayoría de los votos – recordamos también que fueron las primeras elecciones con sufragio femenino –, siendo sus principales protagonistas la CEDA y el Partido Republicano Radical

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Según José Luis Rodríguez, fracasó también el proyecto de propaganda y adoctrinamiento que desde el Centro de Estudios Castellanos (abierto poco tiempo antes en la sede de las JONS de Valladolid), pretendía ampliar la red de seguidores del nacionalsindicalismo.
 Cfr., RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis, Historia de Falange Española de las JONS, cit, p. 118.

Los jonsistas de Valladolid, defendieron el hecho de retirar la candidatura fue debido también a la voluntad de no desperdiciar votos para la unión derechista; así lo justificarían en 1961:

«Temeroso Onésimo Redondo de contribuir, quizá, al triunfo de algún marxista, decidió retirar su candidatura después de haber dejado bien claro en aquella ocasión memorable que no éramos ni derechas ni izquierdas».
 Cfr., «Manifiesto electoral de Onésimo Redondo», Libertad, XXVº - Extraordinario dedicado a nuestro fundador, 24 de julio de 1961.

"Ya saben los obreros, los jóvenes y las clases medias que nutren nuestras masas, que nada tenemos ni queremos con los viejos usos caciquiles de uno u otro lado, de uno u otro color. Siguió, a pesar de haber retirado la candidatura, la campaña de afirmación nacional-sindicalista por todos los pueblos de la provincia. Sorprendente y original campaña aquélla en la que en medio de la turbia agitación electoral un manojo de jóvenes, nuevos apóstoles, seguidores fieles del caudillo, iban hablando contra derechas e izquierdas, a la vez, predicando la nueva doctrina del porvenir. Ahí quedan sus frases, recogidas en "Igualdad", como gavilla de tiernas promesas: "Venimos a comunicaros el aliento de una España renovada que vive en el pecho de la juventud como protesta contra la desviación, contra las traiciones y las ruinas consumadas por todos los políticos". (Tobalina). "Cuando este Parlamento fracase, el comunismo, hoy sin importancia, tendrá una fuerza terrible, y enfrente sólo habrá una milicia nacional de juventud que ahora propugnamos y que será la que revolucionariamente llevará el triunfo a España".
Varios autores: Caudillo de Castilla. 

En Valladolid no faltaron los momentos de tensión al enfrentarse elementos jonsistas e izquierdistas incluso antes de las elecciones: «los elementos de la J.O.N.S. son los verdaderos fascistas, que organizados como los «nazis» alemanes, emplean sus métodos. […] Preparan su primera demostración callejera organizada para el día 19. En dicho día, todos los afiliados se distribuirán estratégicamente alrededor de los colegios electorales. […] Los fines que se proponen con esta movilización guerrera, son vigilar a favor de las derechas la marcha de las elecciones».
Cfr., «Varios incidentes», El Norte de Castilla, 16 de noviembre de 1933.

En todas las provincias de Castilla la Vieja, los resultados de las elecciones de noviembre de 1933 reflejaron el éxito nacional que tuvo la unión de derechas. En esta región, la CEDA había optado por una fértil alianza con el importante Partido Agrario, por lo que saldría de las elecciones con una mayoría espectacular. Respecto a éste último, hay que destacar los resultados obtenidos en la provincia de Soria, siendo el más votado (21.737, frente a los 2.223 del PSOE), mientras en Zamora la unión entre CEDA, Agrarios y Partido Radical alcanzó la victoria con un total de 74.711 votos, frente a los apenas 17.393 del PSOE. Sobre el resultado (detallado) de las elecciones en Valladolid y provincia, véase el apéndice nº 4, de MARCOS DEL OLMO María Concepción, Voluntad popular y urnas, ob. cit., p. 290.


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En Castilla la Vieja los efectos de la unión entre la CEDA y el Partido Agrario favorecieron una considerable victoria ante los socialistas. En la capital Valladolid, la situación se vería reflejada por la amplia victoria de las derechas con 66.808 votos (frente a los 38.413 del PSOE), que confirmaría la elección de dos socialistas (Eusebio González Suárez y Federico Landrove Moiño) y cuatro diputados derechistas: dos de la CEDA, Blas Gutiérrez Cantalapiedra (Agrarios de Derecha) y Luciano de la Calzada (Acción Popular) y dos del Partido Agrario, Antonio Royo Villanova (que ganaría también el escaño de Huesca) y Pedro Martín y Martín. El nuevo gobierno tomaría posesiones bajo la presidencia de Alejandro Lerroux, siendo ahora los socialistas la minoría gubernamental. Empezaba así un nuevo ciclo político administrado por el conjunto radical-cedista, fruto de una corriente anti-reformista y de matiz católico-tradicionalista, que lucharía para el recupero del orden y del control social. El único representante de la ·"derecha radical", elemento – de momento – ajeno a las JONS, que logró un escaño (en Cádiz), fue el líder de un nuevo movimiento recién creado en Madrid: José Antonio Primo de Rivera y su Falange Española. Un viejo conocido de las JONS, que a partir del invierno de 1933/34, empezaría a desafiar la rápida reorganización del radicalismo izquierdista, considerado también por este líder, como el principal enemigo de la nación.

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5.2.2. El comienzo de una nueva etapa: confrontación, debate y acercamiento.



El resultado de las elecciones de noviembre, provocó diferentes reacciones en el seno de las JONS. La línea oficial del partido, por lo menos la rama vallisoletana, ya preparaba su plan de actuación para el nuevo curso:

«El pueblo español ha aprendido política: pudiera afirmarse hoy que se halla muy adelantado en instinto político. […] Somos nosotros, la JONS – y no lo que llaman “fascismo” – quienes ofreceremos esas soluciones […]: la conquista de las masas populares y, sobre todo, campesinas. Con eso y con la militarización de la juventud, que urge, España y el imperio espiritual futuro de la Raza serán nuestros».

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Respecto al resultado de las elecciones, quedaba claro que «En las nuevas Cortes, el núcleo principal de diputados no habría de formarse en torno al centro republicano, sino que lo constituiría la propia Unión de Derechas, por lo que esta última, más que convertirse en un importante factor a tener en cuenta (que había sido la aspiración última de Gil Robles), había trocado su papel por el verdadero árbitro de la situación, sin el cual la vida parlamentaria de un futuro gobierno devendría imposible. El líder de AP era consciente que, pese al gran resultado obtenido, las derechas no habían logrado aún la mayoría absoluta y, peor, carecían de la suficiente homogeneidad para una labor positiva de gobierno».
Cfr., VILLA GARCÍA, Roberto, La República en las urnas, ob. cit., p. 392.

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Pero no todos estaban conformes con las palabras de Redondo; por un lado el mismo Bedoya confesó que «en el fondo de mi corazón estaba deseando no tener razón y disfrutar de un país que democráticamente alejase los extremismos», mientras por el otro, se percibía el escepticismo de un Ledesma Ramos que se temía la implantación de un conjunto político poco propenso a las novedades ideológicas de matiz juvenil y revolucionario. Y al respecto, no cabe duda de que en esta crítica tenía el apoyo de un decepcionado Redondo:

«Gil Robles ha dirigido y organizado una reacción que carece de novedad, de eficacia y de brío. Ha puesto en pie todo el viejo sistema ideológico y utilizado toda la vieja comparsa de caciques. No quedarán sin castigo sus errores, recibiéndolo, en primer lugar, de los hechos mismos que le obligan a una actitud falsa, débil y bien poco decorosa para un jefe político de su edad, y en segundo, de toda la España joven que renace, que lo señalará con el dedo como a un culpable de que la batalla contra el marxismo y demás fuerzas antinacionales se haya efectuado en un plano infecundo, sin consecuencias grandiosas para la Patria, sin llamamientos fervorosos a su unidad, sin una reconstrucción fulminante y segura».

La gran novedad del momento, por lo menos para las JONS, había sido la consolidación pocos meses antes de un grupo que había surgido tras la experiencia de El Fascio. Y éste no era otro que un conjunto de elementos filo-fascistas que tenían en José Antonio Primo de Rivera – el mismísimo hijo del célebre general – su máximo representante.

Desde finales del verano, contando con la colaboración de Ruiz de Alda, García Valdecasas y Fernández Cuesta, el marqués de Estella había vuelto a replantear el modelo, tras haber viajado una segunda vez a Roma y haber conocido personalmente al mismo Mussolini en los primeros días de octubre de 1933. Tras su vuelta, concretamente el 23 de octubre, escribía con entusiasmo:

«El fascismo no es sólo un movimiento italiano: es un total, universal, sentido de la vida. Italia fue la primera en aplicarlo. Pero ¿no vale fuera de Italia la concepción del Estado como instrumento al servicio de una misión histórica permanente? […] Sin una actitud fascista no se puede encontrar la tradición. Porque es fascismo, llámesela como se quiera, la decisión enérgica de no seguir creyendo en la actitud de las formas liberales para el descubrimiento de las venas genuinas. Ante un Estado liberal, mero espectador policíaco, la nación se escinde en pugnas de partidos y guerra de clases. Sólo se logra la unidad fuerte y emprendedora si se pone fin a todas esas luchas con mano enérgica al servicio de un alto pensamiento y un entrañable amor. Pero esa manera fuerte y amorosa de pilotar a los pueblos se llama hoy, en todas partes, “fascismo”».

A los pocos días de aquellas palabras, José Antonio protagonizó en Madrid el que pasó a la historia como el acto fundacional de F.E. En ello, los oradores que acompañaron a Primo de Rivera expusieron los principios morales, sociales, económicos y políticos de su movimiento, el MES, que se convertía oficialmente en un partido: Falange Española (FE). El día 29, en el Teatro de la Comedia de Madrid, los organizadores

 «hablaron del “sentimiento totalitario de la Patria” como “el único aglutinante que puede unirnos”; y de la necesidad de “hacer que cada español sienta su función y que se dedique a ella, manteniendo siempre su jerarquía y disciplina”.

Primero de Rivera se refirió a la patria como

“una síntesis trascendental, una síntesis indivisible, con fines propios que cumplir”, fines que Ruiz de Alda definió como de “expansión internacional”. El nuevo movimiento se entendía como “eficaz, autoritario, al servicio de esa… unidad irrevocable que se llama Patria” en su lucha contra el doble anatema del liberalismo y los partidos políticos».

Alfonso García Valdecasas, Julio Ruíz de Alda y José Antonio Primo de Rivera

La aparición de Falange Española coincidió con un periodo durante el cual se propagó con insistencia una respuesta violenta que la oposición izquierdista coordinó y justificó apelándose al comienzo de una decisiva ofensiva antifascista.

Los ambientes jonsistas contemplaron la evolución del partido dirigido por Primo de Rivera, aunque en sus inicios FE no pareció provocar grandes entusiasmos ni particular atracción. Como escribió más adelante Ledesma Ramos,  

«Tan sólo un grupo de estudiantes, de jóvenes, ingresó en F.E. con propósitos de acción eficaz y verdadera. Ellos, realmente, dieron al movimiento poca o mucha savia de que dispuso en los primeros meses, y de ellos salió, asimismo, la lista de los primeros mártires. […] Pues los españoles, quizá por nuestro despego o incapacidad para la tarea crítica, no fijamos realmente la atención, sino en lo que aparece ante nosotros provisto de algún abalorio especial que lo resalte. Actitud de papanatas, de perezosos».

La actitud del zamorano aparentaba indiferencia frente a la reaparición de estos viejos conocidos aunque, según Ferran Gallego, más cierto era lo contrario: «Tenía motivos para sentir tan inquietud»; Ledesma era consciente, posiblemente más de Redondo, de la inferioridad de su partido: 

«Las JONS permanecían en una posición marginal, contemplados como un reducido grupo de activistas dispersos en algunas ciudades, a pesar de los esfuerzos de Ledesma de publicar un periódico con ciertas pretensiones intelectuales y los llamamientos claramente realizados para hacer que su partido fuera la única organización fascista que la derecha autoritaria tuviera en cuenta en sus planes».

Poco se podía hacer contra un movimiento emergente como FE, dirigido por un abogado que contaba con el apoyo de sectores, principalmente alfonsinos, además de íntimas amistades provenientes de círculos vinculados a la aristocracia que había colaborado con su padre.

Aunque en Valladolid se hablara del acto fundacional de falange, los jonsistas locales no parecieron darle mucha importancia; este hecho se comprueba observando como en Igualdad (Libertad reaparecería el 2 de noviembre) no se publicase nada al respecto.

Pese a la renuncia de Onésimo a la candidatura, la propaganda se reactivó de inmediato para configurar la actuación de las JONS tras las elecciones; Redondo, al igual que Ledesma, no creía que la unión favoreciese el restablecimiento del orden que el país necesitaba, sino más bien  

«se verá más claro por muchos alegres confiados de hoy que la reacción no basta, que las derechas conservadoras no sirven. Y volverá los ojos el pueblo a la juventud, que –sólo ella– posee contenido doctrinal, aptitud combativa y capacidad revolucionaria para invalidar al marxismo e instaurar con mano firme un orden nuevo, un Estado nacional».

Lo que permaneció inamovible en la rama jonsista vallisoletana, fue el atenerse a su idea castellano-céntrica, animando a las masas obreras locales a buscar nuevo amparo bajo los pilares de la doctrina nacionalsindicalista que una vez más, situaba la región castellana como el epicentro histórico e imperial del nacionalismo español. Todo se condensaba alrededor de aquella frase pronunciada en una calurosa tarde de agosto de 1931, al comentar que:

“mientras Castilla esté dormida, dormirá España”:

«Hoy más que nunca necesitamos hablar de Castilla, […]. Toda la obra de la revolución masónico-marxista va derechamente contra Castilla. […] No se trata – ¡no! – de un movimiento regionalista más. Se trata de rehacer a España, rehaciendo a Castilla. […] [El castellano] es el fluido vertebral de la España varia, regionalista si se quiere, con su armónica diversidad de suelos, costumbres, usos civiles y aun idiomas distintos, pero UNA, GRANDE y LIBRE».


Poco tiempo después de haber finalizado las elecciones, Primo de Rivera intervino con una actuación que tuvo fundamentalmente dos directrices. Por un lado agradecía por los votos recibidos, sinónimo de cierta confianza por su partido, mientras por el otro se apresuraba a declarar su implicación en la causa falangista:

«Esto es lo grave del momento presente: los partidos triunfantes, engollipados de actas de escrutinio, creen que ya no hay que pensar en la revolución. La dan por acabada. […] Nosotros iremos a esos campos y a esos pueblos de España para convertir en impulso su desesperación. Para incorporarlos a una empresa de todos. Para trocar en ímpetu lo que es hoy justa ferocidad de alimañas recluidas en aduares, sin una sola de las, gracias ni de las delicias de una vida de hombres». 



A partir de comienzos de diciembre, los falangistas no sólo tenían un representante en el Parlamento, sino empezaron también a publicar su propio órgano de propaganda que tomaba el nombre de la agrupación, “F.E.”. En el primer número, Primo de Rivera detalló nueve “puntos iniciales” que determinaron la conducta oficial del falangismo, exteriorizada a través de la afirmación – típicamente joseantoniana – de considerar a España “una unidad de destino”.

Si comparamos el manifiesto falangista con en el jonsista, resultan evidentes claras discrepancias doctrinales que no favorecían una aproximación ideológica entre los dos partidos. 

«En primer lugar, la ausencia tanto de la llamada específica juventud como de la demagogia anticapitalista […]. En segundo lugar, la identificación de los español con lo católico y, en consecuencia, la promesa de una orientación católica de las disposiciones emanadas de los gobiernos del “nuevo Estado”, circunstancia presente en los textos de las Juntas Castellanas pero en forma alguna en la larga serie de textos redactados por Ledesma».

Sin embargo, aunque esto parezca paradójico, Primo de Rivera tenía algunos rasgos que recordaban la rectitud dogmática de Redondo. Los dos tenían indudablemente una formación muy distinta, pero parecía que el madrileño  «sintonizaba bastante con el discurso nacionalista, católico y agrarista de Redondo – y aunque – […] Primo de Rivera creía firmemente en la existencia de una conspiración comunista contra España, no estaba poseído por una manía persecutoria contra los masones y supuestos judíos»

Semejante postura ha sido defendida también por Martinell Gifre, quién declaró que la devoción de Onésimo por su tierra, al igual que José Antonio, inspiró «su aportación más importante, y muy clásica dentro de la ideología nacionalsindicalista, […] su concepto del humanismo en el mundo, que fue desarrollado, sin embargo, con mayor profundidad, por José Antonio».

Mientras falangistas y jonsistas empezaban a interactuar, la victoria electoral de la ‘Unión’ captaba la atención de los medios de comunicación. El nuevo Gobierno dirigido por Alejandro Lerroux, todavía en pleno rodaje, tenía por delante la difícil tarea de mantener firme su alianza con los cedistas de Gil Robles, sin todavía olvidar la delicada situación política de un país cada vez más enfrentado entre los radicalismos emergentes.

Al finalizar 1933 los partidos de la oposición parecieron intensificar su actuación, razón por la cual las JONS sintieron la necesidad de intervenir si no física, de momento, verbalmente:  

Pasionaria, Vicente Gonzalez el campesino y Manuel Tagea

«Las izquierdas masónicas y marxistas reanudan su táctica. Vuelven a la demagogia terrorista de hace tres años. Es esencial pactarse de este juego: nada más elocuente para conocer la calidad antiespañola de los partidos del primer bienio republicano […] – y resolvían los jonsistas – Contra un terror, otro».

Una nueva fase de propaganda que, sin ser muy novedosa, se proponía aglutinar a las fuerzas antimarxistas, frente al avance de un "fascismo" cada vez más ideologizado:

«Hoy las JONS tienen que preocuparse, en primer lugar, de conseguir la organización de grupos de choque, capaces de dar batalla violenta al marxismo y a los grupos separatistas en los focos traidores donde acampan. Es nuestro primer problema, y eludirlo supone edificar en el vacío, equipararnos a estos ‘fascios’ de aficionados que andan por allí. El partido, su futuro y las grandiosas metas que nos orientan, dependen de que realicemos con éxito esa primera etapa. Sin ella no hay JONS ni habrá España, ni régimen corporativo ni nada que merezca la pena ser vivido en la Península».

Desde las páginas de Libertad se exhortaba a la acción directa; «cada día que pasa nos convencemos más. Es precisa la organización de las milicias civiles al servicio de España. Esta es la inmediata aspiración de las JONS. […] Son necesarias las milicias que luchen con los enemigos de España». Una vez más, el jonsismo volvía a proponer aquellas alternativas sociales y económicas que pretendían ensalzar su vocación sindical y filo-corporativista. La lucha contra el sistema suponía la aniquilación del marxismo, condición irrefutable para las JONS, pero también del capitalismo, responsable de empujar a la sociedad hacia el individualismo y el desprecio de la dignidad humana:

1º de mayo en Valladolid.

«El marxismo o socialismo no tiene una teoría económica de la producción, capaz de facilitar el bienestar de la clase obrera. Su teoría sobre el precio de la mercancía y el valor en uso es falsa, y sólo como crítica del capitalismo es aceptable. […] La dictadura del proletariado tampoco puede conseguir la mejora de la masa obrera, en cambio puede crear una buena remuneración a una numerosa burocracia enchufista que sustituya a los ordinarios oficinistas, convirtiendo a estos dictadores en los capitalistas absolutos de toda la nación […]. Hay que luchar contra capitalismo y marxismo por medio de traer un Estado Corporativo inspirado en la Moral y en el amor mutuo que armonice las clases productoras: empresarios y productores».

Con la aparición de nuevos actores en el debate político y el gradual ascenso del "fascismo" en la península Ibérica, las JONS se sintieron nuevamente llamadas en causa.

A finales de 1933, Redondo protagonizó un nuevo debate contra los supuestos abusos del nacionalsindicalismo portugués que, meses atrás, ya había señalado Ledesma.

Llamados por Ramiro los ‘fascistas lusitanos’, comentaba en mayo: «nuestros caros “irmãos de la beira mare atlántica” están poseídos de un antiespañolismo demagógico. Mantienen que Galicia –nada menos que Galicia– es para ellos tierra irredenta y querrían conquistar España entera y el mundo si le dejasen».

El vallisoletano – como hemos visto – bien conocía la agrupación liderada por Rolão Preto; había apreciado la labor del sindicalista portugués y posiblemente le conoció personalmente, pero no pudo callar al leer en Acción Española un artículo firmado por él bajo el título de «Nueva Europa: El movimiento nacional-sindicalista portugués».

Sorprendido por el beneplácito de Maeztu, el dirigente jonsista pidió de inmediato explicaciones:  

«esos “nazis” portugueses publicaban, para comprobar su desagradable propensión a desear el empequeñecimiento o la ruina de España. […] pretenden anexionarse a Galicia; aunque la pretensión no pueda tomarse de fronteras acá sino como una risible “portuguesada” […]. Ahora se ha llevado al colmo esa inconsciencia, o lo que sea, dando las primeras páginas de esa revista al jefe de los “nazis” portugueses, que en Oporto llegó a llamar a los gallegos “portugueses d’além Minho”». 



La disputa con Preto, posiblemente por intercesión de algún colaborador de Acción Española, se resolvió poco tiempo después; al rectificar sus palabras comentaba que  

«cuando llamamos a los gallegos “portugueses al otro lado del Miño”, no tenemos en la mente otro deseo que el de proclamar una fórmula de amistad»

No obstante, Redondo no pareció ser de la misma idea; recordó que en Revoluçao, el diario de los nacionalsindicalistas portugueses, frecuentemente se había animado a la obsesión anexionista hacia España, así como en otros periódicos con los que él mismo se había puesto en contacto durante su estancia allí.

Onésimo se refería al órgano conservador portugués A voz, al que había enviado artículos de protesta contra algunas publicaciones que apoyaban la idea anexionistas de parte de España (Galicia a la cabeza) a Portugal. Testimonio de ello es una carta del director de A voz que negaba a Redondo la posibilidad de publicar semejante protesta en su periódico; lo mismo que pasó con el director de O Seculo;
cfr., Carta del director 'A Voz' a Onésimo (20-1-33), APMR, caja 2, carpeta 2, sobre 35 y Carta del director 'O Seculo' a Onésimo (21-1-33), APMR, caja 2, carpeta 2, sobre 36.

La relación entre España y Portugal tenía su clave – según Redondo – en el pensamiento de Antonio Sardinha; la resolución de la cuestión hispano-lusa no se basaba en recelos o pretensiones de dominación, sino en la lucha fraterna contra los enemigos de siempre:

«Sepa nuestro lejano comunicante y sepan sus correligionarios de la bella tierra occidental, que en el corazón de Castilla, de esta Castilla objeto de tanta preocupación y tantas injusticias en muchos medios culturales y aun populares portugueses, conocemos también y proponemos seguir a Antonio Sardinha. […] La juventud vallisoletana, que en lo económico y social late al unísono de las despiertas filas universitarias portuguesas herederas del integralismo, tiene, por tanto, otro elevado punto de coincidencia con aquéllas. El de coger por maestro de un supernacionalismo que nos honra Antonio Sardinha. El supernacionalismo – como él decía– de los pueblos hispanos, debe alentar a unos y a otros sin más recelos ignorantes, sin más perjuicios masónicos o suspicacias “manuelistas”, de un lado; sin necias y abandonadas ilusiones de absorber o dominar, del otro».

Los cuadros dirigentes empezaron a considerar con urgencia la necesidad de hacer de las JONS un partido ‘protagonista’ en la escena política nacional. Como ya había dicho Redondo en Salamanca hablando de la nueva misión,  

«las J.O.N.S. son el único partido del porvenir, porque sólo ellas abarcan el problema político, social y aun el problema psicológico de España en su totalidad»

Más contundente fue la actitud del otro dirigente, Ramiro Ledesma, quién tenía clara la necesidad de hacerse con el control de las masas antes de que otros pudiesen lograrlo:

«En 1934 las JONS tienen que conseguir uno de los objetivos más difíciles del Partido: hacer una brecha en el frente obrero marxista; es decir, conseguir la colaboración, el apoyo y el entusiasmo de un gran sector de trabajadores […] – y para ello – pasar de los trabajos internos de organización a una realidad polémica al aire libre, superar la situación de pequeños núcleos entusiastas por la captación y conquista de cuadros numerosos».

Significativas iniciativas se programaban para el nuevo año, pero ni Primo de Rivera ni sus falangistas estaban contemplados en ellas; por ello, había que actuar rápida y contundentemente antes de cualquier otra agrupación.


5.2.3. Hacia la unificación: de la ilusión a la fascistización y el fin del jonsismo.



Durante el invierno 1933/34 los jonsistas vallisoletanos protagonizaron una serie de mítines, que tenían el objetivo de dar mayor visibilidad a las JONS, además de inaugurarse su nueva sede local.

El grupo, que poco antes de la vuelta de Onésimo desde Portugal se había establecido en la calle Alonso Pesquera, se trasladó a una sede más grande en la calle Claudio Moyano nº 12. Allí, poco después, se fundó también el “Centro de Estudios Castellanos” bajo la voluntad del mismo Redondo.
Cfr.,MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista, ob. cit., p. 33.

En medio de esta reorganización del partido, en Madrid se firmó un nuevo manifiesto repleto de innovadoras técnicas de lucha y métodos revolucionarios que pretendía complementarse con la imperturbable actitud antimarxista y antibuguesa desarrollada hasta entonces.

Juventudes socialistas

El manifiesto fue firmado por todos los representantes de los Triunviratos locales: Nicasio Álvarez de Sotomayor por Madrid, Onésimo Redondo Ortega por Valladolid, Santiago Montero Díaz por Galicia, André Candial por Zaragoza y Felipe Sanz por Bilbao. No faltaba tampoco la firma de su redactor, Ramiro Ledesma Ramos, a nombre del Triunvirato Ejecutivo Central. Cfr., «Manifiesto del partido.
Las JONS a todos los trabajadores de España», Jons, nº 7, diciembre de 1933.

Para coordinar las distintas agrupaciones locales de las JONS y los respectivos órganos de propaganda surgidos poco antes, se constituyó, bajo voluntad de Ledesma, el Consejo Nacional del Partido integrado por doce miembros.

El conjunto de consejeros del partido surgió a efecto del nuevo manifiesto, que pretendía así justificar su total independencia ideológica y de partido de otras entidades. Componían el Consejo: «José Gutiérrez Ortega (Granada), Felipe Sanz Paracuellos (Bilbao), Santiago Montero Diaz (Santiago de Galicia), Onésimo Redondo Ortega (Valladolid), Javier M. de Bedoya (Valladolid), Andrés Candial (Zaragoza), Bernardino Oliva Olvieira (Zafra - Badajoz), Juan Aparicio López (Madrid), Nicasio Álvarez Sotomayor (Madrid), Ernesto Giménez Caballero (Madrid), José Guerrero Fuensalida (Madrid)»; aunque no aparecía su nombre, Ramiro Ledesma Ramos también componía el Consejo Nacional.
Cfr., «Noticiario jonsista», Jons, nº 7, diciembre de 1933.

La misma noticia apareció el Libertad en enero, añadiéndose el nombre de Ramiro Ledesma Ramos, y comentando el nacimiento de un nuevo órgano jonsista en Barcelona, El Combate y otros núcleo jonsistas en Reinosa, Plasencia y Sahagún (León);
cfr., «Noticiario jonsista», Libertad, nº 70, 15 de enero de 1934.

Entre diciembre y enero, adelantando incluso a los falangistas, los jonsistas se implicaron en una campaña de proselitismo sin precedentes: cada núcleo tenía que hacerse responsable de su área, mientras la revista Jons argumentaba con más detalle los principios doctrinales del jonsismo


Para diferenciar las JONS de cualquier otro movimiento, comentaba Ramiro Ledesma:

«Nos urge, pues reivindicar nuestro propio carácter. Somos revolucionarios, pero no de cualquier revolución, sino de la nuestra, de la que se proponga conquistar para España un Estado nacional-sindicalista, con todo ese bagaje de ilusiones patrióticas y de liberación económica de las masas que postula nuestro movimiento».
Cfr., «Las JONS revolucionarias», Jons, nº 8, enero de 1934.

En Valladolid seguían minuciosamente los encargos provenientes de Madrid; hacían proselitismo, enunciaban el nacionalsindicalismo como única realidad política y pedían la colaboración de la juventud local con proclamas de este tipo:

«1.º Habla a tus amigos de nuestra organización. Demuéstrale que representa el porvenir de España […]. 
 2.º Pide propaganda a Valladolid […]. 
  3.º Procura reunir a un grupo de jóvenes, amantes de la actuación física y de vivir armados. […]. 
 4.º Cuando tengas gente y posibilidad, organiza un mitin o una conferencia, y pide a Valladolid propagandistas.
 5.º Procura que de toda la propaganda que recibas abonen su importe los simpatizantes. Y si hemos de hacer algún viaje, consigue que sea con gastos pagados»

«Sentimos por eso la necesidad de contribuir a la defensa moral de las masas obreras […]. Las JONS creen que es el pueblo, que han de ser los trabajadores, quienes se encarguen de vigorizar y sostener la vida española, pues la mayor garantía del pan, la prosperidad y la vida digna de las masas, radica en la fuerza económica, moral y material de la Patria. […] Las JONS ofrecen a los trabajadores españoles una bandera de eficacia. […] sólo revolucionariamente es posible desmontar el aparato económico burgués-liberal que hoy oprime los españoles».
Cfr., «Las JONS a todos los trabajadores de España», Libertad, nº 70, 15 de enero de 1934.

La difusión del jonsismo conoció en este periodo uno de sus más álgidos momentos de propaganda, originándose numerosos debates donde se exaltaba el componente revolucionario, juvenil y violento de su acción directa. Respecto a esta última cuestión, las directrices eran además muy claras:

«Donde haya un grupo antimarxista con la estaca, el puñal y la pistola como instrumentos superiores, hay una JON-S. […] La violencia nacional y juvenil es necesaria, es justa, es conveniente».
(Para comprender esta violencia verbal ver El Día a Día de la República)

El aparente esfuerzo propagandístico llegó a producir incluso el acercamiento de algunos grupos espontáneos surgidos en diferentes puntos de la geografía española. Un ejemplo de ello fue una carta llegada a la sede de las JONS de Valladolid a comienzos de enero y proveniente directamente desde Barcelona. Los firmantes, que se daban a conocer con el nombre de “Concentración Española”, se pusieron en contacto con los jonsistas para idear – a ser posible – un plan de actuación común; al respecto, comentaban que

 «Nosotros, aquí en Barcelona comenzamos formando un partido dedicado exclusivamente a la lucha por la intagilidad [intangibilidad] de la patria y contra los separatistas […]. Hacemos lo que podemos pero no podemos ni queremos estar aislados del resto de España, y no tendríamos inconveniente alguno en plegar nuestra bandera e incluso desaparecer el nombre que actualmente tenemos, si ustedes nos ofrecieran y nos diesen su apoyo moral, y material […]. Aquí en Barcelona existen las Falanges Españolas […] no podemos decir nada malo, pero encontramos dudosa su actuación por creerla encaminada hacia la restauración en España de un Estado monárquico mas o menos corporativo y con el cual nosotros, hoy por hoy, no podemos estar conformes […] – y concluía – Nos dirigimos a ustedes de Valladolid y no lo hacemos a Madrid, primero, por tener dos direcciones distintas y segundo, porque creemos que es igual hacerlo a un sitio que otro»

La carta fue escrita el 4 de enero desde Barcelona y lleva el nombre de la agrupación en un logo con parte de un mapa de España en el fondo; fue enviada a Augusto Zaratain, miembro de las JONS de Valladolid. "He sido incapaz de descifrar la firma, por lo que no puedo proporcionar aquí el nombre del autor y tampoco he podido encontrar mucha información sobre “Concentración Española”. Según Joan María Thomàs, al que consulté para analizar este documento, podría tratarse de un diminuto fruto de una escisión de alguna rama local de la Falange". 

Pese a la campaña de difusión del jonsismo, ejecutada – podríamos decir –impecablemente por el grupo de Valladolid, no llegaron sin embargo a producirse los efectos deseados. Hay que tener en cuenta que la magnitud de la campaña de irradiación del pensamiento jonsista fue muy limitada el estar únicamente dirigida a determinados grupos sociales, casi únicamente juveniles y en menor medida sindicales, por lo que se podría calificar como un nuevo fracaso. Esto resultó ser evidente a la hora de la unificación con Falange que, a los pocos meses de haber surgido, ya contaba con un mayor número de afiliados que las JONS.

Otra razón del relativo fracaso jonsista, puede resumirse en la aparición de José Antonio Primo de Rivera en el campo político-doctrinal. Según sugiere Casali, podría sorprender que ni Ledesma ni Redondo supieron hacer frente al grupo de Falange. Sin embargo, la cuestión que más pesó a favor de los joseantonianos fue la económica. Desde su fundación Falange se había proclamado favorable a la dialéctica – usando las palabras del mismo José Antonio –de los puños y de las pistolas cuando fuese necesario en defensa de la Patria.

Por ello, gracias a las amistades y su posición social cercana a la aristocracia y los ambientes monárquicos de la que Primo de Rivera podía presumir, no tuvo muchos problemas en hacerse con una financiación adecuada para su partido

Como comentó Bedoya a Goyanes:

«El argumento fue que nos habíamos quedado sin dinero y llenos de deudas. Las derechas daban algo a Ramiro y a Onésimo hasta que apareció José Antonio [...]. Cuando apareció José Antonio, grande de España, marqués, metido en la alta sociedad madrileña […] prefirieron dárselo a él. Y ahí ya no entró ni un céntimo. En ninguna JONS de España entró un céntimo. El argumento que empleó Ramiro fue éste y no otro».
Cfr., MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista, ob. cit., p. 92.

La reticencia de Ledesma fue a menos cuando tuvo que

 «reconocer que se trataba de una ocasión para ampliar las bases y el radio de acción de las filas fascistas que no debía desaprovechar»;

además, frente al aparente desvío de interés del marxismo hacia el fascismo español – ya identificado con Falange (con razón o sin ella) – su única posibilidad consistía en mover su organización aún más a la derecha. Fue precisamente el zamorano quién gestionó la aproximación entre las JONS y Falange, terminando por convencerse que una unión era algo necesario e inevitable. Este último, de forma autónoma, resolvió a favor de la unificación considerando oportuno – haciendo todo lo posible para conseguirlo – que fuese la Falange la que se incorporase a las JONS y no al revés; el precio a pagar era la implantación de nuevas modalidades de actuación, pero se ganaba en cuanto a financiación, afiliados y publicidad que no era poco.


La decisión de Ledesma de apoyar a la unificación, desató cierta perplejidad entre uno de sus más cercanos colaboradores, Santiago Montero Díaz. Éste en un largo intercambio epistolar acabaría renunciando a su afiliación al jonsismo, por considerar errónea la decisión tomada por el amigo Ramiro.

Ante la disconformidad de Montero, contestó en una de sus cartas Ramiro:  

«Tengo buenas impresiones acerca de que F.E. aceptará que inyectemos jonsismo en sus desmadradas filas forjando con nosotros un movimiento Nacional-Sindicalista».
Cfr., «Carta de Ramiro Ledesma dirigida a Santiago Montero Díaz [¿febrero? de 1934]»,  en AA.VV., Ramiro Ledesma Ramos. Obras completas, Vol. IV, ob. cit., p. 521.

Por su parte, Onésimo pareció estar al margen de todo. En aquel momento su prioridad seguía siendo la actividad propagandística – además de estar protagonizando una polémica con AP –, por lo que con toda probabilidad fue informado de la sorprendente postura de Ledesma muy poco antes de la reunión que se realizaría en el Consejo Nacional de las JONS.

La ausencia de cualquier tipo de referencia a Falange, seguía siendo la táctica propagandística de Redondo, que mantenía firme su convicción de poder ganar afiliados y simpatizantes pese a la victoria de las Derechas y la presencia de José Antonio. Mientras Ramiro estudiaba el plan de acercamiento al partido de Primo de Rivera y Ruiz de Alda, el vallisoletano pronunciaba discursos que rompían definitivamente su relación con los ambientes de la AP, proclamando el fin de la amistad que había tenido desde la época de ACNdP con Gil Robles:

«declaramos sin tardanza, para orientación de nuestro jóvenes, que no creemos en la transformación de Acción Popular pese a las brillantes y excepcionales dotes de Gil Robles. […] Por hoy nos basta con recordar la conducta parlamentaria de A. P., muy meritoria dentro de sus métodos, pero nada a tono –por ejemplo–, con las evocaciones inconfundibles de “El Escorial”». 
Cfr., «¿dónde va Acción Popular?», Libertad, nº 72, 29 de enero de 1934. El día antes,

Onésimo escribió una carta que finalmente no envió a Gil Robles, en la que declaraba su descontento. De ella, sólo se conserva la última página en la que un breve fragmento nos indica al salamantino como destinatario:

 «Hoy que llevas marcha de descender al común de ese catequismo meritorio pero imperfecto que es lo de Herrera (hablo en el orden político) me atrevo nada más que como español y en cierta medida también como amigo a escribirte estas líneas de descontento»; cfr., Carta de Onésimo a Gil Robles (28-01-1934), APMR, caja 2, carpeta 2, sobre 59.

Había, además, otra cuestión que sin duda afectó al vallisoletano y que tenía mucho que ver con Falange. Como le escribió el jonsista Manuel Yllera desde Santander,

«con gran disgusto me he enterado del desbarajuste existente y de la separación de bastantes afiliados para ingresar en F.E. Ya cuando yo estaba aquí me presenté con varios muchachos JON.S a una reunión que tenían los desertores y en la cual se trataba nada mas que inaugurar F.E. en Santander cometiendo la torpeza de declararse abiertamente enemigos nuestros ….Como si no hubiese Socialistas y Comunistas en Santander! […] Es triste que cuando más ilusionado estábamos pensando ya hasta en inaugurar un centro nos encontremos que hemos quedado reducidos a la mitad».

 El avance del falangismo no sólo estaba creando fuertes discrepancias con algunos elementos internos  de las JONS, sino que comprometía la intensa labor que se estaba realizando en todos los núcleos jonsistas. Había que encontrar cuanto antes una solución y por ello era necesario un enfrentamiento con Falange. Sin embargo, Redondo ni siquiera tuvo tiempo para meditar sobre el asunto; el plan de Ledesma estaba tomando forma y, aparentemente, ya no había vuelta atrás:

«Los días 11 y 12 de febrero de 1934 se reunió en Madrid el Consejo Nacional jonsista. Entre los temas a tratar figuraba éste: Actitud de las J.O.N.S. ante el grupo F.E. […] En relación a la táctica con F.E. fueron examinadas dos tendencias. Una sostenía la necesidad “de que las J.O.N.S. afirmen su desconfianza ante ese grupo [….]” la otra estimaba “que el movimiento F.E. encierra algunas calidades valiosas y que sus dirigentes pueden, sin dificultad, interpretar una actitud nacional-sindicalista. […] Triunfó la segunda por mayoría de opiniones. En el acto, se invitó a Ruiz de Alda y a Primo de Rivera para que, si lo creían oportuno, aclarasen ante el Consejo la posición de F.E., en relación a varios extremos de doctrina y de táctica. Y una vez perfiladas y aceptadas las bases del acuerdo, procedieron afirmarlo».


El acto se resolvió con la firma de los representantes que de facto certificaba la unión entre las JONS y Falange. Si bien Ledesma logró lo esperado, Onésimo se vio literalmente apartado de su condición de jefe.

Jesús Ercilla, el arrendatario del ático donde se desarrolló el Consejo, dijo textualmente que Onésimo acabó por aprobar la unificación, pero con condiciones, mientras que Bedoya sostuvo siempre que tanto él como Redondo y el representante gallego, Santiago Montero Díaz (que no participó al acto), fueron «los únicos que se opusieron a ella». Sea cual fuera la verdad, el día 13 de febrero se formalizó la fusión entre FE y JONS. El nuevo partido pasaría a denominarse oficialmente Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FE de las JONS), siendo liderado por un triunvirato compuesto por dos falangistas y un jonsista: José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda y Ramiro Ledesma Ramos.

Redondo se quedó en un primer momento al margen, ya que su posición frente a Falange reflejaba una postura de «desconfianza de una parte de los jonsistas a ser absorbidos y diluidos en una organización de propósitos estrictamente contrarrevolucionarios».

Al poco tiempo Onésimo fue incluido en una Junta de Mand en la que prevalecía también el entorno falangista; junto a él fueron adscritos falangistas ilustres como Rafael Sánchez Mazas y, con el cargo de secretario, Raimundo Fernández Cuesta. El escepticismo con el que Onésimo afrontaba la unificación y su preocupación por la suerte de las JONS no parecía preocupar mínimamente a Ledesma.

Éste, contrariamente al vallisoletano, mantenía firme su convicción de que el tiempo colocaría a cada uno en su sitio; sabía que el Triunvirato iba a ser algo transitorio y así como había intervenido activamente en la jefatura de las JONS, lo mismo podría hacer con el nuevo partido. Sabía también que Primo de Rivera no tenía el mismo perfil de Redondo, pero esto no pareció preocuparle:

«sin querer entender hasta qué punto la selección del Triunvirato indicaba una derrota personal, en la que sólo el carácter de hombre-punte de Ruiz de Alda podía compensar de la evidente ventaja falangista. […] Pues, para alguien tan experimentado como Ledesma, tenía que estar claro que la fusión habría de beneficiar a quien gobernaba el proyecto político y a quien iba a disponer de un mayor ascendente no sólo sobre la propia militancia, sino entre los sectores afines». 

 Sin embargo, al finalizarse el Consejo la cuestión del liderazgo fue temporalmente apartada dejando en primer lugar instrucciones más urgentes que pedían el alcance una indispensable unidad política entre las filas jonsistas y falangistas. Por ello, se percibía la necesidad de organizar cuanto antes un acto que fuera el escaparate para la presentación oficial del nuevo partido; y al respecto, Valladolid podía ser el lugar perfecto donde realizarlo.


5.2.4. La presentación del partido en Valladolid: el mitin del Teatro Calderón y sus consecuencias.



Mientras Redondo y Bedoya realizaban su viaje de vuelta a Valladolid, Libertad ya había publicado un artículo que se le había encargado desde Madrid y que informaba a los jonsistas locales de su incondicional unión con los falangistas. Pero a los vallisoletanos y especialmente a su jefe, Redondo, se les había hecho otro encargo que provenía directamente desde la cúpula dirigente del partido. Precisamente en el viaje de vuelta, el vallisoletano confesó nuevamente sus dudas a Bedoya, manifestando  «su preocupación porque le habían encargado que organizase un mitin en Valladolid para presentar el nuevo frente de las JONS y la Falange».

Si bien los jefes se referían en sus discursos a Valladolid como capital de Castilla y epicentro del sagrado sentimiento patriótico, es posible que otra razón que favoreció la elección de esta ciudad fuera la necesidad de comprobar la obediencia de Onésimo y su adhesión a la unificación. Por su parte, Ledesma brindaba por la ocasión que se le presentaba: «Valladolid era, como sabemos, una población de significación jonsista» y para él eso contribuía a ser unelemento de ventaja para las JONS.

El vallisoletano no tardó en demostrar su fidelidad a las exigencias del partido y desde el día 19 de febrero empezó la organización del evento. El acto tenía que ser una válida demostración de la unidad del partido, en la que los jonsistas mezclados con los falangistas, habrían dado una prueba real de su corporación y sus ideas.

Para ello, era preciso encontrar un lugar adecuado en la ciudad; además se necesitaba un espacio amplio, confortable y sobretodo llamativo para aprovechar al máximo la ocasión. Onésimo escogió el principal teatro de Valladolid, el Calderón, en pleno centro de la ciudad y perfecto para las necesidades del grupo

A los periódicos locales se les informó del mitin en los días previos al acto: «esta mañana, a las once, se celebrará un mitin organizado por la F.E. de las J.O.N.S. Harán uso de la palabra los señores Ruiz de Alda, Redondo (don Onésimo), Ledesma Ramos y Primo de Rivera (don José Antonio), diputado a Cortes»;
 cfr., «El mitin de hoy», El Norte de Castilla, 4 de marzo de 1934.

No faltaron también tentativos de boicot del mitin por parte de los ambientes izquierdistas, por lo que se repartieron falsas noticias sobre el acto, que prontamente fueron rectificadas, como el caso de Diario Regional:

«Se nos ruega a publicación de la siguiente nota: “saliendo al paso de rumores infundados, cuando no mal intencionadas alarmas, publicamos esta nota afirmando que el mitin se dará a la hora anunciada y participando Ledesma Ramos, Onésimo Redondo, Ruiz de Alda y Primo de Rivera. Recordamos una vez más que nuestros actos no son fácilmente interrumpidos”»; cfr., «El mitin de F.E. de las J.O.N.S.», Diario Regional, 4 de marzo de 1934.

La fecha del mitin fue hecha oficial poco después, confirmándose para el domingo 4 de marzo de 1934.

Durante las dos semanas anteriores al acto, Onésimo se encargó de la propaganda y la organización del mismo, sin casi poder hacer otra cosa; lo fundamental era crear una expectación que diera importancia al acto, hecho favorecido además por la propaganda impulsada por los dirigentes del partido, a los que no preocuparon los gastos: a Redondo fue permitido utilizar un presupuesto de hasta 3.700 pesetas, que no tardaría en repercutir sobre las exiguas reservas del partido.

Desde el día anterior y hasta las primeras horas de la madrugada del día 4, empezaron a confluir en Valladolid representantes jonsistas y falangistas provenientes de toda la Península, descuidando las amenazas que provenían de los elementos de la oposición.

Un claro ejemplo de ello es un folleto que los jonsistas vallisoletanos entregaron a Onésimo, en el que aparecían las disposiciones de las juventudes socialistas y comunistas vallisoletanas frente al acto del 4 de marzo:


«¡TRABAJADORES VALLISOLETANOS! Los representantes en España del verdugo Hitler pretenden provocarnos. Los criminales partidarios de la implantación del régimen del hacha y del patíbulo, del fascismo sangriento, y a su cabeza el hijo del dictador Primo de Rivera, […] intentan - si nosotros se lo permitimos – celebrar un acto en esta capital el domingo día 4 del próximo mes de marzo, de propaganda de sus venenosas ideas. Estos profesionales del crimen, alentados y favorecidos por el Gobierno contrarrevolucionario y, por lo tanto, preparador del fascismo, de Lerroux-Gil Robles, quieren convertir a Valladolid en el campo de sus actuaciones: pretenden sea esta capital el centro de sus conspiraciones, pero no cuentan con su enemigo de clase; ellos creen que en Valladolid no existe un proletariado revolucionario, más se equivocan si así piensan. […] Camaradas todos: Las Juventudes Socialistas y Comunistas, comprendiendo que sus intereses son los mismos y que todos sufriríamos las consecuencias de la implantación de un régimen fascista, hacen causa común y se dirigen a todo el pueblo laborioso de Valladolid., a todos los que sientan su deber en estos momentos, para decirles que no pierdan un instante, que se movilicen inmediatamente y den la adecuada respuesta a estos osados criminales que quieren erigirse en verdugos del Pueblo trabajador. […] ¡TRABAJADORES TODOS! ¡Demos la respuesta que merecen, a estos émulos de Hitler! En las inmediaciones del teatro Calderón confían encontraros los jóvenes revolucionarios el próximo domingo. ¡A la acción! ¡Contra la reacción y el fascismo! […] LAS JUVENTUDES SOCIALISTAS Y COMUNISTAS. Valladolid, 26-II-34». 
Cfr., ¡Trabajadores Vallisoletanos! (28-02-1934), APMR (FMTR), caja 1, carpeta 1, nº 13.



Según el testimonio de Bedoya,

«aquella mañana desde las nueve y media comenzó a notarse un inusitado movimiento por las calles de Valladolid. […] Habían llegado más de un millar de gentes de los pueblos, y otro número aproximado a ese, de capitales forasteras. En caravanas o grandes carruajes vinieron, camaradas de Madrid, Bilbao, Salamanca. Por tren llegaron centenares procedentes de Zamora, de León, de Palencia, de Asturias, de Santander y de Burgos». 



El Teatro Calderón estaba repleto, según las crónicas y foto de le época, de afiliados y simpatizantes a la espera de que comenzaran los discursos. A partir de las once de la mañana – como estaba previsto por el programa – hablaron en sucesión primero Javier Martínez de Bedoya y Emilio Gutiérrez Palma como representantes de la juventud y de los sindicatos obreros locales, interviniendo después Julio Ruiz de Alda, Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera respectivamente. El vallisoletano, se comentaría después, no pronunció uno de sus mejores discursos ya que llegaba al mitin totalmente exhausto debido al nacimiento, la noche anterior, de su segunda hija, Pilar.

«Después habló Onésimo Redondo. Con gesto nervioso y mirada acerada. Clavó las palabras y los ojos en los cinco mil jóvenes que le escuchaban: 

“Si este acto tiene algo de extraordinario es precisamente que estos jóvenes vienen a pedir a la faz de España entera el primer puesto entre los hombres”».

Al finalizar el acto se decidió retrasar la salida de los participantes por razones de seguridad. Alrededor del teatro se habían concentrado algunos elementos de la izquierda radical, que con rapidez fueron rodeados por las guardias de asalto.

Conferencia sobre Onésimo en un grupo falangista

Según comentó dos días después un periódico local,

«de pronto se oye un disparo y después otros dos, comenzando las pedradas desde la Plaza de Portugalete, a las que tuvo que repeler la fuerza pública. En aquellos momentos empezaban a salir del Teatro, siendo detenida la salida hasta apaciguar los ánimos, lo que ordenó el señor Primo de Rivera. Este y el señor Ruiz de Alda se asomaron al exterior y poco después se ordenó la evacuación del Teatro, la que se hizo con el mayor orden, a pesar de los insultos […]. La masa subió casi en su mayoría por la calle de la Libertad, hasta la [plaza] Fuente Dorada, donde se dislocó y hubo serios altercados»; 
cfr., «Graves sucesos en la calle», Diario Regional, 6 de marzo de 1934.

«el mitin estaba a punto de terminar, y en la calle, según nos dijeron, se habían producidos algunos alborotos. […] Los primeros en salir [del teatro] surgieron nuevos incidentes, con más disparos. […] Los grupos que había en la calle y la fuerza pública tuvieron algunos choques, […] Hubo carreras, sustos. Gran alarma. […] Las colisiones entre paisanos de diversas ideologías se sucedían con frecuencia y se hacían numerosos disparos. Se registraron agresiones personales en forma deverdadera salvajada».
Cfr., «A la salida del mitin celebrado el domingo en el teatro Calderón se originan violentos incidentes», El Norte de Castilla, 6 de marzo de 1934.

En un periódico católico catalán,  “La Cruz, diario católico” se publicó una exhaustiva crónica de los enfrentamientos:

«A la salida del acto fascista se produjeron los incidentes en diversas calles […]. A consecuencias de estos alborotos resultaron dos heridos. Uno de ellos resultó llamarse Emilio García, de 20 años, obrero, soltero. […] El otro herido es Víctor de la Cruz, de 27 años, obrero, casado. Presenta una herida leve de pistola en un pie. […] La fuerza pública practicó detenciones de 15 ó 20 individuos de distintas filiaciones. A unos se les ocuparon pistolas y a otros porras»;
 cfr., «Conferencias telegráficas. Colisiones con motivo de un mitin fascista», La Cruz, 6 de marzo de 1934, p. 6.

Según varios testigos presenciales:

"Grupos de marxistas apostados en la Plaza se lanzaron como lobos sobre los que trasponían las puertas, dando gritos diversos entre los que sobresalían el de "muera España". Los agredidos acometieron con coraje a los marxistas, haciéndoles replegarse y causándoles las primeras bajas. Se recogieron algunos heridos, y los rojos transportaban uno que parecía muerto, hacia donde estaban otros de los suyos que, con la vista en la víctima, se enfurecieron, arreciando, en la calle de las Angustias, Plaza de la Libertad con sus mueras a España, mientras arrojaban gran cantidad de piedras. 

La Guardia civil y la de Asalto, hubo de hacer entonces diversos disparos al aire que dispersaron a los bolcheviques. También ordenó la policía, encañonando hacia el teatro, que fueran cerradas todas las puertas, como se hizo. En el interior hervía la gente en deseos de salir y fueron necesarias órdenes severísimas de Primo de Rivera, para contener a la multitud. Por la puerta del escenario la salida se efectuaba normalmente. Formados los grupos de choque mandados por Girón, Anselmo de la Iglesia, Salcedo y Luis Otero, abriéronse de nuevo las puertas principales y en un instante se llenó de gente la Plaza de las Angustias. 

Mientras los grupos de choque se iban directamente hacia los provocadores, Ruíz de Alda quiso formar a la gente en grupo compacto para evitar agresiones aisladas, y así se hizo en el primer momento bajo los arcos del teatro. Sin embargo, la policía impidió este propósito y obligó a caminar en grupos pequeños por diversas calles. Se produjeron entonces muchos incidentes. Uno en la subida de la calle de la Libertad, donde fué agredido a navaja un camarada de Valladolid. Sus compañeros se arrojaron con porras sobre el agresor, derribándole al suelo y propinándole una terrible paliza. En ese momento un guardia de Asalto hizo varios disparos al aire y dispersó al grupo. 

Entre las calles de Teresa Gil y Regalado, hubo también refriega, repartiéndose numerosos palos y sonando disparos en abundancia. Los guardias despejaron enérgicamente. También hubo disparos en la Plaza Mayor sin que, afortunadamente, causasen víctimas. 

En la Plaza de los Arces un grupo de marxistas, con una barra de hierro, mataron al estudiante de Medicina, Angel Abeila. En la calle de Teresa Gil, Ruíz de Alda, el aviador Ansaldo, el Jefe del SEU, Valdés, y otros jefes locales, que obedeciendo a la policía iban disgregados en grupos de diez, dieron frente valentísimamente a un grupo de cincuenta socialistas. En plena refriega, cuando rodaban por el suelo, agarrados unos a otros, y a puñetazo limpio, llegaron los de Asalto, que a golpe de porra disolvieron a los contendientes. 

Al frente de un pequeño grupo, en el que iban Arredondo y Peláez, de Madrid, Bedoya, Narciso y otros, Primo de Rivera, pistola en mano, resistió impertérrito los gritos exasperados de la chusma en Fuente Dorada, y dando después la cara nuevamente a los marxistas que les hicieron objeto de una pedrea en la calle de Regalado. 

En Cánovas del Castillo, Girón, José María Gutiérrez, Palma y otros actuaron enérgicamente; Onésimo Redondo, Sánchez Mazas y Anselmo, recorrieron los sitios de peligro varias veces. Todos, desde los jefes hasta el último de los afiliados dieron prueba de serenidad, de valor y de entereza."
Varios autores: Caudillo de Castilla.


Graves enfrentamientos que acabaron con numerosos heridos y hasta con la muerte de un joven, Ángel Abella, que no pertenecía a ningún partido político. Onésimo, que vivía desde su regreso de Portugal muy cerca del teatro,

«subió un momento a ver a Mercedes», mientras en la misma calle, Martínez de Bedoya, «con José Antonio, y ocho o diez madrileños más, nos vimos envueltos, en Fuente Dorada, por algunos disparos cruzados y gente que corrían alocadas en todas las direcciones».


La misma tarde de aquel día, los dirigentes regresaron a sus respectivos domicilios mientras Valladolid volvía lentamente a la tranquilidad; aparentemente el mitin había sido más exitoso de lo previsto: no sólo por la expectación creada entorno a él, sino también por las consecuencias que no tardarían en comentarse en la mayoría de los medios de comunicación, locales y nacionales.

Un ejemplo de ello podría ser La Época que al respecto, y señalando a Onésimo Redondo (llamándole erróneamente “estudiante”) como a uno de los principales protagonistas del evento escribía:

«Mitin Fascista en Valladolid. Un éxito. No vale que nos obstinemos en negarlo. ¿Para qué? ¿Adelantamos algo con engañarnos? Dejémonos de embelecos y acabemos llamando las cosas por su nombre. Mitin fascista en Valladolid. Unos cuantos millares de oyentes casi todos ellos jóvenes. Un orador –Onésimo Redondo, joven estudiante– lanzó sobre el agrarismo político una maldición fascista. “Labriegos castellanos –dijo, mirando enérgicamente a un grupo de labradores–; no os llamo agrarios, porque esa palabra me da asco”. El teatro se venía debajo (sic.) de fervor». Cfr., «Revista de Prensa. Falange Española», 
La Época, 8 de marzo de 1934, p. 3.

Al día siguiente, Libertad no perdió la ocasión para ensalzar el acto del Teatro Calderón, dedicando todo el nº 77 al importante evento. En él se comentaron los hechos como el reparto de los carnets del partido y se publicó el himno oficial del grupo de las JONS de Valladolid.

El texto integral del himno:

«En pie camaradas y siempre adelante cantemos el himno de la juventud; el himno que canta la España gigante, que sacude el yugo y la esclavitud

De Isabel y Fernando el espíritu impera moriremos besando su sagrada bandera. / 
Nuestra España gloriosa nuevamente ha de ser la nación poderosa que jamás cesó de vencer. 

El sol de justicia de una nueva era radiante amanece en nuestra ración. Ya ondea en el viento la pura bandera Que ha de ser el signo de la redención.

Con los brazos erguidos y la frente elevada trabajemos unidos en la empresa sagrada. la bandera sigamos que nos lleva a triunfar y sobre ella juramos no parar hasta conquistar»

cfr., «Himno de las J.O.N.-S. de Valladolid», Libertad nº 77, 5 de marzo de 1934.

La reacción de la autoridad municipal fue también inmediata; no se pudo acusar deliberadamente a Redondo y a los suyos de ser los responsables directos de los enfrentamientos, pero sí se logró imputar al entorno de Libertad como provocador de los disturbios de aquella jornada. El semanario fue suspendido por primera vez desde su reaparición prolongándose el cierre hasta el día 24 de marzo, aunque el órgano reapareció el 9 de abril.

El órgano de los jonsistas vallisoletanos reanudó su numeración (nº 78) tras la suspensión que le había afectado tras el 4 de marzo. El fin de la suspensión sería comunicado directamente a Redondo por su antiguo amigo Gil Robles, quién desde Madrid le envió el siguiente telegrama:

«Por estimarlo de justicia gestionó ministro se levante suspensión semanario Libertad (punto) Acción Popular tiene sumo gusto olvidar ataques desconsiderados y devolver bien por mal. Saludos. Gil Robles».
Cfr., Telegrama de Gil Robles a Onésimo (24-03-1934), APMR (FMTR), caja 1, carpeta 1, nº 14. La orden del Gobierno Civil de

Valladolid que decretaba el fin de la suspensión fue enviado a Redondo el 3 de abril; véase la notificación: Gobierno Civil Valladolid – reanudación Libertad (3-04-1934), APMR (FMTR), caja 1, carpeta 2, nº 21.


Al verse obligatoriamente interrumpida su actividad periodística, Redondo reorganizó la actividad de las JONS locales, empezando a introducir – de forma disciplinada – las directrices doctrinales y propagandísticas que provenían desde el Triunvirato de Madrid. Una de las principales actividades a las que se dedicó el grupo local, fue la aportación de algunas revisiones al proyecto de los “Estatutos para FE de las JONS”, enviándose un borrador desde Valladolid – pidiendo por ello la inserción de un nuevo artículo – directamente a José Antonio.

En ello, Onésimo comentaba al madrileño:

«Como verás, hemos aceptado íntegramente casi todo, por lo que nos atrevemos a esperar incluyáis nuestras adiciones o reparos también íntegramente, o al menos las que son esenciales o de gran importancia». 

Redondo pidió reformular los artículos 11, 14, 20 y los capítulos IV, VIII y IX. Además, comentó que

«DESPUÉS DEL ARTÍCULO 22, añadir uno de este tenor: / El consejo se reunirá cuando le convoque la Junta de Mando, siendo obligatorio para ésta convocarle al menos una vez cada trimestre. Las sesiones de cada convocatoria se celebrarán, por turno, en la cabeza de una de las regiones a que se refiere el artículo 20. Asistirá a ellas la Junta de Mando en pleno».
Cfr., Proyecto Estatutos de FE de las JONS (1934), APMR, caja 1, cuadernos_A, 14 (A).

Así como convienen Joan Mª Thomàs y José Luis Rodríguez, una vez realizada la unificación el partido emprendió el camino para la formación de una verdadera estructura paramilitar con la creación de las milicias.

Su motivación se debía a que en Madrid la tensión contra la Falange seguía siendo muy alta; por ejemplo, el día 27 fue asesinado un joven falangista y la policía clausuró definitivamente los locales de la calle Eduardo Dato, quedando también el órgano Fe temporalmente suspendido.



La intervención de un buen amigo y simpatizante falangista de José Antonio, el marqués de Eliseda, propuso al primero alquilar (gracias a su donación) un palacete de la calle Marqués del Riscal nº 16 (al lado del paseo de la Castellana) y poner allí la sede del partido a la vez que sus despachos de abogados, contando así con la inmunidad parlamentaria.

Primo de Rivera aceptó y además, gracias a la intermediación – informa Manuel Penella – del propio marqués de Eliseda, «continuó sus tratos con los monárquicos». En ello, «Goicoechea ofrecía asistencia económica a Falange de las JONS, a cambio de que se le permitiese ejercer de “derechete”. 

El marqués de Eliseda actuaba a título personal, pero el líder de Renovación Española actuó en nombre de los altos intereses de la derecha fascistizada, con Pedro Sainz Rodríguez, de Acción Española, como agente de enlace». Poco a poco, en los mecanismos funcionales del partido la rama joseantoniana empezaba a tomar ventajas respecto a los ledesmistas.

Según la tesis de Gil Pecharromán, «en la primavera de 1934, los alfonsinos vieron derrumbarse sus ilusiones de influir en el rumbo de la política republicana, el recurso a la acción desestabilizadora de un fascismo filomonárquico volvió a cobrar interés para ellos. Para entonces, Renovación [Española] veía con agrado la presencia de algunos elementos monárquicos muy radicalizados en puestos de responsabilidad dentro de Falange».

En concreto, Francisco Moreno Herrera (compañero de Primo de Rivera en la candidatura por las Cortes a Cádiz) y el aviador Juan Antonio Ansaldo que no tardó en rebelarse frente a Primo de Rivera.


En sus primeros momentos, FE de las JONS no pareció tener un gran crecimiento en cuanto a afiliados, quedándose por debajo de las expectativas que se habían producido tras el mitin fundacional de Valladolid. En principio,

«tan sólo unos pocos miles de nostálgicos de la Dictadura de Primo de Rivera, de derechistas y, sobre todo, de jóvenes se unieron al movimiento»,

aunque esto no significó la disminución de la violencia callejera sufriendo el mismo José Antonio un atentado. También a consecuencia de este hecho, durante el curso de la primavera y parte del verano de 1934, los enfrentamientos entre falangistas y socialistas se incrementaron drásticamente.

Especialmente a las muertes del estudiante falangista Juan Cuéllar por arma de fuego, en primer lugar, y de la militante socialista Juanita Rico, quien, al parecer se había ensañado con el cadaver de Juan Cuéllar, durante la revancha posterior, que, por la conmoción que provocaron, convencieron a la autoridad de intervenir para clausurar todos los centros falangistas.


Si en Madrid la titularidad de las milicias – denominadas Primera Línea – pasó bajo la supervisión de Ansaldo, en Valladolid fue el mismo Onésimo – amante de la actividad física y del deporte – el que se responsabilizó de ellas, aunque utilizó métodos muy diferentes a su homólogo madrileño.

Onésimo había sido un partidario de la disciplina y del orden entre sus filas desde los tiempos de las JCAH y, aunque en menor medida respecto a Madrid, los jonsistas vallisoletanos siguieron protagonizando algunos choques callejeros; y con una prensa volcada con el recuerdo del 4 de marzo, no se desaprovecharon estas demostraciones para fomentar nuevas críticas contra los, "extremismos".

Uno de los choques, fue un enfrentamiento que lideró Gutiérrez Palma contra un grupo de socialistas vallisoletanos:

«regresaban del Campo Grande, por la calle de Doctrinos, unos individuos de diversas tendencias políticas, que discutían con algún apasionamiento, […] la discusión subió de tono y sonaron varios disparos, resultando herido uno de los contendientes, llamado Emilio Gutiérrez Palma»;
 cfr., «Tiroteo en las Moreras», El Norte de Castilla, 7 de julio de 1934.

Un mes después del mitin, reapareció por la calle Libertad, que de inmediato volvió a su trabajo de ensalzamiento de las JONS vallisoletanas y de la importancia de su labor en el partido:

«el movimiento de las J.O.N.-S. cobra en nuestra región un incremento vertiginoso a partir del formidable acto del 4 de marzo. […] Una fe nueva, sin duda, comenzó a extenderse por España con el mitin de Valladolid».

Redondo quiso además limpiar su cara de las acusaciones que durante los últimos meses le habían indicado como el principal responsable del mitin. Por ello, decidió escribir al director del periódico más popular de la ciudad, pidiendo comprensión y defendiendo su opinión al respecto; por una vez, su carta fue publicada.

En la carta dirigida al director de El Norte de Castilla, Onésimo se justificaba de esta forma:

«Muy señor mío: Como director del semanario “Libertad”, me veo obligado a salir al paso de unas ofensas que se infieren al mismo y a mí personalmente […]. No es cierto, contra lo que afirma el señor Alcalde, que “Libertad” haya pedido su encarcelamiento “por preparar asesinatos mediante el reparto de porras”. […] El semanario aludido […] lo que ha hecho, ha sido exponer su criterio de que “si se hubiese encarcelado al alcalde antes del mitin” no se hubieran repartido las porras. […] Es asimismo incierto que se haya llamado asesino […] al señor Quintana en “Libertad”»; 
cfr., «Rectificando una calumnia que no nos compete – Una carta», El Norte de Castilla, 5 mayo 1934.

Frente al continuo control al que FE de las JONS era sometida también en la capital de Castilla, Onésimo pensó que lo oportuno era camuflar los entrenamientos de la milicia vallisoletana, justificando sus movimientos como “marchas deportivas”. Aprovechando el buen tiempo, el jefe local realizó recorridos por el campo castellano; allí, decía, se daba la condición ideal para  

«apresurar el fortalecimiento físico de los camaradas […], se habitúan al contacto con los medios campesinos y con el ambiente de la auténtica vida española: la del campo y de las aldeas. Los camaradas campesinos en cambio, adquieren hermandad y confianza con el trato disciplinado de los jonsistas estudiantes y obreros de la ciudad»

Sin embargo, el jefe vallisoletano utilizaba las marchas para infundir el espíritu jonsista entre los jóvenes que le acompañaban, además de desarrollar – disciplinadamente – un entrenamiento físico apto para desarrollar eficazmente una estrategia de combate.

Al respecto, algunos han afirmado no haber visto jamás a Onésimo empuñar una pistola, pero otros de sus colaboradores no han ocultado en sus memorias que los entrenamientos deportivos de las JONS de Valladolid no sólo encontraron lugares donde practicar sus “ejercicios físicos”, sino también aprendieron a conocer y usar las armas.


Las JONS vallisoletanas empezaron a ejercitarse en un terreno a orillas del río Pisuerga, entonces llamado Puerta de Hierro (con toda probabilidad en las proximidades del actual parque Juan de Austria) en el que se practicaba «diariamente el ejercicio físico y la instrucción militar, se celebran las reuniones más importantes y se consigue un seguro lugar donde conservar las armas». 
Cfr., GARCÍA SÁNCHEZ, Narciso, Onésimo Redondo, cit, p. 20. Según Goyanes, el campo de adiestramiento era próximo al barrio más meridional de la ciudad, conocido como “campo de la Rubia”. Cfr., MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista, ob. cit., p. 38.


Mientras tanto en Madrid, el Triunvirato se mantenía activo en distintas tareas, sin olvidar su principal objetivo: dar máxima cabida a un proselitismo que favoreciera al movimiento. Ejemplo de ello fue la célebre concentración en el aeródromo de Carabanchel, el día 3 de junio, para comprobar el grado de formación realizado por las milicias hasta entonces. El acto fue protagonizado sin embargo por la autoridad que sancionó a los dirigentes;
cfr., LEDESMA RAMOS, Ramiro, «¿Fascismo en España?», en Obras completas de Ramiro Ledesma Ramos, vol. III, ob. cit., p. 244.

Entre ellos, un Ramiro Ledesma indudablemente entregado a la causa, que desde las páginas de Jons no dejaba de subrayar la importancia de la unidad de FE-JONS – así como lo había manifestado en el mitin de Valladolid – demostrando el grado de compromiso que la nueva agrupación iba a alcanzar:

«así veremos cómo realmente los problemas vitales de España claman por una intervención nuestra, esperan la robusta proyección de nuestro Partido».


Sin embargo, la actitud del zamorano también ocultaba algo que tanto Primo de Rivera como Ruiz de Alda desconocían. Ledesma seguía siendo el fundador más proclive a la difusión doctrinal del nacionalsindicalismo revolucionario, convirtiéndose en poco tiempo en su más estricto defensor incluso frente a la alteración doctrinal provocada por la unificación.

Posiblemente la insistencia con la que había pedido la fusión integral con Falange, era el resultado de un plan a través del cual – en el momento más oportuno – intentaría descabezar al movimiento. Al respecto, pocos sabían realmente lo que pasaba por su cabeza y él posiblemente supo desde el primer momento, que este atributo le permitiría tener una ventaja a largo plazo:

«La fusión con F.E. es puro oportunismo, y no dudo concederás a un dirigente político licitud para, sin abandonar absolutamente nada de su profunda línea revolucionaria, realizar una estrategia oportunista. Nadie que no esté ligado de un modo intransigente y sectario, aún en lo externo, a una política puede negar eso. Lo contrario es la infecundidad, heroica si quieres, pero yo quiero moverme en terrenos de eficacia para España y para el nacional-sindicalismo revolucionario».


5.3 La aportación de Onésimo a Falange


5.3.1. Un partido, diferentes estrategias.


A comienzos del verano, la tensión entre José Antonio y Ramiro Ledesma se hizo cada vez más patente. Aunque se solucionaron algunas discrepancias, persistían graves disconformidades entre los dos, siendo especialmente el uso de la táctica propagandística una de ellas. Primo de Rivera era partidario de buscar apoyos en las zonas rurales, mientras Ledesma prefería centrar la actuación del partido en las zonas urbanas como se había hecho en el mitin de Valladolid. Prevaleció la postura del primero,  «al igual que en otras varias, durante 1934, lo que posibilitó a Primo de Rivera hacer progresos irreversibles en la consolidación de su posición como jefe indiscutible del partido».

Ni siquiera fue permitido al zamorano intervenir activamente en la cuestión Sotelo. Cuando el carismático político volvió de su exilio francés gracias a la misma amnistía que liberó a Redondo de sus cargos ( A efectos de esta ley, el vallisoletano fue absuelto de las causas nº 223, 273, 291 y 449 entre el mayo y junio de 1934. En el archivo provincial de Valladolid, se conservan todas estas causas, siendo resueltas tras la amnistía promulgada aquel 19 de mayo.), se integró en las filas de Renovación Española, aunque no dudó en tomar contactos también con el fascismo, acreditándose como un seguidor de las doctrinas corporativistas.

Sin embargo José Antonio había abandonado el corporativismo en favor de un nacionalsindicalismo basado en el cooperativismo y la participación y un sindicto vertical con representación corporativa de sus diferentes ramas sindicales en las Cortes.

Mientras que Ramiro permanecía fiel a un modelo de sindicalismo revolucionario y corporativista pero sin representación parlamentaria probablemente más acorde con la forma de pensar de Calvo Sotelo.

Parecía que Ledesma se encontraba entre aquellos que «no veían con malos ojos las ventajas de aquella incorporación, en especial porque los argumentos que se podían utilizar contra Calvo Sotelo eran muy semejantes a los que él mismo o sus colegas habrían podido echarle en cara a José Antonio».

Sin embargo, recuerda el zamorano en sus escritos,

«Primo de Rivera se encargó de notificarle que ello [su entrada en el partido, ndr] no era
deseable ni para el movimiento ni para él mismo»

Calvo Sotelo, viendo rechazada su petición, no desistió en su proyecto de constituir un Bloque Nacional; no se alejó demasiado de la derecha radical, aunque acertaría, esta vez, al instaurar relaciones con los albiñanistas – viejos conocidos del entorno jonsista – que tenían uno de sus principales feudos en Burgos.

Juan Antonio Ansaldo.
Nuevas señales de fractura en el seno del partido caracterizaron sobre todo el mes de agosto; por aquella época la agrupación vivía una fase de estancamiento, que no hizo sino emporar las cosas. La primera verdadera ‘rebeldía’ la protagonizó Juan Antonio Ansaldo quién encabezó un golpe interno para derrocar a José Antonio que, sin tener muchos recursos, fracasó en cuestión de horas. Ansaldo fue el primer expulsado en el seno de FE de las JONS y, desde luego, no sería el último.

La divergencia entre José Antonio y Ramiro era cada vez más evidente y no tardó en circular, entre los dirigentes del partido, este malestar. Probablemente Ledesma no se dio cuenta, o lo descubriría con retraso, que existía un plan para apartarle del mando.

Tras firmar un nuevo pacto, esta vez con RenovaciónEspañola, se halló en San Sebastián «un grupo de dirigentes falangistas: Primo de Rivera, Ruiz de Alda, Sánchez Mazas, Bravo Martínez, Giménez Caballero y Aizpurúa. Convinieron entre ellos que ya había concluido el período presidido por el triunvirato y que se debía convocar un consejo nacional antes de iniciar una nueva etapa en el desarrollo del partido».

En Valladolid, Onésimo seguía con su tarea política y laboral, aparentemente ignorando cuanto estaba ocurriendo en el seno del Triunvirato. Es difícil creer que el jefe local estuviese realmente al margen de todo, pero su supuesta apatía sobre la delicada situación, parece resolverse más bien por su total desconocimiento de la disputa. Sea cual fuese lo cierto y paralelamente a los altercados de agosto, surgió (más bien se consolidó) la “Central Obrera Nacional-Sindicalista” (CONS) y empezó a estructurarse otra organización surgida antes de la unificación, el Sindicato Español Universitario (SEU).
Las JONS vallisoletanas habían pasado difíciles meses debido a la continua intervención de la Gobernación: se había prohibido una concentración de las milicias castellanas prevista para el 2 de mayo en Castrillo de Duero (con la ocasión de celebrar “El Empecinado”) y otro mitin en Palencia.

Sin embargo, el local del partido no sufrió cierres improvisados, por lo que su actividad – no olvidemos las charlas del Centro de Estudios Castellanos – pudieron desarrollarse sin muchos problemas. Allí, Onésimo reunía a sus colaboradores y jóvenes afiliados para que escuchasen sus palabras; éstas solían ser discursos no muy largos, profusamente inspirados en la que había sido la doctrina jonsista (repleta de ataques a los marxistas, separatistas, anarquistas, etc.) e incluyéndose hasta el reproche al Gobierno radical-cedista.

Redondo trabajaba para hacer del jons-falangismo la alternativa que necesitaba el país:

«Por primera vez en la turbia y ya larga historia de los movimientos políticos nacidos para la conquista del Poder, se presenta en España uno que está inspirado, dirigido y casi exclusivamente integrado por jóvenes. Pero por jóvenes de verdad, de tal modo que a no ser por el sobresaliente mérito que su apellido y sus públicas dotes prestan al que nos preside, por la autoridad minada con el heroísmo que posee otro de nuestros primeros camaradas también aquí presente, nos veríamos los demás envueltos en el remoquete peligroso – aunque no del todo injusto – de chiquillos. Y, efectivamente, bien sé que en Valladolid prende nuestra actividad popular es más antigua y conocida que en parte alguna, donde de 3 años a estaparte vivimos en contacto frecuentísimo bien notorio con el pueblo, somos visto y tratados por muchos con la benevolencia agradable pero poco comprometida que se otorga “a los chicos atrevidos y simpáticos”. […] 

La nación se ve rodeada de cerca, por abismos de ruina. Quiere sumergirse en el de la dictadura desfechada y asiática que mentirosamente llaman del proletariado. Es la que nos cruza por los ojos su silueta de sangre, hambre y odio todos los días y a todas las horas con las amenazas del despechado Consejero de Estado sin trabajo, Largo [Caballero], y de ese iracundo millonario, [Indalecio] Prieto, arrojado a las furias soviéticas por el justificado miedo a que una España libre ventilase ante los Tribunales de Justicia sus grandísimos desafueros administrativos y sus sospechosos políticos-financieros. Esa dictadura, no del proletariado sino de los asesinos de Casas Viejas […]. Pero ya que no la dictadura de Largo y Prieto, amenaza seriamente a España una catástrofe anarcseparatista producida a continuación de una revuelta en la que los catalanistas y los vascos cavernarios matones y rojos intervendrán amigablemente con su solo designo de odio y traición: el de destrozar a España.

Este amago sí es grave y este riesgo sí es probable. No nos hagamos ilusiones españolas. 

Yo veo al labrador castellano que tiene bastante con su dura lucha por la vida, olvidar el peligro de [?] que de cierto le rodea; y veo al pequeño industrial y comerciante – agobiado bajo la asfixiante carga de las constricciones y la crisis económica – alejado, como él dice, “de toda política” […], insensible o inconsciente cómo si con el no puede lo que pasa y lo que se barrienta (sic.); y ver al obrero, o lleno de odio, o lleno de justa desesperación o sumido en lainconsciencia como si el no tuviera nada perder…y veo a la alta burguesía entregada al goce de su pequeño mundo, el de unos asientos de contabilidad, sus lucros y sus diversiones – y a la inmensa mayoría de la juventud agobiada por el deleite de las mamarrachadas que a diario pasan por la pantalla del cine, sumergida en el erotismo sin medida de una [vida?] irresponsable. […]


 Se dirá que esta pintura del horizonte es recargada, se dirá que es hija de una mente exaltada: aceptémoslo. Para bien de España, ojalá sean mis temores excesivos. Ni anarquismo, ni separatismo, ni dictadura roja nos amenaza. Bueno. Pero ¡decidme! ¿es que aún este no es lo bastante trágico para sublevar el alma española esa visión que no
aparece en el horizonte sino que abre la realidad de cada día? ¿Es que la España de Lerroux – Martínez Barrios o de cualquier otro triste símbolo parlamentario de la debilidad, la pequeñez y la cobardía y la traición no es también una España moribunda, una España sin honor? ¿Es que se puede vivir más bajo la amenaza constante del terror disolvente, obligados como esclavos sin nombre, a soportar en masa la ira delincuente del extremismo rojo o separatista? ¿Es que llamamos vida nacional a este proceso lento de descomposición en que se agigantan los odios, se hincha el Presupuesto público por la irresponsable y voraz, se sacan las fuentes de riqueza y se introduce a diario en el alma de los niños que asisten a las escuelas públicas envenenada de las pérfidas artes masónicas asiáticas? 

No: no puede vivir un pueblo en esta atmosfera de corrupción y en ciudades que se odian a muerte, y presidido por la impotencia mentecata, traidora y vanidosa de unos gobiernos que no sienten a España».

De lo que no cabe la menor duda, es que Onésimo era el epicentro de la organización en
toda Castilla. Incluso los pequeños núcleos no dudaban en ponerse en contacto con él para pedirle favores con el fin de dar la máxima difusión posible al partido; por ejemplo, desde Riaza le comentaban: «Quisiera que me enviase propaganda y media docena de insignias pues queremos hacer una propaganda efectiva en lo que resta del verano, el no formar aquí el centro es porque hasta ahora solo somos 13 estudiantes y durante el invierno estamos unos en Madrid y otros en Salamanca». De la misma forma, también desde Toro (Zamora) se informaba al jefe del próximo nacimiento de un centro y de una revista que buscaba seguir con la «labor reconstructiva del espíritu patriótico y J.O.N.S. en los pueblos». Allí, Francisco Temprano de la Calle y Primo Lorenzo Sevillano, dos afiliados que protagonizaron el desarrollo de FE de las JONS en la provincia de Zamora, pedían que «venga Onésimo con algún camarada más a dirigirnos la palabra en el acto de apertura del centro, para que ya que no podamos celebrar ningún acto público como serían nuestros deseos, nuestros afiliados de esta comarcal sepan algo de la grandeza de nuestro movimiento».

Contrariamente a las tensiones que existían en la sede central del partido, estas declaraciones nos demuestran que en el grupo castellano seguía vigente una particular armonía. Al respecto, no deja de sorprender como Redondo, pese a su alejamiento de la cúpula directiva, había mantenido inalterado su control sobre las JONS locales, logrando conciliar la postura ideológica del partido con la específica de su pensamiento. Por ello, el jefe vallisoletano no sólo mantenía firme su concepto regionalista, sino que supo – o eso parece – adaptarle a las exigencias de un más amplio movimiento nacionalsindicalista, reafirmando el papel de Castilla y su aportación en lo universal.

Según apuntó Vicente Massot, la doctrina de Onésimo «es, por sobre cualquier otra cosa, realista; como realista es su actividad práctica», dotada – insiste – «de hablar y obrar viril y patrióticamente en nombre de al región que sirve».

Esto nos reconduce al verano de 1934, cuando desde las páginas de Libertad se expresaba de esta forma la actitud que los jonsistas locales mantendrían, por ejemplo, frente al separatismo:

«¡Castilla! La que sabe de todas las amarguras, llora y trabaja en silencio, cumpliendo su misión madre. Y hay en ese llanto toda la tristeza de una incomprensión, y en su corazón toda la tragedia de su Historia […]. Debe pensar en estos momentos en su misión histórica puesta en entredicho por debilidad de los gobiernos y de ciertas regiones que llevan por lema su emancipación autonómica».

Con la llegada del otoño, nuevos aires de cambios alcanzaron también Valladolid. El jons-falangismo ya no se podía interpretar como un conjunto de doctrinas, sino una única realidad político-ideológica y por ello, los episodios que caracterizaron aquellos meses, no hicieron sino apresurar este proceso de metamorfosis. Ledesma, a diferencia de Onésimo, había entendido a la perfección lo que se avecinaba y estaba dispuesto a luchar por su puesto de dirigente y fundador del jonsismo.

Mitin en Bilbao
 "Contra todo y contra todos, sin embargo, nuestro movimiento crecía. Precisamente a primeros de septiembre Falange logró movilizar en Madrid a todos los obreros parados del ramo de la construcción, lanzándoles revolucionariamente a la conquista de un puesto en las obras. Por otro lado, durante todo el verano nuestros camaradas de los grupos de choque, habían logrado hacer frente a los grupos de "chíbiris" causándoles bastantes muertos."

Entre noviembre de 1933 y junio de 1934 los "chibiris" socialistas asesinaron a ocho militantes de Falange Española, atentando también contra Jose Antonio Primo de Rivera.


5.3.2. La prueba del fuego: el Iº Consejo Nacional de Falange y el “Octubre Rojo”



En el medio del caos político que se perpetuaba desde el mes de septiembre, se abría en Madrid el Iº Consejo Nacional de FE de las JONS. Los joseantonianos, decididos a resolver la cuestión del liderazgo del partido, convocaron esta reunión que se abrió oficialmente en la madrugada del día 5 de octubre, asistiendo a ella alrededor de 45 falangistas provenientes de toda la Península.

El desarrollo del Consejo, entre los numerosos puntos a tratar, tenía como principales objetivos el establecimiento de una confluencia ideológica entre falangistas y jonsistas, la elaboración de un programa común y, sobre todo, la sustitución del Triunvirato por un jefe nacional. Ledesma llegaba a la asamblea con reticencia, pues ya había tenido que defender su postura en distintas ocasiones, la última al finalizar la publicación de su revista teórica: «No pueden negarse, […] ciertas dificultades de orden interior, y si hacemos alusión a ellas, aunque las consideramos vencidas en grado suficiente, por lo menos, para no quebrantar la eficacia y al unidad de nuestra acción»

Añadía al final de la declaración: «Primero. Nada ha ocurrido ni ocurre que ponga en peligro la ruta de Falange Española de las J.O.N.S. / Segundo. El Triunviro nacional Ramiro Ledesma Ramos sigue y permanece en el alto organismo, en normal colaboración dirigente con sus otros camaradas del Triunvirato. / Tercero. Es bien notorio que todas las decisiones que esté llamado a influir Ledesma Ramos, serán presididas por su bien conocida fidelidad al nacional-sindicalismo revolucionario».
Cfr., «Una consigna», en Jons, nº 11, agosto de 1934.

Ramiro sabía que había llegado la hora de la verdad; tenía en contra a muchos de los presentes en la asamblea y desde luego José Antonio había sido el primero – y quizá más indiscreto – en tomar la iniciativa contra él ( Bien analiza esta situación Luciano Casali quién hace referencia al artículo que el madrileño escribió tiempo después, en marzo de 1935 dirigiéndose al ex triunviro Ledesma: «Quienquiera se tropiece con un feroz revolucionario –o gevolucionario según dicen algunos guturalizando la r–, con uno de esos revolucionarios tan feroces, que juzgan falsos revolucionarios a todos los demás, debe plantearse a sí
mismo, como tema de investigación instructiva, la pregunta siguiente: ¿De qué vive este sujeto?». Cfr., «Arte de identificar revolucionarios», Arriba, nº 1, 21 de marzo de 1935).

El éxito final de la elección fue de diecisiete votos a favor de la jefatura única y dieciséis por la colegiada. Desde aquel instante José Antonio Primo de Rivera ocupó el más alto escalafón de la jerarquía de FE de las JONS, mientras Ledesma acabó por ingresar en la Junta Política.

 En la votación participó también un Redondo que, tras la elección del marqués de Estella, pareció tomar una posición de clara objeción ante los resultados; el desacuerdo entre jonsistas y falangistas dejó al jefe vallisoletano en una postura muy incomoda que, sin embargo, no se pudo resolver en aquel momento.

En conclusión, como resumió más tarde Ramiro, «convinieron los líderes dar paso a la jefatura única, facilitar las aspiraciones de Primo de Rivera, eliminando así de un plumazo rápido la vida anormal del movimiento. Ansaldo fue expulsado de la organización, y los militantes que apetecían, del modo que fuera, un jefe, pudieron ver realizadas sus ilusiones. Otros, en cambio, aceptaron dispuestos a la colaboración más leal y sincera». 
 

Mientras se desarrollaba el Consejo durante aquel mismo día 5 de octubre, se extendió en Madrid y otras capitales de la geografía española un movimiento huelguístico que, en pocas horas, se transformó en una insurrección general.  

La huelga se había originado, entre otras cosas, como respuesta del conjunto izquierdista ante la inclusión de tres ministros cedistas y dos agrarios en el Gobierno de Alejandro Lerroux.

 
Los sectores más radicales, pensaron que la actitud de Gil Robles y la de su partido no era otra cosa que un intento de desmantelar la democracia republicana estableciendo un régimen parecido al austrofascismo de Dollfuss. En Madrid la situación volvió a la normalidad el día 12, mientras que en Asturias los enfrentamientos – particularmente sangrientos – finalizaron el día 19.


En realidad, la insurrección tuvo lugar en 26 provincias, aunque los sucesos más graves se produjeran en Asturias, Cataluña, País Vasco y Madrid.

El historiador Stanley Payne, apoyándose en los mejores estudios, estima que murieron unos 1.300 rebeldes (1.100 en Asturias, 107 en Cataluña, 80 en Vizcaya y Guipúzcoa, 34 en Madrid, 15 en Santander; el resto, en las demás zonas afectadas).

Las muertes entre soldados y policías rondaron las 450.

Asimismo, fueron asesinados decenas de curas. Al decir de Payne, fue la mejor armada de las revoluciones izquierdistas registradas en la Europa de entreguerras.

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Companys

Desfile de los scamots. Durante la revuelta estaban encuadrados en la Guardia Cívica.

En Cataluña, otro lugar donde se desarrollaron graves incidentes, entre los días 5 y 7 Lluís Companys proclamó l’Estat Català aunque en poco tiempo se detuvo a la mayoría de los participantes en la proclama, Companys incluido.

Barcelona despertó el 6 de octubre de 1934 bajo un profundo silencio. Se repartía por sus calles una proclama con este título: «La República Catalana», que decía así:               
   «Pueblo catalán: en estos momentos propicios, en estos instantes de exaltación, una vacilación constituiría un acto de cobardía que, cualquiera que fuese el autor, Cataluña no perdonaría nunca. El pueblo está a punto. Las formaciones están movilizadas para lanzarse a la lucha tan pronto como suene la orden de acción. ¡Fuego al que pretenda cerrar el paso! ¡Nacionalistas!; si ahora no proclamamos la independencia de Cataluña, es porque no queremos. Que escuchen nuestras autoridades este llamamiento que sale del fondo del alma: obreros, intelectuales, idealistas en los que palpita un anhelo de libertad. ¡A las armas por la República Catalana!»              
   La Alianza Obrera, amalgama de escamots (en español: pelotones. Creados por Miguel Badía, germen miliciano de un ejército revolucionario y secesionista), socialistas catalanistas, elementos del Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y de la Industria y comunistas-trostkystas del grupo de Andrés Nin, empiezan a ser los conductores de la agitación. Se incautan del Fomento del Trabajo Nacional en la Puerta del Ángel instalando allí su Cuartel General. Redactan una proclama que fijan en los sitios céntricos de la ciudad. En ella se dice:           
   «El movimiento insurreccional del proletariado español contra el golpe de Estado cedista ha adquirido una extensión y una intensidad extraordinaria. Jamás se ha conocido en España alzamiento de tanta magnitud… Las noticias recibidas de todo el país no pueden ser más optimistas y alentadoras. Es necesario en estas horas críticas una acción decidida y enérgica. En este sentido la proclamación de la república catalana tendrá sin duda una influencia enorme, provocará el entusiasmo de las masas trabajadoras de todo el país e impulsará vigorosamente su espíritu combativo. Pero no se puede perder el tiempo. Es hoy cuando hay que proclamar la república catalana. Mañana podría ser tarde. Conviene que las masas populares lo tengan presente y cumplan con su deber. ¡Viva la huelga general revolucionaria! ¡Viva la República catalana!»  
 

El mismo domingo 7 de octubre, los miembros de FE de las JONS concentrados en Madrid, salieron a la calle para manifestar su apoyo a la autoridad y protestando por la actitud catalana, intentando contribuir de alguna forma a la vuelta a la normalidad.



Relató el mismo Ledesma:

 «A toda prisa se adquirió una bandera tricolor, y las pocas docenas de camaradas que había en el local, convertidos en enlaces, salieron en busca de sus compañeros. A las doce en punto se puso en marcha la manifestación, iniciada desde los locales del Partido con unos quinientos militantes […]. A la cabeza iba Primo de Rivera, acompañado de Ruiz de Alda, Ledesma y el teniente coronel Rada, que había sido nombrado recientemente jefe de las milicias del Partido». 


Francisco Bravo confirma el relato de Ledesma, añadiendo que al llegar frente al Ministerio de la Gobernación, José Antonio logró entrevistarse con Lerroux y ofrecer así al Gobierno la ayuda de Falange contra los “rojos separatistas”.




También Alejandro Lerroux, en sus memorias, recuerda la visita inesperada que le hizo Primo de Rivera aquel 7 de octubre en camisa azul, ya uniforme de la Falange.
LERROUX, Alejandro, La pequeña historia, Madrid.

Manifestación falangista.

La que tiempo después se conocería por los medios de comunicación como la Revolución de 1934 fue dominada por las autoridades y el ejército el día 19 del mismo mes, siguiendo de inmediato una rápida represión hacia la mayoría de sus protagonistas.

Los hechos que caracterizaron aquel difícil octubre no aclararon del todo la situación interna del partido, pero contribuyeron a hacer de él un instrumento bajo el control de su nuevo jefe nacional. Primo de Rivera reanudó sus actividades convirtiéndose oficialmente en el máximo dirigente de FE de las JONS. El haber ganado responsabilidad en el seno del partido, le permitió aumentar su prestigio pero, por otro lado, su contacto con los militantes del partido se hizo cada vez más fortuito. Esencialmente sería el grupo jonsista más radical (junto a Ramiro Ledesma, los vallisoletanos Javier Martínez de Bedoya y Emilio Gutiérrez) el que percibió un

«rápido proceso de desilusión ante aquella burocracia política que le asfixiaba con sus modos y exigencias, ante aquel movimiento que quería incrustarse en la política mediante una actitud cerebralizada de sus cuadros directivos».

Algunos de los colaboradores más cercanos a Redondo fueron particularmente críticos con la actitud del marqués de Estella, arrastrando desde la unificación reproches sobre la corriente falangista. Durante el inverno de 1934 y poco antes de la salida de Ledesma del partido, los temores de éstos fueron confirmándose uno a uno:

«Cada vez era más notorio todo lo que habíamos sospechado (..). Había un señoritismo que enfermaba (..). El pobre Ramiro llegaba temblando a Marqués de Riscal. Como era presidente de la Junta Política, cuando llegaba le decían eso de: Guardia, a formar! (..). Nosotros no podíamos con eso».

Otro aspecto que se debatió durante el Consejo fue la aprobación de los “27 Puntos” que definían el carácter del partido. Se caracterizaban por el aspecto social, económico (en él se trataba la cuestión agraria tan defendida por Redondo), organizativo, religioso, político, etc.; exaltando en cada punto la intervención del falangismo como única solución para la implantación del Estado Nacional.

«al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical». 

Los puntos programáticos del partido fueron acogidos por el entorno falangista, así como los cambios en la jefatura o la decisión de utilizar el uniforme azul mahón.

Según Martínez Val a partir de aquí se produce una bifurcación de caminos:

- Por un lado el primitivo Jonsismo partidario de 

"mantener el sindicalismo dentro de la esfera económica, con su vertebración, pero sin implicaciones políticas directas." 

Se mantenía en la línea más pura dentro del pensamiento sindicalista.. Esta postura es muy similar a la de Pestaña y a la del sindicalismo revolucionario.

- Por otro lado el camino del falangismo  

"convertir el sindicalismo en un miembro y órgano totalmente integrado en la organización estatal".

con representantes en las Cortes aspirando a una visión de la totalidad de los problemas sociales, políticos y económicos.

Poco después, en noviembre, Calvo Sotelo afirmaría en las Cortes que la “insurrección de 1934” había supuesto la quiebra del régimen afectando a los puntos fundamentales de la Constitución de 1931 y dañando la imagen de su Gobierno

Calvo Sotelo

«A nuestro juicio el Sr. Calvo Sotelo tuvo ayer el acierto de interpretar, como nadie, los deseos de la opinión pública. Por él hablaban ayer ante la Cámara los hombres medios, los que forman el nervio de la nación, los que le rinden esfuerzo diario y apartados de las pasiones políticas tienen su pensamiento en una Patria grande, alejada de los espasmos revolucionarios y entregada a un trabajo fecundo».
Cfr., «Un importante discurso del ex ministro Sr. Calvo Sotelo, elevó ayer el rango del debate».

A raíz de las palabras del ex ministro y aún vivos los efectos de la Revolución, Falange, sufrió un estancamiento que le llevó a la casi total inactividad durante los meses de noviembre y diciembre. Esta situación se había desarrollado a partir de la «coyuntura política nacional, marcada por el fortalecimiento de la derecha católica y la labor reorganizativa desarrollada por la extrema derecha monárquica, así como la desunión interna». 

La crisis que estaba afectando al partido,  la incapacidad de apurar nuevas tácticas – insistía Ledesma – acabaron por frustrar los intentos de recuperar la iniciativa política. Además, la improbable expansión sindicalista a través de la CONS, junto con «los fracasos estratégicos, el declive de la militancia, la falta de recursos financieros y las presiones externas agudizaron el conflicto en el seno del partido. Antes de finalizar el año, pasaron al conservadurismo tradicionalista, ya fuera alfonsino o carlista, el marqués de Eliseda, […] y caracterizados dirigentes de milicias, como Rada, Goizard, Arredondo y Tarduchy». 


La desmoralización que estaba golpeando con fuerza FE de las JONS, pudo ser una de las causas de la escisión que Ledesma meditó durante finales de 1934 y comienzos de 1935. Sin duda, afirma Gallego, el fundador debía de sentirse irritado por la falta de dinamismo urbano del partido y discrepar sobre posibilidades de un golpe que José Antonio había premeditado durante el otoño de aquel año. Su inminente marcha, «estuvo determinada por lo que para él resultaba imperdonable: la pérdida de la posibilidad de integrarse en un Bloque que con presencia parlamentaria abundante, que haría del Partido un aliado esencial, a la espera de tiempos mejores, ya que se había perdido la ocasión de las inmediaciones de octubre Y tal cosa no significaba estar más a la derecha o a la izquierda, sino el simple terreno del realismo político, de ese mismo realismo que habría de recuperar Primo de Rivera un año después». 

Había además otro problema; desde la unificación, la cuestión financiera seguía siendo una incógnita no sólo para la táctica propagandística central, de la que Ledesma se quejaba por estar vinculada principalmente a los medios rurales, sino también para la de la periferia. Al respecto, Redondo sufría por la imposibilidad de sacar adelante su estrategia de persuasión política, haciendo interactuar espacio urbano y rural, compromiso que además se hizo más difícil tras la considerable disminución de las financiaciones que había recibido hasta entonces.

Areilza años después
 Tras la insurrección de octubre, José María de Areilza escribía a Onésimo:

«Querido amigo: Recibo tus líneas, después de pasada la tormenta y he de confesarte con toda sinceridad que los fondos que tenía reunidos con propósitos de ayudar a “Libertad” los he destinado en los apremios de urgencia del movimiento, a otros fines eventuales que no han escaseado como puedes suponer. En vista de ello y de tu apremiante requerimiento, vuelvo de nuevo a la carga, ingresando por de pronto, con fecha de hoy [24 de octubre, ndr], 100 pesetas, en cuenta a tu nombre en el Banco Hispano-Americano, como me indicas. Espero irte enviando en días sucesivos, nuevas cantidades, para lo cual sablearé con mis amigos».

Al recibir esta comunicación, probablemente después de haber solicitado nuevamente ayuda económica al vizcaíno, Onésimo debía admitir que su grupo se encontraba en apuros. Aunque las JONS tenían la costumbre de sobrevivir al límite de sus posibilidades económicas, por entonces el balance anual se había agravado notablemente; los ingresos tan sólo habían alcanzado poco más de 29.000 pesetas, de los cuales un tercio habían sido donativos como en el caso de Areilza. Sumados a un “agujero” de 24.200 pesetas de deudas pendientes, había que quitar alrededor de 53.200 pesetas correspondientes a los gastos. Los jonsistas tenían un déficit de más de 24.000 pesetas y aunque se hubiesen recaudado las 24.200 pendientes suficientes para igualar la deuda total, no les quedaba prácticamente nada para emprender nuevas iniciativas.

La situación no hacía que empeorar. A finales de año, pocos días antes de Nochevieja, los principales dirigentes del partido volvieron a verse las caras en una reunión de emergencia en Madrid;

«En tal situación se reunió la Junta política uno de los días finales de diciembre, con asistencia de Primo de Rivera y de algunos miembros de provincias, entre ellos Onésimo Redondo. Fue una reunión simbólica. Se celebró por la tarde. En el salón hacía un frío enorme, pues el gran edificio de la calle del Marqués de Riscal, 16, llevaba varias semanas sin calefacción. […] Primo reconoció en esa reunión que la situación del Partido era angustiosa, que había entrado en un bache de gran profundidady peligro». 

Nicasio Álvarez de Sotomayor
A la salida de la sede madrileña Ledesma y Redondo, acompañados por los dirigentes de la CONS, Álvarez de Sotomayor y Manuel Mateo, además del amigo Javier Martínez de Bedoya, se dirigieron a una cafetería de la Gran Vía. Según recuerda Bedoya, había mucha decepción respecto al rumbo tomado por el partido en los últimos meses; por lo que los jonsistas

«Decidimos separarnos en el Fuyma. Pero Onésimo hizo una salvedad (..). Dijo que estaba de acuerdo (..), pero que se sometería a lo que decidiesen en Valladolid (..). Notaba que por debajo de él había una serie de jefecillos en Valladolid  que estaban deslumbrados por la figura de José Antonio, y pensaba que no le iban a seguir».

La vuelta a casa se presentaba más angustiosa de lo previsto; no se había logrado resolver los problemas económicos y organizativos, había poca confianza en el porvenir del partido y Ramiro, fiel a sus ideales (corporativistas) aunque consciente de haber cometido algún error de valoración, había decretado la escisión de la rama jonsista. Y para ello, no cabe duda, contaba con Redondo.


5.3.3. El fin de un ciclo: desde la escisión de Ledesma a la incondicionalidad falangista.


El 14 de enero de 1935, ya pasadas las fiestas navideñas, Ramiro Ledesma oficializó su resolución de diciembre, decretando públicamente la separación entre las JONS y la Falange. El comunicado fue enviado a la prensa y se caracterizó por ser un claro mensaje de desconfianza y hasta desafío hacia Primo de Rivera; sus suscriptores, además del zamorano, fueron Sotomayor y el dirigente vallisoletano Redondo

«Reunidos con esta fecha en Madrid los antiguos dirigentes de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, hemos reconocido unánimemente la necesidad de reorganizar las Jons fuera de la órbita de Falange Española y de la disciplina de su jefe José A. Primo de Rivera. Adoptamos esta decisión grave y fundamental después de un examen minucioso de la situación política y de las perspectivas que se le ofrecen a nuestras convicciones doctrinales y tácticas en la ruta vacilante y defectuosa seguida hoy por el partido y por su Jefe». 


La respuesta del jefe nacional no se hizo esperar; al día siguiente José Antonio, firme y
recio en su análisis sobre lo ocurrido, informó que:

«El jefe de la Falange Española de las J.O.N.S., en uso de las facultades que le conceden los estatutos ha acordado expulsar del movimiento a Ramiro Ledesma y Nicasio Álvarez Sotomayor».

La contra-nota del líder de Falange, explicaba que su decisión se debía a la necesidad de sancionar a los ‘elementos indisciplinados’, alejándolos del movimiento para no dañar su ‘unidad y sentido revolucionario’.

En ella, sorprendentemente Onésimo no aparecía entre los expulsados. Ni siquiera se mencionó al vallisoletano tras la entrevista que Ledesma Ramos concedió el día 18 a un periodista del Heraldo de Madrid, en la que confirmaba su postura, además de revelar los nombres de sus seguidores:

«Queda Falange desmantelada, pues la escisión de las JONS equivale a desprender de aquella, de una parte, el grupo intelectual, teórico, que ha creado las doctrina como Giménez Caballero, Juan Aparicio, Bedoya… Y de otra, el grupo de organizadores y agitadores, Ledesma Ramos, Redondo Ortega y Álvarez de Sotomayor: es decir, los intelectuales y toda la base popular, revolucionaria, obrera del partido».

Antes de la publicación de la nota separatista del día 14, Redondo había participado en una reunión en la que muchos de los viejos jonsistas – él incluido – habían oficializado su consentimiento a la escisión. Aparentemente pareció tener la intención de colaborar con los ledesmistas: «precisó que daba su acuerdo, pero no estaba seguro de que la organización de Valladolid le secundase, pidió unos días de plazo y adelantó que no se quedaría al margen de su grupo vallisoletano».

No obstante, parece que su adhesión a la escisión no fuera tan obvia. Según las entrevistas realizadas por Mínguez Goyanes – muchos años después de los hechos – la postura de Onésimo parece voluntariamente ambigua: en aquellos días de personal angustia – así como comentó Mercedes –, Onésimo mantuvo numerosas reuniones en Valladolid, además de viajar frecuentemente a Madrid y entrevistarse con unos y otros. Entre los días 16 y 19 de enero acabaría sin embargo por tomar una decisión que parecía definitiva.

Todos coinciden en afirmar que el grupo de Valladolid presionó a Onésimo para quedarse entre las filas de Falange, aunque su líder se mantuvo vacilante hasta el final. De Areilza comentó que «la progresiva dispersión de las fuerzas jonsistas y la autoeliminación de Ramiro Ledesma de las plataformas activas, hizo que Onésimo reconsiderara rápidamente el asunto, incorporándose de nuevo a la jerarquía falangista y al mando territorial». 

Se podría incluso pensar que el vallisoletano optara por ocupar con más facilidad el hueco provocado por la salida de los ledesmistas, aunque esta tesis poco se adapta a la actitud de este dirigente local. Sencillamente, comentaría Bedoya, Onésimo se dejó llevar por los suyos, así como había afirmadosemanas antes en el café Fuyma. Mientras el vallisoletano rectificaba cuanto ocurridoentre él y los secesionistas, se preparaba para su salida a la calle un órgano de las nuevas JONS “desfalangizadas”. Aquel mes pasado «entre la escisión y la salida a la calle de La Patria Libre fue particularmente angustioso para la sinceridad temperamental de Onésimo, condicionada por la actitud del grupo de Valladolid plenamente ganado por José Antonio».

Al tomar la decisión de permanecer fiel a Primo de Rivera, Onésimo fue incluido de inmediato en el acto de constitución del SEU vallisoletano. Se presentó el día 20 de enero en el Teatro-Cine Hispania (ubicado en la calle Muro), donde pronunció un discurso directo a los jóvenes estudiantes afiliados y designó la primera junta de este organismo, compuesta por Luis Alonso Otero, Anselmo de la Iglesia, Víctor Fragoso del Toro y José Manuel González. Ante el mismo José Antonio, el vallisoletano subrayó la fe política del nuevo grupo estudiantil local, señalando que

«el Sindicato Español de Universidades (sic) está enquistado en la FE de las JONS. Esto –añadió – lo decimos porque somos políticos y porque vamos a sostener nuestra política en las Universidades españolas; para acabar en ellas con la política de los actuales partidos».

Onésimo y José Antonio
Intervino después el jefe nacional que, haciendo referencia a lo ocurrido en el seno del partido, sin por ello nombrar sus protagonistas, pidió unidad y sobre todo obediencia a su liderazgo. Esta jornada, que se podría entender como el acto de rehabilitación de Onésimo en la línea joseantoniana, marcó el definitivo compromiso de éste con Falange. 

Mientras tanto, al día siguiente, Ledesma volvía a la carga; en el órgano de prensa Informaciones que había albergado artículos críticos de Primo de Rivera contra su persona, éste contestó que «este señor se ha limitado a lanzar sobre mis camaradas jonsistas y sobre mí las peores injurias, calificándonos con dureza una irresponsabilidad que sólo estados de despecho o situaciones demenciales del ánimo explican. – Y concluía diciendo – La escisión de las J.O.N.S., es total». 

En ese preciso momento se terminaba la divergencia entre los máximos dirigentes de ambos
partidos; por entonces, Onésimo ya había aclarado su postura y – con aflicción – veía alejarse junto a Ramiro también a viejos amigos como Javier Martínez de Bedoya y Emilio Gutiérrez Palma. Y no pasó mucho tiempo para que su decisión fuera criticada por el zamorano.

Los jonsistas-ledesmistas dieron vida, durante febrero y marzo de 1935 a un nuevo órgano de prensa – el ya citado La Patria Libre – que tuvo el objetivo de animar a la refundación del viejo nacionalsindicalismo, del que presumía su paternidad Ramiro. El primer número fue dedicado casi por entero a la justificación de la escisión ideológico-política de Falange, comentando cómo y de qué forma iban a reorganizarse las JONS. El nuevo manifiesto indicaba que «Veíamos nosotros, y con nosotros la opinión nacional de España, que el nacional-sindicalismo que decía defender Primo de Rivera era un truco ingenuo, una ficción sin jugo, cuyo sentimiento por parte nuestra nos convertía en verdaderos cómplices de una farsa contra el auténtico sentido nacional y popular de nuestra doctrina». Ledesma, que firmaba ahora como secretario general de las JONS, indicaba el nuevo camino del grupo, lejos de la órbita joseantoniana; «ha bastado que los dirigentes jonsistas declaren rotas sus relaciones con F.E. y con Primo de Rivera, para recobrar en el acto, sin más, su carácter independiente y exclusivo como tales»; y no faltó siquiera una alusión a los que habían permanecido al lado del madrileño, haciendo quizá una advertencia para el mismo Onésimo: «No odiamos a los
antiguos camaradas que allí queden. […] mantendremos las relaciones que ellos quieran. Por nosotros, cordiales y amistosas». Sin embargo, cuando quedó claro queRedondo habría permanecido al lado de José Antonio y su vuelta al jonsismo originario de Ledesma se hacía inviable, no pudo salvarse de recibir algunas críticas. En los números de marzo, Ledesma entendió que el fracaso de su acción separatista tenía su fundamento en – así como él mismo lo llamaría – el “caso Valladolid”: «También adelantamos que las J.O.N.S. tienen muy poco que lamentar respecto al espíritu actual de la sección de Valladolid. Han secundado entusiásticamente nuestra actitud desde el primer día algunos de los mejores y más calificados dirigentes, desde luego los de perfil jonsista más responsable, como hemos de probar. Y se han opuesto asimismo a nosotros quiénes lógicamente debían hacerlo. Ha habido actitudes claras, confusas y enemigas. De todas hablaremos».

La intención de Ramiro era de desprestigiar, donde fuera posible, a los responsables de la situación en la que habían decaído las JONS; al respecto afirmó, «como el propio Ledesma pasaba a reconocer, que la fusión se había realizado solamente por la atracción que ejercía Falange y su líder, no por las expectativas de comunión ideológicas que se tuvieran. Para acusar directamente a Redondo de haber sido quién más había trabajado para alejarse de Primo de Rivera, Ledesma señala que era en Valladolid donde mayores quejas se observaban por la actitud del partido y de su jefe».

Según Ledesma el problema del jefe vallisoletano había sido, al producirse la crisis de finales de 1934, el no haber sabido resolver cuanto antes la cuestión de la jefatura, razón por la cual había –una vez ya realizada la votación – manifestado la necesidad de permanecer al lado de José Antonio con la escusa de seguir a sus acólitos, traicionando así los principios jonsistas. Y así, sin ocultar cierta arrogancia, lo resumía Ramiro:


«Onésimo luchó, repetimos, con esas limitaciones y a esas y a otras sobrepuso quizá su temperamento y su absoluta sinceridad. Pues Onésimo Redondo, y aquí radica su cualidad mejor, tiene una purísima emoción española y siente como nadie la más honda preocupación y la más profunda angustia por los afanes de todo el pueblo. Se hizo cada día más partidario de la estridencia fecunda de la política caliente y del nacional-sindicalismo. Quizá esto no se percibía con la claridad debida, y de ahí el hecho cierto de que a veces los sectores jonsistas más ortodoxos miraban con algún recelo las tareas de Valladolid. […] Al aparecer Falange Española, las J.O.N.S. se encontraron con el siguiente fenómeno: decreció entre los españoles la expectación en torno a ellas, para fijarse en el perfil y en las características de esa agrupación nueva. Ello, unido a la presencia del hijo de Primo de Rivera que proporcionó a F.E. la difusión en poquísimas semanas. Bien conocido es el papanatismo de nosotros los españoles. Ahora bien, decreció la expectación ante las J.O.N.S., pero no decidió ni vaciló lo más mínimo la cohesión de los jonsistas. Esto debe destacarse. […] 

 En una reunión de jonsistas caracterizados, convocada en Madrid por Ramiro Ledesma y a la que acudieron Redondo y Bedoya como representantes de Valladolid, se acordó la unificación táctica de esfuerzos con F.E. Esos dos camaradas, como Ledesma y como todos, mostraron la violencia que ello significaba para el jonsismo y que si se disponían a favorecer tal acuerdo lo era sólo en la creencia de que quizá nos iba a ser posible aprovechar la expectación pública ante F.E. para destacar más ante el pueblo la posición jonsista. Todos, y los de Valladolid los primeros, coincidíamos en ir con repugnancia a la prueba, porque temíamos que la ventaja de lanzar con más prisa el jonsismo uniéndolo a Falange iba a ser contrapesada lamentablemente con la  presencia real de Primo de Rivera bajo las flechas yugadas de las J.O.N.S. Y es que Primo, el “hijo” de Primo de Rivera, tenía, claro es, popularidad, pero pronto nos dimos cuenta de que era una popularidad negativa, esto es, que era impopularidad. […] De Valladolid era de donde llegaban con más apremio las lamentaciones. Todo eran allí críticas sobre la actuación efectivamente deplorable que Primo desarrollaba en el Parlamento y fuera de él. Todo eran quejas y gestos de repulsa hacia el falangismo primorriverista. 

 En el periódico Libertad, en las cartas, en las conversaciones con nosotros, en todas partes, los camaradas de Valladolid, con Onésimo al frente, se reían del pobre caudillejo fracasado y consideraban el daño inmenso que nos proporcionaba mantenerlo a la cabeza del Partido. […] Viene entonces Onésimo a Madrid y asistió a una Junta del Partido, en la que Primo puso de manifiesto aún más que otras veces su radical incompetencia y su carencia absoluta de consignas. Después de esa reunión celebraron los jonsistas -Ledesma, Redondo y Sotomayor- una entrevista en el café Fuyma, en la que examinaron la situación crítica del Partido y consideraron la necesidad de salvar del naufragio la bandera jonsista, rompiendo con Primo de Rivera y haciéndolo así público a los pocos días. ¿Qué pasó, sin embargo, en Valladolid a raíz de la ruptura? Esta es la pregunta y, precisamente, el objeto de este trabajo es darle contestación cumplida».

La que iba a ser la definitiva resolución del “caso Valladolid” – o tal vez el “caso Redondo” – nunca llegó a producirse. En el siguiente nº 7, el último del semanario, Ledesma Ramos informaba a sus lectores del próximo traslado a Barcelona, ciudad donde «nacen los sistemas ideológicos contrarios a la unidad donde han logrado movilizar multitudes». Pero en realidad la aventura del semanario ledesmista había llegado a su fin; el zamorano, en búsqueda de nuevos aires, llegaría a la ciudad Condal con la intención de «construir una organización nacionalista española en el corazón del separatismo», quedando sin embargo frustrados todos los nuevos intentos proselitistas. Ni Ledesma volvió a escribir sobre la actitud de Redondo ni este último consideró necesario dar más explicaciones sobre su conducta. Simplemente, cada uno hizo lo que había hecho hasta entonces y por ello la separación fue definitiva; al fin y al cabo como siempre se había manifestado en la propaganda, la política venía ante todo lo demás incluso de la amistad.


Monumento a Onésimo es actualidad


6) La tercera y última etapa política. 

 

6.1 La aportación del grupo vallisoletano a FE de las JONS (1935-1936)


6.1.1. José Antonio.


José Antonio
Mientras el partido vivía momentos de desorden interno, provocados – como hemos visto – por la escisión ledesmista y las recíprocas acusaciones de traición, Primo de Rivera reorganizaba su actividad política empezando por su labor de diputado. Sin hacer ninguna mención sobre la crisis de FE de las JONS, su discurso tuvo como objetivo desviar el interés de los medios de comunicación hacia la debilidad en la que se encontraba el Gobierno y la “peligrosa” reorganización de unas izquierdas siempre atentas a aprovechar el momento.

El 25 de enero comentaba en el Parlamento:  

«Si en instantes como éste, en que la tremenda debilidad del Gobierno, en que el desaliento que rodea al Gobierno, que puede asfixiar al Gobierno, y al sistema, estriba en que de momento no se percibe ningún enérgico quehacer, no se percibe ninguna misión, ningún rumbo de importancia que justifique el estado actual de las cosas, si en este instante, en que la única mística clara, la única decisión positiva es la de las extremas izquierdas, o si se quiere la de los grupos marxistas, que ésos sí que saben adónde van y lo que se proponen, ¿cumple con su deber patriótico el Gobierno haciendo que se estanquen las ideas, que se ahoguen las propagandas, que no se deje hablar a nadie, aunque se sepa que no le guía otro propósito que el de suscitar un interés nuevo? Vea el Gobierno si en esta época de remanso, en esta época en que la política española se ha encharcado y no tiene salida, obra bien manteniendo nominalmente un estado de guerra para que esa salida no se pueda abrir por ninguna parte».
Cfr., «El 6 de octubre, el estado de guerra y la Falange», en PRIMO DE RIVERA, José
Antonio, Obras Completas, ob. cit., pp. 410-411.

Por otro lado, al analizar la política interna del partido, observó que pese a la confusión creada a raíz de la expulsión de los ledesmistas, el jefe – o sea José Antonio – salía de ella casi indemne. No le fue difícil llevar así a cabo un proceso de depuración que le permitió aniquilar elementos considerados dudosos, para luego aplicar dentro de Falange «una determinada estrategia política […] como medio de alcanzar el poder». Lo que podría entenderse como una fascistización forzada dentro del partido, no acabó sin embargo con la eliminación física de los disidentes, aunque esto permitiera al madrileño imponer un régimen jerárquico, disciplinado y sobre todo fiel a su liderazgo.

La cuestión económica seguía siendo el gran problema por resolver; tuvo que abandonarse la sede central de la calle Marqués de Riscal por otra más barata; y al respecto se encontró una solución permaneciendo en el centro de Madrid, confirmando el traslado a la Cuesta de Santo Domingo. La pérdida de financiación no desilusionó demasiado al líder falangista, que posiblemente – advierte Ellwood – ya contaba con algunos fondos italianos incluso antes de 1935. Al respecto, todo cambiaría desde el mes de abril cuando, tras un viaje de Primo de Rivera a Roma, éste logró una financiación segura a través de la embajada italiana en Paris. No obstante, la recaudación de fondos era una prioridad absoluta y tanto en Madrid como en las sedes periféricas, se emitió un comunicado del jefe nacional que pedía la máxima colaboración de parte de todos los afiliados.

Un comunicado emitido el 8 de febrero dictaminaba: «Espero, pues, que sin más requerimiento, todo el que se halle atrasado en el pago de cuotas acuda por su propio impulso a reparar con urgencia esta tacha, contra la cooperación del Movimiento. Y espero también que todos revisarán en conciencia el importe de la cuota que se han señalado para aumentarla espontáneamente en lo posible». Cfr., «Orden general de
José Antonio a los jefes locales y afiliados de Falange, dada en Madrid en febrero de 1935»,


En Valladolid, Redondo retomó su papel de dirigente casi como si no hubiese pasado nada; reestructuró por completo la jefatura local que intentaba ahora recuperarse tras el abandono de algunos de sus viejos afiliados. Después del mitin del SEU, José Antonio percibió que el núcleo vallisoletano tenía que ser necesariamente involucrado, encomendando a Onésimo la organización de algunas jornadas dedicadas a ensalzar la doctrina del partido.

El jefe local organizó por ello un ciclo de conferencias que tuvo nuevamente como protagonista al Teatro Calderón de Valladolid, en al que fue enviado en febrero Eugenio Montes (miembro fundador de FE, íntimo de Primo de Rivera y periodista) para hablar del “Destino de España en el mundo” ( El discurso de Montes se desarrolló en una revisión de la historia hispana desde la época romana hasta la contemporaneidad, siendo su principal objetivo el análisis del papel de la España imperial y su condición de potencia mundial durante el Siglo de Oro. No faltó también un repaso de la actual decadencia en la que había caído el país, fruto de los errores de gobernantes y políticos corruptos. ); mientras en marzo, exactamente un año después del acto de fusión de FE de las JONS, sería el mismo José Antonio quién dictó su “España y la barbarie” ( Esta segunda conferencia protagonizada por el mismo jefe nacional, proporcionó un análisis sobre los efectos de las invasiones extranjeras en la historia del la península Ibérica, con la intención de demostrar – con fines evidentemente propagandísticos – que la permisividad republicana hacia las políticas e ideologías extranjerizantes, habría llevado a la disolución de la unidad estatal y desmoronado su categoría de nación.).

Enero a Febrero 1936 Comienza el año 1936 con una punzante inquietud política. El Gobierno que preside Portela obtiene el Decreto de disolución de las Cortes y dispone convocar unas elecciones generales para el 16 de febrero. Cuando esto sucede Onésimo Redondo se encuentra absorbido por sus graves obligaciones profesionales. Su actividad como representante del más fuerte Sindicato de campesinos de la región castellana que se dedican al cultivo de la remolacha, le ha llevado a un importante cargo en la Comisión Arbitral que funciona en el Ministerio de Agricultura, lo cual exige que su residencia sea compartida entre Madrid y Valladolid. Nada de esto, sin embargo, le aparta de su actividad política.

Entre marzo y abril Onésimo recobró cierta tranquilidad moral, hecho que le permitió volver a su actividad de propagandista típicamente rural, visitando algunos pueblos de la comarca zamorana (se le impidió hablar sólo en Zamora capital) y posiblemente viajando durante la misma primavera, a Santander. Por entonces, Onésimo había recobrado su fidelidad al lado de José Antonio e incluso su dialéctica resintió – o esta es la impresión al leer algunos fragmentos de sus alocuciones – del predominio ideológico del madrileño:

«No tengo fe ninguna en los partidos políticos, no confío en las fórmulas expendidas por los retóricos o por los charlatanes. Y sé que el pueblo español está también dominado por esta desconfianza con excepción de aquellas ramas por fanatismo por ignorancia y obscuridad infeliz del cerebro (migas marxistas).

Ni en partidos de derechas ni en partidos de izquierdas confiamos. Pues – aunque no los igualo – debemos recordar que fatalmente, inexorablemente sus hechos están siempre, siempre, muy por debajo de sus promesas. Pero que los partidos son como las masas arenosas de huracán o de aluvión, receptáculos inconsistentes de voluntades que se mueven a [?] vacilando entre la cólera momentánea y la insolvencia […], entre la esperanza y el escepticismo, entre la exaltación y la deserción. Y porque los hombres que dirigen esos conglomerados – salvando si queréis sus virtudes – son, y seguirán siendo satélites, cuando no promotores de los defectos comunes, amigos de la comodidad fácil que se inspira en el simulo de una paz parlamentaria a la francesa, totalmente ineptos por tanto, para resolver el problema de España que hoy ni es problema de sesteo y de más o menos buen pensar sino de vida o muerte de guerra permanente y bárbara o paz civilizada y libre.

Pues bien: hasta ahora, hasta este momento – vamos hablar claro – nuestro movimiento incipiente se está librando de la común condición de todos los partidos condenados a la esterilidad. Este acto, por ejemplo, es el más importante como de asamblea pública. ¿Qué espíritu? … El de una masa sana y vibrante de patriotismo cierto. Pero fuera de ello y aun dentro de este local hay una multitud ingente que comienza a inclinarse a nosotros movidos por la Cisma… (por si puede ser una nueva y mágica fórmula) que de la noche a la mañana, con pocos quebrantos, devuelva la paz… no a su pueblo, no a su Patria no a sus ideales, sino… a su organismo. […] Yo diré más: con la seguridad de haber alcanzado, sin gobernar, el máximo bien que los españoles pueden apetecer: la posesión de un ideal nacional y la forja de una juventud adiestrada en servirle. 

Es el orden de nuestro movimiento ¡españoles! Deber duro y arriscado… porque pide para ser cumplido la transformación mental y espiritual de una juventud que si se halla apostadamente bien dispuesta, se encuentra desgraciadamente muy alejada del idealismo nacional y de la disciplina constructiva y fraternal; deber irrenunciable, porque sin cumplirle seriamos undespreciable partido más, copia ridícula del fascismo extranjero y vergonzoso
mentir a la capacidad regeneradora de nuestro pueblo; deber leal y grato a la masa,
porque se ofrecen sus frutos sin pedir como precio de adelantado la posesión del
Poder".  

Onésimo, como tantas veces, predica como única solución definitiva la Revolución Nacional, afirmando tajante que hay que prepararla como lo hace Falange Española de las J. O. N-S., "públicamente y por las claras, no de modo nocturno y simulado", como en aquellos días intentaban algunos elementos reaccionarios que en su miedo querían poner una vela a Dios y otra al diablo.

El esfuerzo de la propaganda falangista fue eficaz para mantener bajo su amparo a la doctrina nacionalsindicalista, pero resultó ser insuficiente a la hora de captar nuevas adhesiones entre las masas españolas. A pesar de los proyectos proselitistas de FE de las JONS y más que los ledesmistas, habían tenido un mayor éxito otras organizaciones de la derecha radical.

Entre ellas, había provocado un auténtico entusiasmo la constitución, durante el mes de febrero, del Bloque Nacional que había obtenido la adhesión oficial de Calvo Sotelo; o también, por el mismo periodo, el aumento de la afiliación juvenil al amparo de las Juventudes de Acción Popular (JAP). Como hemos visto con anterioridad, la respuesta de Primo de Rivera – que desestimaba todo tipo de colaboración con Calvo Sotelo – fue la solución italiana, que a partir de junio le correspondió con una retribución de cincuenta mil liras mensuales. A raíz de los acuerdos y aparentemente resuelta la espinosa cuestión económica, Primo de Rivera dio un cambio en la orientación ideológica de su partido, decretando cual iba a ser su nueva estrategia durante los siguientes meses;

El método falangista acabó por radicalizarse, aislándose del conjunto derechista y «asumiendo progresivamente en sus discursos e intervenciones públicas un tono cada vez más social y sindicalista»

Con todo esto, Primo de Rivera no quería decir que su agrupación se abriera definitivamente al fascismo, sino más bien lo contrario. El madrileño había asistido (aunque durante poco tiempo) a la segunda y última Conferencia de Montreux (Suiza) durante el mes de abril; una cita que pretendía reunir a los principales representantes de partidos y movimientos filo-fascistas europeos con el fin de crear una red próxima al “Fascismo internacional”. Al participar a ella, el español expresó una evidente simpatía por la causa aunque señaló que su movimiento mantenía una independencia ideológica vinculada a una actitud “estrictamente nacional”. 

La labor del falangismo y su búsqueda de un espacio político vital, culminó con la organización de un gran mitin previsto en la capital el día 19 de mayo en el cine Madrid. Allí se reunieron los principales dirigentes del partido, entre los cuales hablaron Fernández Cuesta Redondo, Ruiz de Alda y Primo de Rivera. El vallisoletano pronunció un breve discurso que se desarrolló alrededor de la cuestión agraria, el tema más apreciado por el mismo Redondo. Tal y cómo apareció el día siguiente en La Época,

«Don Onésimo Redondo […] se extendió sobre el problema del campo en España analizando la reforma agraria, que no ha favorecido a nadie y que no ha conseguido en ningún momento librar al campesino de la miseria en que se halla sumido». 

Julio Ruíz de Alda
Tras él, habló Ruiz de Alda que se centró en la exaltación patriótica y por último fue el turno de José Antonio. El jefe nacional habló de la crisis del capitalismo como sistema inviable para la sociedad, precisando que la necesidad de la revolución – ni comunista, ni marxista, ni tampoco anárquica – empezaba por  

«la construcción de un orden nuevo la tenemos que empezar por el hombre, por el individuo, como occidentales, como españoles y como cristianos; tenemos que empezar por el hombre y pasar por sus unidades orgánicas, y así subiremos del hombre a la familia, y de la familia al Municipio y, por otra parte, al Sindicato, y culminaremos en el Estado, que será la armonía de todo».

La que Primo de Rivera llamó “las promesas incumplidas del 14 de abril” (reforma social, agraria, financiera, etc.), se convirtieron en los pilares de la revolución falangista que, frente a posibles incomprensiones, se ratificó como algo independiente:

«ni estamos en el grupo de reacción monárquica, ni estamos en el grupo de reacción populista. Nosotros, frente a la defraudación del 14 de abril […] no podemos estar en ningún grupo que tenga, más o menos oculto, un propósito reaccionario, un propósito contrarrevolucionario, porque nosotros precisamente alegamos contra el 14 de abril, no el que fuese violento, no el que fuese incómodo, sino el que fuese estéril, el que frustrase una vez más la revolución pendiente española». Y para certificar la vocación revolucionaria del partido, acabaría manifestando: «asediados, deformados por todas partes, nuestra misión es difícil hasta el milagro; pero nosotros creemos en el milagro; nosotros estamos asistiendo a este milagro de España ¿Cuántos éramos en 1933? Un puñado, y hoy somos muchedumbres en todas partes».

En efecto, las palabras de José Antonio coincidían con la situación en la que se encontraba la agrupación; el amplio despliegue de la propaganda había producido un lento incremento de la militancia, debido en parte – afirma Joan Mª Thomàs – al atractivo provocado por la acción directa de los sectores, sobre todo juveniles, del partido.

El compromiso definitivo de Redondo con el proyecto joseantoniano, se produjo durante la primavera de 1935. Al presentarse en Madrid, el 19 de mayo, el jefe vallisoletano certificaba su fidelidad a la directiva falangista, aunque su postura hubiese quedado clara ya a comienzos de febrero. En su órgano de prensa, que durante un tiempo fue el único publicado por FE de las JONS, frente a las acusaciones de desviación había escrito:

«Si LIBERTAD en sus campañas de cuatro años ha seguido un camino idéntico al del movimiento nacional-sindicalista, es porque la comunidad de doctrina es hasta ahora total entre nuestro semanario y aquél movimiento. […] LIBERTAD que es un periódico caracterizado mejor que de otra forma por sus inamovibles consignas de guerra contra el marxismo, la masonería y el separatismo, encuentra plasmado en las JON.-S y seguirá sirviendo como hasta ahora las actividades de este movimiento de la juventud nacional».

Pero a pesar de sus declaraciones, Onésimo en realidad no había roto del todo con los ledesmistas; era evidente que en lo político la separación era ya inconciliable, pero en lo personal persistía un tímido contacto que Bedoya recordó muy bien en sus memorias. Una situación que durante un tiempo le permitió mantener el trato también con el mismo Ledesma, aunque éste le seguía sin entender su fidelidad a José Antonio.

 Con sorpresa, tras garantizar por un tiempo las nuevas financiaciones italianas, el jefe nacional pidió que la propaganda falangista, por necesidad de ser canalizada y mejor organizada, fuera trasladada a Madrid. Esto significó el definitivo cierre de Libertad y el
comienzo de la época de Arriba, el nuevo periódico falangista que tomaría el relevo bajo el control de Primo de Rivera. Es todavía probable que la causa del cierre del histórico semanario vallisoletano fuera alimentada también por su complicada situación financiera.

En un papel encontrado en el archivo familiar, se ha podido constatar que la situación de Libertad era desde hace tiempo deficitaria con su editor, Afrodisio Aguado, por lo que es probable que se estimara la imposibilidad de continuar con su publicación; una vez más, la falta de recursos lo hacía todo inviable. Este papel, fechado en junio de 1935, hacía un resumen de las sumas de dinero que la redacción de Libertad debía a Juan Afrodisio Aguado, gerente de la editorial. Habiendo un saldo negativo de casi 500 pesetas, los vallisoletanos tuvieron que reflexionar acerca del futuro de su semanario; curiosamente al final de la carta se comentaba que había discrepancia entre las sumas ofrecidas por Juan Afrodisio y los registros económicos de la redacción.

En el último número, el 136 (publicado el 20 de mayo), el semanario se despedía de sus lectores con artículos escritos por toda la redacción. Por un lado Onésimo no quiso significar su implicación política al afirmar que:  

«ha llegado el instante de decir adiós a nuestros lectores, aunque no a nuestros enemigos. El periódico de combate LIBERTAD, pasa en esta hora a la reserva, porque su misión está cumplida y otros campamentos más nutridos y capaces ocupan con éxito las mismas posiciones que adoptamos al nacer»; mientras por el otro, sencillamente recordó, sin polémicas ni rencores, sus cuatro años al frente del nacionalsindicalismo vallisoletano: «fuimos los primeros en que designamos con orden firme y con palabras propias la calidad y el número de los componentes de la antiespaña. Y seremos […] los que acompañaremos en la primera línea de las falanges juveniles que clavarán en la Vela de nuestra Granada final a los tres nombres que oponemos a los tres enemigos: UNIDAD, GRANDEZA Y LIBERTAD de España. […]

Con nuestras solas fuerzas y con la sola protección del cielo y un puñado de jóvenes
hemos atravesado sin decaer una época difícil. Que hayamos acertado a servir a España
y que la Justicia y la Verdad sean nuestros deudores por la campaña terminada».
Con estas palabras, que en parte cumplían con la voluntad de pacificar los ánimos frente
a los nuevos desafíos, el semanario vallisoletano desaparecía definitivamente de los escenarios mediáticos. Había llegado el momento de arrimar los hombros, «con el
objetivo de centrar las fuerzas nacionalsindicalistas en potenciar Arriba como portavoz
único de Falange Española de las J.O.N.S.».

Como el mismo José Antonio había comunicado, “Libertad” no nació por el gusto de afirmarse, de erigirse en centro vivo justificador de sí propio; nació para ser voz de una empresa abnegada. Cuando esa misma empresa, en una nueva etapa más extensa y más fuerte, exige que vuelva al silencio aquella voz, “Libertad” renuncia a la vida». El grupo de Valladolid se entregaba compacto a las órdenes del jefe nacional, pero su postura se conservaría intacta al lado de su máximo representante y en la despedida, no pudo faltar un
agradecimiento especial por su trabajo:

«sería injusto no mencionar su principal y casi única representación, su Director, Onésimo Redondo Ortega. Joven de inteligencia clara, de tenaz voluntad, todo actividad y energía, fué él el hombre de lucha que dio siempre la nota vibrante de españolismo. […] Alternó con la dirección de LIBERTAD en pronunciar conferencias, organizar mítines, consiguiendo que tras él marchara una legión de jóvenes, dispuestos en todo momento a ofrendar sus vidas por España».


6.1.2. De revolucionarios a subversivos.


Tras el cierre de Libertad, la actividad propagandística de los falangistas se concentró
alrededor de su órgano de prensa, Arriba, que sustituía al suspendido Fe. Para no
incurrir en una nueva persecución gubernamental José Antonio había pedido a un buen
amigo, José Gómez Fernández, figurar como peticionario del mismo, obteniéndose para
ello el permiso a comienzos de marzo de 1935 y empezándose las publicaciones el
día 21. Arriba iba a regularizar el gran esfuerzo propagandístico de los meses
primaverales, desarrollándose alrededor de la táctica electiva que Primo de Rivera había impuesto al partido.

Las tres disposiciones del jefe nacional correspondían a:

1º táctica electiva: lucha preparatoria para las siguientes elecciones municipales,

 2º independencia del partido respecto a derechas o izquierdas,

3º máxima implicación de los afiliados para los actos de propaganda y absoluto respeto a las decisiones de la Jefatura nacional.
Cfr., «Falange Española de las JONS y las elecciones», Arriba, nº 1, 21 de marzo de 1935.

El líder nacional interpuso la solución revolucionaria como instrumento único de lucha: «nos guste o no, la época es revolucionaria. La situación de España, agudamente revolucionaria. […] cada día se perfilan mejor las dos únicas soluciones, y soluciones revolucionarias: la dictadura del proletariado o el Estado Nacional, que ejecute la justicia social y dé una tarea colectiva al pueblo. No hay otra salida, guste o no. Los parches, los remiendos, las monsergas contrarrevolucionarias no conducen sino a confesar la revolución antinacional».


La disciplina impuesta pareció dar ciertos resultados a la hora de compactar el núcleo político falangista, sin todavía disipar del todo ciertos rencores todavía existentes en el seno del partido. Según Stanley Payne, entre los meses de mayo y junio se produjeron algunos reproches hacia el caudillo vallisoletano, incitados por algunos afiliados madrileños. Frente a tales episodios, la intervención de José Antonio sirvió para pacificar los ánimos; estaba claro que el madrileño

«no quería perder a Redondo, indiscutiblemente el líder más capaz del partido después del propio José Antonio, y éste le autorizó, de acuerdo con el Führerprinzip falangista, para que procediera como creyera conveniente».

Un hecho, este último, que podría representar el definitivo punto de inflexión en la relación política entre Primo de Rivera y Redondo, ya que a partir de este momento, el vallisoletano demostrará ser un eficiente y devoto colaborador. Como afirma Preston, al tener más tiempo libre tras la desaparición de Libertad, Onésimo no sólo retomó con más frecuencia su cargo de secretario del Sindicato Remolachero, sino que, a mediados de mayo, asistió al nacimiento de su tercer hijo (cuarto si contamos el primero fallecido al nacer en noviembre de 1931), que tomó el nombre del padre; éste, sin embargo, moriría poco después de la guerra civil.

Mientras Onésimo disfrutaba de unos felices días familiares, José Antonio organizó un
acto falangista, que abría una nueva etapa en el seno del partido. Al respecto, se convocó una reunión secreta celebrada entre los días 15 y 16 de junio en la sierra abulense, en los alrededores de la localidad del Parador de Gredos.

Esta asamblea reunió a los únicos que habían sido informados de su desarrollo, o sea los miembros de la Junta política ( Asistieron: el presidente Julio Ruiz de Alda; los jefes locales José Luna Meléndez, Sancho Dávila, Manuel Hedilla, Robert Bassas Figa, Jesús Suevos y Leopoldo Panizo; los vocales Rafael Sánchez Mazas, Raimundo Fernández Cuesta, Onésimo Redondo, José María Alfaro Polanco, Alejandro Salazar y Manuel Mateo. Según lo que recordaba Francisco Bravo, participaron también: José Manuel Aizpurúa, Mariano Aguilar, José Sainz Nothnagel, el conde de Montarco, Manuel Gil Ramírez y Enrique Sáenz, además del mismo Bravo.
Cfr., BRAVO MARTÍNEZ, Francisco, José Antonio. El hombre, el jefe, el camarada,)

Bajo la absoluta autoridad del jefe nacional. José Antonio llegaba a Gredos tras un largo debate que le había hecho protagonista tanto en las sesiones parlamentarias como en los periódicos, recibiendo no pocas acusaciones de parte de los ambiente más tradicionalistas.


Es cierto que a estas alturas, Primo de Rivera había literalmente dado la espalda a los partidos monárquicos. En su cambio de postura y su crítica a la monarquía, hecho que caracterizó muchos de sus discursos desde el del cine Madrid, José Antonio se ganó la enemistad de buena parte de aquellos que le habían apoyado en su entrada en la política. Al respecto, sus palabras un uno de los últimos plenos en el Congreso en mayo, produjo la respuesta de mucho de aquellos que habían creído en él, como es el caso del periodista y director de “ABC”, Federico Santander. Éste dedicó una entera portada de su periódico,
en la que comentó que  

«el marqués de Estella extiende a la Monarquía su certificado de defunción y canta su responso, diciendo que murió después de haber cumplido gloriosamente su misión en la Historia. Esta rotunda afirmación, que no pasaría de ser un tópico vulgar hecho por un republicano más o menos “auténtico”, en un mitin de Cuatro Caminos, sorprende por lo atrevida, y desentona por lo incongruente, de labios de un grande de España, unidas en el culto a la disciplina y la autoridad en el amor a la traición». Cfr., «La Monarquía y el Fascismo», ABC (Madrid), 29 mayo 1935, p. 3.

Con la intención de reaccionar ante esta situación, el jefe nacional decidió presentar a los altos cargos de Falange un plan que tal vez permitiría acabar con el fracaso gubernamental de las derechas españolas. José Antonio percibía que la total desorganización de estas últimas sería la causa de su inevitable derrota en las próximas elecciones, dejando la puerta abierta a unas izquierdas mejor estructuradas y con una clara ventaja propagandística. Había que adelantarse a todos, incluso a una posible reorganización de los conservadores – muchos de ellos en proceso de adhesión al Bloque de Calvo Sotelo – para hacerse con un espacio político suficiente donde imponer la doctrina nacionalsindicalista. Para ello, según el jefe nacional, había que estar dispuestos a todo, incluso – si la situación lo necesitara – desarrollar una actitud pro-golpista determinada en acabar con el actual régimen.

Es probable que en la reunión, José Antonio no ocultase algún contacto mantenido con militares (y concretamente con un general), exponiendo la «posibilidad de iniciar la insurrección una vez que llegaran a sus manos varios miles de fusiles que le había ofrecido un general, cuyo nombre, al parecer, no citó»;
cfr., RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis, Historia de Falange Española de las JONS,

No era casual que en Gredos, además de la reunión conspirativa que protagonizó José Antonio, se hiciera un adiestramiento para el uso de armas de fuego, como lo demuestran algunas fotos de la época. Según Francisco Bravo, fue el mismo jefe nacional quién dijo que «nuestro deber es ir, por consiguiente, y con todas las consecuencias, a la guerra civil»;
mientras que en opinión de Fernández Cuesta, hasta se estructuró un preciso plan de
actuación.

«Al día siguiente, a la sombra de unos árboles y en un lugar situado en las proximidades del parador, sentados en el suelo formando un círculo, comenzó la deliberación. Se sopesaron los pros y los contras, los medios de que disponíamos, tanto de hombres como de armamento, contactos militares y con posibles fuerzas afines. Y se tomó después la decisión de llevar a cabo un acto de fuerza contra el Gobierno por la parte de Extremadura, próxima a Portugal, concretamente en Cáceres, donde el capitán Luna, jefe de la Falange, tenía gran predicamento por su vida ejemplar y por su mística falangista, dándose un voto de confianza a José Antonio para que llevara la suprema dirección».
Cfr., FERNÁNDEZ-CUESTA, Raimundo, Testimonios, recuerdos y reflexiones, Madrid, Dyrsa, 1985

Al finalizar la reunión toda la cúpula de Falange se puso a trabajar de inmediato para hacer del partido un fuerte instrumento de lucha, mientras Primo de Rivera desarrollaba las relaciones con los ambientes insurreccionales y seguía recibiendo financiación italiana. En agosto de 1935 José Antonio, quizá como contrapartida al dinero enviado por el Gobierno italiano, envió un informe titulado “La situación política actual” a Roma, relatando la situación gubernamental
española. En él habló de la posibilidad de organizar una “marcha sobre Madrid” (siguiendo el ejemplo de la “marcha sobre Roma”), pero sólo en el caso de producirse una situación de crisis gubernamental e institucional límite; parte del texto es reproducido por RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis, Historia de Falange Española de las JONS, ob. cit, p. 200.

En sus escritos Ciano confesó haber seguido con interés el desarrollo del fascismo en España, aunque consideró que la aportación de los italianos sólo debía ser, en aquel momento, económica. Será sólo a partir del comienzo de las hostilidades, en julio de 1936, cuando Mussolini decidió por la intervención, haciendo del problema español también un “problema italiano”; en 1937, tras el envío de los Legionarios fascistas en ayuda al bando nacional, comentaría: «a partir del 3 de agosto de 1936, nosotros vimos el problema en su integridad e hicimos presente la necesidad de asumir compromisos categóricos, incluso en lo concerniente a la prohibición de subscripciones públicas y al envío de voluntarios a las partes combatientes». 
Cfr., CIANO, Galeazzo, La política extranjera de Italia, Roma, Editoriale degli Agricoltori, 1937, p. 10.

Según Goyanes, José Antonio no fue el único en mantener contactos con los ambientes golpistas; también en Valladolid, el que había sido nombrado jefe de Primera Línea, Mariano Graciet, aseguró haber tenido relaciones con un grupo de «jefes y oficiales incondicionalmente afectos a nuestro movimiento» pero por lo visto, la cosa no fue más allá.

Según el testimonio de Manuel Hedilla, hubo cambios jerárquicos en Valladolid, durante el verano de 1935. Redondo fue nombrado jefe territorial, por lo que designó a Teodoro Jiménez Cendón como jefe provincial y Gerardo Perdiguero como jefe local. Mariano Graciet obtuvo el mando de la Primera Línea que después, en noviembre, pasaría a Anselmo de la Iglesia.

Obtenido el cargo de jefe territorial y sin poder contar con un órgano de prensa, el dinamismo de Onésimo – por lo menos en el partido – se redujo visiblemente. Durante el verano de 1935 sus principales actividades fueron las tareas laborales: por un lado su despacho de abogado y por el otro el del Sindicato Remolachero. Entre julio y agosto pasó unas vacaciones, con toda probabilidad, en su pueblo natal, Quintanilla de Abajo. Veraneó allí con toda la familia y hay que imaginarse que fue una de las raras ocasiones que tuvo para desconectar de su quehacer urbano.

Con la llegada del otoño, la actividad política se reanudó. La cita más importante de este periodo iba a ser el II Consejo Nacional de FE de las JONS que fue convocado con una circular emitida el 18 de octubre y previsto para el mes de noviembre. Esta importante reunión, la primera del nuevo curso 1935-1936, tenía el objetivo de establecer cuáles iban a ser las directrices de Falange durante los siguientes meses así como se manifestaba en la convocatoria:

«2º. Con arreglo a lo dispuesto en el artículo 37 de los estatutos de la Organización, compondrán el Consejo Nacional los camaradas siguientes: Secretario general – Raimundo Fernández Cuesta. Jefes de servicios: Manuel Valdés, Manuel Mateo, Emilio Alvargonzález, José Manuel Aizpurúa, Augusto Barrado, Gregorio Sánchez Puerta y Alejandro Salazar.

Elegidos por las J.O.N.S.: Daniel Buhigas, Leopoldo Panizo, Onésimo Redondo, Julio Ruiz de Alda, Jesús Muro, Roberto Bassas, Salvador Blasco, José Andino, José Sainz, Martín Ruiz Arenado y Domingo Lozano. Designados por la Jefatura Nacional: Rafael Sánchez Mazas, Sancho Dávila, Vicente Navarro, José Moreno, Celso García Tuñón, Jesús Suevos, Luys Santa Marina, Francisco Rodríguez Acosta, Francisco Bravo, Manuel Illera, José María Alfaro, José Miguel Guitarte, Eduardo Ezquer, Vicente Gaceo, Luis de Aguilar, Alejandro Allánegui, Andrés de la Cuerda, Fernando Meleiro, Narciso Martínez Cabezas, Agustín Aznar, Manuel Hedilla, Ricardo Nieto, Federico Servet, Juan Francisco Yela, Enrique Esteve, Miguel Merino, Rogelio Vignote, José Maciá y Luis Batllés.

3º. El Consejo deliberará acerca de los siguientes temas:

A) Posibilidades de creación de un Frente Nacional Español y actitud de la
Falange ante tal supuesto.

B) Métodos tácticos que debe seguir la Falange ¿Participación en la mecánica
política constitucional? ¿Actividad circunscrita a la agitación, crítica y
propaganda?

C) Actitud ante los nacionalismos particularistas españoles.

D) Elaboración de un índice de los problemas económicos más apremiantes.

E) Problema del paro.

F) Orientaciones de la política agraria».

Tal y cómo había comunicado la jefatura, la apertura del Consejo se inició el viernes 15
de noviembre a las diez y media de la mañana. Un incansable Primo de Rivera llegaba a
la reunión tras un verano dedicado a la propaganda, en el que había fijado algunas bases
del concepto revolucionario falangista, frente a una posible y según él próxima implantación de un régimen comunista en España.

Un ejemplo de ello fue un discurso que pronunció en Málaga, que pedía el despertar del país frente al avance de las Izquierdas:  


«Las izquierdas han venido proclamando a los cuatro vientos la necesidad de llegar a una verdadera justicia social, fuera como fuera, mas al mismo tiempo se esforzaban en arrancar del alma del obrero todo impulso espiritual, todo estímulo religioso. […] las cosas no van bien, porque tenemos a la vista una revolución más fuerte y mejor organizada que la de octubre, y porque no queremos que nuestros hijos sientan oprobio al saber que hay hombres que trabajan de sol a sol por un plato de gazpacho y que muchos españoles viven como cerdos».
Cfr., «Discurso pronunciado en el Teatro Cervantes, de Málaga, el día 21 de julio de 1935»,

Bajo esta perspectiva se abría una asamblea que tenía claramente  

«la vista puesta en las elecciones al parlamento que estaban próximas a celebrarse. Por esta razón entre los temas a tratar […] figuraba el de “Posibilidades de creación de un Frente Nacional Español”».

Muchos historiadores coinciden en afirmar que aunque el partido tomase seriamente en consideración la vía electoral, en la cabeza de José Antonio permanecía viva la idea de un levantamiento armado al lado del ejército. Por esta razón – ocultándolo a toda la cúpula del partido – había enviado a Toledo una delegación falangista (compuesta por Fernández Cuesta y José María Alfaro) para que ésta se entrevistase y tomase contacto con el Director de la Escuela militar, José Moscardó. En un principio el coronel resultó ser un entusiasta de los planes golpistas aunque, tras consultar con un superior, tuvo que desistir de participar en ellos.

«Expusimos a Moscardó el objeto de nuestra visita, con una mezcla de audacia y temor, pues esperábamos lo rechazara o nos detuviera por conspiradores. Pero […] nos dijo que el plan le parecía magnífico, pero que no podía aceptar sin consultar previamente con una alta personalidad militar»

Volviendo a la reunión de noviembre, tras nombrarse los consejeros nacionales entre los cuales fue incluido Redondo, el encuentro desarrolló sus puntos programáticos para después clausurarse en un acto en el cine Madrid. Allí las intervenciones de Roberto Bassas, Fernández Cuesta y Primo de Rivera fueron de evidente crítica hacia el intento de unificación de las izquierdas bajo un único frente político, así como la denuncia de un cada vez más inminente peligro comunista:

«me atrevo a formular un vaticinio: la próxima lucha que acaso sea electoral, no se planteará alrededor de derecha e izquierda, sino entre el frente asiático, traducido al español y el frente ‘nacional’ de la generación nuestra, en línea de combate».

De inmediato la Falange intensificó la labor de propaganda que había desplegado durante todo el año, ejerciendo la misma tarea en cada provincia donde hubiese representación falangista.

En Valladolid, Onésimo se apresuró a contribuir tal y cómo había hecho hasta entonces: organizando y coordinando todos los eventos propagandísticos que se realizaron en los pueblos de la provincia.

Para facilitar su trabajo, el jefe vallisoletano no solo recurrió a su amplia red de contactos (incluyéndose a los remolacheros), sino que elaboró un plan que le permitiera recorrer el mayor número de pueblos posibles, gracias también a la colaboración de sus incondicionales quienes se sumaron a la causa; así se comunicaba a los simpatizantes falangistas de cada pueblo la próxima visita de la delegación local:

«Muy estimado amigo: 
El … … … de los corrientes, visitarán ese pueblo dos camaradas nuestros. Van a hablar particularmente a los jóvenes que puedas reunir para extender nuestro Movimiento en esa villa. Falange Española de las JON-S es hoy el único partido de aptitudes salvadoras
para un porvenir inmediato. Hay que desalojar el agrarismo caduco e hipócrita que tantas lágrimas de miseria hace llorar a nuestros labradores. Hay que dar la batalla definitiva al
marxismo, la masonería, y el separatismo que siguen amenazando a la Patria y hay que hacer la revolución nacional por una España campesina y militar unida. Arriba los ánimos de la juventud sana y decidida. Nos basta con una docena de jóvenes en cada pueblo y eso intentamos».

El mes de diciembre fue clave para el futuro electoral del falangismo. Si por un lado el “Frente Nacional” no logró hacerse un hueco entre la derecha española enjaguando así los planes de José Antonio, por otro lado se produjo un tímido contacto con Gil Robles.

Por entonces el salamantino pareció tomar en consideración a los falangistas, pero su propuesta – en parte condicionada por la impasibilidad de Calvo Sotelo ( Los planes de Gil Robles para crear un manifiesto común chocaron con las iniciativas de los distintos dirigentes del conjunto derechista, siendo especialmente complicadas con Sotelo. No obstante,  fue bruscamente interrumpida por el mismo José Antonio.

«los días 16 y 17 de enero, Gil Robles inició los contactos bilaterales con los principales jefes derechistas. El cedista puso ante sus compañeros el ejemplo de la unidad de la izquierda y solicitó un acuerdo para redactar un manifiesto conjunto, de carácter exclusivamente electoral, que concretarse la oferta del frente antirrevolucionario. […] Decidido a salir del impasse, Gil Robles reanudó sus gestiones el 20 de enero. Se entrevistó primero con el radical Santiago Alba y con Miguel Maura, a los que prometió acatamiento a la República. Luego acudió a la cita con Calvo Sotelo, Goicoechea y los marqueses de Luca de Tena y Vega de Anzo. Como portavoz de los alfonsinos, el primero volvió a condicionar su concurrencia al frente a la aceptación de un programa de cuatro puntos […] – pero – Como Gil Robles se negó a aceptar semejante imposición, quedó patente para los monárquicos lo imposible de una coalición cedo-bloquista».
Cfr., GIL PECHARROMÁN, Julio, «El alfonsismo radical en las elecciones de febrero de 193)

Entre el 14 y el 27 de enero de 1936 se intentó el enésimo acercamiento entre los dirigentes del Bloque y FE de las JONS que, como era de esperar, no llevó a ninguna conclusión satisfactoria. Al aproximarse las elecciones la Junta Política no podía hacer otra cosa que informar a los militantes que FE de las JONS afrontaría las elecciones de forma independiente. Una vez más, «no [se] ha concertado pacto electoral de ninguna clase en ninguna provincia de España».

José Antonio había confirmado la candidatura aislada de FE de las JONS en un mitin pocos días antes de las elecciones, haciendo además un minucioso análisis de la actividad política de los partidos de Izquierdas y los de Derechas, en lo que no faltaron reproches de todo tipo. Frente a la inactividad de los dos bienios de la República, José Antonio hacia de Falange el único conjunto político capacitado “no de salvar a España”, sino de “hacer otra España”:

«vosotros, electores de Madrid y de España, ¿vais a tolerar la broma de que cada dos años tengamos que acudir con una papeletita a salvar a España y a la civilización cristiana y occidental? ¿Es que España y la civilización occidental son cosas tan frágiles que necesiten cada dos años el parche sucio de la papeleta del sufragio? Es ya mucha broma ésta. Para salvar la continuidad de esta España melancólica, alicorta, triste, que cada dos años necesita un remedio de urgencia, que no cuenten con nosotros. Por eso estamos solos, porque vemos que hay que hacer otra España, una España que se escape de la tenaza entre el rencor y el miedo por la única escapada alta y decente, por arriba, y de ahí por dónde nuestro grito de "¡Arriba España!" resulta ahora más profético que nunca. Por arriba queremos que se escape una España que dé enteras, otra vez, a su pueblo las tres cosas que pregonamos en nuestro grito: la Patria, el pan y la justicia».
Cfr., «Discurso pronunciado en el cine Europa, de Madrid, el día 2 de febrero de 1936», Arriba, nº 31, 6 febrero 1936.

Tras este comunicado, resultó claro que Falange no sólo tenía muy pocas amistades en su entorno político, sino que además no tenía otra opción que presentar sus candidaturas de forma aislada. Además de su precaria situación en cuanto a las elecciones, el grupo de Valladolid fue continuamente castigado por la autoridad gubernamental local, como podría ser el caso de comienzos de diciembre de 1935 cuando, al practicarse un registro en la sede del grupo, se habían encontrado  «14 porras de alambre y plomo, un vergajo, un trozo de alambre trenzado, medio molde de escayola para fabricar llaves inglesas, una hacha y una piedra»; la multa ascendió a 200 pesetas. Cfr., Gobierno Civil Valladolid – registro y cierre de la sede de FE de las JONS (5-12-1935)


6.1.3. El difícil 1936.


Como era previsible, Redondo no vaciló en presentar su candidatura por Valladolid poniéndose de inmediato manos a la obra. Para comienzos de enero, concretamente el día 12, organizó un mitin en el Teatro Calderón, dando máxima publicidad al evento y contando con la presencia del jefe nacional, de Ruiz de Alda y también de la representante de la Sección Femenina de Valladolid, Rosario Pereda. El discurso de Onésimo – por lo menos respecto a lo publicado en la prensa local – pareció ser más radical de lo normal; no se limitó a señalar los problemas agrarios o a enunciar los puntos fundamentales de la doctrina nacionalsindicalista como solía hacer, sino que intervino con la precisa intención de infundir un estado de alarma ante las próximas elecciones, convencido de su poca utilidad frente a las reales necesidades del país.

«sólo en una cosa están de acuerdo todos los españoles: en que esto no puede seguir así. Se nos hace poner esperanza en las elecciones, pero en ellas nadie cree, ya que el estilo político que impera es inoperante. Los políticos lo saben, pero cada uno vincula la solución en la victoria de su partido. Estamos – prosigue – en una verdadera guerra civil entre hermanos, y hasta qué punto llega el odio lo dicen los mismos periódicos. Media España maquina el exterminio de la otra media»
  cfr.,  «Hay que rehacer Castilla – Por una España mejor. Mitin de F.E. de las J.O.N.-S. en Valladolid», Diario Regional, 14 enero1936.

Pocos días después Manuel Hedilla, jefe de la zona de Santander, organizó otro mitin en el Teatro Pereda (previsto para el día 27 de enero) donde intervinieron el mismo Primo de Rivera, Ruíz de Alda, Rosario Pereda y Roberto Reyes entre otros. Onésimo fue invitado a participar, tal y cómo lo demuestra la carta que Hedilla escribió personalmente a Redondo ( En un carta fechada el 21 de enero escribía Hedilla a Redondo:  «Estimado camarada: Acabo de tener una conferencia telefónica con Madrid, de donde dicen que te desplaces para el lunes tomar parte en un acto que se celebrará en esta en el Teatro Pereda, a las siete y media de la tarde. El tren lo tendrás que tomar esa [Valladolid] a las tres de la madrugada por llegar a esta [Santander] el lunes a las nueve de la mañana. Te saluda cordialmente tu amigo y camarada. EL JEFE PROVINCIAL, Manuel Hedilla»), pero finalmente éste no acudió al acto aunque se desconocen las causas. En efecto entre la prensa que dedicó atención al acto falangista del Teatro Pereda de Santander, el nombre de Redondo, a diferencia de los otros, no apareció entre los relatores; véase por ejemplo: «Mitin de Falange Española - Santander», 
La Vanguardia, 29 de enero de 1936,.

Según se aproximaban las elecciones, el mismo José Antonio entendió que Valladolid iba a ser una de las localidades donde Falange podía tener alguna posibilidad de victoria. Por ello movilizó de inmediato al mismo Onésimo buscando de interceder a través de sus contactos, en la lógica alianza con el grupo local de AP; un núcleo político vinculado a la CEDA, en el que sin embargo Redondo contaba con la simpatía de viejos conocidos. El día 20 de enero, dirigiéndose directamente a su presidente y recordándole un viejo propósito, escribía Redondo:

«En consonancia con la norma electoral adoptada por nuestro Movimiento, las JON-S de Valladolid desea luchar unida con los partidos no marxistas. Es la nuestra una de las provincias en que tenemos sobrado derecho a conseguir un puesto en la candidatura de mayorías, ya que la injusta ley electoral vigente impide a cada grupo o persona mostrar aisladamente su capacidad. […] Para mí personalmente es enojoso entregarme a las tareas electorales, que de corazón aborrezco. Pero cumplo con un deber de sujeción y de fe política al atender las órdenes de Falange Española, derivadas de una conversación entre Gil Robles y Primo de Rivera. Ofrezco por consiguiente a Vds., y a las demás fuerzas nacionales llamadas a unirse en la provincia, cuánto vale la organización a que pertenezco, los elementos militantes de la JON-S y mi conocimiento de la provincia, sus pueblos, sus hombres y problemas.

Es anhelo unánime de la gran masa nacional la unión de cuantos coincidimos en oponer nuestra actividad en la revolución roja y separatista. No cedemos a nadie el primer puesto en esa devoción por la Unidad, y de aquí nuestro cordial ofrecimiento. Las aspiraciones de Falange Española son, por otra parte, demasiado modestas en el terreno parlamentario para que ellas perturben los cálculos de los demás partidos. Solo si nuestro elemental derecho a estar presentes en todos los momentos trascendentales de la vida política fuese negado por la incomprensión de los otros o la demasiada ambición de algún grupo, es cuando cumpliríamos con el sencillo deber de luchar solos en defensa de nuestra existencia política, sin preocuparnos gran cosa del resultado.

Quiero que en la provincia de Valladolid no sea necesario dar espectáculo grato a las izquierdas antinacionales de la desunión, entre fuerzas antimarxistas y cristianas. Ya he tenido ocasión hace dos años de demostrar que en nuestros labios la voluntad de Unión ante el enemigo común es algo más que una palabra. Indudablemente vería con agrado la opinión de la provincia que cualquier fuerza política realizase una renunciación semejante a la que hube de practicar yo la vez pasada [en 1933] en aras de armonía.

Espero su respuesta confiado en la alta capacidad de Acción Popular para comprender el derecho y la lealtad de mi requerimiento. Sea cualquiera el resultado de esta mía gestión, yo seguiré luchando y venciendo – con acta o sin ella – en la difícil tarea de defender a la Agricultura castellana, que es mi más concreta vocación y mi honrosa ocupación cotidiana.
Incluyo algunos enunciados del programa mínimo de nuestro Movimiento ante la próxima prueba electoral, para que Acción Popular juzgue si merecen su asistencia. Afectuosamente le saluda su amigo y servidor Onésimo Redondo
[siguen los puntos mínimos del programa, ndr]».

Pese a insistir en la creación de un compacto Frente Nacional de carácter antimarxista, en Valladolid, tampoco el mensaje enviado a AP produjo los efectos esperados, por lo que no se alcanzó ningún acuerdo concreto. Un último intento fue el de dirigirse hacia otras fuerzas políticas de la derecha local, entre las cuales pareció producirse un acuerdo in extremis; rápidamente Redondo preparó un nuevo borrador que fue enviado poco antes del finalizar la campaña electoral:

«Muy estimado amigo:

Siguiendo órdenes de Falange Española me presento como candidato en la provincia de Valladolid y tengo el gusto de hacerlo saber particularmente a Ud. Soy bastante conocido por mis paisanos para que sea innecesaria mi caracterización por meras palabras. […].

Están Uds. hartos, con razón, de huecas promesas. Cada elección se ensayan
nuevos hombres desconocidos para recibir nuevos chascos, y el campo no termina
de sufrir desilusiones y descalabros.

Ponga la mano en su conciencia y considere sin espíritu de pequeños
compromisos quienes son los candidatos más a propósito para sentir y defender los
intereses de la provincia y los nacionales. Es bien seguro que con ese puro criterio
no dejaré de incluirnos a José Antonio primo de Rivera y a mi humilde persona
entre los de su preferencia.

A mi jefe su apellido y su talento le abonan bastante. En cuanto a mí solo diré
que soy en cuerpo y alma de mis paisanos los hombres del campo castellano y lo
vengo demostrando con obras. 

Bien seguro estoy de no ser desairado por Ud., que sabrá hacer compatible
cualquier inclinación de partido con la voz del deber y de la justicia.
[…] Con el deseo de estrechar su mano y servirle después de haber triunfado,
me ofrezco su buen amigo y servidor».

Una vez más – se desconoce el remitente de la misiva – el vallisoletano fue incapaz de lograr un acuerdo, por lo que su candidatura en coalición tuvo que ser definitivamente descartada. Prueba de ello es el testimonio de Francisco de Cossío, entonces director de El Norte de Castilla:

«Entre mis recuerdos, sí quiero consignar la relación que tuve con José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo. Cuando éstos presentaron su candidatura por Valladolid, no encontraban en la Audiencia nadie que quisiese avalar su candidatura, […]. Cuando el periódico que regentaban los amigos de Gil Robles [Diario Regional] se negó a publicar sus manifiestos y sus notas electorales, no teniendo, como no tenían los falangistas, periódico al que dirigirse a la opinión, yo los acogí espontáneamente en El Norte de Castilla».
 Cfr., DE COSSIO, Francisco, Confesiones. Mi familia, mis amigos y mi época,
Madrid, Espasa-Calpe, 1959,

Su participación – aún así obligada – en las elecciones fue por lo tanto como candidato independiente de Falange al lado, no podía ser diversamente, de José Antonio. Poco antes del comienzo de la primera vuelta electoral (16 de febrero), el núcleo de FE de las JONS de Valladolid editó un folleto que explicaba las razones de la postura del partido frente a la imposibilidad de tomar parte en la coalición nacional:

«No ha habido Frente Nacional contra la revolución antiespañola. A la hora de formarle, una vez más los jefes de los partidos parlamentarios han despistado al país. No ha habido Frente Nacional, sino una pugna sorda por el reparto de puestos con arreglo a las menos ideales conveniencias. Todos los partidos con todos los pecados han tenido sitio en las candidaturas llamadas de unión de derechas: desde Cambó a los signatarios del Pacto de San Sebastián. Sólo no ha habido lugar para las falanges nacionales curtidas en la única lucha digna de tal nombre, la de la calle y la ofensiva, contra los revolucionarios antinacionales. El movimiento de juventud y plenitud española que dirige Primo de Rivera ha encontrado el veto para sus honestas aspiraciones – cinco, seis actas – y no ha conmovido a los caciques provincianos ni a los grandes jefes la autenticidad de nuestra fe española, la multitud de nuestros jóvenes ni la dignidad de nuestros veintiséis muertos por España. No ha sido posible la unión, ante la cicatería disimulada y dura de quienes a todas las horas hablan de sacrificios». 
Cfr., Carta a la provincia de Valladolid (Proclama elecciones 1936),

Pero esto no era todo. Por aquel periodo parece que Onésimo pasara también por algunos apuros privados, así como se percibe desde los testimonios entrevistados por Mínguez Goyanes. Desde el punto de vista laboral, protagonizó un concurrido debate interno en el sindicato que veía inoportuna su candidatura en las elecciones y que casi acabó con su cargo de secretario; mientras que, desde el plano político, tuvo una discusión con su viejo mentor, Ángel Herrera, al no aceptar un cargo que éste le había propuesto para probablemente desvincularse de Falange.

En cuanto a la petición de Herrera Oria, parece ser que éste le propuso la dirección de la SeccióAgraria de El Debate a la que sin embargo Onésimo jamás tomó parte. Y a parte de todo esto, según Mercedes Sanz, Redondo tuvo que encargarse también de algunas gestiones burocráticas para el sindicato en Madrid, hecho que le obligó a efectuar frecuentes desplazamientos a la capital y concretamente al Ministerio de Agricultura.
Cfr., MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista, ob.

"Aunque triunfaran en España todas las candidaturas socialistas, vosotros, padres españoles, a cuyas hijan van a decir que el pudor es un prejuicio burgués; vosotros, militares españoles, a quienes van a decir que la Patria no existe, que vais a ver a vuestros soldados en indisciplina; vosotros, religiosos, católicos españoles que vais a ver convertidas las iglesias en museos de los sin Dios; vosotros, ¿acataréis el resultado electoral?, pues la Falange, tampoco; la Falange no acatará el resultado electoral. Votad sin temor; no os asustéis de esos augurios. Si el resultado de los escrutinios es contrario, peligrosamente contrario a los eternos destinos de España, la Falange relegará con sus fuerzas las actas de escrutinio al último lugar del menosprecio. Si después del escrutinio, triunfantes o vencidos, quieren otra vez los enemigos de España, los representantes de un sentido material que a España contradice, asaltar el poder, entonces otra vez la Falange, sin fanfarronadas, pero sin desmayo, estaría en su puesto como hace dos años, como hace un año, como ayer, como siempre. 

Aquí, diez días artes de las elecciones, Onésimo Redondo movilizó a todos los camaradas para recorrer la provincia y él intervino en treinta y cinco actos para las Falanges del campo. Interesantes y proféticas fueron todas las alocuciones suyas, mas por la actitud de la prensa local que las silenció no podemos guardar más que su recuerdo. Todos los días a eso de las once de la noche regresaba Onésimo a Valladolid y venía satisfecho porque había sentido de cerca el latido generoso de los hombres del campo: 

"Los mejores-nos decía-están situados junto a nuestros campamentos, no debemos descansar hasta que no marchen marcialmente en nuestras filas". Con él se reunían camaradas que compartían el abrumador trabajo de aquellos momentos para trazar juntos el plan del nuevo día, allí Perdiguero, Velloso, Narciso García, Tobalina, Nieto, Carrascal, Anselmo de la Iglesia, Otero, Teodulfo, Román, José María Gutiérrez, Iglesias y otros muchos. Para dar más eficacia a la campaña antielectoral de la Falange, decidió Onésimo Redondo publicar de nuevo "Libertad" 

A la hora de la verdad, el anunciado fracaso electoral (¿?) no tardó en confirmarse. Con el resultado definitivo de las elecciones (26 de febrero) el resultado se convirtió en una categórica derrota para FE de las JONS y tras la segunda vuelta electoral (4 marzo), los
resultados  globales  del  partido  apenas  alcanzaron  el  0,4%  de  los  votos  totales.  José
Antonio  se  había  presentado  en  todas  las  provincias  con  candidatos  falangistas, resultando ser en Cádiz donde obtuvo la mayoría (7.499) de sus apenas 18.844 votos;
Onésimo  Redondo  en  su  feudo  de  Valladolid  –  y  pese  a  que  en  esta  ciudad  habían
ganado las derechas – había recogido tan sólo 5.435 votos (los otros 2.793 de Falange
fueron  por  José  Antonio),  mientras  Fernández  Cuesta  en  Jaén,  unos  6.136  votos.  Los
tres fueron los únicos en obtener resultados mínimamente apreciables, que sin embargo
no fueron suficientes para otorgar al partido ni un escaño en el Parlamento.

(Según las memorias del Presidente de la República Aniceto Alcalá Zamora  parece ser que José Antonio sí salió elegido diputado y, probablemente alguno más. Lo que, de haberse reconocido, le habría salvado la vida...¡tal vez!)


El Golpe del Frente Popular

23 de febrero 

"Hago yo vida muy retraída: no han sido estos días de audiencias; y por lo msmo me inquieta la conciencia, que sería extraña casualidad, de que cuantas poquísimas cartas o personas llegan a mí, traigan noticias de atentados o tumultos en que se eclipsa la autoridad, y ello en muy distintas partes del territorio. En Córdoba un oficial de Correos recién llegado se hizo dueño del ayuntamiento; en la Rambla fue destituido a tiros y puñaladas el ayuntamiento de amigos y paisanos de Lerroux; En Estepona tuvieron que huir, aun los funcionarios extraños a la ciudad y sus luchas, después del incendio de la parroquia; cosa parecida en palma del Río y Herrera del Duque, y más graves en Alcira; en Coruña un grupo desviado de la manifestación, que creyó correcto dirigir y excitar al actual ministro Casares Quiroga, invadió la casa del último exfiscal de la República; en Valencia el rector y casi todos los decanos han sido destituidos tumultuosamente...
Desde el viernes a la caída de la tarde, cuando obtuvo la firma para varios decretos, no tengo noticias de que exista Azaña. En cuanto al ministro de la gobernación... aunque, acata la consigna de ocultarme la verdad, y como se contradijese y vacilara con expresiva turbación al pedirle yo datos por teléfono, he dejado de hacerlo"
Memorias de Niceto Alcalá Zamora; Presidente de la República.

24 de febrero

"Entro en el tercer día de incomunicación con el gobierno, cuyo aislamiento, aunque insólito y desconsiderado, estoy resuelto a respetar hasta los límites de máxima tolerancia".

"Transcurren los días, y se desconocen, con inaudita tardanza  de los escrutinios, los datos electorales precisos. Se ve claro que los desórdenes han servido y aún sirven  para lograr radiantes resurecciones  post-electorales, escaso de mayoría no alcanzada el día 16, y además libertad para prescindir del grupo Martinez Barrio aún regalándole a éste algunos resucitados"

"La CEDA cifraba entre 40 y 50 las actas de que había sido despojada por falsificaciones, anulaciones y escamoteos en las Juntas del censo provinciales"

"Conocedor Becerra como último ministro de Justicia y Trabajo de los datos que debían escrutarse, calculó en 50% menos las actas, cuya adjudicación se ha variado bajo la acción combinada del miedo y la crisis"

Memorias de Niceto Alcalá Zamora; Presidente de la República.

 29 de febrero

"la situación que se atraviesa, mucho más revolucionaria, verdaderamente grave, que la d cambio de régimen de 1931, el Gobierno de ahora, desbordado, en condiciones incomparables con las de aquél."

"Se le escapó una cifra , que por no ser redonda parece más exacta y resulta más expresiva, sobre el número de diputados de izquierda que después de la jornada electoral, tenía por vencedores, y eran 217. Para mi cálculo, y según mis datos, quizá menos, pero aún admitido ese cómputo, surge una nueva corroboración de las innumerables y escandalosas resurrecciones  de candidatos ahogados, que caracteriza a estas elecciones, a lo que tanto contribuyó la veronzosa fuga de los gobernadores, que imtaron y agravaron la escapada, sin precedentes, del anterior Gobierno. Acerca de esa huida de los gobernadores, y de sus consecuencias, aparte las de la alteración electoral, en ls desórdenes públicos, me dijo que él se había mostrado partidario de haber llevado a la cárcel y procesar a muchos de esos fugitivos poncios"

"Todavía en los primeros días de marzo la composición de la Cámara sigue siendo una incógnita. De las 456 actas presentadas, únicamente 187 son sin protestas"
Memorias de Niceto Alcalá Zamora; Presidente de la República.
  
2 de marzo

"Al anochecer llegan mis nuevas noticias del lamentable incidente, tan alarmante y sintomático, a que dió lugar la presencia del grupo de soldados de Ingenieros entre los más exaltados manifestantes (comunistas). Llegaron con éstos hasta la puerta del Sol, y como dos oficiales  del mismo cuerpo pretendieran llevárselos consigo para qe cesara aquel espectáculo, fueron atacados los dos en tal forma que pistola en mano debieron defenderse en retirada, hasta penetrar en el Ministerio de la Gobernación- "
Uno de tantos incidentes. Memorias de Niceto Alcalá Zamora; Presidente de la República.

8 de marzo

Una de las cosas más extrañamente difíciles ha resultado conocer los datos numéricos de votación en las recientes elecciones. A fin de febrero calculaba Martínez Barrio en mi casa que ellos habían obtenido algo menos de un millon de votos de ventaja, y que esa limitada magnitud de la victoria les obligaba a ser prudentes. La cifra exacta no se sabía entonces , y aún ha costado días y esfuerzos saberla, porque las manipulaciones de prestidigitación a partir del lunes 17, preparatorias de tantas resurrecciones y muertes de candidatos, lo imposibilitaban. De los datos más autorizados, los que han podido proporcionarme de la Junta Central del Censo y Congreso, parece que las izquierdas han tenido,según sus promedios de votación, 4.363.903; la derecha unida al centro en las más de las provincias, 4.155.153; y el centro solo, donde luchó como candidatura triangular, 556.008, habiéndose abstenido en toda España un tercio del censo. Otro tercio es por tanto, algo scaso, lo que ha obtenido el llamado Frente Popular, rebasado en más de 250.000 votos por los de las oposiciones; todo ello aún después de esos escamoteos del tan prolongado como escandaloso sobreparto electoral, sin el que la Composición de la Cámara no habría sido mayoría absoluta la actual.
 Memorias de Niceto Alcalá Zamora; Presidente de la República.

"La fuga de  los gobernadores y su reemplazo tumultuario por irresponsables y aún anónimos permitió que la documentación electoral quedase en poder de subalternos, carteros, peones camineros o sencillamente de audaces asaltantes, y con ello todo fue posible. Tal desorden no solo favoreció sino que obedeció a un propósito que debía ir engrosando la inicial mayoría legítima y relativa. Ya las elecciones de la segunda vuelta del 1 de marzo, aunque afectaran a muy pocos puestos, fueron resultado de coacciones y pasó lo que el Gobierno quiso. ¿Cuantas se falsificaron? El cálculo más generalizado de las alteraciones post-electorales las refiere a ochenta actas"
 Memorias de Niceto Alcalá Zamora; Presidente de la República.

"El 16 de febrero amaneció de lluvia. El pánico de las gentes encajaba perfectamente en el gris, triste y pesado, del día. Las calles, hacia la una de la tarde, se vieron desoladas. Un miedo general gravitaba sobre la ciudad, de la que parecían ser únicos dueños los marxistas. Sólo nuestros camaradas dieron la cara promoviendo algunos incidentes, de los cuales salieron lesionados algunos marxistas. 

Las milicias nuestras habían sido ofrecidas a la primera autoridad civil para intervenir a su lado ante cualquier alteración de orden público que los marxistas intentaran. Para cumplir este compromiso dispuso Onésimo que desde las seis de la mañana quedaran concentrados en nuestro domicilio los camaradas de primera línea.  

Por la tarde Onésimo Redondo reunió en su casa a unos cuantos camaradas. La conversación recayó naturalmente, sobre las elecciones y la situación que el resultado de las mismas traería a España. Onésimo afirmaba seguro: 

"Estoy satisfecho porque el haber presentado mi candidatura supone la diferenciación de la Falange ante el pueblo de todos los partidos políticos; mi campaña entre los campesinos ha sido más profunda de lo que muchos creen; no he pedido sus votos sino su coraje y decisión para cuando llegue el momento de levantarnos en armas". 

Los interventores de Falange comienzan a llegar con actas; no traen muchos votos, pero han cumplido un servicio más y ante la rabia de unos y la indiferencia estúpida de otros, han vestido públicamente la camisa azul. Son tantos los camaradas que en estos momentos difíciles quieren mostrar su entusiasmo por la Falange y su fe inquebrantable en Onésimo, que su rasa, abarrotada, no tiene cabida para más. 

Alguien dice que los milicianos continúan firme y en guardia en el domicilio y Onésimo marcha allá. Todas las habitaciones están llenas y Onésimo habla desde el salón de conferencias, lleno de energía y optimismo que contrastaban con el amargo derrotismo derechista: 

"Estas son las excelencias del régimen electoral, pero frente a esta realidad de hoy, pronto, marxismo, masonería y separatismo, serán aplastados para siempre con el rigor de nuestras armas". 

Los seis mil votos obtenidos por Onésimo en aquel ambiente confuso de intereses creados le llenaban de alegría porque significaban que aún quedaban algunos miles de personas con serenidad y sin miedo para luchar frente a los enemigos eternos de España y que unidos a los miles de camisas azules sin voto, jóvenes arriesgados y hechos al combate, la Falange estaba en condiciones en esta provincia de imponerse victoriosa sobre las hordas rojas."

Con  estos  resultados  el  panorama  político  era  de  lo  más desolador. Falange había perdido (o se le había robado) incluso a su único representante en el Gobierno y su debilidad era ahora muy evidente.

Tampoco nadie esperaba (antes del autogolpe republicano) una debacle tan clara de los partidos conservadores; a pesar de la  propaganda  frentepopulista,  centrada  en  la  amnistía  y  la  unión  electoral  en  clave antifascista,

«las  derechas  tenían  la  convicción  de  que  iban  a  ganar  claramente  las elecciones, especialmente la CEDA, que con una inmensa maquinaria propagandística
pensaba incrementar sustancialmente la minoría parlamentaria alcanzada en 1933».
 
Los  grupos  parlamentarios  constituidos,  aseguraron  a  las  Izquierdas  una  mayoría
parlamentaria incluso más fuerte que la de 1931, gracias a la obtención de 263 escaños
frente  a  los  210  de  las  Derechas.  Frente  a  semejante  situación,  «para  la  bases
conservadoras, como para sus dirigentes, los resultados no reflejaban la realidad política de España, y mucho menos los intereses del pueblo español.

Los responsables del bloque derechista eludieron en la mayoría de los casos realizar una autocrítica ante su electorado. Algunos, incluso, cargaban las culpas casi exclusivamente sobre factores que, como el papel desempeñado por los portelistas y progresistas en algunas provincias, eran externos a la coalición».

 Diferente fue sin embargo la reacción de los falangistas. En un comunicado del 21 de febrero José Antonio hacía una lúcida reflexión sobre el papel de su agrupación durante la  época  electoral,  señalando  que  aún  así  Falange  «No  esperaba  obtener  puesto alguno». Y tras indicar la ineptitud de izquierdas y derechas, haciendo hincapié en los dos bienios pasados, imponía las bases de la inmediata estrategia que se planteaba en el seno del partido:

«Todos  los  jefes  territoriales,  provinciales  y  de  las  J.O.N.S.  cuidarán,  ahora  más que nunca, de mantener la línea ideológica y política del Movimiento, en forma de impedir a todo trance su confusión con los grupos de derecha. […] :

1º.- Los jefes cuidarán de que por nadie se adopte actitud alguna de hostilidad hacia   el   nuevo   Gobierno   ni   de   solidaridad   con   las   fuerzas   derechistas derrotadas. Nuestros centros seguirán presentando el aspecto sereno y alegre de los días normales.

2º.-  Nuestros  militantes  desoirán  terminantemente  todo  requerimiento  para tomar  parte  en  conspiraciones,  proyectos  de  golpe  de  Estado,  alianzas  de fuerzas de orden y demás cosas de análoga naturaleza.

3º.- Se evitará todo incidente; para lo cual, nuestros militantes se abstendrán en estos días de toda exhibición innecesaria. Ninguno deberá considerarse obligado a hacer frente a manifestaciones extremistas. Claro está que si alguna de éstas intentara el asalto de nuestros centros o la agresión a nuestros camaradas, unos y otros estarían en la obligación estricta de defenderse con la eficacia y energía que exige el honor de la Falange.

4º.-  A  los  que  soliciten  el  ingreso  en  nuestras  filas  y  se  hallen  en  situación económica  acomodada,  se  les  deberá  exigir  una  cuota  de  incorporación  no inferior a quince pesetas;

5º.- De ninguna manera se conferirán puestos de mando a los afiliados de nuevo ingreso, en tanto no lleven, por lo menos, cuatro meses en la Falange y hayan acreditado  suficientemente completa compenetración con su estilo y doctrina».

Con  esta  circular  el  jefe  nacional  lanzaba  un  desafío  al  mundo  político  español señalando, con voluntad de provocación, la nueva fase de agitación que el falangismo protagonizaría en los siguientes meses. El jefe actuó así indicando que lo más urgente era sacar de inmediato a FE de las JONS de la grave derrota derechista, ensalzando sus cualidades  y  su  autonomía  frente  al  conjunto  conservador;  y  dos  días  después, enunciaría  a  través  del  órgano  Arriba:   

«Nuestra  posición  en  la  lucha  electoral  nos  da motivos  para  felicitarnos  una  y  mil  veces.  Nos  hemos  salvado  a  cuerpo  limpio  del derrumbamiento del barracón derechista. Hemos ido solos a la lucha – y por ello – ya no habrá  más  que  una  solución:  la  nuestra.  Habrá  sonado,  redonda,  gloriosa,  madura,  la hora de la Falange nacionalsindicalista».

Lo que dejaron en evidencia las elecciones de febrero 1936 era que el país se encontraba dividido en dos claros bloques, cada vez más enfrentados y consecuentemente en rápida
fase  de  radicalización.  La  alternativa  falangista  obtuvo  alguna  ventaja  de  esta situación gracias a nuevas adhesiones que, a partir de aquel mes, fueron incorporándose
a sus filas.

Según algunos colaboradores de  Onésimo, también en Valladolid hubo un modesto aumento de los afiliados, que perduró con altibajos también durante la etapa de la clandestinidad.

Entre finales de febrero y comienzos de marzo, «la actividad falangista, con su correlato de enfrentamientos y represalias con las izquierdas, provocaría una acción contundente
del  nuevo  gobierno  contra  la  organización».  El  día  12  de  marzo,  el  catedrático
socialista Luis Jiménez de Asúa fue víctima de un atentado en el pleno centro de Madrid
en el que falleció su escolta Jesús Gisbert. El acto ocasionó una auténtica conmoción
entre  la  opinión  pública  y  muchos  fueron  los  que  indicaron  que  los  responsables
pertenecían  a Falange.

El aumento de los enfrentamientos callejeros y el desafortunado episodio de Jiménez de Asúa, fueron los pretextos que el nuevo Gobierno buscaba para denunciar la actividad de  los  falangistas.  El  14  de  marzo,  poco  antes  de  la  definitiva acusación por el “caso Asúa”, la Dirección General de la Seguridad ordenó la clausura de todos los centros de FE de las JONS, además de ordenar la inmediata detención de la cúpula dirigente.

"Después de las elecciones de febrero se desató el odio marxista. Con motivos nimios organizaban manifestaciones de un tono provocador y violento: Precisamente en una de ellas fué herido (el 21 de febrero) el camarada José Pereda, hermano de la jefe de la sección femenina en aquel entonces. Nuestro camarada después de haber sido herido por la espalda fué víctima de las masas rojas, que le arrastraron por el suelo y de mala manera le llevaron hasta la Comisaría pidiendo su linchamiento. 

Desde esa fecha se impuso el terror marxista, repitiéndose con harta frecuencia los cacheos efectuados por indeseables. La persecución contra Falange fué durísima: El primer registro de nuestro domicilio social, después de las elecciones, se hizo el 22 de febrero; el Gobernador anunció que realizaría algunos más y daría a conocer los resultados. Onésimo Redondo se dispuso a organizar la resistencia violenta que produjera como reacción la revolución nacional-sindicalista: Intensificó las charlas en el domicilio, aseguró la disciplina dura de las milicias y ordenó que se comenzaran las visitas a las familias pudientes para pedir dinero, arma de gran necesidad dado lo que se preparaba Los estudiantes de la J. O. N-S. pertenecientes al S. E. U. organizaron varios actos el día 7 de marzo para honrar a su Patrón, entre ellos un banquete en el Hotel Castilla. 

Acudió a él Onésimo y, a los postres, ante unos doscientos camaradas jóvenes, tensos de entusiasmo, pronunció una arenga de gran visión política, animando al levantamiento nacional. He aquí sus palabras finales, recogidas lo mejor posible en un block por un camarada del Sindicato Español Universitario: 

"Oriente ha presentado su guerra a Occidente; Moscú se esfuerza en adueñarse de nuestra Patria. La juventud debe permanec3r en constante guardia; Falange vigila al enemigo y marcará sin vacilación el momento decisivo. Fijaos bien, camaradas, en la importancia de cuanto digo: Pronto llegará el día (fe la batalla y entonces ni libros, ni novias, ni padres, ni hogar pueden ser lazos que nos aten o nos sujeten; cuando se trate de la recuperación de España sólo la guerra absorberá todos nuestros esfuerzos". 



Terminada aquella reunión, Onésimo marchó a su trabajo, y no había pasado un cuarto de hora cuando la policía se presentó en el hotel ante la denuncia telefónica que había recibido de lo que allí se estaba haciendo. 

La agresión de que fueron víctimas dos camaradas universitarios fué motivo para que en Valladolid el SEU desatara una violentísima protesta que trajo como consecuencia la clausura de todos los centros de Falange de Valladolid y su provincia. El día 14 de marzo la Dirección general de Seguridad ordenó la clausura de todos los centros de Falange de España y la detención de los jefes máximos. Aquel día fueron detenidos en Madrid, Ruíz de Alda, Fernández Cuesta y nuestro jefe nacional José Antonio Primo de Rivera. Este lanzó la siguiente proclama: 

Como anunció la Falange ante las elecciones, la lucha ya no está planteada entre derechas e izquierdas turnantes. Derechas e izquierdas son valores incompletos y estériles: la derecha a fuerza de querer ignorar la apremiante angustia económica planteada por los tiempos, acaba por privar de calor humano a sus invocaciones religiosas y patrióticas; la izquierda, a fuerza de cerrar las almas populares hacia lo espiritual y nacional, acaba por degradar la lucha económica a un encarnizamiento de fieras. 

Hoy están frente a frente dos concepciones TOTALES del mundo: cualquiera que venza interrumpirá definitivamente el turno acostumbrado: o vence la concepción espiritual, occidental, cristiana, española, de la existencia, con cuanto supone de servicio y sacrificio, pero con todo lo que concede de dignidad individual y de decoro patrio, o vence la concepción materialista, rusa, irreligiosa, de la existencia, que sobre someter a lo españoles al yugo feroz de un Ejército rojo y de una implacable policía, disgregará a España en Repúblicas locales---Cataluña, Vasconia, Galicia...--mediatizadas por Rusia. Rusia, al través del partido comunista que rige con sus consignas y con su oro, ha sido la verdadera promotora del Frente Popular español. RUSIA HA GANADO LAS ELECCIONES.

¡La Puerta de Alcalá!...mírala... mírala... mírala.


El Gobierno pequeño burgués no ha hecho más que capitular en el mes escaso que lleva de vida. He aquí un breve saldo de su labor: 
1.° AMNISTIA. Quizá fuera conveniente. Era, desde luego, justa para los dirigidos y alucinados, sobre todo desde que los cabecillas habían logrado la impunidad. Pero el Gobierno no ha podido darla a su tiempo, por sus trámites, sino de cualquier manera, forzando los resortes y, sobre todo, cuando ya las turbas, en muchos sitios, se la habían tomado por su mano.
 2.° EL ESTATUTO. También aprisa y corriendo. Completado el acuerdo de la Comisión Permanente con la sentencia presurosamente dictada por el dócil Tribunal de Garantías. Azaña quiere comprar a precio de la unidad de España la asistencia de los catalanes contra los marxistas. Pero a la hora del triunfo marxista, si llega, se encontrará con que Cataluña, así como Galicia, Vasconia y Valencia--las cuatro regiones, nótese la casualidad, donde el socialismo es menos fuerte---se separarán de la quema nacional para constituirse en estados nacionalistas aparte. Ello será la desaparición de España y la muerte, por aislamiento, de sus tierras interiores. 
3.º AYUNTAMIENTOS Y DIPUTACIONES. No han sido REPUESTOS los del 12 de abril, sino nombrados libremente, en los más de los sitios, los que han querido designar comunistas y socialistas. Es decir, que en el día de hoy una parte grandísima de las autoridades locales, con el poder que ejercen sobre la fuerza pública, se pondrían EN CONTRA DEL ESTADO si los comunistas lo quisieran asaltar. 
4.° DESPIDO DE OBREROS. Miles y miles de obreros, legítimamente colocados según el orden jurídico nacional, han sido puestos en la calle para que les sustituyan los que, con arreglo a las leyes republicanas del primer bienio, perdieron sus puestos en octubre de 1934. A éstos, además, hay que indemnizarles como si hubieran sido víctimas de despido injusto. Quebrarán con ello numerosas empresas y aumentará el paro. 
5.° VEJACIONES. Mientras tanto, el Gobierno, reincidiendo con torpeza increíble en los usos de la anterior etapa de Azaña, gasta a la policía en llevar la zozobra a las casas de los que supone políticamente desafectos: registros, intervención de correspondencia, detenciones arbitrarias, se multiplican. Hay quien lleva más de quince días incomunicado en los sótanos espeluznantes de la Dirección de Seguridad, comparables con las prisiones de la Edad Media... 
6.° DESASTRE ECONOMICO. En vez de buscar, a tono con los tiempos, una dirección estatal, integradora, de la economía, con respecto a la iniciativa individual en la base, se está protegiendo la dirección gran capitalista por arriba, mientras se alienta por abajo la perturbación socializadora y burocrática que los marxistas manejan. Es decir, en vez de sustituir un sistema económico---el capitalista--por otro igualmente completo, se está conservando arriscadamente el capitalismo, pero metiéndole chinas en los engranajes. 
7.° DESORDEN PUBLICO. Pese a la censura, nadie ignora ya lo que ha pasado en Alicante, en Granada, en Toledo, en Cádiz, en Vallecas, en el mismo corazón de Madrid, a un paso del Ministerio de la Gobernación. Muchos cientos de miles de españoles han visto las llamas de los incendios. Cientos de familias llevan luto por los asesinados. Y hasta en uniformes militares perdura la huella de ultrajes públicos. Innumerables pueblos y ciudades de España, incomunicados, han sido presa del pillaje en estos días. ¿Qué harán ante esto los españoles? ¿Esperar cobardemente a que desaparezca España? ¿Confiar en la intervención extranjera? ¡Nada de eso'. Para evitar esta última disolución en la vergüenza tiene montadas todas sus guardias, firme como nunca, FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J. O. N-S."


Al igual que José Antonio, Onésimo fue llevado a comisaría el mismo día 14, siendo puesto en libertad pocas horas después. A los tres días, su detención fue  definitiva,  hallándose  a última  hora  de  la  mañana  en  el  célebre  café  “Cantábrico” próximo a la Plaza Mayor, lugar donde solían reunirse los falangistas vallisoletanos. De allí  fue  trasladado  nuevamente  a  comisaría,  donde  se  procedió  a  registrar  sus  datos personales,  tomar  una  muestra  de  sus  huellas  dactilares  y  proceder  a  su  ingreso  en  la cárcel provincial ejecutado el día 20. El haber estallado un petardo en la Comisaría el día de San José fué el motivo alegado. Pocas horas antes de la detención, había escrito un artículo (enviado después a Diario Regional) en el que informaba a los suyos de no alarmarse por esta disposición gubernamental:

«Falange  Española  ha  facilitado  una  nota,  según  la  cual  la  suspensión  del funcionamiento de dicha entidad es una medida provisional dictada por el Juzgado, y  quedará  sin  efecto  tan  pronto  como  la  Audiencia,  en  el  juicio  oral  que  se celebrará  en  breve.  […]  Recomienda  a  los  afiliados  que  se  mantengan  serenos  y confiados en la Justicia».  


Cuando les llevaban del Gobierno a la Cárcel en un coche, los guardias de Asalto que les custodiaban les propusieron la huída para ganar la frontera. Por fin ese día los dirigentes marxistas creyeron descansar al ver metido en la cárcel a Onésimo Redondo, cuya figura cada vez más perfilada, más decididamente revolucionaria, les molestaba demasiado.

El día 26, tras nuevos registros policiales, otros cuarenta y uno falangistas ingresaban en la  cárcel  provincial  de  Valladolid  y  buena  parte  de  ellos,  junto  con  Onésimo,
permanecerán allí hasta el mes de junio. Descabezado el partido y puesta una orden
de  suspensión  sobre  la  propaganda  periodística,  el  gobierno  vaticinó  el  fin  de  las disputas callejeras. Sin embargo la situación no iba a cambiar mucho; durante toda la primavera   los   disturbios   y   las   órdenes   judiciales   fueron   sumándose   a   los
encarcelamientos, de los que el mismo Redondo dejó un testimonio directo.


6.2 El “último Caudillo”: de la cárcel a la muerte (1936). 

 

Cuando en febrero de 1934 cayó asesinado, vendiendo FE, el falangista Matías Montero, la Falange fue tachada en ABC de franciscanismo, porque se esperaba algo más que una enérgica protesta en los periódicos.

En el nº 3 de FE, del 18 de enero de 1934, se recogía la noticia de la muerte de un no falangista que cayó vendiendo el número anterior. Se agradecía la condena que gran parte de la prensa había hecho del crimen y continuaba:

"Pero nosotros no protestamos..., aceptamos sin la menor repugnancia el estado de guerra. No pedimos auxilio: estamos dispuestos a ejercer, por las buenas o por las malas, nuestro derecho a vender FE.

Si los rojos se obstinan en impedirlo, allá ellos. Nunca han partido de nosotros las provocaciones, pero tampoco pensamos rehuirlas. Basta de mártires.

(...)

No estamos dispuestos a que se derrame en las calles, gratis, más sangre de los nuestros. No estamos libres de que caiga alguno más. pero no caerá impunemente" 

Y, sin embargo, días más tarde, José Antonio parecía detenerse ante la violencia como réplica. Por eso, aconsejará a los suyos que continúen en sus puestos, como estaba en su puesto el camarada que cayó. Teme que la réplica desencadene una cadena de represalias.

José Antonio rechazó categóricamente arrojar a sus militantes al ciclo infernal de las represalias durante casi seis meses. Durante los cuales la Falange fue víctima de diez atentados mortales y un sin fin de ataques con heridos que le valieron a su Jefe el nombre de Simón el enterrador y al movimiento FE el de Funeraria Española.

A lo largo de 1934 los enfrentamientos estudiantiles fueron frecuentes. David Jato en La rebelión de los estudiantes analiza una serie de circunstancias por las que los falangistas se veían forzados a la violencia callejera.

"Dedicarse fríamente a estudiar era una actitud imposible y reprobable. En las carteras de los estudiantes al lado del libro, la porra de alambre retorcido con una cabeza de plomo o la pistola eran fieles y a menudo insustituibles compañeros"

Y Raimond Carr apostilla:

"José Antonio veía tan a disgusto la guerra de represalias con los militantes de las Juventudes Socialistas (PSOE) como la alianza con la derecha conservadora, pero como dirigente de un movimiento ilegal y pobre no tenía más alternativa que aceptarlas"

En junio moría otro falangista en un enfrentamiento con los "chíbiris" del PSOE. Ximénez de Sandoval afirma que ese día José Antonio se resignó a que la Falange dejara de ser angelical como la había soñado. En ese momento gritó: "Esto tiene que acabar"

Todavía se opuso al empleo de la violencia por sistema, aun después del programa de  Los Diez Puntos de El Escorial. Por eso, durante ese verano no autorizó que dinamitaran la Casa del Pueblo de la UGT de Madrid, cuando ya los explosivos estaban preparados.

La crisis interna que sufrió la Falange en su cuadro de mandos durante 1934, que terminaría con la expulsión de Ramiro Ledesma Ramos, tuvo como causa principal  la posición de José Antonio ante la violencia. Payne recuerda que la Falange militante, instigada por Ansaldo, presentó al mismo José Antonio el dilema de una actitud más violenta o de que dejase el partido. La crisis fue provocada por Ledesma tirando hacia la izquierda y los pistoleros exigiendo una acción directa. Si primero salió expulsado Ansaldo, Ledesma que urgía la revolución, lo sería el 16 de enero de 1935. Posiblemente a ellos se refería José Antonio en una carta enviada al director de Informaciones, en la que hablaba de otros "revolucionarios de alquiler" que habían tenido que salir de Falange "por higiene".

A lo largo de 1935 y durante los dos primeros meses de 1936 volvió a reprobar la violencia y a desaconsejar las provocaciones que excitaran "los delicados nervios de los súbditos de Moscú"

El panorama cambió tras el pucherazo electoral generalizado que dió el triunfo al Frente Popular en febrero de 1936 y el 16 de marzo el gobierno detiene a José Antonio y cierra todos los centros de Falange.

El PSOE, PCE, POUM y CNT además de realizar innumerables actos de violencia habían intentado la rebelión armada contra la República, algo que Falange Española no se había permitido todavía. Pero la administración de Azaña no hizo el menor esfuerzo para gobernar imparcialmente.

José Antonio, forzado por las circunstancias, había aceptado un juego que le repugnaba. En No Importa, del 6 de junio de 1936, dio la "justificación de la violencia".

"Entre el crimen y la envidia, hemos vivido tres años.

Años fecundos, germinales, que nos han adiestrado para la lucha de ahora. Porque es indecente querer narcotizar a un pueblo con el señuelo de las soluciones pacíficas. YA NO HAY SOLUCIONES PACÍFICAS.

La guerra está declarada y ha sido el Gobierno el primero en proclamarse beligerante.

No somos pues, nosotros quienes han elegido la violencia. Es la ley de la guerra la que la impone. Los asesinatos, los incendios, las tropelías no partieron de nosotros. Ahora, eso sí -y en ello estriba nuestra gloria_ , nuestro empuje, nuestra santa violencia, fue el primer dique con que tropezó la violencia criiminal de los hombres de octubre.

¡Bien haya esta violencia, esta guerra en la que no solo defendemos la existencia de la Falange ganada a precio de las mejores vidas, sino la existencia misma de España, asaltada por sus enemigos!"

He aquí los hechos: la Falange joseantoniana es responsable, directa o indirectamente, de unos cincuenta a sesenta atentados mortales entre junio de 1934 y julio de 1936 (aunque la mayoría se iniciaron desde junio de 1936) durante ese mismo tiempo sufrió unos ochenta muertos entre sus fieles y simpatizantes.

Recordemos que incluyendo a las víctimas de la Revolución Socialista de 1934, el número total de asesinatos políticos durante la II República se eleva a más de 2.225 muertos.

 

6.2.1. Unos meses como detenido: la vida en la cárcel. 

 

La detención de buena parte del grupo falangista vallisoletano fue ejecutada a partir de finales de marzo. El mismo jefe territorial Redondo, había sido encarcelado desde el día 20,   permaneciendo   –  como comentaría Conrado Sabugo – bajo   un   «régimen penitenciario de vigilancia excepcional».


El 6 de abril algunos cientos de camaradas organizaron una manifestación tumultuosa en la Acera, produciéndose serios incidentes y algunas detenciones. Figura relevante y popular era Rosario Pereda. Jefe de la Sección Femenina, magnífica oradora, llena de empuje, guiada siempre por un profundo afán de justicia social, molestaba también a los marxistas que en varias ocasiones la habían amenazado de muerte. 

Por esta razón iba siempre convenientemente protegida. El 16 de abril la escolta de Rosario Pereda tuvo que hacer frente a una manifestación que apedreó la escuela de la cual ella era maestra. Bastó este acto de defensa para que inmediatamente fuesen detenidos los camaradas que formaban dicha escolta y para que al día siguiente fuese detenida la misma Rosario.

Conrado Sabugo Collantes fue conocido como el “carcelero falangista”, ya que éste ejerció durante mucho tiempo como funcionario de prisiones. He encontrado una referencia sobre él en la revista  Vida Penitenciaria, en la que aparece en un listado que certifica su actividad laboral como guardia carcelaria

Es  probable  que  éste  prestara  servicio  en  la  cárcel  provincial  de  Valladolid,  ya  que  la correspondencia de Onésimo con su mujer demuestra que efectivamente hubo un apoyo interno. Sabugo colaboró en ayudar al jefe local en su necesidad de hacer circular misivas enviadas a Diario Regional, a los  falangistas  en  libertad  e  incluso  a  su  mujer.  Tras  el  18  de  julio,  Sabugo  ingresó  oficialmente  en Falange protagonizando no pocos actos de desorden e incluso enfrentándose con destacados falangistas locales como Antonio Tovar.

Por este hecho, Girón de Velasco le apartó de sus cargos y le trasladó a la provincia de Palencia permaneciendo durante un tiempo oculto a la autoridad del bando nacional. Existe un  testimonio  suyo  publicado  en  la  obra  de  Riesco;
véase  «La  prisión  de  Onésimo  Redondo  en Valladolid», en  JERÉZ  RIESCO,  José  Luis,  Escritos  sobre  Onésimo  Redondo,  ob.  cit.,  p.  133.



 A comienzos de abril, una vez puesta a la mayoría  de  los  falangistas  tras  las  rejas,  Onésimo  empezó  a  organizar  su  vida  como detenido en previsión de permanecer allí un tiempo más o menos largo. El  23  de  marzo,  teniendo  conocimiento  de  su  detención,  le  escribió  Primo  de  Rivera:

«  Siento  tu detención y te acompaño en ella mentalmente con el espíritu dispuesto por la semejanza de mi situación. Supongo,  sin  embargo,  que  en  la  cárcel  de  Valladolid  estarás  peor  que  en  ésta:  aquí,  en  realidad,  los presos políticos lo pasamos bastante bien, en una vida ordenada y tranquila muy conveniente para nuestra salud.  […]  Gracias  a  Dios  la  Falange  se  mantiene  en  la  calle  honrosamente.  Sólo  ella,  en  medio  del achicamiento general, ha elevado el decoro público de los españoles. Sin su decisión combatiente la ola comunista hubiera sido mucho más rápida, pues lo que le ha contenido ha sido el temor de un contragolpe en  el  que  los  nuestros  podían  haber  tenido  mucha  parte».
Cfr.,  «Carta  de  José  Antonio  a  Onésimo Redondo  (23-03-1936)»,

Al respecto, parece un tanto excesivo el comentario de Sabugo – sin duda inducido por su simpatía con la causa falangista – cuando refiere que el jefe vallisoletano, convirtió “el calabozo en  una  excelente  plataforma  publicitaria”.  Las  fuentes  encontradas  en  el  archivo familiar, han demostrado que Onésimo tuvo efectivamente un papel muy importante a la hora de mantener unidos a los suyos, pero poco pudo hacer por el partido, por lo menos
durante su encarcelamiento. Durante el primer periodo, intentó defender al falangismo vallisoletano de los ataques recibidos por los ambientes izquierdistas o por algunos órganos de prensa, intentando que Diario Regional le dejase un espacio  donde  contrarrestar  semejante  acusaciones.  En  una  carta  enviada  a  su  mujer,  citaba  a  Sabugo
como enlace con el periódico: «te envío un articulillo para que le remitas a “D. Conrado Sabugo”- Diario
Regional, ahora». Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, 1 (sin fechar),

Aproximadamente  a  las  dos  semanas  de  su  detención,  Onésimo  respondió  al  primer comunicado  del  jefe  nacional  retransmitiéndolo  entre  sus  acólitos  en  libertad  y exigiendo  la  supervivencia  de  Falange  en  la  clandestinidad.  Para  gestionar  de  la mejor   forma   posible   todos   los   asuntos   que   le   correspondían,   mantuvo   una correspondencia  muy  estricta  con  su  mujer,  los  colaboradores  del  Sindicato  y  algún destacado  falangista  local,  además  de  realizar  algunos  envíos  a  José  Antonio  y  su hermano  –  enlace  con  el  ambiente  conspirativo  –  Fernando  Primo  de  Rivera.


"Falange, ante la persecución, se lanzó decidida a una guerra sin cuartel: Nuestros camaradas fabricaban bombas con facilidad manifiesta y atrevida, que se ponían en los sitios más variados, así en la Comisaría, en la Casa del Pueblo, en casas particulares, domicilios de dirigentes del Frente Popular. Los estallidos frecuentes de estas bombas y petardos contenían la procacidad tumultuaria de los marxistas. A pesar del rigor gubernativo y del constante peligro en que se desenvolvía nuestra vida, el Movimiento Nacional-Sindicalista iba adquiriendo intensidad y volumen en Castilla. 

Cerrados nuestros centros, el salón rojo del café Cantábrico fué, en principio, el lugar donde nuestros camaradas jefes recibían las visitas y daban instrucciones a los enlaces de la ciudad y los pueblos. Todas las semanas desfilaban por el café los representantes de la provincia entera. El día 21 de abril varios estudiantes, dirigidos por Conejo, fueron a protestar ante el gobernador por las detenciones ilegales que estaba realizando; como el gobernador se negó rotundamente a recibirlos, se pusieron a cantar a pleno pulmón en el antedespacho el himno de la Falange. Inmediatamente se procedió a su detención. Aquel mismo día hubo diez y ocho detenciones más entre los camaradas de Pedrajas y Cogeces. 

La concejal del Ayuntamiento de Madrid Rita Maestre (de Podemos y Ahora Madrid) ha sido declarada culpable y condenada a pagar 4.320 euros por el asalto a la Capilla de la Complutense. La Audiencia Provincial de Madrid ha saldado con penas de seis a ocho meses de prisión y multa el asalto al centro cultural Blanquerna
Las visitas a los presos eran verdaderas manifestaciones, pues las hacían quinientos o seiscientos camaradas en bloque. Onésimo aprovechaba estas visitas para dar orientaciones y normas. Además por el locutorio de abogados recibía a algunos jefes y les proporcionaba instrucciones concretas. Los flechas se portaban admirablemente colocando bonos para los presos. A mediados de abril fué también detenido el jefe local, camarada Perdiguero, así como en San Sebastián lo fueron, cuando iban a hacerse cargo de un alijo de armas, Tobalina, Luis Nieto y Girón. 

El 22 de abril limitaron las autoridades las visitas a los presos pero éstos protestaron de modo tan ruidoso y enérgico que tuvieron que intervenir los guardias de Asalto. Ese mismo día los visitantes en número de seiscientos organizaron una manifestación de protesta: marcharon cantando el Himno hasta el mismo Gobierno civil. Nuestros camaradas rebeldes a la tiranía marxista continuaban actuando sin vacilación y sin miedo. 

El 23 de abril la policía hizo más detenciones con motivo de unos disparos cruzados en el Prado de la Magdalena. El día 2 de mayo Onésimo Redondo pronunció en el patio de la cárcel, hacia las cinco de la tarde, una charla magnífica y vibrante ante los camaradas compañeros de prisión, sobre la significación de ese día de la Independencia nacional. Onésimo Redondo hablaba casi todos los días en la cárcel a los numerosos camaradas presos. Este día, como otros, algunos marxistas desde las ventanas que dan al patio de la cárcel tenían costumbre de escuchar las charlas de Onésimo, pero en esta ocasión dieron algunos gritos ofensivos contra Falange y saludaron con el puño cerrado; entonces nuestros camaradas, venciendo todos los obstáculos, fueron a su busca y con gran rotura de puertas, ventanas y cristales les proporcionaron una tremenda paliza. Ante esta actuación violenta de nuestros camaradas, las autoridades respondieron metiéndoles a todos en el sótano. 

Allí, en la penumbra de aquel lugar de castigo aprendieron, y luego cantaron por vez primera el himno "Amanece para mí...", cuya letra se debe al camarada Pradera, y que había de cantarse después, en julio, tantas veces camino del Alto de León. Mientras tanto, por consecuencia de las detenciones de los demás jefes, llevaban el peso de la dirección de la Falange José María Gutiérrez, Elías Iglesias, Teodoro Giménez, Clarencio Sanz y Pedro Rivas. Con ellos, el magnífico camarada Luis González Vicent, uno de nuestros jefes de milicias, recorrió la provincia preparando el movimiento revolucionario, hasta que un día en un café, por contestar airadamente a unos separatistas catalanes, fué detenido, ingresando en la cárcel de Valladolid con Souto. Anselmo de la Iglesia salió y entró en la cárcel varias veces en este período. 

En aquellos días estos camaradas, con los grupos disciplinados y audaces de nuestra Falange, tuvieron que resistir las incidencias de una huelga general marxista, desatada para protestar de los incidentes habidos en la cárcel el día 2 de mayo. La Falange no rehuyó la lucha en ningún momento, y a los dos días de la huelga contestó poniendo siete bombas en casas de marxistas señalados. Falange, a la vez que hizo frente a los marxistas en la calle, continuó preparando el movimiento subversivo, la Revolución Nacional. Las altas jerarquías habían establecido contacto en Madrid directamente con los militares. Onésimo Redondo nombró para "enlace" a Elías Iglesias, que todas semanas se desplazaba a Madrid para traer las consignas generales que allí se daban para la preparación concreta del alzamiento y llevar las cartas de Onésimo para José Antonio Primo de Rivera, cartas que después otro enlace introducía en la Cárcel Modelo o llevaba hasta Alicante, una vez que José Antonio fué trasladado a la cárcel de aquella ciudad. 

En Madrid era Fernando Primo de Rivera el que lleva personalmente todas las gestiones con el Ejército. Elías Iglesias recibió orden de no entenderse más que con Onésimo Redondo y con el Comandante Moyaro, y recibir las demás órdenes directamente desde Madrid las cuales, a su vez, procedían de José Antonio o de sus hombres de confianza. En los últimos días de mayo a fuerza de protestar dentro y fuera de la cárcel nuestros camaradas estudiantes consiguieron salir a examinarse bien custodiados por policías. Así pudieron verse de nuevo con  sus compañeros de estudios camaradas tan populares en la Universidad como Valverde, Emilio Iglesias y los hermanos Campuzano y otros muchos que aprovecharon su situación para hacer campaña de agitación. 

Al volver a la cárcel, llevaban impresiones del ambiente tenso de los medios universitarios que registraba la enorme presión de la turbia política marxista. Estas y otras noticias que llegaban en abundancia a la cárcel hacían que los camaradas presos se preparasen en todos los aspectos, con más ahínco, bajo la rígida dirección de Onésimo Redondo.

todas las mañanas hacían gimnasia e instrucción militar, estudiaban los 27 puntos explicados uno por uno por el mismo Onésimo, y hacían una vida espiritual cultivada. También en los pueblos Falange Española presentaba combate. Constantemente eran interrumpidos los mítines comunistas por los camaradas de nuestras organizaciones locales. Los choques entre la Casa del Pueblo y la Falange eran casi diarios. En Geria, por tener nuestros camaradas anulados a los rojos, fueron, mediante una falsa denuncia, detenidos hasta 40 de nuestros mejores camaradas. 

En Olmedo, el 11 de junio, hubo una refriega y nuestros camaradas hicieron dos muertos a los socialistas, siendo detenidos once de Falange. En Alaejos, el 13 de junio, se detuvo a tres camaradas, después de un choque que tuvieron con los comunistas; pero la J. O. N-S. de allí respondió colocando una bomba. En Peñafiel, ante una provocación, un falangista mató a uno de los más destacados marxistas del pueblo. En Medina de Rioseco, otro camarada hirió al jefe de la guardia roja. 

Más adelante, en Bolaños del Campo, con motivo del reparto de unas hojas nacional-sindicalistas, algunos afiliados a la Casa del Pueblo intentaron romperlas, originándose una refriega, de la que resultaron heridos doce socialistas y dos de Falange, ingresando en la cárcel nueve de los nuestros. 

El 15 de junio comenzó cárcel la huelga del hambre de nuestros presos. Comenzaron por arrojar las viandas que tenían en las celdas a los pies de un inspector de Prisiones, nombrado especialmente desde Madrid para investigar los sucesos ocurridos en la cárcel de Valladolid. La huelga duró tres días y terminó el 18 de junio, a las cuatro de la tarde, siendo puestos el mismo día algunos de nuestros camaradas en libertad, entre ellos el directivo del S. E. U., Barrientos. Precisamente el día anterior fué herido un afiliado a nuestro Sindicato Español Universitario por los marxistas, cuando hacia el anochecer regresaba a su casa. El mismo 18 de junio, un grupo de camaradas de Falange organizó la represalia y en cantinas de marcado carácter marxista irrumpieron pistola en mano al grito de ¡Arriba España. 

En una de ellas, en la calle de Zapico (donde se fraguó el asesinato de Abella el 4 de marzo de 1934) hicieron varias descargas, produciendo un muerto y varios heridos. En otra cantina del barrio de San Juan cayeron acribillados por nuestras balas varios destacados marxistas, y los camaradas que habían sido libertados de la cárcel a primera hora volvieron de nuevo a ella. 

Como consecuencia de todo esto los marxistas desencadenaron una huelga general violentísima, matando en el primer día de la misma a un pacífico ciudadano. 

El día 22 de junio, Onésimo escribía desde la cárcel unas hojas de ofensiva que fueron editadas clandestinamente y repartidas contra viento y marea por varios grupos de choque mandados por Rico, y en las que aseguraba que Falange muy pronto castigaría a los responsables marxistas de aquella huelga criminal."

Hotel Colón en Barcelona.

Se  conserva  una  considerable  cantidad  de  cartas  y  folletos  que  Onésimo  intercambió  con  su  mujer durante los meses de detención. Lo mismo ocurre por la correspondencia enviada  a los falangistas y los miembros  del  Sindicato  aunque  en  su  mayoría  se  trata  de  borradores  que  no  siempre  pudieron  ser entregados. Se rectifica aquí el agradecimiento a Doña María de las Mercedes Redondo Sanz-Bachiller por haber permitido el estudio de esta valiosísima documentación totalmente inédita hasta hoy. En cuanto a algún dato técnico, estamos hablando de casi un centenar de cartas que fueron redactadas entre el 5 de abril y el 18 de julio de 1936, entre Valladolid y Ávila. Muchas de las cartas no han sido fechadas por lo que ha sido muy complicado en algunos casos poner un orden efectivo; aún así se ha podido organizar una catalogación provisional.

Mercedes Sanz, la mujer de Onésimo, visitaba con frecuencia casi diaria la cárcel donde estaba su marido; la razón principal era que Onésimo pudiera ver a sus tres hijos, María de las Mercedes, Pilar y el pequeño Onésimo, que fueron objeto de mucha atención y que  revelan  el  lado  más  paternal  (y  sin  duda  más  desconocido)  del  mismo.  Como veníamos diciendo, Mercedes representaba el contacto más seguro de este periodo,  ya que su continua entrada y salida desde la cárcel le permitía no sólo atender al marido en sus  necesidades,  sino  organizar  la  correspondencia  con  su  hermano  Andrés  y  otros conocidos vinculados al falangismo. Una de las primeras cartas enviadas por Onésimo a su mujer, bien evidencia el estado de confusión que existía alrededor de su condición de preso político, poniendo de manifiesto los difíciles momentos que la pareja sufría:

«Acepto  por  descontado  y  por  adelantado  que  todos me  traicionen  y  me  vendan,
que  en  los  momentos  críticos  me  burlan  con  el  polvo  y  en  el  olvido.  Pues  bien:
nada  me  mueve  a  rectificar.  Sea  lo  que  Dios  quiera.  […]  No  me  tengas  por  tan
héroe y hombre de grandes méritos que no merezca el desprecio de algunos. […]
Ya se llegará el momento de mi libertad. Hazte un poquitín más a la ausencia. Trata
mucho  con  Andrés  [Redondo],  te  lo  ruego  y  te  lo  mando.  Cuéntale  todo  y  vete
muchas veces si puedes a verle. No te preocupes por cómo saldrán las cosas sino
haz cada día lo que puedas y se te ocurra que es bueno. Trata con mucha caridad y
condescendencia a los chicos»

 Desde la correspondencia se entiende que entre las ayudas recibidas también estuvo la de  su  hermano  Andrés  quién,  en  más  de  una  ocasión,  intentó  sacarle  de  la  cárcel. Pero pese a las alusiones a una improbable amnistía, todos sabían que sólo gracias a la intercesión de algún miembro del Gobierno se habría logrado la disminución de la pena o la inmediata excarcelación, así como se lo comentó Onésimo a Mercedes:

«Queridísima Mercedes,
Desde  ayer  estamos  vueltas  a  la  ilusión  de  salir  libres.  Supongo  habrás  oído
rumores, por haberte dicho que levantarán el estado de alarma. De cualquier modo
no  tengo  demasiadas  esperanzas  porqué  los  mayores  absurdos  y  atropellos  se
pueden  esperar  de  esta  clase  de  gente.  Deseo  ardientemente  salir  por  vosotros.
Aunque me mientan después, daría cualquier cosa para veros unos días. […] Ya sé
que  Andrés  iba  hoy  a  Madrid.  Supongo  que  entre  otras  cosas  tratará  de  lo  mío:
entiéndase que no vivo pensando en ello ni esperanza formal de que se arregle […]
Que haga Andrés toda la fuerza que pueda, visitando a cuantos sea preciso. Te lo
digo por si hablases por teléfono. Y que recuerde la forma en que yo los contaba y
planteaba en mi carta».

Pese  a  los  asuntos  personales  y  familiares,  Onésimo  estuvo  también  pendiente  del Sindicato  Remolachero  que,  una  vez  más,  se  encontraba  sin  su  secretario.  Luis Carretero,  viejo  exponente  del  sindicato,  sería  quién  se  encargó,  junto  a  un
incansable Tomás  Bulnes, de arreglar sus  gestiones. Y por lo visto, algunas de las
reuniones  entre  Redondo  y  los  sindicalistas  pudieron  realizarse  incluso  en  la  propia prisión.

Al igual que las cartas escritas durante la época del noviazgo (1930), las cartas enviadas desde la cárcel presentan algunas similitudes que siempre caracterizaron a Redondo, como por ejemplo la profunda espiritualidad de sus reflexiones. Por ejemplo, coincidiendo con la festividad religiosa de la Pascua de 1936, escribía a Mercedes:

«Ahora es Semana Santa: Dios padeció mucho más con muchas menos causa. Tú pide el pan de cada día, confía y basta. Duerme bien y compadece a todos los pecadores: a todos. Aunque conquisten naciones e imperios. Nadie cree y espera en Dios como El quiere que se crea y espere. Y nosotros tampoco»; y lo mismo hacía en el intento de eludir la angustia sobre su porvenir: «si otra cosa sucediera, será sin duda porque Dios lo dispone. En ese caso me basta contigo y con mis niños – como ahora también – para ser feliz».

Sin que recibiera muchas novedades sobre lo que ocurría fuera de la cárcel, Onésimo llegaba a cumplir su primer mes como detenido. Su fama de ser el jefe de los fascistas locales, en una Valladolid cada vez más radicalizada, no le ayudó a mejorar su condición de preso, llegando incluso a perjudicar las visitas de su mujer en la cárcel. Tampoco había mejorado su control sobre el núcleo falangista local que, frente al difícil momento y huérfano de sus dirigentes, parecía haber vuelto a la indisciplina que recordaba el periodo del exilio portugués:

«Recibo tu carta y me alegra que a pasar de tu tristeza – natural – me escribas con ánimo. Dios nos compensará, no lo dudes. = Haz poco caso a estas cosas del partido. Es que no me conocen. Son errores, y nada más. Mantenidos, claro está, por gente de mal espíritu. Pero peor sería que no se ocuparan de mí aunque sea para mal, es que me dan importancia. Cuando me conozcan – o cuando por fuerza me conozca el público, se desvanecerá la obra de las malas lenguas".


El peso de la responsabilidad política que Redondo había adquirido en su permanencia al lado de José Antonio se había ahora convertido en una misión que, según la interpretación doctrinal del mismo, iba más allá de las exigencias del partido. Su credo y su lucha, convergían en un único estilo de vida, una especie de idiosincrasia político-religiosa que tenía que ser defendida hasta el final:

«No quiero volver a tratar de lo que pones en tu carta sobre retirarme de la política. Me parece tan absurdo proyectar ahora esa idea – sobre todo por espíritu de timidez– que no merece discusión. Y en cuanto a las razones a que te refieres, no comprendo cómo tú me dices que “soy inocente”, “que no me doy cuenta”. De sobra me doy cuenta y me la vengo dando hace años: tú lo sabes. Pero no se trata de darse cuenta, sino de que los hombres sean mejores y yo entre ellos. […] Todas las obras hechas por el hombre en gracia de Dios son agradables a El, siempre que sean lícitas. ¿Y quién duda que es lícito obrar como lo hago? Bien sabes que no atiendo nunca la política tanto que abandone mis deberes profesionales: al contrario sí que ha sucedido con frecuencia. Luego no hay falta; luego es otra obra o trabajo más que al alma beneficia, éste de luchar contra el marxismo y predicar lo bueno con la palabra, el ejemplo o la pluma. Caer en misión es cosa necesaria: quiero decir que la lucha por el bien lo hace necesario. Que sea yo o sean otros es lo que queda en nuestra voluntad determinarlo. Pero ¿es admisible que cada uno huya por su parte, procurando corra la redención a cargo de los demás? Sé que todas estas cosas te parecen rectas e incontestables. Pero sé también que no ves claro, a pesar de ello, que yo me sacrifique tanto para esperar tan poca recompensa, y que por otra parte la atención de la familia es en mí cosa más apremiante que en muchos otros. A esto no se puede contestar, sin embargo, que hago mal en exponerme. Sino que hemos de entregar a Dios nuestras cuitas con la seguridad de salir con buen saldo. La calidad de los males y peligros para la justicia, para el pueblo y para la fe, pide en efecto sacrificios y confianza. No se habría hecho nada en la vida de la Humanidad, ni el Evangelio se hubiera extendido, si – tanto clérigos como seglares – no hubiesen ofrecido en todos los tiempos a Dios mucho más de lo que yo ofrezco. Yo no me figuro a la providencia ni a Cristo si se me quiere persuadir de que servir es guarecerte y callarte en estos tiempos».

El caudillo vallisoletano respondía así a su mujer, en el intento de ocultarle las que cada vez con más evidencia serían las intenciones de la cúpula falangista a partir del encarcelamiento de sus dirigentes. Según circular escrita por José Antonio y dirigidas a todos lo jefes el día 20 de marzo:  

« Primero. Se procederá a la organización clandestina, conforme al sistema celular, de la Falange. / Segundo. La sustitución inmediata de los jefes presos, apelando a la base, conforme al sistema de renovación de las J.O.N.S. / Tercero. La revisión, uno por uno, de los elementos y la movilización de toda la Falange. […] / Séptimo. Pasar a la ofensiva. / Octavo. Procurar armas y medios de transporte».
Cfr., «Circular reservada por los jefes»,

Pese a la desesperada situación, entre abril y mayo, algunos falangistas –concretamente los que no cubrían cargos importantes en el seno del partido – lograron salir de la cárcel, mientras los demás permanecían en una situación de espera que no hizo sino calentar más los ánimos.

«Los detenidos gubernativos, fuera de mí y unos cuantos, sí que irán saliendo. Ayer marcharon los de un pueblo y espero que hoy marcharán los de otro. En cambio a Rosario [Pereda], que no se mete en nada, ya ves como no la sueltan. Son determinaciones y modos de gobierno que no varían mientras no cambie el gobierno. Supongo que leerás u oirás que la situación es muy poco estable, singularmente por las luchas atroces de las organizaciones obreras entre sí. La C.N.T. se lleva a todos los obreros y no deja vivir al Gobierno. Es inevitable un cambio relativo o absoluto en pocas semanas. Inevitable».
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, 6 (sin fechar),

Por otro lado, la rutina semanal era interrumpida sólo por las breves visitas de familiares y los frecuentes traslados a la Audiencia provincial.

«Hoy también te he mandado una [carta] por un chico que iba en libertad. Era para avisarte que en lugar de hoy comunicaremos mañana. Aunque sea por dos rejas debes venir. A mí me gustará. No seamos sensibleros aunque la pena y la dureza de las cosas nos are en el alma. También te decía que el día 27 tendré una y estaremos como de costumbre en la Audiencia»; cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, 2 (entre 2-16 mayo)

Preocupado por la tensión que se respiraba por la ciudad, Onésimo, que ya había encargado al hermano de auxiliar a su familia, aconsejó a Mercedes ir una temporada a Quintanilla, donde la situación era más tranquila. «Supongo que todo el campo estará magnifico en Quintanilla. Falto de carta tuya. ¿Qué te escribiré? Estoy estudiando bastante. ¿Me permites que hoy no me alargue mucho? Quiero verte muy pronto y a mis hijos. A ver si tenemos una buena comunicación cualquier día de estos». 
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes (17 mayo).

A finales de abril, tras haber establecido una red de contacto con el exterior suficientemente segura, Onésimo escribió al jefe nacional. Lo hizo con cierta urgencia, ya que empezó a sospechar de la existencia de ciertas “ideas secesionistas” que quiso solventar lo antes posible:

«Con esta fecha remito al Jefe Nacional de Falange Española de las JON-S, José Antonio Primo de Rivera, una carta que dice así:

Estrictamente confidencial.

Sr. D. José Antonio Primo de Rivera.

Mí querido Jefe y amigo:

Para salvar mi responsabilidad a partir de esta fecha, me veo en la obligación de comunicarte que la conducta y manera de ser del camarada Fernando [de] Alzaga ( Fernando de Alzaga Rubio; de él sabemos que su nombre apareció entre aquellos que recibieron el “Expediente de recompensa” de la Primera Línea – la más alta condecoración de Falange – en la primavera de 1935: «2º Que han realizado hechos distinguidos y se han señalado durante más de seis meses por su comportamiento ejemplar los camaradas de la misma J.O.N.S. […] Fernando de Alzaga, […]. En méritos de todo lo dicho y de acuerdo con lo que establecen los artículos 11º, 8º y 5º del reglamento de Recompensas, esta Jefatura Nacional resuelve lo siguiente: […] 2º Se concede el Aspa Blanca a los camaradas Ángel Veglisson, Manuel Valdés, Fernando de Alzaga, […]. Madrid, 18 de junio de 1935. El jefe nacional, José Antonio Primo de Rivera». 

han despertado la repugnancia y el temor por parte de los camaradas que en esta han llegado a conocerle, y singularmente de los más decididos y abnegados. Uno hoy mi opinión a la de los camaradas a que me refiero, y te pongo sobre aviso por si crees conveniente meditar sobre esta carta. Siempre a tus órdenes y con el máximo afecto te saluda – Onésimo Redondo – Firmado.
Cárcel de Valladolid, 25 abril 1936 ¡Arriba España!

Somos conformes con el contenido de dicha carta para el Jefe Nacional.
Cárcel de Valladolid, 27 de abril de 1936

Redondo

Carrascal

Arturo Ramos

Anselmo de la Iglesia

Perdiguero

[siguen otras dos firmas indescifrables, ndr]».

Tras recibir el comunicado de los vallisoletanos, Primo de Rivera respondió desde la cárcel Modelo en Madrid, pero la carta – ocurría con frecuencia – se perdió. Volvió a contestar el 16 y el 19 de mayo, recibiéndose por fin las dos misivas; en una afirmaba que no se preocupara del camarada mencionado ya que era persona de fiar, mientras en la otra se pedía que todos los fondos recibidos por las distintas JONS provinciales, confluyesen en una reserva para el movimiento. Respecto al primer asunto, a los pocos días se desmintió todo tipo de escisión ya que Manuel Mateo (dirigente de las CONS y encargado directamente por José Antonio), en una visita a Valladolid, transmitió a algunos falangistas locales el resultado de sus investigaciones en el seno del partido.

«Por si mi carta se perdió definitivamente y por si ésta, que te envío por otro conducto, llega a su destino, te diré que mi consejo, en sustancia, era que tomases precauciones contra los rumores alarmistas y las tendencias difamatorias a que se inclinan muchos en esta época de nerviosismo. Te decía, y repito, que el camarada a quien te referías tiene una hoja de servicios excelente y que ni tú ni yo debemos dar oídos a ninguna especie contra él sin pruebas terminantes». 
Cfr., «Carta de José Antonio a Onésimo Redondo (16-05-1936)»

Mientras tanto en la cárcel provincial se sucedieron una serie de episodios marcados por la iniciativa del mismo Redondo. A mediados de mayo, el jefe falangista instigó una huelga de hambre como respuesta a la negativa de poderse celebrar misas en el edificio penal. Según Collantes, la huelga duró cinco días, mientras que Onésimo aseguró a su mujer que había estado exactamente

«75 horas sin probar bocado alguno». Aparentemente los ‘huelguistas’ obtuvieron cuanto deseado: «Ya estarás más tranquila porque hoy hemos comido. Cuando vino [Faustino] Belloso con la noticia de que habías dado palabra al Gobernador de suspender nosotros la huelga del hambre, lo acordamos […] – y respecto a la huelga, comentaba Onésimo – Puedes creerte que se resiste bien. Sensación de debilidad, pesadez de cabeza y algunos ratos de estómago y nada más. Las dos últimas noches hemos dormido mal. Algunos kilos habré bajado »;
cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, 9 (mayo 1936),

Por lo visto,  «inverosímilmente, de Madrid se autorizó el derecho de los presos a oír la santa misa y para este servicio religioso llegaron a la cárcel los jesuitas P. Juan Lozano y P. Xavier Baeza».

El resultado de la huelga supo literalmente a victoria, después de tantos días de inactividad en la cárcel. Un renovado Onésimo, recuperado del esfuerzo, no sólo se alegraba por el éxito de la huelga, sino reanudaba sus esperanzas; sabía que su salida de la cárcel era una cuestión de paciencia y por ello, había que esperar al momento adecuado:

«Mañana por fin tenemos misa. Supongo que comulgarán casi todos los nuestros. Hoy se rumorea que van a levantar el estado de alarma. Yo sigo sin creer en nuestra próxima libertad, ni tampoco en que restablezcan las garantías. Tiene que pasar algo más de tiempo. En los pueblos parece que hay una reacción formidable, incluso temerosa. Es una gran novedad. Así se puede hacer frente incluso al soviet. […]

Hacemos una vida muy higiénica: duchas frías y baños de sol a diario. El espíritu y la armonía sigue[n] muy bien. Abrazos a todos, Onésimo».

Sin embargo la tranquilidad en la prisión no solía durar mucho; otro momento de tensión se vivió durante el mes de mayo, posiblemente en los primeros días, cuando los socialistas y los falangistas retenidos en la cárcel dieron vida a un auténtico altercado.

La cercanía con la que vivían los presos, amasados en celdas y patios, a menudo originaba enfrentamientos, pero nunca de la intensidad como de aquel día; confesó Onésimo el día después:

«Ayer hubo un lio importante aquí. Por una equivocación entendimos que habían pegado a algunos de los nuestros los socialistas. Y se lanzó un tropel de chicos al dormitorio de ellos; haciendo varios destrozos y pegando a algunos. Todos están castigados a dormir en un dormitorio subterráneo de donde no han salido en todo el día. Yo me he librado por estar malo. = La cosa es de mucho aparato pero no de gran importancia».

Fue este uno de los tantos episodios de lucha interna que protagonizaron los detenidos de ambos bandos, así como también refiere Mínguez Goyanes al referirse a un caso parecido. El testimonio fue de Carlos Ojeda de la Riva:

«El día 2 de mayo Onésimo dio una charla a los falangistas haciendo referencia a la significación de ese día. Algunos presos comunes intentaron boicotear el acto. Los falangistas les persiguieron por los corredores de la prisión, y mal lo habrían pasado los comunes si la policía no hubiera intervenido». 
Cfr., MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista

La actividad de Onésimo en la cárcel, aunque clandestina, fue sorprendentemente incesante. De la misma forma que Primo de Rivera en Madrid, el vallisoletano se esforzaba por gestionar los asuntos del partido desde la cárcel y sorprendentemente, FE de las JONS «experimentó la etapa de mayor crecimiento numérico. Pues el triunfo del Frente Popular no había hecho sino ratificar la creencia de amplios sectores conservadores […] en la inminente llegada de una revolución comunista».

Los preparativos a la insurrección general seguían; además de supuestos contactos con militares locales, Redondo se dedicaba a mantenerse informado, mientras fuera, seguía una incesante propaganda a favor del partido. Sabugo indicó que

«A primeros de abril tiene lugar el contacto de Onésimo Redondo con los militares de la plaza. Esta inteligencia queda establecida en nombre del jefe de la preparación del Movimiento de Valladolid, comandante de Artillería don Gabriel Moyano, a través de los capitanes de Caballería don Gonzalo Ortíz y don Casiano Velloso». 
Cfr., en JERÉZ RIESCO, José Luis, Escritos sobre Onésimo Redondo,


Por estas fechas, salió a la calle una proclama de FE de las JONS que fue repartido en las principales capitales donde hubiese falangistas detenidos. En ello, se subrayaba que pese a la resolución del Tribunal Supremo, que «ha declarado lícita a FALANGE», el Gobierno no estaba dispuesto a soltar a los presos políticos de este partido. Según la denuncia de los falangistas,

«todo es inútil: el Gobierno, abusivo y cobarde, tras de impedir por medio de la censura que se conozca el fallo de la justicia, retiene en la cárcel, contra todo derecho, a millares de afiliados a la FALANGE, mantiene la clausura de sus centros e impide la vida legal… Ya, por embustero que sea el Gobierno, no podrá decir que al obrar así cumpla la ley; viola abiertamente la ley y menosprecia al Tribunal Supremo. […] El Gobierno se ha declarado
beligerante a sí mismo: beligerante contra España. Pero la FALANGE, que además de tener a su lado la justicia de la Historia tiene la justicia de los Tribunales atropellada por un Gobierno faccioso acepta el reto con su grito sereno y seguro: ¡Arriba España!».
Seguía, en la misma proclama, la sentencia dictada, punto por punto, por el Tribunal.
Cfr., Comunicado de Falange (primavera 1936)

También mantenía correspondencia con otros falangistas como Luis Nieto que, junto a Mariano Tobalina y José Antonio Girón de Velasco, estaban detenidos en la cárcel de San Sebastián desde abril por tráfico de armas:

«Cárcel provincial [Valladolid]
Sr. D. Luis Nieto,
Mi querido amigo:
Supongo habrás recibido mi carta, contestación a la tuya, de hace no sé cuantas semanas. Aquella en que nos contabas la aparición del auto de la tenencia. Quisiera haber recibido nueva contestación tuya. He visto después una carta de Girón y más tarde otra de los tres. Ayer publicó el [Diario] Regional un “reportaje” del padre de Luis Sanz sobre vosotros: supongo os lo habrán mandado. Hacemos aquí una vida muy jonsista: gimnasia por las mañanas en el patio, charlas todas las tardes, e instrucción. Muy bien de espíritu. Indignados, desde luego, porque no sueltan a nadie, más que a algunos que por excepción lo haya pedido. Decirnos qué hay de nuestra causa. ¿Cómo tarda tantísimo en salir?
Aquí han desdoblado en tres los procesos en que están Pradera, Girón y Castrillo,
a saber:
1º Explosión mayo
2º Cuadrado
3º Tenencia explosivos».

La larga espera y la falta de acusaciones concretas contra el jefe vallisoletano, animaron a algunos de los suyos a organizar varios intentos de liberación. A Comienzos de junio, Onésimo comentaba esta posibilidad a su mujer

«Mientras no pongan en libertad a los dirigentes del partido no me pondrán a mí: Aquí no hay más que imponerse una resignación serena, suplicar mucho a Dios que nos de fortaleza y apresure la solución de todo, y no incurrir en desfallecimiento o desesperación en todo instante. = Yo sigo confiado en que saldré pronto, pero no por el gobernador, sino por lo que sabes».
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, (7 junio)), pero por lo visto el intento de Narciso Perales y Jesús Salcedo, al visitar al abogado Cuadrado para que intercediera.

Alternándose en sus visitas, Faustino Belloso, Luis Sanz, Tomás Bulnes, su hermano Andrés y la misma

Mercedes cumplían con frecuencia cometidos en su nombre. Esta última recibía a menudo, por ejemplo, encargos del tipo:

«Si tiene alguna dificultad Belloso para ir a Madrid – o deja aquí cosas importantes– puede llevar la carta cerrada Ercilla, sin más explicaciones. Dime las señas de Ercilla.
¿Y lo de Bedoya? Busca bien una carta última en la que están las señas. Que se organice de nuevo lo de las visitas… - ¿Actúa José María Gutiérrez? (Chemari)?
No me habéis explicado a nombre de quién está el coche. Ni con qué dinero hace los viajes ése. Ni porqué quiere ahora el coche de Tomás [Bulnés], teniendo otro. = Que no circule con ninguno de las JON-S de Valladolid.
La carta a Primo de Rivera, rigurosamente cerrada. Díselo a Andrés»

con el gobernador, no tuvo ningún efecto. Contrariamente a lo esperado se empezó incluso a hablar de un posible traslado; primero, según las voces que llegaban desde el exterior, después confirmadas por comunicaciones internas:

«Está expuesto que nos trasladen a alguna otra cárcel. No te digo lo que me contrariaría. Pero como está pendiente el Sumario de lo del 2 de Mayo, no creo que legalmente puedan trasladarme. = Ya te han dicho que por este Sumario no tenemos prisión: así es que solo por la voluntad del gobernador estoy aquí. ¿Durará mucho esta voluntad? = veremos, y confirmo en estos días».

Fuera de la cárcel, la situación estaba a punto de estallar.

Este era el día a día de los falangistas vallisoletanos en la clandestinidad:

«Falange, ante la persecución, se lanzó decidida a una guerra sin cuartel: nuestros camaradas fabricaban bombas con facilidad manifiesta y atrevida, que se ponían en los sitios más variados […]. A pesar del rigor gubernativo y del constante peligro en que se desenvolvería nuestra vida, el Movimiento Nacional-Sindicalista iba adquiriendo intensidad y volumen en Castilla». 
Cfr., [Javier Martínez de Bedoya] Onésimo Redondo, Caudillo de Castilla, ob. cit, pp. 189-190.

Los que estaban en libertad, intentaban mantener una estructura jerárquica en el seno de la clandestinidad, además de visitar a los pueblos para hacer actos de propaganda a favor de la causa falangista. El 21 de junio, escribía José María Gutiérrez del Castillo:

«Esta mañana misma estuvimos reunidos Rico, Iglesias, Rivas, Villalobos y yo y acordamos seguir trabajando sin pérdida de tiempo y proponerte para Jefe Provincial a Pedro Rivas […]. No puedo decirte más pues nos marchamos a la Pedraja de propaganda».
Cfr., Carta de José María Gutiérrez, ‘Chemari’ (26-06-1936),



Un reciente estudio de Rafael Cruz, ha señalado que durante este periodo, o sea los meses que van desde las elecciones hasta el alzamiento del 18 de julio, el Gobierno tuvo una enorme influencia sobre la vida social y desde luego sobre la política haciendo uso, en algunos casos, de un poder despótico y basado en el control policial.

«Los representantes del Gobierno en la primavera de 1936 legislaron reformas, removieron funcionarios, cesaron y ampararon alcaldes, impusieron multas, prohibieron y permitieron actividades políticas, intervinieron en los conflictos sociales, distribuyeron recursos económicos, detuvieron y liberaron sospechosos, utilizaron a la policía para controlar la calle y los campos… una actividad política frenética sin comparación posible con las iniciativas de ninguna otra organización en la España de aquella época. […] El estado de alarma se prorrogó todos los meses para impedir informaciones adversas en la prensa. El derecho de reunión y manifestación permaneció limitado al arbitrio del ministro de la Gobernación y se decretó la disolución de algún partido, como la Falange, y la restricción de actividades políticas a las asociaciones de militares retirados. Además, la capacidad de imposición de acuerdos entre empresarios y sindicatos fue muy alta a escala local, donde la administración tenía suficientes recursos. El poder despótico se centró, sin embargo, en la capacidad de intervención de las diferentes organizaciones policiales en las políticas de enfrentamiento existentes en la España de 1936».
CRUZ, Rafael, «El repertorio frenético. La ocupación de la calle en la primavera de 1936», Historia y Política, nº 16,

1936
No ha de extrañar por lo tanto que frente a tal actitud, los directivos de Falange estuviesen organizado un plan de actuación en un plazo de tiempo relativamente breve.

Se conserva una carta original que tenía como destinatario al hermano de José Antonio, Fernando, también vinculado al partido y en contacto con los ambientes conspiratorios. Posiblemente esta carta, a diferencia de otras, no llegaría a Fernando, pero nos permite entender el grado de compromiso que Onésimo tenía con los golpistas:

«Arriba España.
Sr. D. Fernando Primo de Rivera
Mi querido amigo: Envío a nuestro camarada Faustino Belloso, que ya repetidas veces visitó de mi parte a José Antonio, para que le pongáis al corriente de cuanto interesa al partido en estos momentos incluso de lo más reservado que con esta jefatura provincial ocurra tratar y ordenar. Tu buen amigo y servidor
O. Redondo Jefe Provincial de Falange de Valladolid Cárcel provincial 14 junio 1936».
Cfr., Carta de Onésimo a Fernando Primo de Rivera (14-06-1936),

La confusión era tal, que Onésimo ni se enteró de que el 19 de junio estaba prevista una huelga general ( « No sabemos si por fin hay huelga hoy: se dice que sí. Entiendo que es demasiada […?] y que ello los perjudica más que a nosotros. Vamos a ver si con el nuevo cambio de gobierno siguiente a la elección presidencial se aclararan algo las cosas».
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, 10 (junio 1936), APMR, caja 2, carpeta 1, nº 1.

También comentó al día siguiente:  

« Nada me dijisteis ayer de que iba a haber hoy huelga general. Me gustaría encontraseis uno de esos manifiestos que dicen se han repartido contra el Gobernador, el director de la cárcel y los jefes de Asalto».
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes, 8 (19 junio),);

este acto causó «el caos en la ciudad y el cese inmediato del gobernador», por lo que se procedió a su sustitución por el santanderino (proveniente de Zamora), Luis Lavín Gautier, restableciéndose la normalidad.

Recordando el éxito de la huelga de hambre de mayo, Redondo resolvió que la única forma de captar la atención general sobre su situación, sería otra acción de este tipo. Algunos de sus fieles colaboradores fueron los que le animaron a tomar la decisión de actuar con una nueva huelga:

«Onésimo: quedamos en pies tres celdas la 9, 6 y 12 […] por lo que aquí se siente parece que mañana iremos la mitad. Te digo esto para que tu juzgues si convendría levantar la huelga antes de quedarnos 5 o 6 solos. En espera de tus órdenes, Anselmo de la Iglesia». 
Cfr. Nota de Anselmo de la Iglesia a Onésimo (junio 1936),

El día 15 de junio comentaba:

«Queridísima [Mercedes]: Ya te habrá dicho Belloso que hemos declarado la huelga de hambre. Ha sido un acuerdo general, de mucho entusiasmo, porque ya nos tiene sublevados la inmunda cacharía del gobernador. Todavía somos treinta los gubernativos.
Esto, aunque lo hemos ligado con las restricciones que nos habían impuesto a la venida del inspector de Madrid, no tiene que ver realmente con el régimen de la cárcel. Es una protesta contra la opresión del Gobierno. Diréis que con ello no se apresura nuestra libertad, y de momento tenéis razón porque no tienen entrañas lo granujas que gobiernan como para ceder en su tiranía por que nosotros comamos o no comamos. Pero nuestra protesta agrava la afrenta de las autoridades que no se conmueven y contribuye a avivar la indignación pública: los resultados de un sacrificio como el que nos imponemos, si no se tocan en el mes de junio se tocarán más adelante. 

Hemos de vencer con nuestra rebeldía, único caldo de virilidad entera en medio de la pasividad de muchos y de la excesiva parsimonia de quienes ya debieran haber arrollado a la tiranía vigente. […] Dirás que así se prolonga nuestra prisión; sé bien que, por el contrario, se felicitarían quienes aquí nos tienen de muestra mansedumbre, porque el Decreto de Prisión supone una privación de la libertad larga y a los gobernantes les haría buen juego no encontrar resistencias. Sin ellas, estaría al menos el mismo tiempo que protestamos. Pero con la ventaja para los opresores de nuestra [resistencia) ante el castigo, lo que siempre es un estimulo para seguir oprimiendo. Lo único que parece reparo y dolor para ti y para mí, es el quebranto físico dev esta medida. Por eso, resistiremos solo hasta que podamos sin grave daño, pues otra cosa sería también inmoral. 

[…] Si triunfamos, poca cosa habrá sido todo para tu gran bien y elevaremos para siempre con nosotros la certeza de haber impedido con el heroísmo de la Falange la ruina general.

[…] Debes hacer lo posible con Belloso o Andrés, para que se diga algo en el [Diario] Regional y para que Martínez lo comunique a Madrid = “Los setenta presos de Falange practican la huelga del hambre como protesta contra la prolongada detención de los gubernativos. Varios de ellos elevan ya tres meses”..

A ser posible, que en la interpelación de mañana en el Congreso lo diga alguien. Y que se tire alguna hoja.
Muchos abrazos
Onésimo».

La llegada del nuevo Gobernador Lavín fue el pretexto para intentar pedir una vez más la libertad de los presos. Si por un lado se pedía a los familiares acudir de inmediato a su despacho

«Sabrás que di a Belloso el encargo de que todas las familias de lo gobernativos fueseis a ver al Gobernador. A Andrés le repetí el encargo dándole el nombre exacto de los 14 que estamos todavía. Espero que lo hayas hecho hoy. No me repliquéis ni discutáis indicaciones de estas, te lo suplico. Si no se deciden todas las familias vete con las que estén dispuestas. = A ser posible madres y esposas. La de Perdiguero también puede ir, pues aunque le ha dicho Gerardo que no hiciera gestión alguna, así en comisión no tiene inconveniente. Hoy habla el periódico de que pondrán en libertad a algunos gubernativos. No creo que todavía me llegue el turno, pero francamente sospecho que se aproxima también mi libertad». Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes (17 junio), por otro Onésimo avisaba también de la presencia de un inspector de prisiones, que quizá estuviese relacionado con lo del traslado; «Hay un inspector muy engallado y poco valiente que es el que nos oprime. Se llama Anastasio Martín Nieto. Buen nombre para un pélenlo (sic.) de risas».

 La llegada de un nuevo director en la cárcel provincial y el traslado de José Antonio a Alicante, alimentaron no pocas sospechas entre los presos, convencidos que cualquier día les podía tocar a ellos Pese a todo, Onésimo escribía a Mercedes esperanzado:  

«Ahora hay un nuevo director muy severo pero muy bueno, y está tanteando la prisión e imponiendo un poco de seriedad. Me escribe Primo de Rivera desde Alicante una larga carta muy en buen plan».
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes (20 junio).

Y en efecto, el día 25 de junio, Onésimo y otros 16 falangistas aún presos ( Quedaban en prisión con Onésimo: Arturo Ramos Martín, Luis González Vicén, José María Arranz del Puerto, Francisco Chemón Ruiz, Antonio Souto Montenegro, Gerardo Perdiguero González, Alberto Valverde Laguardia, Anselmo de la Iglesia Senivilla, Edilberto Pinacho Yustos, Ignacio Morencia Cordable, Nicolás Barrientos Medina, Jesús Salcedo Ciervide, Luis Julián Nieto Calvo, José Miró Herrero, Emilio Iglesias Gómez y Julián Bárcena Martínez.
Cfr., MÍNGUEZ GOYANES,  José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista,),

Onésimo
Fueron trasladados a la cárcel de Ávila. El grupo falangista fue desplazado a las tres de la madrugada para evitar todo tipo de manifestaciones a su favor, mientras en el interior de la cárcel hubo cierta aprensión debido a que pocos creían que se trataba de un simple traslado, sino más bien la aplicación de la temida “ley de fugas”. La reacción de los falangistas vallisoletanos, al enterarse de lo ocurrido, fue la de imprimir una hoja clandestina que se difundió por toda la ciudad durante los siguientes días y que hacía de Redondo el mártir de la causa falangista; así expresaban la perdida – momentánea – de su líder:

 «[Redondo] salía de la celda radiante de resignación, con la frente alta, la figura arrogante, que contrastaba con la humillación, la lividez y la cobardía del traidor y culpable principal de esta separación que tanta pena nos aflige».

La carta fue escrita, con toda probabilidad, con la incertidumbre sobre el destino del grupo falangista; especialmente en su tramo final, el comunicado aparenta cierta ambigüedad sobre la suerte de los presos: 


"A las cuatro de la madrugada el oficial de servicio recorrió las celdas con una lista llamando a los que tenían que salir; Onésimo se negó rotundamente a abandonar la celda; por fin un cabo de Asalto le persuadió; salieron todos juntos cantando el himno y dando vivas y gritos. El traslado se verificó en una camioneta de guardias de Asalto. A éstos se les dió la orden de que no había interés en que los presos llegaran a Avila, pero los guardias de Asalto, todos ellos simpatizantes de Falange, se pusieron al lado de los presos, realizando un viaje en el que el buen humor y el elevado espíritu patriótico fueron comunes a guardianes y prisioneros. 

Llegaron, pues, sin novedad a Avila ante la sorpresa del Director de aquella cárcel al que nada se había avisado de la llegada de un contingente tan numeroso de presos. Entre los diez y nueve camaradas distinguidos por la persecución y llevados con el jefe castellano como castigo a Avila, ostentaba el record de tiempo en le cárcel el camarada Arturo Ramos. El 29 de junio trajeron a Girón de la cárcel de San Sebastián a la de Valladolid. Días antes de trasladar a Onésimo Redondo a Avila fué detenido en Alcazarén el que venía haciendo de jefe provincial. Teodoro Giménez. Precisamente desde la celda escribió la siguiente alocución, que fué, como todas, impresa clandestinamente y repartida con audacia por algunos de nuestros camaradas, de los cuales fueron detenidos cinco. "¡Camaradas! ¡Vallisoletanos! A las cinco de la mañana de hoy, nos han arrancado de la Prisión Provincial a nuestro JEFE ONESIMO REDONDO y a diecinueve camaradas más que con nosotros compartían las molestias y las vejaciones de unas detenciones arbitrarias e irritantes. 

El momento de la notificación y de la partida fué verdaderamente emocionante y cariñoso. REDONDO, el camarada que nos transmitía sus enseñanzas, con dotes de insuperable cultura y apostolado; el que difundía la fe y el aliento necesario para sobrellevar las penalidades y la frialdad glacial de una cárcel exenta de espiritualidad y de virtudes; el que jugaba y reía con nosotros como un camarada más, salía de la celda  radiante de resignación, con la frente alta, la figura arrogante, que contrastaba con la humillación, la lividez y la cobardía del traidor y culpable principal de esta separación que tanto nos apena y aflige. Voces de ARRIBA ESPAÑA atronaban la nave, como alaridos de despedida; que eran contestados por los camaradas que marchaban con el brazo en alto."

«Pero no claudiquéis, camaradas y españoles; que no enerve vuestro temple este lamentable episodio de lucha. […] Nos llevaron a los camaradas y hermanos predilectos; pero nos quedan en espíritu, su ejemplo, su gallardía y su fe para proseguir sin desmayos y con hombría la obra de hacer de España, UNA, GRANDE LIBRE».
Cfr., Comunicado de la Falange de Valladolid (25-6-1936),

Mientras los vallisoletanos eran trasladados, Primo de Rivera intuía que era preciso aclarar cuanto antes la posible participación de FE de las JONS en un acto insurreccional que no tardaría a producirse. En dos circulares, enviadas el 24 y 29 de junio, el jefe nacional comentaba la postura que iba a tener Falange y su relación con los golpistas.

Ellwood ha comentado que las notificaciones enviadas por José Antonio, corresponden a su reflexión respecto a los reales propósitos de la sublevación militar y el papel que su partido iba a tener en ella; como afirmó la historiadora británica «es importante señalar que Primo pone una significativa reserva a su caracterización negativa de los “proyectos políticos de los militares”, exceptuando “los que elaboran por una minoría muy preparada que en el Ejercito existe”»
Cfr., ELLWOOD, Sheelagh, Historia de Falange Española,

Ya en Ávila, el jefe vallisoletano se apresuró para que su núcleo estuviese al tanto de las disposiciones que provenían desde Alicante, hecho que no le impidió involucrar incluso a su mujer en la retransmisión de los mensajes más importantes:

«3 – 7 – 36 Cárcel de Ávila
[…] Ayer estuvo aquí mi pasante. Hoy le he mandado unos papeles por conducto indirecto. Te les darán a ti. Que lo entienden bien y los apliquen, sobre todo las normas de inmediata observancia. Las de reorganización de momento, y las de preparación para lo que al parecer urge. Diles que de los quince o veinte más seguros y valientes ninguno puede estar inactivo en estos días: que se crezcan y que se consideren como personas mayores. Dígaselo él a todos, con estas palabras. Lo que les mando es de inmediatísima y afanada aplicación.
[…] De tu traslado aquí, insisto en que debes decidirte. Aunque se hable de cosas, puede suceder que no acaezcan.
[…] …¿Sabes algo del traslado de José Antonio?».

"Fué en estos momentos en los que alejaban al jefe castellano de Valladolid cuando se notó más la influencia de Merceditas, la mujer de Onésimo Redondo, en la organización. Ella alentaba, transmitía órdenes y ayudaba resueltamente a la preparación del movimiento. Semanalmente visitaba, acompañada de algún jefe, a Onésimo en su prisión de Avila. Como allí le tenían sometido a una disciplina carcelaria muy rígida y restringían lo más posible las visitas, Elías Iglesias tuvo que figurar como pasante del bufete de Onésimo, a fin, gracias a esta estratagema, de poder recibir sus órdenes con más frecuencia. 


La organización tenía ya datos suficientes de cada pueblo sobre el número de vehículos aptos para una movilización repentina, número de milicianos con que se contaba, cantidad de armas, situación de los transformadores de luz eléctrica, familias que disponían de teléfono, etc., etc. Como los marxistas. dándose cuenta de lo que se les venía encima, trataban de eliminar el peligro suprimiendo mediante atentados a los jefes de nuestro movimiento, llegó un día, en estos primeros de julio, que varios camaradas destacados tuvieron que abandonar definitivamente sus casas y dormir cada día en sitios diferentes. De ellos, los más importantes se refugiaron en una modesta pensión sobre la Plaza Mayor; allí celebraban las reuniones más peligrosas, fabricaban bombas, repartían armas y de allí salió el 18 de julio la orden terminante de lanzarse a la calle secundando la posición de rebeldía que habían adoptado los guardias de Asalto. La mujer de Onésimo Redondo tuvo también que abandonar su domicilio. 

En Madrid, sucedía lo mismo con todos los jefes, que tenían que vivir desplazados de sus familias: Pilar Primo de Rivera no solamente tenía que estar fuera de su propia casa, sino que aun para hablar por teléfono con sus familiares se veía precisada a hacerlo con nombre falso, pues la persecución desatada en torno de ella era intensísima. Muchos jefes de provincias tenían que residir en otras, así el jefe provincial de Santander, camarada Hedilla, tuvo que salir de aquella zona, siendo utilizado para preparar el movimiento en Galicia. De igual manera algunos jefes madrileños se vieron obligados a abandonar la capital de España. 

Las consignas eran cada vez más concretas. Todos los antiguos camaradas son utilizados para recorrer incesantemente los pueblos y repartirles la orden: "Estad en pie de guerra". Los pueblos responden muy bien y en casi todos ellos nuestros camaradas hacen instrucción militar y se acuestan cada día con la ilusión de que al siguiente llegue quizá la orden de marcha. Los enlaces con Madrid y la cárcel de Avila funcionan a la perfección.

En Valencia los nuestros actuaban con desenvoltura y pocos días antes del movimiento subversivo, asaltaron la Radio y por el micrófono anunciaron el próximo triunfo de la revolución nacional-sindicalista. En Madrid, en la lucha diaria en la calle, tuvimos que lamentar bajas, pero las represalias fueron también efectivas y seguras; uno de los más destacados enemigos de Falange, el Teniente Castillo, cayó acribillado por nuestras balas justicieras. En todas las demás provincias, raro era el día en que la Falange no actuara en aquella guerra civil sorda, que sostenía, únicamente ella, contra todo un Estado que se había declarado beligerante"

En la cárcel abulense la vida de los presos era parecida a la de Valladolid. Según algunos testigos

«Onésimo leía junto a la ventana. Siempre daba a sus compañeros una explicación sobre los puntos de Falange, luego rezaba el rosario y cantaban el himno».

Pero Redondo no dejaba de preocuparse por la situación de absoluta. precariedad en la que estaban tanto sus fieles como él: con poca comida y sin ropa, expuestos a peligros y sin ninguna aparente protección.

Puerta del Sol

También desde Ávila Onésimo incitaba a Mercedes de ayudarle en encontrar alguna solución:


«Debes mantener correspondencia casi diaria con cualquiera de allá que haya quedado un poco al frente del socorro. Para que no se entibie la actividad. / Ávila: Aclara lo de las ptas. dadas a Chusco. ¿Las han invertido en pagar nuestra comida? – Que se enteren inmediatamente quien nos suministra la fruta, la leche y la cena para que tomes a tu cargo el pagarlo. Habla con los que sean obtén las economías posibles. = Emplea a Avilés, que bien movido espero sea capaz de sentimiento, para poner algo en marcha este. Limítate por ahora a sellos y recaudación de socorro. Ten en tu poder muchas fichas de adhesión – o mejor que las tenga Avilés – y recoge las que puedas masculinas o femeninas “como labor voluntaria” y no de dirección». 
Cfr., Carta de Onésimo a Mercedes (12 julio), APMR, caja 2, carpeta 1, nº 1.

Entre la documentación hallada, he encontrado una copia de una carta enviada desde Alicante a Ávila el 3 de julio; en ella José Antonio informaba a Onésimo de sus coloquios con los ambientes golpistas, sin todavía hacer nombres.

«Si a pasar de todas las medidas sobreviniera lo que prevees (sic.) y en la forma en que lo prevees, no habrá más remedio que hacer lo que dices. Pero creo que eso se evitará: 1º mediante una negociación delicadísima que llevo en persona, y que me permite casi asegurar que no se hará nada sin acuerdo previamente concertado con nosotros; 2º mediante la firma que los Jefes Provinciales pongan en hacer respetar las condiciones de mi última circular que, como ves, coinciden con tu punto de vista; actuación independiente y demora en los resultados políticos del drama».
Cfr., Copia de una carta de José Antonio a Onésimo (03-07-1936).

La principal tarea de estos días fue entrelazar las comunicaciones con los otros dirigentes y especialmente con José Antonio. A finales de junio hubo una intensificación de las mismas, debido a la preparación del golpe. En una de las últimas notificaciones enviadas por el jefe nacional a la cúpula del partido, concretamente el 29 de junio, se concretaban siete puntos básicos para los jefes territoriales y provinciales para «concertar pactos para un posible alzamiento inmediato contra el Gobierno actual».

A través de su hermano Fernando, ya a comienzos de julio, se transmitió en el seno del partido «la orden de estar preparados para colaborar de forma inmediata con los conspiradores militares una vez que tuviera lugar el golpe de Estado». 



Los acontecimientos fueron precipitándose día tras día. Al producirse el asesinado de Calvo Sotelo en Madrid el día 13 de julio, los presos en Ávila planearon un intento de fuga de la prisión que fracasó en sus inicios. Ni sobre este asunto, ni sobre ningún otro relacionado con la sublevación, le comentó Onésimo a Mercedes, ya que lo único que mencionó en la carta del día 17 de julio era lo que se sabía de lo ocurrido al diputado Calvo Sotelo:

«El día que te fuiste tuvimos un pequeño jaleo por lo de Calvo Sotelo y por la prenda. Total nada. Conviene dosificar un poco el buen comportamiento con las protestas. Yo me encuentro muy bien, muy bien. Hoy ya me he dado una hermosa ducha [de sol] en el patio».

Reconsiderando los sucesos previos a la muerte de Calvo Sotelo y recordando el largo debate que éste había mantenido con Casares Quiroga – ministro de Gobernación – en el Parlamento, Redondo señalaba sin vacilaciones la culpabilidad de un Gobierno – y especialmente del mismo Quiroga – de haber sido el responsable directo del asesinato de Sotelo. Esta denuncia, hasta hoy inédita, fue el último comunicado oficial que el jefe vallisoletano escribió antes de su muerte:

«Comunicado a la ciudad = Valladolid 20 julio 1936

EL ASESINO CASARES

Hace tiempo que venimos denunciando el gobierno como un refugio de asesinos. Los que vieran en nuestras palabras anteriores solamente un exceso de pasión, hablen hoy. Cuando toda la conciencia nacional bien enterada, a pesar de la censura, del martirio de Calvo Sotelo, señala a Casares Quiroga como [con] indicios directo. Criminal por tanto del peor género, ya que se vale por su alta categoría de verdugo mayor a sueldo del marxismo para discurrir, alentar y encubrir un asesinato que ha hecho temblar de espanto y de vergüenza a todo el país.

Hay en el acto de Casares rasgos y síntomas de las más bajas revelaciones del espíritu humano en estado de radical perversión: en primer término la envidia: pozo reconcentrado de bilis por las derrotas que el enfermizo jefe de la “Orga” hubo de reunir tan frecuentemente en el banco azul, ante los discursos nobles y aplastantes de Calvo Sotelo; envidia también lugareña y fratricida como la de Caín, derivada del distinto prestigio que en Galicia disfrutaban el menguado abogaducho de La Coruña, lamedor repugnante de las babas marxistas, y el insigne político que con sus propias fuerzas ascendió a cumbres altas de la cultura y de la fama. Hay mucho también en el crimen de Casares, porque este desdichado asesino sospechaba que su víctima encabezaría un movimiento de insurrección contra el gobierno en nombre de la España tiranizada. No falta el precio en este hecho de sangre, pues Casares goza de su puesto gracias a crímenes como el de Casas Viejas y éste, que el marxismo paga espléndidamente. Hay cobardía ilimitada en un presidente del Consejo que manda matar pero no mata y después sujeta todas las lenguas y todas las plumas, para burlar la ira del pueblo. Hay traición cuando se saca de casa a la víctima con el pretexto de una medida policiaca que en sí misma lleva la apariencia de amparo y de respeto personal. Y el ensañamiento macabro y nocturno no falta en el acto ordenado por Casares, pues consta aunque la censura lo haya falseado, que a Calvo Sotelo se le apuñaló a la puerta del cementerio y se le arrojó, con injuria de su cadáver, como si fuese una piltrafa.

El hombre que sabe cometer un crimen de tal índole que su descripción escueta rebasa todos los linderos de la truculencia de Casares Quiroga; él amenazó a su víctima en el Congreso un mes antes; él sin duda fue autor de aquella espantosa consigna que prohibía a los guardias encargados de la escolta de Calvo Sotelo defenderle de un posible atentado.


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La noche del 12 al 13 de julio el líder de la oposición es sacado de su casa por socialistas que forman parte de las fuerzas de seguridad del Estado y es asesinado.

La versión de la izquierda es que el crimen ha sido espontáneo como represalia por un asesinato ocurrido unas horas antes, el del teniente Castillo a manos de un falangista, Alfonso Gómez. Castillo, subraya Vidal, "era de la guardia de asalto y entrenaba a milicias ilegales del Frente Popular. Además se sospechaba que había estado implicando en actos terroristas, especialmente contra carlistas y falangistas".

César Vidal es tajante, "eso es mentira por dos razones: por la identidad de los asesinos de Calvo Sotelo y porque el crimen estaba planeado desde un mes antes". Un grupo dirigido por Fernando Condés "llegó a la casa del líder de la oposición y se identificaron como oficiales de la Guardia Civil. Lo metieron en un coche, le pegaron un tiro en la nuca y abandonaron su cadáver en el cementerio", relata Vidal.

"El que le da el tiro en la nuca – prosigue Vidal- es Luis Cuenca, guardaespaldas de Indalecio Prieto. El jefe del grupo criminal era Fernando Condés, director de La Motorizada, nombre del grupo de escoltas del dirigente socialista al que también pertenecía Cuenca".

Condés "nada más perpetrar el crimen acude al socialista Vidarte que lo esconde en casa de Margarita Nelken, otra importante socialista".

Margarita Nelken, matiza "estuvo a punto de dirigir la matanza de Paracuellos. Si no lo hizo es porque pensaron que Carrillo lo iba a hacer mejor. La dirigente socialista siempre había afirmado muy claramente que había que matar a la gente en masa, ahora se le ha incensado como a tanto criminal de la guerra civil".

Una vez a salvo, "Condés informó enseguida a Prieto de lo sucedido y éste lo encubrió". Una vez iniciada la guerra civil, "un grupo de socialistas muy cercanos a Prieto robaron el sumario del caso en el juzgado a punta de pistola".

"La decisión de asesinar a Calvo Sotelo la toma la masonería el 9 de mayo del 36. Lo sabemos, explica Vidal, gracias a las confesiones que realiza el masón Urbano Orad de la Torre a El País el 26 de septiembre de 1978".

El motivo del crimen es porque "Calvo Sotelo denunciaba el papel que tenía la masonería en el Frente Popular", afirma Vidal que enumera a modo de ejemplo algunos de los masones que ocupaban puestos importantes en aquel momento: "el presidente de la República, el jefe del Gobierno, el presidente de las Cortes, el ministro de Estado, el de Marina, el Director General de Seguridad, el jefe del Cuartel de Pontejos, además del propio Condés y del diputado socialista Juan Simeón Vidarte.

"El asesinato de Calvo Sotelo provoca una reacción inmediata porque la sensación es que se prepara una nueva revolución como la del 34 y que una vez caído el líder de la oposición podía caer cualquiera". Vidal cuenta como "finalmente el general Mola llega a un acuerdo el 14 de julio con carlistas y falangistas. El 15, Mola recibe un mensaje de Franco anexionándose también". - Seguir leyendo: http://esradio.libertaddigital.com/es-la-manana-de-federico/la-verdad-sobre-el-asesinato-de-calvo-sotelo-1276385442/


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"A esta hiena enfermiza y amarillenta tenemos por jefe de lo que se llama Gobierno. ¡Españoles, esa es la obra del marxismo!
No tendrán honor quienes no alisten sus almas y sus vidas en las filas de los que luchamos por escupir de España esta barbarie. ¿Nos ayudará el Ejército español? ¿O dejará que la gran nación cristiana y antigua se hunda en el barro sanguinolento de estos renegados que tienen a Rusia por patria?".



"El día 16 de julio nuestros camaradas de la vieja guardia recorrieron la provincia entera dando la orden a los camaradas campesinos de que abandonaran sus hogares y pueblos y que se concentraran, haciendo el viaje por la noche, en los puntos que se les había señalado anteriormente. Así lo hicieron y en la mañana del 17 aparecieron reunidos los de los partidos de Nava y Tordesillas en Geria, los de Villalón y Rioseco en el Monte da Torozos, los de Valoria en Cabezón, los de Peñafiel en Traspinedo, los de Medina en Viana y los de Olmedo en Mojados. 

Como Onésimo Redondo, en aquel verano de 1931 en su primera proclama a los hombres de Castilla, había concretamente ordenado, los campesinos estaban ya, ahora, en armas, y la consigna "rodearemos la ciudad con un movimiento renovador de masas campesinas", que había dado ante las elecciones de 1933, estaba cumplida: la ciudad sin saberlo tenía, en esta víspera de julio, un férreo cinturón nacional-sindicalista. 

Durante este día los campesinos esperaron como pudieron la orden de avanzar sobre la ciudad, que no terminaba de llegar; algunos de los concentrados en el Monte de Torozos, más impacientes se aventuraron a llegar, sin armas, hasta Valladolid, a fin de observar la situación y lo único que consiguieron fué verse detenidos. Advertido el Gobierno de lo que sucedía, ordenó por medio de las Casas del Pueblo, que se desencadenara la huelga revolucionaria que prendió fácilmente en algunos pueblos de la provincia. Aquella noche del 17 al 18 fué eterna para los que esperaban. 

Los camaradas jefes reunidos en la pensión en que viven, vieron caer una a una las horas hasta el amanecer, sin que llegara la orden de echarse a la calle. Al mediodía del día 18 los camaradas Elías Iglesias, José María Gutiérrez, Suárez Granda, Paulino Suárez con el capitán Silvela, Ayudante del general Saliquet, y representantes de la Guarnición, todos ellos jóvenes, estaban reunidos en casa del comandante Moyano, esperando al enlace de Burgos, que había de traer la esperada orden. En vista de que no llegaba acordaron que a las cuatro de la mañana se produciría el alzamiento. 

El Gobierno sostuvo una conferencia telefónica apremiante con el Gobernador civil de la provincia, que les informó que aquí estaba ya de antemano todo perdido y fué entonces cuando acordaron que los guardias de Asalto y Seguridad salieran para reforzar los efectivos del Gobierno hacia la capital de España, dejando el armamento aquí al objeto de ser entregado a los obreros de la Casa del Pueblo. Los guardias de Seguridad y Asalto, todos ellos simpatizantes con Falange Española, recibieron la orden con profundo disgusto. En
esos momentos llegó a la pensión donde estaban los camaradas jefes de Falange el cabo Hernández a darles cuenta de lo que sucedía con los guardias de Asalto. Elías Iglesias y Pedro Rivas, ordenaron al cabo Hernández que sin dilación se fuera al cuartelillo de los guardias de Asalto y les animara a que no secundaran la orden de marcha y que en esa actitud de rebeldía contaran con los de Falange. 

Con esto y con las palabras de otros compañeros, los guardias de Asalto y los de Seguridad, se iban colocando en una posición de rebeldía pasiva. Cuando el comandante afecto al Gobierno había logrado, sin embargo, sacarles fuera del cuartel y formarles en la calle al pie de las camionetas dispuestas para su traslado, llegó el capitán Perelétegui, con un grupo de jóvenes, en su mayoría falangistas y animó a los guardias a no obedecer las órdenes de Madrid. Los guardias de Asalto y Seguridad vitorearon al Ejército y al grito de Arriba España secundaron la actitud del capitán de artillería. A todo esto, en una esquina próxima esperaban ya masas compactas de socialistas la salida de los guardias de Asalto y Seguridad, para apoderarse de su armamento. Al grupo proclamador de la rebeldía nacional se unieron los tenientes Fernández Sanz y Cuadra y juntos todos, unos en las camionetas preparadas y otros a pie, se lanzaron sobre las seis y media de la tarde hacia el centro de la población. Los grupos marxistas que rodeaban el cuartelillo de Asalto a la expectativa, corrieron en desbandada. 

Grupos de Falange tras del capitán Perelétegui, con algunos guardias, recorrieron la calle de Santiago al grito de Arriba España y Viva España. A las siete y media comenzaron los cacheos de elementos sospechosos de marxistas. Nuestros camaradas de primera línea concentrados en diversas casas, reciben la orden de salir hacia el cuartel de Infantería, donde fueron armados. Como sobre las nueve de la noche se oyó que la emisora local conectada con Madrid radiaba noticias alarmistas del Gobierno rojo, varios camaradas nuestros asaltaron la estación cortando la comunicación con Unión Radio y Suárez Granda acercándose al micrófono dijo: "El movimiento nacional ha triunfado. Arriba España". Desde ese momento no dejó de funcionar la radio controlada por Falange y los  llamamientos a nuestros campesinos concentrados y al resto de los camaradas de los pueblos fueron constantes. Nuestro camarada de enlace, Elías Iglesias, una vez ordenada la salida de los diferentes grupos para cubrir las primeras necesidades de aquellos momentos angustiosos, salió él personalmente con unos quince camaradas a unirse al general Saliquet, que con el capitán Silvela, el Teniente coronel Uzquiano y el señor Estefanía y algunos otros, habían de tomar el edificio de la 731 División. Allí cayó herido de muerte el señor Estefanía. 

El tiroteo era general en los sitios neurálgicos de la ciudad. A las tres de la mañana se oyeron al fin como garantía del triunfo las cornetas del Regimiento de Caballería de Farnesio que venía hacia la División a proclamar el estado de guerra. A las seis de la mañana una centuria de Falange, mandada por nuestro camarada capitán Gonzalo Ortíz, que después había de morir gloriosamente luchando en el frente como jefe Territorial de nuestras milicias, tomó, en colaboración con un escuadrón de Farnesio, el edificio del Ayuntamiento. Poco después ondeaba allí, junto a la bandera de España, la bandera rojinegra de la Revolución nacional. Por el balcón principal nuestro camarada García Ganges y algunos más arrojaron el retrato de Azaña como símbolo de un régimen ignominioso que se venía abajo. 

La noche del 18 al 19 fué angustiosa en la cárcel de Avila; elementos marxistas de aquella ciudad querían que se fusilase inmediatamente a los presos de Falange. Por fin, con el triunfo de los comprometidos en la sublevación, los presos fueron puestos en libertad. Antes de salir de la lóbrega prisión todos oyeron misa y comulgaron. Al trasponer la puesta de la cárcel Onésimo Redondo habló a sus camaradas una vez más animándoles a la lucha que iban a comenzar. Grupos de curiosos y un buen número de guardias civiles oían emocionados aquellas palabras de guerra y justicia; para ellos era un lenguaje nuevo. La escena era simbólica: para toda España nuestras consignas nacional-sindicalistas tienen un tono original y novedoso, aún hoy, porque están sentidas y pensadas para un Pueblo y no para un partido político.

Al día siguiente, 18 de julio, parece que Onésimo no estuviese al tanto de lo que realmente estaba ocurriendo. Se sabía, según las circulares de Primo de Rivera, que la sublevación era una cuestión de días, pero no se tenía ninguna comunicación precisa de cuando se iba a producir con exactitud. En Valladolid, durante la noche del 17 al 18 se movilizaron algunos grupos falangistas, permaneciendo los presos de Ávila a la espera de recibir algún tipo de comunicación al respecto."

El aislamiento de Redondo y los suyos era tal que éstos no acusaron el recibo de comunicación que de facto, daba comienzo a la conspiración en Castilla;

«una orden para que sus afiliados sólo se entiendan con quien deben entenderse»;
cfr., GIL PECHARROMÁN, Julio, José Antonio primo de Rivera, cit, p.

Uno de los intermediarios entre los cargos falangista y los militares fue el general Mola, quién tendría mucho protagonismo en los días iniciales de la sublevación. Sobre las relaciones con Falange y su participación en el golpe, véase: FÉLIX MAIZ, Bernardo, Mola, aquel hombre, Barcelona, Planeta, 1976,

Bien refleja esta situación, la última carta que Redondo escribió aún desde la cárcel y que probablemente no llegó enviar a su mujer por producirse la liberación:

«Queridísima [Mercedes]:
[…] Aquí nos llegan rumores de toda índole, […] de todo cuanto nos dicen –sublevación de varias guarniciones, principalmente en Valladolid, y hechos de sangre diversos – sólo aparece como confirmado esto: que el Gobierno a las tres de la tarde quita toda importancia a lo ocurrido en África y asegura que está todo en calma.; y que aquí los jefes y oficiales están reunidos. ¿Habrá algo redentor? Yo desconfío mucho: Dios dirá.
[…] Espero os cuidaréis esmeradamente: te sugiero que si hay día crítico, vayan algunos en condiciones expresamente para cuidar de aquella casa. O que hagan cierta vigilancia […] Aquí los chicos muy animosos con ansias de hacer cosas enormes. Hoy nos hemos hinchado a cantar cuanto hemos querido.
Un abrazo fuerte
Onésimo 18 – 7 – 36».

Aquel mismo día la insurrección había comenzado oficialmente en la Península, pasando algunas ciudades – entre los día 18 y 19 – a estar bajo directo control golpista; y por lo visto, también Valladolid sería, a partir de la tarde del día 19, una de estas.

Según las fuentes locales, «durante la noche del día 17 de julio, las comunicaciones entre Valladolid y Madrid habían quedado interrumpidas. Con esta medida, se pretendía restar a los sublevados una imagen global de la situación en toda España, más allá de los rumores, desmentidos oficiales y noticias confusas. […] El día 18 el Gobierno Civil sería un continuo ir y venir de personas, intentándose […] algunos arrestos de civiles identificados con la derecha ideológicamente más opuesta a la República»;
cfr., MARTÍN JIMÉNEZ, Ignacio, La Guerra Civil en Valladolid (1936-1939).

También en Ávila triunfó la insurrección, hecho que permitió la liberación de los presos falangistas, aunque ello no fuera inmediato a causa de la gran confusión del momento.

Probablemente citado por algún testigo, afirma Goyanes en su biografía:

«Cuando el director de la prisión les invita a salir de las celdas, Onésimo y sus compañeros se niegan, pues piensan que realmente lo que pretenden es fusilarles. Había llegado a la cárcel un destacamento de guardias civiles y los falangistas exigen la presencia del oficial que lo mandaba. Únicamente después de hablar con él accedieron a salir de los calabozos».
Cfr., MÍNGUEZ GOYANES, José Luis, Onésimo Redondo, precursor sindicalista,

Tras oír misa en la catedral, el grupo de Redondo empezó el viaje de vuelta, encontrándose con una columna de falangistas enviados desde Valladolid para liberarle. Poco después – según los textos escritos tras su mitificación como “mártir de la Cruzada”

«cuando llegó a las cinco de la tarde a Valladolid, se extendió la noticia rápidamente de grupo en grupo, de casa en casa. […] “¡Onésimo Redondo está en Valladolid!” se repetía de boca en boca».

El día 18 el Gobierno Civil sería un continuo ir y venir de personas, intentándose […] algunos arrestos de civiles identificados con la derecha ideológicamente más opuesta a la República»;

Según Enrique López, en Valladolid la sublevación tomó un aspecto más feroz respecto a otras capitales de Castilla la Vieja. Tras el pronunciamiento, «en las calles vallisoletanas, luchaban encarnizadamente falangistas, guardias civiles, guardias de asalto y algunos paisanos contra grupos de obreros, principalmente ferroviarios. […] La sublevación de Valladolid fue lograda con mucho derramamiento de sangre, continuado después a lo largo de la guerra por frecuentes fusilamientos. En cambio, Segovia, Salamanca y Ávila, fueron conquistadas por los sublevados sin pérdida de vidas humanas». LÓPEZ CASTELLÓN, Enrique, et. al., Historia de Castilla y León – Tomo IX, Bilbao, Reno, 1986


6.2.2. Los cinco días del Caudillo de Castilla. Del auge a la muerte: 19-24 julio de 1936.


Al estar nuevamente en la capital y después de tres meses de cárcel, Onésimo se dirigió de inmediato a visitar Mercedes y a sus hijos, pasando algunas horas con ellos. A última hora de la tarde, tras reunirse con el núcleo dirigente de los falangistas locales, visitó al general Andrés Saliquet  que estaba al mando de la VIIº División Orgánica y que había tomado la ciudad, fijando su cuartel general en la Academia de Caballería.



Allí, siguiendo al pie de la letra las disposiciones del jefe nacional de Falange, Redondo empezó las conversaciones con los militares; se habló de la situación militar y se concertó la participación de los falangistas en la causa, acordando la creación de unas milicias que habrían sido militarizadas.

A las diez de la noche del mismo día, Onésimo no faltó acudir, invitado por los suyos, al local de donde se ubicaba la sede de la radio local (EAJ-47 Valladolid). Esta emisora había sido ocupada el día anterior por los falangistas, siendo luego utilizada durante todo el curso de la guerra (pasará a nombrarse “Radio FE[T] nº1”), para charlas radiofónicas de carácter propagandístico. En la emisión nocturna de aquel 19 de julio, Redondo certificó la colaboración entre Falange y el ejército, informando sobre la situación político-militar surgida tras estallar el golpe ( La noche anterior habían comunicado los falangistas:

«La guardia de Asalto se ha posesionado de esta emisora. Todo Valladolid es nuestro. No tardaremos dos días en lograr el triunfo». 
Cfr, «Origen y desarrollo del movimiento en nuestra ciudad», El Norte de Castilla, 19 de julio de 1936. ).

Valladolid 18 de julio.

Al finalizar el primer día desde su regreso a la capital castellana, Onésimo había tomado el control no sólo de su núcleo político, sino que había acordado también la participación de Falange en la sublevación. En este preciso momento, recaía sobre su figura una responsabilidad enorme; al seguir buena parte de la cúpula directiva de Falange en la cárcel, de facto Onésimo se convertía en el máximo dirigente en libertad. Un compromiso frente al cual el vallisoletano no se inmutó, permaneciendo al mando de un grupo que – al parecer – tan sólo cumplía con las órdenes que provenían desde la cúpula del partido aún encarcelada. Una responsabilidad enorme que, de forma voluntaria o tal vez casual, recayó sobre su persona y que le llevó en tan sólo cuatro días hasta la muerte.


A partir del día 20, la principal actividad del jefe vallisoletano fue la organización de las columnas milicianas que en colaboración con los militares (a la orden de coronel Ricardo Serrador Santés), iban a dirigirse hacia la sierra central con la idea de acercarse, según un plan militar ya organizado, hacia Madrid.

El día 21 tenía ya Onésimo Redondo, por medio de los mandos militares, una información exacta del peligro que se cernía si las tropas rojas que habían salido de Madrid lograban su intento de descender a la llanura, una vez conseguidas las posiciones que dominaban la sierra. Por orden de Onésimo Redondo camaradas jefes de milicias salieron ese mismo día en toda clase de coches a buscar a los cientos y cientos de camaradas campesinos que en los pueblos se ofrecían para venir a luchar.

El momento era decisivo, urgentísimo y necesario era disponer de unas fuerzas de choque organizadas que oponer al enemigo en los primeros instantes mientras se preparaba más cuidadosamente una movilización general. A las siete de la tarde se trasladó una centuria mandada por Girón, y como jefes de unidades inferiores, José Sáiz de Miera y Francisco Sabugo, al cuartel de San Quintín, a fin de salir con un Batallón del Regimiento de Infantería del mismo nombre, un grupo de Artillería al mando del heroico comandante Moyano, un escuadrón y una sección de ametralladoras de Farnesio para el Alto del León Al entrar nuestros camaradas perfectamente armados y disciplinados, la guardia del cuartel les rindió honores, recibiéndolos como a una fuerza militar. Formados ya todos dentro del cuartel Onésimo Redondo arengó a los soldados y a los falangistas de un modo efectivo y arrebatador.

Plenos de entusiasmo y cantando el himno salieron a las doce de la noche en columna motorizada al mando del coronel Serrador hacia San Rafael. Al regresar a las nueve de la noche Onésimo Redondo a su casa, una imponente manifestación popular se formó por las calles de Valladolid detrás de la banda Unión Musical y fueron al domicilio del jefe castellano, delante del cual, congregadas unas 6.000 personas, vitoreaban con entusiasmo a Onésimo Redondo y cantaban el himno de la Falange.

Onésimo Redondo tuvo que asomarse a uno de los balcones de su casa e improvisó un maravilloso discurso de gran sentido político que terminó afirmando que la salvación de la Patria estaba solamente en el nacional-sindicalismo que junto al Ejército estaba recobrando la gloria y el honor de España. Al terminar fué aclamado de nuevo Onésimo Redondo con entusiasmo indescriptible por la muchedumbre, igual que lo había sido aquella misma tarde cuando al frente de una centuria motorizada pasó por las calles céntricas de la ciudad.


"Serán traidores a la Patria, miembros indignos del Estado, los capitalistas, los ricos, que asistidos hoy de una euforia fácil que levantando acaso el brazo como si saludasen el advenimiento de la nueva era social se ocupen como hasta aquí con incorregible egoísmo, de su sólo interés sin volver la cabeza a los lados ni atrás para contemplar la estela de hambre, de escasez y de dolor que les sigue y los cerca.  El nuevo Estado Nacional-Sindicalista, operará con rigor y acabará con las palabras vanas y las promesas nunca cumplidas. El pan para todos y la justicia para todos es nuestro lema y será pronto nuestra obra. España una; España grande; España libre. ¡ARRIBA ESPAÑA! "

Aquella noche salieron por orden de Onésimo Redondo tres centurias para Benavente, mandadas por Vicén y Castro, a contener a los mineros de Asturias que intentaban caer sobre Castilla. 

Onésimo Redondo desde la División y el Gobierno civil controló la situación de los pueblos de la provincia enviando camaradas nuestros a sofocar la resistencia que en algunas de ellos habían organizado los rojos, dominándose totalmente, entre otros, Tudela de Duero, Quintanilla de Abajo y Cigales; en Cigales resultaron muertos un guardia civil, el camarada jefe de milicias de Cabezón, Adolfo Vallejo, y herido Anselmo de la Iglesia. Aquel día se instaló nuestro cuartel general en la Academia de Caballería. Desde allí dirigía Onésimo Redondo con pulso firme la política social y militar de aquellas horas difa vez conseguidas las posiciones que dominaban la sierra. 

Por orden de Onésimo Redondo camaradas jefes de milicias salieron ese mismo día en toda clase de coches a buscar a los cientos y cientos de camaradas campesinos que en los pueblos se ofrecían para venir a luchar. El momento era decisivo, urgentísimo y necesario era disponer de unas fuerzas de choque organizadas que oponer al enemigo en los primeros instantes mientras se preparaba más cuidadosamente una movilización general. A las siete de la tarde se trasladó una centuria mandada por Girón, y como jefes de unidades inferiores, José Sáiz de Miera y Francisco Sabugo, al cuartel de San Quintín, a fin de salir con un Batallón del Regimiento de Infantería del mismo nombre, un grupo de Artillería al mando del heroico comandante Moyano, un escuadrón y una sección de ametralladoras de Farnesio para el Alto del León Al entrar nuestros camaradas perfectamente armados y disciplinados, la guardia del cuartel les rindió honores, recibiéndolos como a una fuerza militar. 

Formados ya todos dentro del cuartel Onésimo Redondo arengó a los soldados y a los falangistas de un modo efectivo y arrebatador. Plenos de entusiasmo y cantando el himno salieron a las doce de la noche en columna motorizada al mando del coronel Serrador hacia San Rafael. Al regresar a las nueve de la noche Onésimo Redondo a su casa, una imponente manifestación popular se formó por las calles de Valladolid detrás de la banda Unión Musical y fueron al domicilio del jefe castellano, delante del cual, congregadas unas 6.000 personas, vitoreaban con entusiasmo a Onésimo Redondo y cantaban el himno de la Falange. Onésimo Redondo tuvo que asomarse a uno de los balcones de su casa e improvisó un maravilloso discurso de gran sentido político que terminó afirmando que la salvación de la Patria estaba solamente en el nacional-sindicalismo que junto al Ejército estaba recobrando la gloria y el honor de España. 

Al terminar fué aclamado de nuevo Onésimo Redondo con entusiasmo indescriptible por la muchedumbre, igual que lo había sido aquella misma tarde cuando al frente de una centuria motorizada pasó por las calles céntricas de la ciudad. El día 22 Onésimo Redondo organizó la propaganda del triunfo del movimiento nacional por todas las tierras de Castilla y León, mediante millares y millares de octavillas que nuestras avionetas lanzaran desde el aire. Hizo el mismo Onésimo Redondo el texto de las octavillas que las gentes de tantos pueblos y ciudades leyeron ese día con avidez. Decía así: 

"A TODA LA TIERRA DE CASTILLA Y LEON Valladolid, repleta de júbilo por su honrosa victoria sobre el Gobierno antinacional, saluda a las ciudades y demás poblaciones hermanas de esta región. Salimos al paso de unas necias especies lanzadas por la Radio de Madrid, sobre supuesto bombardeo de esta ciudad y rendición de la misma. Es increíble que todavía se juegue así con la credulidad de los pueblos. Quienes con tanta infamia mienten, dan hasta el final pruebas del desprecio que les inspira el país que tenían tiranizado.  Valladolid se cree la primera ciudad de España en fe y en júbilo nacionalsindicalista. Nuestras centurias han pacificado la provincia, pasean en triunfo la capital y se destacan animosas hacia Madrid y otras provincias castellanas. ¡Arriba España! J. O. N-S. DE VALLADOLID. Valladolid, 22 de julio de 1936". 

Después de comer, una centuria de campesinos llegada a Valladolid, rodeada también de gentes de la ciudad, organizaron de nuevo otra manifestación de entusiasmo y adhesión al jefe castellano de la Revolución nacional, Onésimo Redondo. Este, una vez más tuvo que dirigir al pueblo una de sus vibrantes alocuciones. Pronto tuvo noticias Onésimo Redondo de la magnífica actuación del Ejército y de los camaradas que habían salido la noche anterior: a la madrugada del día 22, en San Rafael habían recibido orden de avanzar hacia el Alto del León, donde se encontraba el enemigo; durante este avance el intenso fuego enemigo de Aviación, fusilería y ametralladoras hizo por un momento dudar a las fuerzas, pero el magnífico espíritu y coraje del camarada Girón, unido al de los otros jefes, hizo que las fuerzas avanzasen rápidamente, siendo él uno de los primeros en coronar el Alto del León, avanzando luego sobre la Loma, que se encuentra a la izquierda, coronándola. 

Toda la tarde la dedicó Onésimo Redondo a organizar febrilmente una nueva expedición, esta vez sólo de falangistas, que debían marchar a reforzar a los que en aquellos momentos estaban luchando en el Alto del León. A las doce de la noche salieron en camiones unos trescientos camaradas mandados por Vicén, y como jefes de centurias Clarencio Sanz y Greciet, y como jefes de falange, César Sanz, Leopoldo Castro, Santiago Vázquez, Felipe Martín, Eduardo Sanz, Cándido Saez y Carlos Salamanca. Antes de partir Onésimo Redondo, consciente de la responsabilidad que tenía en aquellos momentos y del importante papel que habían de jugar aquellos muchachos, les habló al corazón con firmeza y exactitud. Después les acompañó hasta Boecillo, donde se despidió nuevamente de ellos diciéndoles: "Hasta mañana, que estaré con vosotros en el Alto del León".

Onésimo de regreso en Valladolid

Por lo visto, Onésimo gestionó también el envío de voluntarios falangistas a pueblos cercanos como Tudela de Duero, Cigales o su Quintanilla de Abajo, para acabar con la resistencia de algunos grupos aislados acorralados en las Casa del Pueblo locales. Retomó también la actividad política, su dimensión más natural, indispensable para reordenar el caos provocado por el levantamiento y justificar con determinación la causa de los sublevados. Aquel mismo día, escribió en unas cuartillas un comunicado a la ciudad que con toda probabilidad leyó en la emisora local o comunicó en un improvisado mitin.



Valladolid 18 de julio.

Entre el 21 y 22 de julio, Redondo continuó, incansable, con sus tareas políticas y militares. Los milicianos falangistas que se habían organizado y puesto a disposición del mando militar, se unieron a la columna principal saliendo por la mañana de día 22 desde Valladolid y tomando dirección sur. A primeras horas de la tarde llegaron al pueblo de San Rafael y de allí se apresuraron a ocupar una extensa zona de la sierra, concentrando las fuerzas militares especialmente en el puerto conocido con el nombre del Alto del León. Allí se empezó a organizar la que iba a ser la primera línea del frente.

Al día siguiente, 23 de julio, Onésimo salía muy pronto por la mañana con su escolta hacia el puerto de la sierra donde se habían instalado también sus milicias; una vez llegado allí, hizo una rápida visita a los combatientes y charló con los suyos. Era de fundamental importancia moverse con escolta, debido a la precaria situación del frente y a la inestabilidad de su línea, ya que poco se sabía de los movimientos de los republicanos. Durante aquel día, tras unos primeros combates, el puerto había sido ocupado por los nacionales, ya que su importancia estratégica era fundamental para lograr importantes avances en dirección de la capital Madrid. Por lo visto, Onésimo estuvo en el frente unas pocas horas, ya que tenía que regresar a Valladolid para comunicarse con Saliquet y organizar nuevas filas de voluntarios que iban a sumarse a los ya dislocados en el frente; retomó por lo tanto el camino de vuelta y, tal y cómo todos los testigos han comentado, no tuvo ningún problema a la hora de alcanzar nuevamente la ciudad.

En la madrugada del 23 llegó la columna al Preventorio, siendo bombardeados por la Aviación, causando ocho muertos a la Guardia civil; a las tres de la tarde, se pusieron en marcha los camiones, subiendo al Alto del León, siendo intensamente bombardeada la columna, que sufrió bastantes bajas. Por orden del coronel Serrador repartiéronse las fuerzas de la siguiente forma: una Centuria y una Falange en las lomas de la derecha del Alto de León, una Falange en la loma izquierda y otra Falange en la loma que hoy se denomina del Copo, sosteniéndose el intensísimo tiroteo y bombardeo de la Aviación. Parte de la última fase de esta operación la presenció el propio Onésimo Redondo. Parte de la última fase de esta operación la presenció el propia Onésimo Redondo.

Por la mañana supo las dificultades del ataque y conquista del Alto del León y allá se fué a confortar con su presencia a los que luchaban y a animarles con su palabra cálida y expresiva. Salió la mañana del 23 y regresó ese mismo día a las cuatro de la tarde. Estuvo en la línea de vanguardia dando un ejemplo elevadísimo de valor personal. La artillería y la aviación enemiga bombardeaban con furia, pero nuestro Ejército y nuestras Centurias habían ya desalojado las posiciones ventajosas de los rojos en un derroche de alto espíritu y de audacia, en el que murieron por docenas nuestros camaradas alegre y generosamente. Bajo el fuego constante del fusil y del cañón Onésimo arengó a todos, cambió impresiones con los Jefes y tuvo un elogio para cada héroe, a la vez que predicaba con su conducta. Los mismos camaradas le reprendieron el que se pusiera tan en peligro y le recordaron que era necesario en el puesto difícil de mando, que no es precisamente el de la trinchera. 

El, sin embargo, rápido y contundente les dijo que volvería porque amaba la guerra y porque en Falange los Jefes caminan delante. Entre el entusiasmo de todos, admirados de su gesto, abandonó Onésimo las alturas de la sierra, en las que ya ondeaban las banderas victoriosas, emocionado por la veneración y fidelidad que le profesaban los mejores camaradas que habían desafiado y vencido a la muerte. Todavía dedicó el final de la tarde al problema del reparto y distribución de armamento y a dar instrucciones para el envío de nuevas Centurias al frente. Llamado por las altas autoridades militares, que estaban emocionadas por el comportamiento de nuestros muchachos, fué informado de que conservando aún todas las ventajosas posiciones conquistadas con tanto arrojo y con tanto sacrificio en el Alto del León, y evitando en el crítico instante el intento de los rojos de bajar a la llanura castellana, se estaba, sin embargo, en una situación difícil por el constante bombardeo de la Aviación enemiga que trataba por este procedimiento, sobre todo, de desmoralizar a nuestra gente. Onésimo Redondo entendió generosamente que su deber, además de organizar el envío de más hombres, era ir él de nuevo a la mañana siguiente al Alto de León a sostener la moral de la juventud de Castilla que allí luchaba, con su palabra y su presencia ejemplar. 

Era el caudillo de Castilla y sabía mantener y arrastrar a sus gentes en las horas de peligro. Aquella noche, aunque agotado por el abrumador trabajo y esfuerzo del día, tuvo energías suficientes para hablar por Radio Valladolid, conectada con Radio Burgos, a fin de que sus palabras encontraran la máxima difusión posible en aquellos momentos, e improvisar una alocución de calidad buenísima, de tono confortador y seguro, en la que contó con emoción y poesía la conquista del Alto del León y la significación  de los camisas azules en vigilia, señalando, implacables, con sus fusiles a Madrid, la ciudad confiada y perversa. 

El 24 de julio, último de su vida, primero de descanso en sus cinco años de lucha, fiel a su preocupación, se levantó pronto Onésimo Redondo. Antes, entre un sin fin de gente que en su casa entraba y salía a pedirle órdenes, escribió estas líneas postreras, dirigidas, como tantas en su vida a los labradores de Castilla y León: "A TODA LA TIERRA DE CASTILLA Y LEON: 24 julio 1936. La Patria resucita, como siempre se crearon los Imperios: entre el ruido victorioso de las armas. Castilla asiste con júbilo frenético a esta explosión inesperada de grandeza y de justicia. Sentimos que el ser de la España envejecida se renueva con su mejor estilo: España se hizo combatiendo y pisando a la barbarie, con Castilla como región Capitana. Esos puertos del Guadarrama que se estremecen con el avance duro de los infantes y artilleros castellanos, lanzan sobre Madrid el aviso histórico de que su perversión y sus errores van a terminar. Redimiremos a Madrid de sus enemigos de dentro y a nuestra tierra de una pesadilla antigua.  Ya no será Madrid la ciudad incomprensiva y alejada de los intereses de Castilla. LABRADORES CASTELLANOS, en estos días se ventila y se asegura vuestro porvenir. El Ejército y la Falange luchan por vosotros. Asistidnos con vuestro tesón y vuestra fe. ¡Arriba España! J. O. N-S. DE VALLADOLID". 

Estuvo unos momentos en nuestro cuartel, otros en el cuartel de Caballería y salió rápido a donde su corazón le decía que era necesario. Alguien insinuó que quizá la carretera ofreciese peligro, pero él pensaba en los muchachos que resistían hora tras hora el bombardeo feroz de los aeroplanos rojos, él veía y valoraba como nadie la importancia de nuestras posiciones en el Alto del León, defensa y muro de contención de Castilla azul, y él, consciente de su deber, marchaba heroicamente, dejándolo todo atrás, hacia el peligro. Contra bajos rencores y calumnias había Onésimo triunfado porque tenía la verdad de España, pero su triunfo no era nada externo que se pudiera vender o comprar, su triunfo era el del sacrificio, el del servicio permanente y sin relevo."


Comentaría nuevamente a la radio:

«Allí [en el Alto del León] hemos visto a nuestros muchachos, a los que no se les puede llamar inconscientemente fascistas, porque no hemos tratado de copiar nada del extranjero, sino de responder a un anhelo nacional. Aquellos muchachos, añadió el señor Redondo, tan obedientes a los mandos militares, transmiten a Valladolid la alegría que sienten en el frente»; cfr., «Una alocución de Don Onésimo Redondo», en El Norte de Castilla, 24 de julio de 193

Aparentemente el día 24 Onésimo no tenía prevista ninguna nueva visita al frente, ya que había estado allí tan sólo unas horas antes. No obstante, parece que fuera él mismo el que insistió con fuerza para organizar otra rápida visita. Según los testimonio que hablaron con Mínguez Goyanes, el jefe vallisoletano no había vuelto muy convencido del frente y presenció una supuesta baja moral de los suyos, ya que los asaltos de los republicanos habían sido muy intensos y con dificultad se había defendido la posición. Debido, probablemente, a esta situación «no vio las cosas muy claras en el Alto de los Leones y decidió volver al día siguiente». 



Aquel mismo día, siempre por la mañana, salió nuevamente escoltado por Eduardo Martín Alonso, su hermano Andrés y un joven falangista, Agustín Sastre, en dirección del frente, parando únicamente en Olmedo para recoger a Jesús Salcedo Ciervide. El viaje se desarrolló de forma tranquila hasta el llegar, hacia el mediodía, al pueblo segoviano de Labajos, donde el jefe vallisoletano junto a Sastre, encontraría la muerte.

Existen distintas versiones de la muerte de Onésimo Redondo y hasta la actualidad no se han podido documentar con exactitud la verdadera causa de su fallecimiento. La tesis de Mínguez Goyanes, siguiendo con precisión las descripciones de los testigos que presenciaron el acto, Eduardo Martín y Jesús Salcedo, refleja la que fue la versión oficial defendida por los nacionales durante todo el conflicto y después del mismo.

Al cruzar al pueblo de Labajos, como dicho, el coche con los cuatro ocupantes tuvo que detenerse por estar ocupada la carretera por un una camioneta. Como comentó Martín Alonso:

«En Sanchidrián salió uno a la carretera corriendo. Dijo que el Alto del León estaba muy mal, que había mucha confusión (...). La línea estaba cortada (...). Le pregunté a Onésimo que qué hacíamos. Dijo que tirásemos para adelante. Al llegar a Labajos había una camioneta parada en medio de la carretera. Yo me confundí, porque iban vestidos con monos y creí que eran falangistas. Todos creímos que eran falangistas. Se bajó uno. Venía con un fusil. Y en el fusil llevaba una banderita roja. Entonces Onésimo dijo: “Nos han cazado”. Entonces paramos […]

Andrés dijo: «No disparéis, que llevamos al jefe de Falange». Andrés se aturrulló. Por la derecha salió Andrés y ese chico al que mataron, Sastre. Le mataron en el acto. Andrés salió corriendo y se refugió en una casa […] Por la izquierda salimos Salcedo y yo. Onésimo se quedó en el coche (...). Salcedo salió corriendo campo a través y llegó hasta un pueblo cercano […] Según salí corriendo oí una descarga cerrada. Luego me enteré que le habían matado».

A esta versión ha de sumarse la oficial del Estado que, en 1940, fue publicada bajo el título de “Historia de la Cruzada Española”. Allí, al hablar de la muerte de vallisoletano se propuso una versión que en efecto coincide con la de los testigos luego entrevistados por Goyanes. El episodio se relata de esta forma:

«Cuando el Ford de Onésimo se acerca a su Plaza Mayor [de Labajos], se ve que en ella hay un camión parado y que a unos metros de él un par de fusileros preparan sus armas para cerrarles el paso. Sobre el camión hay otros veinte hombres armados, que llevan a los cuellos, y anudados sobre la cabeza, pañuelos rojinegros. […] Onésimo y los que le acompañan juzgan que se trata de camaradas de Falange. La identidad de los colores de su gallardete e insignias con los suyos propios contribuye a obstinarlos en su error. Por otra parte, no se les ocurre pensar que un destacamento enemigo haya podido llegar tan a retaguardia, en plena línea de comunicaciones de la columna combatiente, con sus bases de Ávila y Valladolid. Con toda confianza el coche para ante los dos centinelas que se acercan a reconocerle; Andrés Redondo echa pie a tierra para saludarles: 

-¡Arriba España, camaradas! Viene con nosotros el jefe provincial de Falange de Valladolid. Llevamos mucha prisa. 

Ya para entonces los hombres del camión se han apeado precipitadamente y el teniente se adelanta pistola en mano. También los compañeros de Onésimo dejan su coche. En aquel momento el teniente se vuelve a sus hombres y grita: 

-Son fascistas ¡Fuego! 

El terrible episodio se desarrolló con la rapidez de un relámpago. Martin Alonso Calero […] trataba de poner en marcha el coche, cuando resonó la descarga. Andrés Redondo y Salcedo se hallaban en aquel momento uno en cada lado del coche. Andrés le gritó a su hermano: 

-Échate, que tiran... 

Onésimo, de un salto, quiso dejar su asiento, pero en el mismo estribo una bala le hirió una rodilla y cayó a tierra. Sus acompañantes, imposibilitados de defenderse, procuraron ponerse a salvo. La patrulla agresora, que se componía de milicianos de la F.A.I. y que por eso llevaban el banderín y los pañuelos rojinegros – los colores de esa siniestra asociación – disparó de nuevo y esta vez las balas acribillaron al héroe castellano, que yacía inerme en la carretera. A pocos pasos de él cayó también muerto el falangista de su escolta Agustín Sastre».

Generalmente los relatos sobre la muerte de Onésimo suelen coincidir aunque, por ser todas ellos basados en testimonios orales, hay diferencias a la hora de relatar algunos detalles, así como hemos visto en estos dos ejemplos. En los últimos años, en distintos fórum y blogs de la red, he podido comprobar que la “leyenda” de la muerte de Redondo sigue siendo algo muy actual especialmente entre los interesados al tema.

En el largo elenco de páginas encontradas, nos limitamos a citar un sólo ejemplo que ha de considerarse como uno de los más interesantes encontrados. La absoluta falta de documentación al respecto ha obligado a no considerar estos relatos como pruebas de la investigación, pero se ha considerado útil, para su fin biográfico, hacer una excepción el testimonio publicado recientemente en la página “guerracivil.forumup.es”. Se trata del relato de un joven testigo (anónimo) de la época:

«El pueblo estaba tranquilo, a pesar de que al estar atravesado por la carretera de la Coruña, ya había visto pasar a los voluntarios y tropas que en esos momentos se encontraban luchando en el Alto del León […] Era aproximadamente medio día, cuando de la parte de Madrid, aparecieron cinco o seis camiones llenos de hombres, que alzaban fusiles o escopetas y saludaban a grandes voces con el puño en alto. 

Mis camaradas de juegos y yo nos quedamos mirando a los recién llegados, mientras alguien dijo que eran soldados. A mí me extrañó, ya que la imagen que tenía de los soldados era la de los quintos que venían a mi pueblo de permiso, y aquellos hombres no iban con uniforme. Allí había monos azules, pantalones de pana e incluso chaquetas, a pesar del calor que reinaba en aquella jornada. 

Sin saber como apareció mi padre junto a mí, y cogiéndome fuertemente por el brazo dijo que nos fuéramos. Mientras un pequeño barullo de hombres y mujeres se formó en el pueblo. Unos preguntaban por sus hijos y otros por sus padres, todos tratando de escabullirse de lo que prometía liarse de mala manera. 

A medio camino, un hombre armado se dirigió a mi padre dando vivas a la CNT y levantando el puño. Mi padre que era sordo como una tapia, no entendía lo que aquél hombre quería, y hubo un momento en que el miliciano le encañonó con el fusil. […]

Apareció por la parte de Valladolid un coche […] del que se bajaron varias personas mezclándose con los hombres de los camiones. De manera imprevista alguien gritó que eran fascistas y los ocupantes del coche salieron corriendo mientras los milicianos cargaban los fusiles y comenzaban a disparar a tres o cuatro de los prófugos que se internaron en un campo de centeno hacia el sur de la carretera. Otro de los ocupantes del coche encaminó su carrera hacia el lado contrario mientras contestaba a los disparos con una pistola.

Rápidamente los milicianos fueron rodeando al hombre que había quedado solo, mientras otro grupo trataba de dar caza a los escondidos en el campo de centeno, y a quien yo no adivinaba a ver. El hombre que se quedó solo se parapetó tras una valla de piedras de las que tanto abundan por esa zona, y mantuvo alejados a tiros a sus perseguidores durante diez minutos más o menos. 

De pronto vi caer al hombre que estaba parapetado en la valla. Trató de arrastrarse, pero apenas pudo avanzar algún metro. Quedó tumbado y me impresionó más que todo lo que había visto hasta entonces, los estertores que en la agonía de la muerte, el hombre dio durante unos segundos. Después quedó inerte, mientras los milicianos, rodeándole, se iban acercando cautelosamente. Nadie volvió a disparar. Alguien cogió con la bayoneta de un fusil una zarza seca de las que se utilizan para tapar porteras, y la colocó encima del cadáver. 

No sé cómo ocurrió. De pronto me vi corriendo por el campo junto a mi padre y otras personas, en dirección a una laguna cercana al pueblo, mientras sonaban disparos a nuestra espalda y la tierra saltaba a nuestro alrededor. Nunca sabré la distancia que recorrimos; solo sé que pasamos la noche al raso y recuerdo con angustia, la sed que nos devoraba. A la mañana siguiente, algunos hombres, entre ellos mi padre, regresaron al pueblo para ver cómo estaban las cosas, y volvieron diciendo que ya no ocurría nada. Fue bastante después, cuando me enteré de que el hombre que vi matar junto a la valla de piedra de Labajos era Onésimo Redondo». 
Cfr., «24 de Julio del 36 en Labajos, muerte de Onésimo Redondo»,

Considero asimismo importante aportar aquí otra consideración sobre la muerte de Redondo que tiene cierta relevancia. Aunque no asistió a los hechos, Mercedes Sanz afirmó en más de una ocasión que ella se había tomado con seriedad ciertas “teorías conspirativas” que han alimentado la leyenda sobre las últimas horas de vida de su marido. En dos últimas entrevistas concedidas a Paul Preston y Sofía Moro poco antes de su muerte en 2007, lo comentó de esta forma:

«La emboscada en la que Onésimo perdió la vida tuvo lugar en la zona nacional. En consecuencia, ha habido rumores, tanto en aquel momento como desde entonces, de que le mataron, de manera deliberada o no, partidarios de su propio bando. Mercedes creía que habían asesinado Onésimo:

“La muerte de Onésimo no fue un acto de guerra – fue un vil asesinato perfectamente preparado –, pues era el único político importante que estaba en la España Nacional – era importante su eliminación – ¿por quién?” […] Mercedes temía que elementos del llamado grupo legitimista de partidarios de José Antonio Primo de Rivera hubieran estado involucrados, ya que en 1935 habían mandado un comando para asesinarle. Ante la ausencia de pruebas incontrovertibles, la conjetura de que Onésimo fuese asesinado por falangistas tiene que contraponerse con la teoría más verosímil de que, con el frente lejos de estar fijo, su grupo tropezó con un camión cargado de tropas republicanas de la columna dirigida por el famoso coronel Julio Mangada, del cual se sabe que estaba por la zona».

siempre sobre el supuesto complot rectificó Mercedes pocos meses antes de su muerte:

«Onésimo murió el 24 de julio en el pueblo de Labajos. Lo mataron una semana después de producirse el alzamiento militar. Yo creo que fue una cosa preparada. No sé. Hay un gran misterio alrededor de esto. No se sabe si hasta lo asesinó alguien casi nuestro... Es una barbaridad decir esto, pero José Antonio estaba en la cárcel, había cierta rivalidad entre las JONS y La Falange, y la verdad es que Onésimo el día anterior había ido y vuelto sin tener ningún problema. Iba al Alto del León a dar ánimo a los combatientes falangistas. Fue en coche con su escolta, bueno, con un chico, porque a él no le gustaba llevar escolta, con el conductor, que era un íntimo amigo, y con su hermano Andrés Redondo, que luego lo sustituyó como jefe de La Falange. Ellos tres se salvaron, se metieron por los trigos y pudieron escapar. Pero él no, porque, además, les hizo frente».
Cfr., MORO,Sofía, «La guerra civil 70 años después» [online],

Lo que hasta la actualidad ningún autor ha comentado, es que en el Archivo Histórico Nacional de Madrid existe un expediente sobre una investigación que se llevó a cabo poco después del fin de la guerra civil, concretamente en 1941.

Oficialmente este material fue utilizado para demostrar la culpabilidad de los miembros de la Columna Mangada – las milicias anarquistas a las que se refieren todos los testigos – en sus operaciones militares llevadas a cabo en la zona de El Espinar, San Rafael y Labajos durante las primeras semanas de guerra. Pese a recogerse el testimonio de numerosos vecinos entre los años 1941 y 1946, el resultado de la investigación no permitió aclarar los hechos relacionados con la muerte de Redondo, utilizándose el material para localizar eventuales responsables del avance militar republicano en aquella zona.

Aunque se base únicamente en declaraciones de los vecinos de los pueblos de la zona, el relato hace referencia también a Onésimo Redondo y su muerte, sin todavía llegar a ninguna conclusión concreta. Al comienzo del expediente se precisa:

«Recibiéndose cuantas declaraciones y uniéndose cuantos antecedentes hagan referencia a los crímenes cometidos en esta unidad del Ejército rojo, incluso, las circunstancias que concurren en la muerte de ONÉSIMO REDONDO». 
 Cfr., Expediente sobre la “Columna Mangada”, dirigida por el teniente coronel republicano Julio Mangada, en AHN, FC-Causa General, 1519, Exp. 21 (muerte de Onésimo Redondo).

Hoy no existe, por lo menos oficialmente, un relato que se considere como la versión definitiva sobre la muerte de Redondo. Todos los testigos de la época han fallecido y hasta la actualidad la mayoría de las tesis consideran más probable su muerte por mano anarcosindicalista antes que por traición. Sin embargo, a casi ochenta años de aquel episodio y a falta de ulteriores documentos, resulta hoy imposible dictaminar si Onésimo falleció por una u otra causa. Ni siquiera en los archivos privados se ha encontrado nada concluyente, por lo que con toda probabilidad este capítulo final de su vida, nunca podrá ser del todo aclarado.

Lo que sí se sabe, es que la difusión de la noticia de la muerte del líder vallisoletano provocó cierto aire de desilusión y la aflicción de muchos de sus amigos y fieles colaboradores. Durante varios días, los titulares del principal periódico local, El Norte de Castilla, hablaron casi únicamente de él, manifestando su pésame como toda la prensa del bando nacional.

Otros, como Martínez de Bedoya, escucharon por radio la noticia de su muerte;

«a la noche siguiente las ondas me trajeron la mayor desilusión del mundo: Onésimo había sido asesinato cuando su vida comenzaba a hallar los cauces de realización que había buscado»,
 cfr., MARTÍNEZ DE BEDOYA, Javier, Memorias desde mi aldea,


Entierro de Onésimo

El 25 de julio fue declarado día de luto oficial en la ciudad y se procedió al entierro del que a partir de ahora se conocería como “Caudillo de Castilla”. La ceremonia – según la prensa de la época y bajo el absoluto control de la propaganda nacional – fue un acontecimiento multitudinario. Desde la capilla ardiente de la Casa Consistorial, donde sus restos fueron homenajeados durante horas, hasta la sepultura en el cementerio local,

«nadie recuerda en Valladolid un acto más emocionante que el del entierro de Onésimo Redondo».

La creación de su mito fue tal durante el primer año de guerra, que en el aniversario de su muerte en 1937 el mismo embajador alemán, Wilhelm Faupel, envió un comunicado a Mercedes Sanz Bachiller para recordar la figura de su ex marido. Se conserva una copia del pésame en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Berlín  (fechado 29 de julio de 1937): Teilnahme an der Gedächtnisfeier für den erschossenen Falange-führer Onésimo Redondo, Auswärtiges Amt Archiv (Berlín), Sa. 21.



El recuerdo de Onésimo, permaneció muy vivo en Valladolid durante el curso de todo el conflicto civil, para después verse ensalzada su figura y su pensamiento – siempre al lado de José Antonio – también durante el régimen franquista. Su entrada en el panteón de los “mártires de la Cruzada”, le llevo a tener un lugar de honor en el Cementerio del Carmen (se construyó un mausoleo durante los años cuarenta) y su nombre fue marcando la toponomástica de muchos edificios públicos de la España franquista, además del callejero nacional o de su mismo pueblo. Como comentó en su pésame el que había sido uno de sus primeros mentores, Luis Herrera Oria,

«su memoria será siempre bendita y será ejemplar para todos. Fue muy bueno, puso las grandes dotes que había recibido de otros a servicio de los pobres y de los oprimidos, y ha muerto en servicio de la Religión y de la Patria»

Para otros, sin embargo, pese a la mitificación y al ostracismo que caracterizó su vida post mortem, su recuerdo quedaría marcado, sencillamente, con las palabras de Bedoya:

«todo lo entregó y – entre todo la vida – sin reclamar en cambio otra cosa que la alegría de una conciencia alzada y satisfecha»


Adaptado al Blog a partir de:

- MATTEO TOMASONI: Onésimo Redondo Ortega. Vida, obra y pensamiento de un sindicalista nacional (1905-1936).

- Varios Autores: Caudillo de Castilla

- Adelantado de Castilla.



Índice cronológico de Caídos Nacionalsindicalistas.

 

 1933

- José Ruiz de la Hermosa. Daimiel (Ciudad Real). 2 de noviembre de 1.933.

- Juan Jara Hidalgo. Zalamea de la Serena (Badajoz). 8 de diciembre de 1.933.

-Tomás Polo Gallego. Villanueva de la Reina (Jaén). 26 de diciembre de 1.933.


1934


-Francisco de Paula Sampol Cortés. Madrid. 11 de enero de1.934.

- Vicente Pérez Rodríguez (Capataz de la revista FE., no pertenece al Movimiento). Madrid. 27 de enero de 1.934.

- Matías Montero y Rodríguez de Trujillo. Madrid. 9 de febrero de 1.934.

- Ángel Abella García (No pertenecía al Movimiento, aunque algunos autores le sitúan como uno de los espectadores del acto de proclamación de Falange Española de las J.O.N.S.). Valladolid. 4 de marzo de 1.934.

- Ángel Montesinos Carbonell. Madrid. 9 de marzo de 1.934.

- Jesús Hernández Rodríguez de Oviedo. Madrid. 25 de marzo de 1.934.

- José Hurtado García. Torreperogil (Jaén). 6 de junio de 1.934.

- Juan Cuéllar Campos. Madrid. 10 de junio de 1.934.

- Manuel Carrión Damborenea. San Sebastián. 9 de septiembre de 1.934.

- José Montes Campal. Moreda (Asturias). 6 de octubre de 1.934.

- Álvaro Germán Gutiérrez. Moreda (Asturias). 6 de octubre de 1.934.

- Francisco Díaz Nereo (o Nerco). Torrelavega (Santander). 8 de octubre de 1.934.

- Eleuterio López. Madrid. 9 de octubre de 1.934.

- Jesús Sáiz Hierro. Arija (Burgos). 17 de octubre de 1.934.

1935


- José García Vara. Madrid. 2 de abril de 1.935.

- Carmen Pérez Almeida (Era hermana de Juan Pérez Almeida, a quien acompañaba cuando fue asesinada. No pertenecía al Movimiento debido a su corta edad. A pesar de este dato, autores como Julián Pemartín la consideran la primera Caída de la Sección Femenina). Salamanca. 11 de abril de 1.935.

- Manuel García Míguez. Aznalcóllar (Sevilla). 30 de abril de 1.935.

- Juan Pérez Almeida. Salamanca. 4 de mayo de 1.935.

- Miguel Soriano Jiménez. Linares (Jaén). 6 de junio de 1.935.

- José Soto Díaz. Málaga. 10 de junio de 1.935.

- Enrique Moyano. Oviedo. 12 de junio de 1.935.

- José María Suárez López. Oviedo. 13 de junio de 1.935.

- Antonio Corpas Gutiérrez. Sevilla. 8 de agosto de 1.935.

- Manuel Arrabal. Málaga. ¿? de octubre de 1.935.

- Eduardo Rivas López. Sevilla. 6 de noviembre de 1.935.

- Jerónimo Pérez de la Rosa Jiménez. Sevilla. 7 de noviembre de 1.935.

1936


- José Alcázar Torrero. Madrid. 21 de enero de 1.936.

- Luis Collazo Campos. Vigo (Pontevedra). 10 de febrero de 1.936.

- José Molina. Oviedo. 16 de febrero de 1.936.

- Pedro Marco Ortín. Yecla (Murcia). 20 de febrero de 1.936.

- Víctor Álvarez Ajuria. La Felguera (Asturias). 21 de febrero de 1.936.

- José Díaz García. Pechina (Almería). 24 de febrero de 1.936.

- Antonio Díaz Molina. Málaga. 26 de febrero de 1.936.

- José Rodríguez Santana. Madrid. 27 de febrero de 1.936.

-Higinio (o Miguel) Sepúlveda Verdugo. Puebla de Almuradiel (Toledo). 6 de marzo de 1.936.

-José Urra Goñi. Madrid. 6 de marzo de 1.936.

-Ramón Faisán. Madrid. 6 de marzo de 1.936.

-Ramón Perea. Puebla de Almuradiel (Toledo). 7 de marzo de 1.936.

-Tomás Villanueva. Puebla de Almuradiel (Toledo). 7 de marzo de 1.936.

-Jesús Álvarez Barón. Palencia. 9 de marzo de 1.936.

-Juan José Olano Orive. Madrid. 11 de marzo de 1.936.

-Jesús Martínez Eraso. Jumilla (Murcia). 16 de marzo de 1.936.

-Pedro Cutillas Sánchez. Jumilla (Murcia). 16 de marzo de 1.936.

-Martín Martínez de Espronceda. Pamplona. 27 de marzo de 1.936.

-Manuel Giráldez Mora. Sevilla. 31 de marzo de 1.936.

-Andrés Sáenz de Heredia y Arteta. Madrid. 16 de abril de 1.936.

-Manuel Rodríguez Gimeno. Madrid. 16 de abril de 1.936.

-Eloy Gómez Fernández. Canillas (Madrid). 17 de abril de 1.936.

-Antonio Gómez Fernández. Canillas (Madrid). 17 de abril de 1.936.

-José (o Juan) Caro Bautista. Yecla (Murcia). 20 de abril de 1.936.

-(Desconozco el nombre del carpintero falangista fallecido este día). Sevilla. 1 de mayo de 1.936.

-José Fierro Herrero. Carrión de los Condes (Palencia). 3 de mayo de 1.936.

-Rafael León. Calzada de Calatrava (Ciudad Real). 3 de mayo de 1936.

-Máximo Inclán Bravo. Villamuriel de Cerrato (Palencia). 3 de mayo de 1.936.

-Secundino Esperón. Pontevedra. 19 de mayo de 1.936.

-José Olavarrieta Ortega. Santander. 19 de mayo de 1.936.

-Francisco Gutiérrez Rivero. Zamora. 20 de mayo de 1.936.

-Pascual López Gil. Madrid. 24 de mayo de 1.936.

-Martín Álvarez Hernández. Zamora. 27 de mayo de 1.936.

-Manuel Rodríguez Montero. Castilleja de la Cuesta (Sevilla). 30 de mayo de 1.936.

-Amadeo Pico Rodríguez. Santander. 3 de junio de 1.936.

-Pedro Cea Gutiérrez. Santander. 3 de junio de 1.936.

-Rafael (o Manuel) Panadero Martínez. Sevilla. 4 de junio de 1.936.

-Santiago Monje Díez. León. 5 de junio de 1.936.

-Francisco Marcano Igartúa. Santander. 10 de junio de 1.936.

-Francisco Gabaldón. Albacete. 12 de junio de 1.936.

-José Rus Lucenilia. Sevilla. 15 de junio de 1.936.

-Federico Langehold Gutiérrez (o Langeheldt Rodríguez). Sevilla. 15 de junio de1.936.

-José Luis Obregón Ciurana. Santander. 18 de junio de 1.936.

-Luis Cabañes Abarca. Santander. 18 de junio de 1.936.

-Antonio Menéndez. Oviedo. 21 de junio de 1.936.

-Abundio Sanz Miguel. Aldeamayor (Valladolid). ¿? de junio de 1.936.

-Juan Martínez Pichardo. Villanueva de San Juan (Sevilla). 2 de julio de 1.936.

-Miguel Arriola (o Arriba). Madrid. 2 de julio de 1.936.

-Jacobo Galán. Madrid. 2 de julio de 1.936.

-Aquilino Fuster. Madrid. 2 de julio de 1.936.

-Rafael Panadero Martínez. Sevilla. 3 de julio de 1.936.

-Justo Serna Enamorado. Madrid. 4 de julio de 1.936.

-Claudio Fernández. Miguelturra (Ciudad Real). 5 de julio de 1.936.

-Consuelo Escribano Ortega. Toledo. 7 de julio de 1.936.

-Pedro Guerrero Torres. Jerez de la Frontera (Cádiz). 10 de julio de 1.936.

-Gregorio Cabezas Millarrojas. Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real). 12 de julio de1.936.

-José Valencia Marciel. Madrid. 14 de julio de 1.936.

-Manuel Barnús. San Sebastián. 15 de julio de 1.936.

-Regino Sevillano. Valladolid. 17 de julio de 1.936

 

Acto de protesta contra la destrucción del monumento en valladolid.

 


 

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